Trump o la consagraci¨®n de la Contrarreforma
Una parte relevante de Silicon Valley ha encontrado en el republicano el aliado ideal para seguir exprimiendo sin l¨ªmites sus grandes inventos
En la gigantesca pizarra blanca que ocupa media pared de su despacho, el director de Opini¨®n de este peri¨®dico solo tiene escrito un lema: ¡°El Apocalipsis casi siempre defrauda a sus profetas¡±. El problema est¨¢ en definir el apocalipsis porque es una figura ret¨®rica, una fantas¨ªa, una mera ilusi¨®n (o contrailusi¨®n) humana nacida de un texto presuntamente sagrado que habla de o¨ªdas, como m¨ªnimo. Lo de veras doloroso es que las se?ales de alarma, alarma roja m¨¢xima, queden silenciadas o invisibilizadas en la marabunta informativa en que vivimos desde la revoluci¨®n tecnol¨®gica que habita a Occidente desde hace 20 a?os. Puede ser peor: cuando esas se?ales llegan y se difunden, no generan la reacci¨®n consecuente y ejecutiva. No hablo de la tragedia muy precisamente apocal¨ªptica que han vivido un tercio de la provincia de Valencia y 800.000 personas con sus muertos y desaparecidos, sino de las alarmas que hemos ido trampeando y digiriendo sobre la transformaci¨®n que la estructura social de Occidente est¨¢ viviendo a toda velocidad en manos de algunos de los gigantes tecnol¨®gicos que tienen nombres y apellidos.
El resultado electoral en Estados Unidos significa la consagraci¨®n de la contrarreforma reaccionaria emprendida por las derechas frente al avance consistente, continuado y efectivo del reformismo progresista de inspiraci¨®n ilustrada. Las conquistas in¨¦ditas y espectaculares del feminismo de la igualdad, del respeto a las minor¨ªas sexuales y de reconocimiento de derechos a las minor¨ªas raciales han sido espectaculares en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas pero no a todo el mundo ni a toda la sociedad le han parecido bien, como tampoco a todo el mundo le ha parecido bien identificar una emergencia cr¨ªtica transversal en la elevaci¨®n de la temperatura global del planeta y sus consecuencias devastadoras, y muy recientes en Espa?a. Pero quienes han recogido ese malestar social que ha creado el avance del reformismo progresista se sientan hoy en la Casa Blanca, con mando en plaza, como dec¨ªa la vieja ret¨®rica castrense, pero ese mando en plaza se extiende a todo el planeta. El apoyo expl¨ªcito de los gigantes tecnol¨®gicos y muy especialmente de Elon Musk a la agenda reaccionaria de Donald Trump es todo menos caprichoso o impulsivo: es interesado y forma parte de una estrategia construida lentamente en los ¨²ltimos cuatro a?os en su alianza con la candidatura de Trump.
Dicho de otra manera, el cambio de categor¨ªa hist¨®rica que significa este segundo mandato de Trump consiste en llevar al puente de mando a quienes tienen ya de hecho el mando en el control y difusi¨®n de la informaci¨®n y el poder econ¨®mico global. Una sola Administraci¨®n de Trump controla los tres grandes poderes que rigen hoy el mundo con una corrosi¨®n de los principios democr¨¢ticos a la que hemos asistido en directo y hasta hemos alimentado alegremente enganchados a las redes en los m¨®viles. Nunca ning¨²n sistema de informaci¨®n tuvo la capacidad de penetraci¨®n social, de capilarizaci¨®n dom¨¦stica, como la que hoy existe a trav¨¦s de instrumentos que carecen de regulaci¨®n legal, ampliamente impunes, m¨¢s all¨¢ del sarcasmo de mal gusto de lo que llaman ellos mismos equipos de moderaci¨®n (netamente decrecientes). El activismo de la desinformaci¨®n militante, teledirigida y geolocalizada forma parte de nuestro mundo desde hace al menos una d¨¦cada y su comportamiento es distinto en los distintos Estados del mundo en funci¨®n de los intereses materiales de sus due?os: no es un malo de pel¨ªcula Elon Musk por alimentar el odio y la violencia sin control porque s¨ª o por afici¨®n. Es m¨¢s simple: el odio y la violencia mantienen m¨¢s tiempo conectados a los clientes, de manera que sus datos constituyen la aut¨¦ntica miner¨ªa multimillonaria. El hecho de que alentar ese c¨ªrculo de odio y violencia y desinformaci¨®n constituya una laminaci¨®n profunda de los valores democr¨¢ticos es un asunto irrelevante en su mentalidad: libre mercado, ausencia de regulaci¨®n. ?D¨®nde est¨¢ el problema?
El problema est¨¢ en que la democracia es el ¨²nico sistema que hemos inventado para controlar y regular a trav¨¦s de las leyes y las instituciones la impulsividad emocional del ser humano. En lugar de que una madre asfixie con sus propias manos al violador de su hija, la democracia exige a la madre poner a disposici¨®n de un juez al sujeto sospechoso para tasar el delito y la pena. Hoy una parte de las redes sociales propician la circulaci¨®n desaforada en los m¨®viles de las emociones reactivas e impulsivas para fomentar exactamente lo contrario: azuzar y alentar la respuesta primaria e instintiva, antidemocr¨¢tica, como forma de nueva libertad de expresi¨®n y canal de evacuaci¨®n de las toxinas de cada sujeto. Esa es la corrosi¨®n cotidiana y dom¨¦stica de la democracia que puede llevar al poder a quienes favorecen y exaltan la desinformaci¨®n como programa pol¨ªtico ventajoso. Lo dijo Elon Musk al conocer este martes la victoria de Trump: ahora los medios sois vosotros. Es el lema de la nueva antidemocracia.
La amenaza potencial a escala global del poder de una parte relevante de Silicon Valley ha encontrado en Trump el aliado ideal para seguir exprimiendo sin l¨ªmites y sin temor alguno a regulaciones efectivas, ni tributarias ni de derechos, sus grandes inventos. Ha sido el historiador Robert Paxton quien ha cedido a la tentaci¨®n de calificar de fascista a Trump. Yo no me atrevo porque toda ¨¦poca hist¨®rica responde a sus propios par¨¢metros. Lo indudable es que algunos de los ingredientes centrales de aquel fascismo de los a?os veinte y treinta s¨ª figuran en el cuadro central de contravalores que legitima la victoria de Trump y sus socios empresariales. Esa suerte de neofascismo del siglo XXI no responde al esquema hist¨®rico de los fascismos de entreguerras sino a una nueva modalidad de contrarreforma nacida de las posibilidades de influencia social y pol¨ªtica de la comunicaci¨®n instant¨¢nea, junto a la gesti¨®n profundamente equivocada que los poderes institucionales hicieron de la crisis de 2008. Sus secuelas pusieron el caldo de cultivo para que la depauperizaci¨®n de las clases medias encontrase en la desinformaci¨®n y la rabia que escupen sus pantallas una fuente de rebeli¨®n al sistema. Ha triunfado un aut¨¦ntico antisistema en estas elecciones empujado por la revoluci¨®n tecnol¨®gica, por los errores de gesti¨®n de la crisis de 2008 y por los cambios brutales que demanda el proceso de descarbonizaci¨®n: las v¨ªctimas encuentran refugio en las pantallas, el odio y la desinformaci¨®n interesada pero consoladora.
Es verdad que el fascismo hist¨®rico fue necesariamente expansivo y busc¨® la conquista de nuevas ¨¢reas geogr¨¢ficas. Pero hoy la conquista geogr¨¢fica del planeta es ya un hecho dom¨¦stico en manos de quienes poseen un porcentaje espectacular de la riqueza, sin adversario a la vista, al menos en Occidente, capaz de frenar sus propias pol¨ªticas de desprecio a la prospectiva cient¨ªfica sobre el cambio clim¨¢tico o las conquistas de los fr¨¢giles derechos de las mujeres, las minor¨ªas sexuales y los migrantes de todo el globo. No, no es el Apocalipsis: es peor que esa mera fantas¨ªa verbal. Es el triunfo de la contrarreforma pol¨ªtica y moral, el autoritarismo desacomplejado y la alianza con algunos de los gigantes tecnol¨®gicos y sus intereses de crecimiento econ¨®mico y hegemon¨ªa a costa de la continuidad de la democracia liberal en la plenitud de sus funciones pol¨ªticas.
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