Esta vez el experimento Donald Trump no va a salir bien
La reelecci¨®n del magnate y la victoria republicana en el Senado abren la puerta a una transformaci¨®n de EE UU que marcar¨¢ a varias generaciones
La noche en que Donald Trump gan¨® las elecciones, las otras, las del 8 de noviembre de 2016, las caras en la fiesta de los dem¨®cratas de Phoenix (Arizona) se parec¨ªan mucho a las de este martes. Como hoy, medio pa¨ªs ten¨ªa la ilusi¨®n de elegir a la primera mujer presidenta y simplemente no pod¨ªa comprender c¨®mo el otro medio pod¨ªa votar por un buf¨®n racista. Recuerden: entonces era directamente inconcebible. Aquella noche en aquel hotel de Phoenix estuve pegando la hebra con tres se?oras y comentando los resultados seg¨²n aparec¨ªan en la pantalla. Despu¨¦s de que Trump ganara Florida y Pensilvania, finalmente nos preguntamos, ?y si gana? Una de ellas contest¨®: ¡°We are Americans. We¡¯ll be alright¡±. Somos americanos, no va a pasar nada. Era un mensaje de confianza en la democracia, pero l¨¦ase con un gesto de terror en la cara y con una voz quebrada. Me la puedo imaginar con la misma cara en la noche en que Trump ha ganado por segunda vez, pero no respondiendo lo mismo.
Me acord¨¦ de esas palabras en los a?os siguientes cada vez que Trump choc¨® con el Congreso, con sus propios colaboradores, con los medios, con los tribunales y con las instituciones internacionales. Esto es Estados Unidos, todo saldr¨¢ bien. Y es verdad, al final, la democracia y el orden internacional sobrevivieron m¨¢s o menos intactos en su cascar¨®n exterior y, por verle el lado bueno a aquella presidencia, la clase pol¨ªtica de Estados Unidos y del mundo aprendi¨® una lecci¨®n sobre el peligro del populismo que no olvidar¨ªa. La gran mayor¨ªa de los estadounidenses tiene una robusta confianza en el poder de la Constituci¨®n y los a?os de Trump en la Casa Blanca demostraron que est¨¢ justificada. Esta vez no podemos decir lo mismo. Esta vez no hay lado bueno de las cosas.
No es solamente por verse reivindicado despu¨¦s de echar un pulso a las instituciones desconocido enla historia de Estados Unidos. Es que todos esos contrapesos ya no est¨¢n ah¨ª. Empezando por el Partido Republicano, que ha fracasado en su intento por descabalgarlo de la carrera presidencial por tercera vez y ha quedado convertido en una secta que sigue de forma ciega a un l¨ªder mesi¨¢nico. No se puede esperar que vuelva a nombrar profesionales que le expliquen cosas b¨¢sicas de c¨®mo funciona el Gobierno o el mundo. ?l ya sabe. La arrogancia y la arbitrariedad de sus decisiones se ver¨¢n multiplicadas.
El proceso electoral mismo est¨¢ en peligro. Es necesario recordar que ante el intento de autogolpe de Estado, fueron republicanos de libro los que frenaron a Trump. Principalmente, el vicepresidente Mike Pence y las autoridades electorales de Georgia. Con esta victoria, han desaparecido todos los incentivos para que los cargos pol¨ªticos se resistan a los caprichos de Trump. Lo que conocemos como el funcionamiento normal de las administraciones y los procesos burocr¨¢ticos de acuerdo a las leyes queda en manos de funcionarios an¨®nimos, sin m¨¢s poder que sus propias convicciones y, quiz¨¢, una estructura judicial que se ha demostrado incapaz de frenar los abusos de Trump.
Especialmente grave es que los dem¨®cratas hayan perdido la mayor¨ªa en el Senado, que es el verdadero centro de poder de Washington y est¨¢ dise?ado para servir de contrapeso a la Casa Blanca. Si bien no tendr¨¢ la mayor¨ªa cualificada para aprobar leyes, con el Senado a su favor no hay posible oposici¨®n cr¨ªtica a cualquier medida del presidente, especialmente los nombramientos. Y esta es la clave de por qu¨¦ esta presidencia tendr¨¢ consecuencias durante generaciones.
Los dos magistrados de mayor edad del Tribunal Supremo son tambi¨¦n los m¨¢s conservadores: Clarence Thomas (76 a?os) y Samuel Alito (74). Con Trump como presidente, tienen todos los alicientes para retirarse y que Trump pueda nombrar a otros dos, iguales que ellos pero con 20 o 30 a?os menos. Esa supermayor¨ªa ultraconservadora est¨¢ desarmando con sus decisiones parte de la estructura institucional de EE UU (ha dictado que el presidente es inmune en sus actos p¨²blicos y ha recortado significativamente la autoridad de las agencias federales como la de medio ambiente). Y, sobre todo, est¨¢ revirtiendo con furia ideol¨®gica derechos civiles que parec¨ªan inamovibles, como la protecci¨®n del derecho al aborto.
Esta presidencia de Trump puede significar, si juega a fondo sus bazas, que esa mayor¨ªa en el Supremo siga vigente durante todos los a?os que le queden de vida a Kamala Harris y tambi¨¦n a aquella partidaria dem¨®crata que en 2016 pensaba que no hab¨ªa nada que Trump pudiera hacer que pusiera en peligro los consensos b¨¢sicos de lo que significa ser norteamericano. No, esta vez no estaremos bien.
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