Estamos perdiendo
El marco ultraderechista gana terreno en una Europa con una reacci¨®n inane ante Israel e insuficiente ante Rusia. Derechos y democracia se erosionan. Hay que resistir la embestida retr¨®grada
Israel prosigue en una acci¨®n b¨¦lica que inflige un inmenso e injustificable sufrimiento a los civiles palestinos y libaneses, y la Uni¨®n Europea asiste sustancialmente inerte. Sigue deplorando el inaceptable n¨²mero de v¨ªctimas civiles, el hambre infligida a la gente, sin ser capaz siquiera de cuestionar su acuerdo de asociaci¨®n con el pa¨ªs.
Rusia, pese a sufrir un enorme desgaste, sigue avanzando en Ucrania, mientras la voluntad de resistir a la brutal e ilegal invasi¨®n parece evaporarse. A la espera de ver qu¨¦ ocurre en las elecciones estadounidenses, la UE ha hecho muchas cosas para apoyar a Kiev, pero est¨¢ a a?os de distancia de ser capaz de suministrar lo que hace falta para la defensa del pa¨ªs agredido si EE UU ceja en su apoyo.
Mientras, en Europa y todo Occidente, se abren paso pol¨ªticas migratorias que compran de forma cada vez m¨¢s desacomplejada los planteamientos ultraderechistas, en algunos casos con s¨®lidos indicios de violaci¨®n del derecho internacional. Macron aprob¨® una ley tan dura que la vot¨® Le Pen. En la UE se detectan claros s¨ªntomas de retroceso. La resistencia de un grupo de pa¨ªses ha evitado que el Consejo Europeo reci¨¦n celebrado diera una bendici¨®n expl¨ªcita al modelo Meloni, pero los pasos atr¨¢s son notorios y los l¨ªderes han dado en las conclusiones de la cumbre un mandato de explorar todas las opciones, requiriendo adem¨¢s a la Comisi¨®n nueva legislaci¨®n en la materia de forma urgente cuando un pacto migratorio ya bastante retr¨®grado fue aprobado hace muy poco.
En materia medioambiental tambi¨¦n aparecen en la UE se?ales de un retroceso en la voluntad de proteger el entorno natural y de proceder con decisi¨®n en la transici¨®n verde, como ilustra la reciente decisi¨®n de la Comisi¨®n de aplazar un a?o la aplicaci¨®n de la ley contra la deforestaci¨®n.
A escala global, varios estudios coinciden en indicar un deterioro de la calidad democr¨¢tica.
Nada de ello debe inducir al catastrofismo y mucho menos a la resignaci¨®n. Como subray¨® de manera elocuente Steven Pinker en el foro World in Progress, celebrado esta semana, vivimos en el mejor mundo que la historia haya conocido en cuanto a esperanza de vida, ¨ªndices de alfabetizaci¨®n, incidencia del hambre y otras medidas. Asimismo, pese a los problemas se?alados, en Europa tambi¨¦n se registran desarrollos esperanzadores de largo plazo y tambi¨¦n algunas din¨¢micas pol¨ªticas apreciables, como lo fue la emisi¨®n de deuda com¨²n para los fondos pand¨¦micos. Hay admirables signos de resistencia, algunos de los cuales proceden de la judicatura, como en el caso del tribunal italiano que ha cuestionado el modelo migratorio meloniano, como antes los brit¨¢nicos hicieron con el ruand¨¦s, y los tribunales internacionales que escudri?an la acci¨®n israel¨ª.
Pero ello no deber¨ªa enga?arnos en cuanto a un correcto diagn¨®stico del estado de la pugna pol¨ªtica en Europa y, m¨¢s en general, en Occidente. Los partidarios de un inquebrantable respeto de los derechos humanos y de una adhesi¨®n al esp¨ªritu de la democracia que no acepta mirar para el otro lado de vez en cuando estamos perdiendo. Van ganando, bajo el fuerte empuje de las narrativas ultraderechistas, posiciones que erosionan los unos y la otra.
El problema fundamental no es solo el terreno perdido hasta ahora, sino la perspectiva. Ante esta erosi¨®n, no se vislumbra ninguna se?al de aut¨¦ntica fortaleza pol¨ªtica como para contrarrestarla, cambiar la din¨¢mica, cambiar el marco. El Gobierno alem¨¢n se halla en estado terminal, y el futuro no es prometedor, con una CDU liderada por alguien que plante¨® suspender de plano el derecho de asilo para sirios y afganos, una ultraderecha desatada y una socialdemocracia temblorosa.
El Gobierno franc¨¦s actual es incluso dudoso que llegue a cobrar verdadera vida, y si as¨ª fuera, tendr¨ªa una desgraciada tara cong¨¦nita de dependencia de la ultraderecha. Las perspectivas de futuro francesas no son, digamos, alentadoras. Italia y Pa¨ªses Bajos est¨¢n en manos de la ultraderecha. En Espa?a resiste, ante un conglomerado de multiformes fuerzas opositoras que no solo se sientan en el hemiciclo y en cuyos encefalograma y cardiograma cuesta detectar se?ales reconocibles como escr¨²pulos, un Gobierno socialdem¨®crata. Dice cosas que le sit¨²an en el lado correcto de la historia en cuanto a Israel o la inmigraci¨®n, pero su historial de acci¨®n acumula manchas ¡ªciertos principios parecen desdibujarse cuando toca aplicarlos a Marruecos, ciertos nombramientos parecen debilitar en vez de fortalecer a las instituciones y ciertos casos huelen a suciedad limpiada mucho mejor que la contraparte pero aun as¨ª solo a medias¡ª y, adem¨¢s, su debilidad pol¨ªtica interna le resta capacidad de proyecci¨®n.
?Puede la Comisi¨®n Europea compensar estos d¨¦ficits nacionales? Parece dudoso. Von der Leyen fue a visitar a los israel¨ªes, pero no a los palestinos, y vira claramente hacia posiciones migratorias de expulsiones con escasas contemplaciones, y con muchas vallas y concertinas. El colegio, en su conjunto, sufre la proyecci¨®n de din¨¢micas pol¨ªticas nacionales aunque, en teor¨ªa, los comisarios deber¨ªan ser independientes. ?Por d¨®nde tirar¨¢n los comisarios italiano, holand¨¦s, h¨²ngaros, etc.? Hay una losa ah¨ª tambi¨¦n.
La historia exhibe sorpresas positivas que nadie vio venir, como la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Puede haber otras. Tal vez arraigue un alto el fuego en Gaza; quiz¨¢s pierda Trump. Sin embargo, es evidente que el panorama no es alentador, porque incluso los ¨¦xitos puntuales tal vez no sirvan para revertir las tendencias de fondo.
Pero no hay justificaci¨®n ninguna para la resignaci¨®n. Esta columna se titula ¡°estamos perdiendo¡±, no ¡°hemos perdido¡±. Toca encajar golpes y seguir luchando, trabajando. Viene entonces a la memoria el art¨ªculo 4 de la Constituci¨®n italiana, que de entrada reconoce a todos los ciudadanos el derecho al trabajo. A continuaci¨®n, impone a todos los ciudadanos el deber de desempe?ar, seg¨²n sus propias posibilidades e inclinaciones, una actividad o una funci¨®n que contribuya al progreso material o espiritual de la sociedad. A ello estamos convocados ante esta ola retr¨®grada: es un deber. A trabajar para resistirla, sin bajarse nunca a los m¨¦todos pedestres de ellos, que tal vez puedan ganar alguna victoria de parte, pero siempre acaban desembocando en derrotas colectivas.
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