Profetas de la inmigraci¨®n
La derecha ha conseguido establecer una percepci¨®n general de los extranjeros como un problema, sin cifras que avalen ese discurso
En solo tres meses, la inmigraci¨®n ha pasado de ocupar la novena posici¨®n entre los problemas que m¨¢s preocupan a los espa?oles a la primera, seg¨²n el ¨²ltimo bar¨®metro del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas. La suma de quienes la se?alan como primer, segundo o tercer problema ha pasado del 11,2% en el bar¨®metro de junio al 30,4 % en el de septiembre.
Semejante progresi¨®n no se explica por ning¨²n aumento sorpresivo de la llegada de inmigrantes ni por ning¨²n suceso excepcional que pudiera haber impactado en la opini¨®n p¨²blica. El ¨²nico elemento diferencial es la centralidad que ha tomado esta cuesti¨®n desde que el PP ha decidido plantar cara a Vox a trav¨¦s de la peligrosa estrategia de situar la inmigraci¨®n en el centro del debate pol¨ªtico, y hacerlo en unos t¨¦rminos siempre conflictivos. Ojal¨¢ sirviera para frenar a los ultras pero, de momento, ha conseguido que la crisis de sobreocupaci¨®n de los servicios de acogida de Canarias haya creado un estado de alarma cuando en nada incide en la vida cotidiana de los espa?oles. El PP ha pasado de votar en abril a favor de debatir una iniciativa legislativa popular para regularizar a cientos de miles de inmigrantes a rechazar en julio la reforma de la ley de extranjer¨ªa para el reparto obligatorio de menores no acompa?ados. El giro ha culminado con la visita de Alberto N¨²?ez Feij¨®o a Giorgia Meloni y el elogio de sus duras pol¨ªticas migratorias.
El propio bar¨®metro da pistas de que estamos ante un fen¨®meno de percepci¨®n, porque cuando se pregunta a los 4.027 encuestados cu¨¢l es el problema que m¨¢s les afecta personalmente, la inmigraci¨®n cae al quinto lugar, por detr¨¢s de la econom¨ªa, la sanidad, la calidad del empleo y la vivienda.
En la creaci¨®n de determinados estados de opini¨®n no cuenta solo de qu¨¦ se habla en la conversaci¨®n p¨²blica, sino los t¨¦rminos en que se hace. Y en este caso ha predominado un mensaje simplificador que vincula la inmigraci¨®n con la inseguridad, pero tambi¨¦n con otros problemas, como el aumento de las listas de espera o el acceso a la vivienda.
El discurso p¨²blico condiciona la forma de mirar la realidad. Se se?alan los cayucos repletos, cuando la mayor parte de los inmigrantes irregulares llegan por los aeropuertos; se ve a los manteros y a quienes recogen chatarra, pero no a los muchos extranjeros que trabajan en el campo sin los cuales no habr¨ªa cosechas, ni a los cientos de miles de mujeres inmigrantes que se ocupan de las tareas del hogar o del cuidado de ancianos y personas dependientes. O a los miles de espa?oles con origen en la inmigraci¨®n que en el siglo XXI forman parte normalizada e imprescindible de nuestro sistema productivo, nuestra cultura y nuestra idiosincrasia nacional.
El riesgo de la utilizaci¨®n pol¨ªtica de un relato catastrofista y estigmatizador sobre la inmigraci¨®n no es solo su capacidad performativa para alterar la percepci¨®n de la realidad, sino los efectos que esa percepci¨®n puede tener sobre la propia realidad. Los migrantes observan ya un aumento de la hostilidad hacia ellos. Alimenta el miedo al otro, genera desconfianza entre los pobres y hacia los m¨¢s pobres y orienta la pol¨ªtica hacia respuestas autoritarias.
En Europa y tambi¨¦n en Espa?a vamos a necesitar mucha inmigraci¨®n. Lo que tenemos que discutir es la mejor forma de gestionarla, con pol¨ªticas de integraci¨®n y de lucha contra la desigualdad social. Hablar menos de identidad y m¨¢s de derechos humanos, de calidad y dotaci¨®n de los servicios p¨²blicos, y de redistribuci¨®n de la riqueza.
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