Crisis de misiles: de Cuba 1962 a Ucrania 2024
La situaci¨®n es diferente, pero la tensi¨®n de entonces ofrece algunas lecciones sobre la que agita hoy el mundo
La crisis de los misiles de octubre de 1962 fue probablemente el momento en el que m¨¢s cerca estuvo el mundo de una conflagraci¨®n nuclear entre las dos superpotencias de entonces, EE UU y la URSS. Durante 13 d¨ªas, el planeta entero contuvo el aliento ante el pulso entre un Kremlin decidido a colocar misiles nucleares en Cuba, despu¨¦s de que el Pent¨¢gono hiciera lo mismo en Italia y Turqu¨ªa, y mientras Washington buscaba maneras de tumbar a Castro. Kennedy reaccion¨® con el c¨¦lebre bloqueo naval, y, finalmente, las dos superpotencias evitaron el precipicio con un acuerdo bastante desfavorable para Jruschov, al menos en su vertiente p¨²blica.
Hoy, asistimos a un nuevo y tenso pulso misil¨ªstico entre la Casa Blanca y sus aliados, por un lado, y el Kremlin y los suyos, por el otro. La crisis gira alrededor de la posibilidad de permitir a Ucrania usar un cierto tipo de valiosos misiles occidentales, con alcance de hasta 250 kil¨®metros, para golpear con profundidad en territorio ruso. Esta semana, Putin ha advertido de que interpretar¨ªa ese permiso como una entrada en guerra de la OTAN contra Rusia, ante lo cual tomar¨ªa las pertinentes represalias, sin especificarlas. Mientras, el Kremlin ve incrementarse el apoyo que recibe de Ir¨¢n, precisamente con entregas de misiles bal¨ªsticos.
?C¨®mo de grave es esta crisis? ?Cu¨¢nto lo es en comparaci¨®n con la de 1962? Siguen unos intentos de respuesta.
Sin duda, es grave. Las palabras de Putin, con el arsenal nuclear que tiene detr¨¢s y la certeza de que una derrota es sin¨®nimo de un oscuro final para ¨¦l mismo, no pueden ser subestimadas. Conceder ese permiso no ser¨ªa una escalada ¨Des Rusia quien escala¨D, pero s¨ª un paso de cierta trascendencia, m¨¢s que entregar tanques para su uso en Ucrania o la distribuci¨®n de armas menos potentes para golpear en zonas cercanas a la frontera. Una hip¨®tesis que muestra la delicadeza del asunto es pensar en qu¨¦ ocurrir¨ªa si una de esas armas fuera utilizada en un ataque que causara muertos civiles en Rusia.
A la vez, la observaci¨®n del conflicto desde el inicio de la invasi¨®n, en febrero de 2022, permite se?alar que Putin traz¨® repetidamente apocal¨ªpticas l¨ªneas rojas que nunca ha mantenido. Lo hizo desde el discurso con el que anunci¨® el ataque, en el cual prometi¨® consecuencias inimaginables para aquellos que entorpecieran su camino. Hoy, decenas de pa¨ªses lo hacen armando a Ucrania y no se ha visto ninguna consecuencia. El motivo de lo uno y de lo otro es cristalino: tratar de inhibir infundiendo miedo; abstenerse de represalias que no est¨¢ en condici¨®n de asumir por lo que vendr¨ªa despu¨¦s. Pese a no haber ejecutado sus amenazas, la t¨¢ctica funcion¨®: los pa¨ªses occidentales ponderaron en exceso cada paso de apoyo a Ucrania, concediendo una gran ventaja a Rusia.
Por otra parte, no puede olvidarse el significado fundamental de esta guerra, una agresi¨®n completamente ilegal contra la cual un pa¨ªs trata de defenderse con, pese a la fatiga, un ampl¨ªsimo consenso ciudadano. Un ataque contra la libertad de un pa¨ªs de decidir su camino, contra la perspectiva de que una democracia pr¨®spera arraigue en la zona y evidencie, con su mera existencia, la podredumbre del r¨¦gimen del Kremlin.
Y, ante quienes, de forma bien intencionada, pero tal vez ingenua ¨Do tal vez interesada¨D, invocan negociar la paz, cabe recordar algunas cosas. Mientras Putin crea que pueda mejorar su posici¨®n, no negociar¨¢. Los ucranios, por otra parte, creen, con buenos argumentos, que incluso pactar hoy a coste de graves cesiones no lograr¨ªa una paz definitiva; solo dar¨ªa a Putin tiempo de respirar antes de empezar de nuevo. Piensan que solo infligir un dolor inasumible frenar¨¢ la voluntad de atacar de Putin, hoy y ma?ana. Llevar la guerra a Rusia es una manera no solo de golpear la retaguardia desde la que Ucrania sufre ataques, sino tambi¨¦n de sembrar en la sociedad rusa dudas acerca de los relatos de Putin.
Todos estos argumentos se suman a la mencionada alta improbabilidad de que Putin tome represalias directas, por el sencillo hecho de la absoluta inferioridad de Rusia ante la OTAN. Conviene recordar esta asimetr¨ªa, por la que un m¨ªnimo esfuerzo de la Alianza supone uno inmenso de respuesta para estar a la altura.
La decisi¨®n es compleja, y depende de factores no p¨²blicos ¨Dpor ejemplo, qu¨¦ objetivos se hallan en el alcance de esos tipos de misiles, qu¨¦ resultados concretos se podr¨ªan lograr con ellos, cu¨¢ntos de esos misiles est¨¢n disponibles para su uso¨D sobre los cuales esta columna no dispone de informaci¨®n detallada y fehaciente suficiente y por lo cual no considera serio pronunciarse. Pero s¨ª se pronuncia sobre la necesidad gen¨¦rica de incrementar el esfuerzo de apoyo a Ucrania. Los europeos, en concreto, debemos tener en cuenta que en cuatro meses es posible que Trump est¨¦ en la Casa Blanca.
En cuanto a la comparaci¨®n de la gravedad de esta crisis con la de 1962, la respuesta es menos f¨¢cil de lo que podr¨ªa parecer. Asusta menos porque no es una tensi¨®n directa entre superpotencias. No es ni directa ni entre superpotencias, porque Rusia no lo es y todo el mundo lo sabe. El gran pulso de nuestro tiempo es entre EE UU y China. Mosc¨² depende de Pek¨ªn, y Pek¨ªn no quiere que pierda ¨Dporque ser¨ªa una victoria de su adversario¨D, pero tampoco quiere una conflagraci¨®n nuclear. No obstante, ser¨ªa irresponsable subestimar las amenazas: porque, a diferencia de entonces, hay un conflicto en marcha con enorme potencial de escalada y porque las fieras heridas y acorraladas son peligrosas.
La comparaci¨®n con 1962 sirve para otras reflexiones. Entre ellas, la importancia fundamental de una fluidez de comunicaci¨®n y medidas de transparencia entre EE UU y China ¨Dque idealmente tomen forma de tratados de control de armas¨D como los puentes que se construyeron entre Washington y Mosc¨² despu¨¦s de ese episodio; la importancia de mantener cerradas las filas de las democracias en tiempos cr¨ªticos (lo que no significa adhesiones acr¨ªticas, pero s¨ª un sentido de los intereses y valores comunes), o la importancia de no aflojar, pero tampoco sobreactuar: a Kennedy le sugirieron respuestas m¨¢s duras de la que acab¨® dando.
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