Judith Butler, fil¨®sofa: ¡°Si sacrificas a una minor¨ªa como las personas trans, operas dentro de una l¨®gica fascista¡±
Gran referente del feminismo y de los estudios de g¨¦nero, la pensadora nos recibe en California tras ser votada como una de las mentes m¨¢s influyentes del mundo
A Judith Butler (Cleveland, Ohio, 68 a?os) las listas no le ¡°interesan demasiado¡±. Ni siquiera si, como es el caso, las encabeza. ¡°Estoy en una ilustre compa?¨ªa masculina¡±, dice al escuchar los nombres de Thomas Piketty, Noam Chomsky y J¨¹rgen Habermas, segundo, tercer y cuarto pensadores m¨¢s influyentes votados por los expertos convocados por Ideas. ¡°?Me convierte eso en un hombre?¡±.
Butler, referente del feminismo y de los estudios de g¨¦nero y de la teor¨ªa cr¨ªtica y la filosof¨ªa contempor¨¢neas, se registr¨® hace a?os como persona no binaria en California. No se cambi¨® el nombre ¡ªpara sorpresa, recuerda, de quien atend¨ªa la ventanilla del juzgado¡ª pero s¨ª los pronombres en ingl¨¦s por they/them, un gesto de autodeterminaci¨®n que en espa?ol equivaldr¨ªa al uso de elle en lugar de ella.
Lleva desde los noventa ense?ando e investigando en Berkeley, donde vive con su pareja, la polit¨®loga Wendy Brown. Butler nos encontr¨® en la torre del reloj de la universidad un d¨ªa de tormenta en la bah¨ªa de San Francisco. Habl¨® del enorme impacto que ¡ªsobre los j¨®venes, en particular¡ª a¨²n tiene su libro m¨¢s famoso, El g¨¦nero en disputa (1990, traducido en Paid¨®s, como mucho de su trabajo), as¨ª como de la fenomenal reacci¨®n que provocaron aquellas teor¨ªas en la sociedad, la pol¨ªtica y hasta la cultura pop, una onda expansiva a la que dedic¨® su ¨²ltimo ensayo, ?Qui¨¦n teme al g¨¦nero? (2024). Aquel mi¨¦rcoles ¨Den el que Mike Johnson, presidente de la C¨¢mara de Representantes, anunci¨® que prohibir¨¢ usar los ba?os de mujeres del Capitolio a Sarah McBride, primera congresista trans de la historia¨D, hab¨ªan pasado dos semanas del triunfo de Trump, as¨ª que el an¨¢lisis sobre c¨®mo pudo suceder y el vaticinio de lo que se avecina protagonizaron tambi¨¦n una charla en la que Butler derroch¨® generosidad, paciencia e iron¨ªa.
A los pocos d¨ªas, y a tenor de los derroteros que tom¨® la conversaci¨®n, envi¨® un correo electr¨®nico en el que dijo que le gustar¨ªa pensar que la influencia que le reconoce el ranking de Ideas se deriva de su obra y no de las controversias p¨²blicas que suele protagonizar, de la guerra de Gaza al feminismo que se opone a considerar mujeres a las mujeres trans. Esa obra va mucho m¨¢s all¨¢ de esas pol¨¦micas, y tambi¨¦n de la teor¨ªa queer que alumbr¨® a finales de los ochenta: Butler ha escrito brillantemente sobre la censura, la no violencia o la insurgencia de Ant¨ªgona, y ha reflexionado en di¨¢logo con otros pensadores, formato que encuentra ¡°inspirador¡±, acerca de asuntos como el secularismo o la agon¨ªa del Estado-naci¨®n. Ahora trabaja en un ensayo largamente postergado sobre Kafka.
Pregunta. ?A qui¨¦n habr¨ªa votado usted como el pensador m¨¢s influyente?
Respuesta. A [la escritora india] Arundhati Roy. Sus opiniones sobre la pandemia, la opresi¨®n o la justicia son muy poderosas. Al menos en mi mundo, cuando ella habla, la gente escucha.
P. ?Y cu¨¢les son los tres intelectuales que m¨¢s le han inspirado?
R. Probablemente Hegel y Freud, y o bien [Michel] Foucault o Simone de Beauvoir. No me haga elegir entre esos dos...
¡°La versi¨®n de masculinidad que representa Trump lleva a algunos ni?os a cuestionar las normas de g¨¦nero¡±
P. Este mes se cumplen 35 a?os de El g¨¦nero en disputa. ?Ha cambiado su forma de ver el g¨¦nero en este tiempo?
R. Como a¨²n no he muerto, mi pensamiento sigue vivo, as¨ª que s¨ª. Abandon¨¦ el tema tras Deshacer el g¨¦nero (2004) y pas¨¦ 20 a?os en otros asuntos. Retomarlo [en su ¨²ltimo ensayo] fue raro, porque tuve que investigar su evoluci¨®n en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Cuando escrib¨ª El g¨¦nero en disputa estaba adentr¨¢ndome en la teor¨ªa feminista francesa y el posestructuralismo, eso que en mi pa¨ªs se suele vender como ¡°french theory¡±. Esa influencia fue una de las razones por las que acab¨® siendo un libro dif¨ªcil. Pese a su densidad, es extra?amente popular. Lo cual me da que pensar que los lectores son m¨¢s curiosos e inteligentes de lo que suponemos.
P. ?Dir¨ªa que el p¨²blico est¨¢ m¨¢s interesado en las ideas que entonces?
R. Tal vez en Europa o en Espa?a, donde hay festivales de filosof¨ªa y largos art¨ªculos en EL PA?S sobre pensadores [risas]. En Estados Unidos hay una frontera muy marcada entre los acad¨¦micos y los escritores p¨²blicos. Yo a veces la traspaso. No siempre. No me gusta la categor¨ªa de intelectual p¨²blico, es muy individualista. Cuando el trabajo de alguien se vuelve p¨²blicamente interesante es por algo que ya est¨¢ pasando en el mundo: nuevas formas de pensar de los j¨®venes, cambios en la sexualidad o en las formas de vida familiar, curiosidad sobre el g¨¦nero... Esos fen¨®menos p¨²blicos, a menudo inc¨®modos, son los que hacen que ciertos intelectuales adquieran prominencia, porque est¨¢n pensando sobre lo que a la gente le preocupa. Piketty es importante porque nos ayuda a pensar la desigualdad. Y apreciamos que alguien como Dipesh Chakrabarty indague en un problema tan acuciante como el clima. La mayor parte de nuestro trabajo es colaborativo. No podr¨ªa haber escrito El g¨¦nero en disputa sin la teor¨ªa feminista, el activismo gay e incluso la escena de bares de New Haven [donde Butler viv¨ªa entonces]. Aquel trabajo reun¨ªa varios legados, y luego yo firm¨¦ con mi nombre.
P. ?Hay alg¨²n aspecto de El g¨¦nero en disputa que lamente?
R. No es arrepentimiento, pero lo que m¨¢s entusiasm¨® a los lectores fue el concepto de performatividad. Mucha gente lo entendi¨® como la defensa de una libertad para ser lo que quieras y cambiar qui¨¦n eres. Es solo la ¨²ltima parte del libro, aunque incluso ah¨ª digo claramente, a partir de la idea de ¡°libertad situada¡± de Simone de Beauvoir, que siempre ejercemos la libertad con ciertas restricciones¡
Butler se calla para escuchar el rumor de una protesta que llega de la calle. ?Es por la guerra de Gaza?, pregunto. ¡°Parece una manif¡±, responde empleando un coloquialismo chic en franc¨¦s. ¡°A menos que tengan permiso, se las ver¨¢n con los de seguridad¡±.
P. Dec¨ªan que este ser¨ªa un oto?o caliente de protestas en los campus, pero no ha sido as¨ª, ?no?
R. Cuando ves c¨®mo pegan a la gente en otras universidades, entiendes que las autoridades no siempre respetan la libertad de expresi¨®n. Est¨¢n adoptando medidas cada vez m¨¢s draconianas. Con Trump parece claro que eso se intensificar¨¢. Creo que los manifestantes est¨¢n repensando sus estrategias.
P. En el curso pasado, esas protestas se presentaron como una colisi¨®n entre libertad de expresi¨®n y antisemitismo¡
R. Me encanta que la manifestaci¨®n haya cambiado nuestra conversaci¨®n. Eso significa que no funcionamos fuera del mundo real. Es imperativo oponerse al antisemitismo como a cualquier tipo de racismo. El problema es la definici¨®n de antisemitismo. No puede ser que si criticas a Israel est¨¦s atacando al pueblo jud¨ªo. En Israel, se escuchan cr¨ªticas bastante fuertes, tambi¨¦n al sionismo. Si [el diario] Ha¡¯Aretz puede dar cabida a debates como esos, ?por qu¨¦ plantear esa discusi¨®n [en Estados Unidos] se interpreta como antisemita? De todos modos, este no es un buen momento para una reflexi¨®n seria y tranquila sobre el asunto. La censura sustituye al debate complejo cuando m¨¢s lo necesitamos, ahora que tantas democracias est¨¢n al borde de sucumbir a poderes autoritarios.
¡°Una acci¨®n genocida apunta a un grupo ¨¦tnico y a las infraestructuras de su vida. Es lo que estamos viendo en Gaza¡±
P. Recientemente defini¨® a Ham¨¢s como un ¡°movimiento de resistencia¡±¡
R. Es lamentable: la gente toma una frase y la convierte en tu postura completa. Hay tal prisa por censurar y condenar que es muy dif¨ªcil tener una discusi¨®n abierta. Si digo que es un movimiento de resistencia, lo estoy describiendo, pero no significa que lo apoye. Da igual: si pronuncias ciertas palabras y no otras, no superas la prueba, y tu reputaci¨®n acaba por los suelos. Y luego est¨¢ el hecho de que si en Francia dices r¨¦sistance, est¨¢s hablando de uno de los movimientos de liberaci¨®n m¨¢s importantes de su historia como naci¨®n moderna. Para ellos, la resistencia es un valor supremo, y el terrorismo es lo que usas contra todo lo que no te gusta, algo que empleas para referirte a grupos como Ham¨¢s sin necesidad de matizar nada.
P. Nac¨ª en el Pa¨ªs Vasco, y recuerdo lo delicado que puede ser el lenguaje. Por ejemplo, cuando la BBC segu¨ªa llamando a ETA un ¡°grupo separatista¡±. ?No es Ham¨¢s un grupo terrorista?
R. Ham¨¢s utiliza t¨¢cticas terroristas, sin duda, pero no todos los pa¨ªses de Naciones Unidas lo consideran un grupo terrorista; tiene un ala no militar que proporciona servicios sociales y distribuye ayuda humanitaria, motivo por el que Israel bombardea esos convoyes. Y yo me pregunto: ?por qu¨¦ la violencia estatal israel¨ª, que es mucho m¨¢s destructiva y comete cr¨ªmenes contra la humanidad de manera habitual, no se llama ¡°terrorismo de Estado¡±? En Estados Unidos, incluso a [el pensador palestino] Edward Said lo llamaron terrorista. Se utiliza esa palabra con mucha facilidad para cancelar debates. Pero si queremos saber por qu¨¦ los palestinos se alzan de esa manera, entonces hay que contar una historia m¨¢s larga. Eso no significa que los est¨¦ exculpando. Escrib¨ª un libro entero sobre la no violencia [La fuerza de la no violencia, 2021], que deja claro cu¨¢l es mi compromiso. Por eso creo que es mala fe, cuando no irresponsabilidad intelectual, decir que, porque puedo admitir que es la facci¨®n armada del movimiento palestino de liberaci¨®n, apoyo su violencia.
P. Eso conecta con uno de los puntos m¨¢s interesantes de su trabajo, la idea de la grievability, la noci¨®n de que hay personas que merecen m¨¢s ser lloradas que otras.
R. Quienes hacen la guerra a menudo conciben las de quienes aniquilan como vidas que de todos modos no val¨ªa la pena vivir. No lamentan esas p¨¦rdidas, porque carecen de valor. Se considera a los palestinos como amenazas a la existencia israel¨ª, no como seres humanos. Una vez que una poblaci¨®n ha sido tan degradada que ya no cuenta entre la comunidad humana, queda despejado el camino hacia la acci¨®n genocida. Y lo que estamos viendo en Gaza son acciones genocidas.
P. No exactamente un genocidio¡
R. Una acci¨®n genocida es aquella que no solo tiene como objetivo a un grupo ¨¦tnico muy espec¨ªfico de personas, sino tambi¨¦n las infraestructuras de la vida. Raphael Lemkin, que ide¨® en 1944 su doctrina, fue muy claro al respecto. Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre Palestina, acepta esa definici¨®n para lo que est¨¢ sucediendo en Gaza. As¨ª que creo que es una conducta genocida. Lo que a la gente le cuesta m¨¢s comprender es que este tipo de t¨¢cticas y esta forma de matar, de desposeer por la fuerza, no empez¨® el 7 de octubre [de 2023], sino que opera desde [la creaci¨®n del Estado de Israel en] 1948.
¡°Cada vez que un ni?o dice que quiere hormonas no hay que correr a que se las receten, pero tampoco rechazar de plano la idea¡±
P. Volvamos al punto en el que la realidad interrumpi¨® la conversaci¨®n. Habl¨¢bamos de la performatividad en El g¨¦nero en disputa¡
R. Ese libro fue importante para mucha gente, porque les permiti¨® ver que hab¨ªan nacido en un mundo de fuertes expectativas sobre lo que significa ser hombre o mujer. Hay algunas personas que no cumplen esas expectativas, pero ese fracaso puede ser muy prometedor si lo miramos desde la perspectiva de un esp¨ªritu aut¨®nomo que se desv¨ªa del camino, que no acepta acatar normas, que busca otra senda.
P. ?D¨®nde sit¨²a el l¨ªmite para considerar a un menor listo para incumplir estas normas?
R. Esa es una pregunta muy pr¨¢ctica. Los j¨®venes deber¨ªan poder tomarse su tiempo para encontrar su propio camino. Ense?ar g¨¦nero en la escuela no significa que les est¨¦s incitando a volverse homosexuales o trans. Eso es confundir el debate con el adoctrinamiento. No brindar apoyo a quienes no se sienten c¨®modos con su g¨¦nero me parece un acto de crueldad. No creo que cada vez que un ni?o dice que quiere hormonas haya que correr a que se las receten, pero tampoco en rechazar de plano la idea.
¡°Hay algunas feministas que necesitan comprender mejor qui¨¦nes son las personas trans¡±
P. En su ¨²ltimo libro habla de un ¡°fantasma¡± creado para avivar los temores en torno al g¨¦nero. ?Simpatiza con los padres preocupados por que sus hijos se equivoquen?
R. S¨ª. Esos padres tienen miedo, pero no puedo entender por qu¨¦ prefieren no saber sobre ciertas cosas. Un hombre me dijo en Chile que no quer¨ªa que una familia gay viviera en la casa de al lado. ¡°Soy heterosexual, estoy casado y disfruto de la sexualidad reproductiva. Sigo la forma de vida que Dios ha ordenado, y es la ¨²nica moralmente correcta¡±. Su miedo es que si hay diferentes tipos de familias, entonces su elecci¨®n puede volverse menos natural, menos necesaria.
P. Una de las principales cr¨ªticas a la ideolog¨ªa de g¨¦nero es que la industria farmac¨¦utica tiene intereses en ella¡
R. Esa industria se lucra con el reemplazo hormonal, pero tengo entendido que el beneficio que extraen de la terapia para mujeres posmenop¨¢usicas es mucho mayor. Por supuesto que las grandes farmac¨¦uticas son parte de ello, como lo son del tratamiento de la depresi¨®n, pero hay otros problemas por los que los ni?os cuestionan las normas de g¨¦nero, entre otros, la versi¨®n de masculinidad que representa Trump. Necesitan espacios donde ejercer su autonom¨ªa. ?C¨®mo afirmarse? A veces, con un sencillo pronombre.
P. ?Entiende las preocupaciones de las feministas que piensan que el g¨¦nero supone un borrado de las mujeres?
R. Hay un cierto feminismo que, creo que sin saberlo, se ha aliado en pa¨ªses como el Reino Unido o Espa?a con la extrema derecha a la hora de instigar ese fantasma sobre el g¨¦nero. Las entiendo, pero eso no significa que crea que se basan en el conocimiento. Tal vez necesitan comprender mejor qui¨¦nes son las personas trans. La feminidad no se borrar¨¢ solo porque abramos la puerta y las invitemos a entrar. Este es un momento para ampliar las alianzas, no para luchas sectarias sobre ba?os. Las mujeres saben lo que es que les nieguen atenci¨®n sanitaria. Ahora mismo, les privan del acceso a la salud reproductiva en varios pa¨ªses, Estados Unidos entre ellos. Saben lo dif¨ªcil y necesario que es luchar por la autonom¨ªa. Entonces, ?por qu¨¦ no apoyan la lucha de las personas trans por esos cuidados y por vivir sin miedo a la violencia?
P. El fantasma pareci¨® funcionar para la campa?a de Trump. Uno de sus esl¨®ganes dec¨ªa: ¡°Kamala est¨¢ por elles (they/them). El presidente Trump est¨¢ por ti¡±. La cuesti¨®n era si dar o no tratamientos de cambio de sexo a la poblaci¨®n carcelaria migrante, una porci¨®n min¨²scula de la sociedad. Pero eso, y el hecho de que Harris no lo refutara, fue una poderosa raz¨®n para la victoria republicana.
R. Dudo de que ganara por eso. Los votantes ya viv¨ªan con temor por la econom¨ªa, la guerra y la cat¨¢strofe clim¨¢tica. Trump supo c¨®mo explotar y reenvasar esos miedos para poner a las minor¨ªas como chivos expiatorios. Ese mensaje apelaba a la ansiedad. Uni¨® su ret¨®rica antiinmigrante a su discurso antitrans y antifeminista: Harris, la progresista, la marxista, la mujer negra que apoya la cirug¨ªa trans (aterradora) para los migrantes que inundan la frontera (tambi¨¦n aterrador). En la izquierda, no sabemos c¨®mo apelar a las pasiones de los votantes. Nos creemos muy inteligentes y muy cr¨ªticos. ?D¨®nde qued¨® el atractivo de nuestro imaginario radical? De todos modos, el juego de buscar culpables tras la derrota no me gusta. Tampoco el ¡°Oh, no vimos lo antitrans y antiinmigrantes que son los votantes¡±.
P. No fue solo el trumpismo. Algunas voces dem¨®cratas dicen que es hora de superar la cuesti¨®n de los derechos de los trans en asuntos como el deporte, que afecta a pocos.
R. Se podr¨ªa decir eso de los jud¨ªos, los negros, los haitianos o de cualquier minor¨ªa vulnerable. Una vez que decides que se puede sacrificar a una, est¨¢s operando dentro de una l¨®gica fascista; puede haber una segunda y una tercera, y una cuarta, y luego, ?qu¨¦?
P. J. K. Rowling ha predicho con sarcasmo que para enfrentarse a Trump, el diario The Guardian va a pasar cuatro a?os publicando ¡°extensos ar?t¨ªculos de [el escritor brit¨¢nico de izquierda] Owen Jones quej¨¢ndose de que los taxistas estadounidenses no leen suficientemente a Judith Butler¡±. ?Es insalvable el distanciamiento entre las ¨¦lites y esa entelequia llamada ¡°gente normal¡±?
P. Los taxistas eran dem¨®cratas hasta hace unos 20 a?os. Bernie Sanders ten¨ªa a los taxistas. Y Alexandria Ocasio-Cortez. Ambos son progresistas en lo social, en lo econ¨®mico y en las pol¨ªticas de g¨¦nero. Si la creciente disparidad entre ricos y pobres se colocara en el centro de la pasi¨®n de una coalici¨®n dem¨®crata o liberal, y no solo como un adorno, entonces tal vez tendr¨ªamos un nuevo efecto Bernie. Por cierto, tengo grandes discusiones sobre g¨¦nero con taxistas. Me parece que muchos de ellos son excelentes te¨®ricos de lo cotidiano.
P. Estas elecciones han sido las de g¨¦nero, pero no en el sentido que algunos de sus lectores habr¨ªan imaginado. Acabaron siendo un enfrentamiento entre los hombres heterosexuales y las mujeres. Y un triunfo de la machosfera mis¨®gina. ?Lo interpreta como una reacci¨®n a lo que usted representa y a lo que ha defendido durante d¨¦cadas?
R. Es parte del panorama. Pero lo importante es c¨®mo pensamos sobre esta aparente divisi¨®n en un contexto de racismo cada vez m¨¢s violento. La convergencia de g¨¦nero y raza en Harris fue fundamental en un pa¨ªs que es cada vez m¨¢s mis¨®gino y racista.
P. ?Se demostr¨® una vez m¨¢s que este pa¨ªs no est¨¢ preparado para elegir a una mujer, o fue esa mujer en particular?
R. No estoy de acuerdo con mucho de lo que dec¨ªa en asuntos como el fracking, la migraci¨®n o Palestina, y no apoy¨¦ activamente su candidatura, pero vot¨¦ por ella. Tenemos una historia perniciosa de misoginia, que se celebra en la persona de Trump. Culpable de delitos sexuales, ha hecho m¨¢s que nadie para degradar a la mujer. Cuando alguien dice que no le gusta esa parte de su comportamiento, pero que le vota por la econom¨ªa, est¨¢ indicando que tolera su racismo y su misoginia. Y si lo toleran no siendo racistas entusiastas, alientan a los racistas entusiastas y a los fascistas. Observo una especie de fantas¨ªa restaurativa en muchos movimientos de derechas en Estados Unidos. Quieren volver a la idea de un pa¨ªs blanco, al principio de la familia patriarcal o de los matrimonios solo heterosexuales. Yo lo llamo furia nost¨¢lgica por un pasado imposible. Es como si, porque les asusta la complejidad del mundo en el que vivimos, vieran bien cebarse rabiosamente con los m¨¢s vulnerables para defenderse ellos mismos.
P. ?El resultado de las elecciones significa que lo woke est¨¢ arruinado? En ingl¨¦s rima: woke is broke.
R. Ni siquiera s¨¦ qu¨¦ es lo woke, m¨¢s all¨¢ de un insulto de la derecha.
P. Reformular¨¦ la pregunta. ?Supone la victoria de Trump un cierto fin de las pol¨ªticas de la identidad?
P. La identidad es, para m¨ª, un punto de partida para tejer alianzas, que necesitamos que sean amplias e incluyan a todo tipo de personas, desde las trans hasta la clase trabajadora y esos taxistas que preocupan a Rowling. La identidad es un buen comienzo para establecer conexiones y generar comunidad. Pero no es buena idea cuando una pol¨ªtica de identidad se centra solo en la identidad. Cuando eso sucede, crece el sectarismo y pones en peligro el ideal del mundo como un lugar interconectado.
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