Palabras para una muchacha con perlas llamada Kamala Harris
La campa?a en Estados Unidos permite observar c¨®mo las democracias m¨¢s consolidadas pueden decaer y pudrirse por s¨ª solas
¡°Un hombre de bien puede sentirse avergonzado incluso delante de un perro¡± (Ant¨®n Ch¨¦jov)
1. Un antiguo reportero de guerra, que cubre actualmente la ¨²ltima semana de la campa?a para las elecciones en los Estados Unidos de Am¨¦rica, me cuenta por tel¨¦fono que, despu¨¦s de haber asistido al mitin de los republicanos en el legendario Madison Square Garden, al volver al hotel se hab¨ªa quedado inm¨®vil durante un buen rato frente al ordenador. Dec¨ªa que, aunque quiso mover las manos, sus dedos eran incapaces de pulsar las teclas, y que solo pudo empezar a moverlos despu¨¦s de abrir su agenda y toparse con la frase de Ch¨¦jov que recojo m¨¢s arriba. Palabras que le dieron aliento para escribir el art¨ªculo que envi¨® con retraso a su peri¨®dico. La explicaci¨®n de toda esta dificultad se resum¨ªa de la siguiente forma: hab¨ªa visto, ante sus propios ojos, durante seis horas, c¨®mo las democracias m¨¢s consolidadas pueden decaer y pudrirse por s¨ª solas.
2. Decir cosas as¨ª puede que no pase de mero clich¨¦ y, en t¨¦rminos de efectos, no va m¨¢s all¨¢ de cuando llueve sobre mojado. Por mi parte, el tema de la decadencia irreversible de los imperios era un tema candente en las clases de Historia de la Cultura Cl¨¢sica, cuando se estudiaba a Oswald Spengler y su visi¨®n decadentista era la base de la festiva cultura hippie. Arnold J. Toynbee, m¨¢s esperanzador y m¨¢s m¨ªstico, a?adi¨® con firmeza que las civilizaciones mueren por suicidio y no por asesinato. Dicho con otras palabras, lo mismo que afirmaba el antiguo reportero de guerra el pasado lunes por la tarde.
Lo que m¨¢s le impresion¨® de todo fue el deprimente nivel de los chistes, incluidos los de Donald Trump Jr., cuando animaba a sus seguidores a acudir a las urnas, diciendo que deb¨ªan esperar pacientemente como si fueran el tercer mono en la fila para el Arca, y ya hubiera empezado a llover¡ Pasando por Tony Hinchcliffe que se refiri¨® a Puerto Rico como una isla de basura flotante, y a los latinos como gente a la que lo ¨²nico que les gusta es tener ni?os. O el grito de Elon Musk, el millonario m¨¢s rico del mundo, que salud¨® a la multitud quit¨¢ndose la gorra y soltando una especie de rugido, a imitaci¨®n del grito de Tarz¨¢n con la voz de Johnny Weissm¨¹ller. Lo cierto es que todo esto y mucho m¨¢s fue recogido de inmediato por la prensa, pero lo que de verdad acrecentaba el malestar de alguien que hab¨ªa visto muchas veces matar y morir en escenarios b¨¦licos fue la imposibilidad de desmantelar el circo pir¨®mano en el que se han convertido las elecciones estadounidenses, como si su vocaci¨®n fuera la de crecer sin freno hasta un punto de degradaci¨®n sin retorno. Era como asistir a la explosi¨®n de un artefacto que no supo nombrar y que parec¨ªa ser letal.
3. Pero su traum¨¢tica convicci¨®n tambi¨¦n proven¨ªa de la calle, de los argumentos irracionales y mesi¨¢nicos que hab¨ªa o¨ªdo propagar a gritos en las avenidas que bordean el Madison Square Garden. En cambio, esa misma noche la campa?a dem¨®crata pas¨® casi desapercibida, con Kamala Harris abrazando a reci¨¦n nacidos y dando besos a ancianas. Fue una suerte de representaci¨®n al rev¨¦s, como si todos los pasos, de un lado a otro, formaran parte de una gigantesca pieza teatral. La pregunta relevante es la siguiente: Escenificaci¨®n por escenificaci¨®n, ?cu¨¢ntos preferir¨¢n pasado ma?ana la imagen de la moderaci¨®n contenida frente al espect¨¢culo del baile hist¨¦rico y del pugilismo verbal?
4. El tema es demasiado complejo como para no inhibir las manos sobre un teclado. En 2001, cuando se produjeron los ataques a las Torres Gemelas, muchos de nosotros dijimos: ¡°Ahora mismo, todos somos estadounidenses¡±. Tal vez debamos decirlo de nuevo y ahora con m¨¢s propiedad. No estamos fuera de este peligroso juego, no somos ajenos a esta deriva hacia el caos. Como europeos de periferia, los ¨ªberos crecimos inmersos en la prodigiosa mitolog¨ªa norteamericana. La ciencia, la m¨²sica, la literatura, el cine, sobre todo el cine, los grandes logros y empresas, los rascacielos de nuestra imaginaci¨®n, la inmensidad de las llanuras, los bosques, las monta?as, las cascadas, todas las grandes pel¨ªculas que los tuvieron como escenarios, llenaron los sue?os de nuestras vidas, incluso cuando la supremac¨ªa y la furia imperialistas nos dejaban llenos de revueltas y crisis nerviosas. Pero la ONU estableci¨® su sede en Nueva York y la OTAN surgi¨® con fines de defensa y no de agresi¨®n. Seamos francos, cada d¨ªa que pasa, la ONU se reduce cada vez m¨¢s a un aparatoso foro paralizado, con todas sus cartas marcadas. Y la OTAN, una fuerza poderosa, no tiene fuerza alguna porque, si desata la fuerza que tiene frente a los dem¨¢s agresores, la Tierra saltar¨¢ por los aires. La OTAN delimita sus propias fronteras, pero su propia arquitectura le impide actuar. Ahora, tanto una organizaci¨®n como la otra, nuestros mayores referentes, hasta hace poco paraguas de la humanidad, llevan consigo, en su paralizaci¨®n, el rostro de los Estados Unidos de Am¨¦rica.
Por el contrario, la carrera circense hacia la Casa Blanca no puede dejar de hacer re¨ªr a carcajadas a los tiranos que encierran bajo siete llaves la libertad de sus conciudadanos en sus pa¨ªses. Y, por mimetismo, en las democracias, esa carrera ofrece a los candidatos extremistas, que ahora act¨²an por todas partes, un guion que se afanan por reproducir a la perfecci¨®n. Por eso, en medio de esta carrera, pienso en Kamala Harris, que acuna a ni?os y besa a desconocidos, en ambientes privados, bajo los focos, la veo como una figura con pose angelical, tratando de mantener en medio del desorden una actitud de serenidad. Serenidad y compostura, que muchos elogian, pero a las que el mundo ya no recurre.
5. Quienes no tienen esquemas fijos de interpretaci¨®n de la personalidad de los dem¨¢s parten de realidades parceladas. Yo pertenezco a ese grupo de personas que se sit¨²an humildemente al margen. En lo que se refiere a Kamala Harris, lo ¨²nico que escucho es denigrar sus propuestas, decir que no existen, hablar de su falta de preparaci¨®n, de sus errores, de sus frases radicales, de su temperamento temerario. De aquel fat¨ªdico d¨ªa en el que, como vicepresidenta, en Guatemala, pidi¨® con franqueza a los guatemaltecos: ¡°?Por favor, no viajen a Estados Unidos!¡±.
Yo, sin embargo, he rebuscado en su trayectoria y he encontrado otros valores diferentes. No voy a describirlos, est¨¢n en pel¨ªculas, en libros y en internet. De su biograf¨ªa, me quedo con una nota importante: hubo un momento en que Kamala Harris, cuando el asedio contra las mujeres afroamericanas se intensificaba, form¨® junto con sus amigas un grupo de resistencia. Por una cuesti¨®n de amor propio, acordaron que nunca saldr¨ªan a la calle sin arreglar. Harris se pon¨ªa siempre collares de perlas blancas sobre sus blusas oscuras. La imagen de estas perlas, en medio de la delirante carrera que paraliz¨® por unos momentos la mano del antiguo reportero de guerra, seguramente no le har¨¢ ganar ning¨²n voto. Creo, sin embargo, que le har¨¢ honor.
En un mundo sin verg¨¹enza, ?de qu¨¦ sirve el honor? La verg¨¹enza cohabita con la verdad y ha sido sustituida por la estrategia que estructura la informaci¨®n y condiciona la realidad. Mi convicci¨®n es que, tarde o temprano, despertaremos de esta pesadilla. Una pesadilla que no vive entre Nueva York y Pensilvania, sino que se extiende por todo el mundo. Cuando los norteamericanos despierten de la pesadilla, creo que nosotros, los europeos, por la dura fuerza de las circunstancias, ya nos habremos visto obligados a despertar por nuestra cuenta.
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