Malestar, ?econ¨®mico o pol¨ªtico?
Sin poner en duda que hay colectivos que se enfrentan a peores circunstancias de futuro, me parece que la motivaci¨®n econ¨®mica no es suficiente para explicar el giro de la pol¨ªtica en el mundo
Reconozc¨¢moslo: no es f¨¢cil explicar el giro tan r¨¢pido e inesperado que est¨¢ adoptando la pol¨ªtica en el mundo. Desde hace una d¨¦cada m¨¢s o menos, muchas democracias han experimentado diversas sacudidas que las han hecho tambalear. Los partidos en el gobierno sufren derrota tras derrota, en muchos lugares la pol¨ªtica parece bloqueada, surgen l¨ªderes estrafalarios que se oponen al establishment y las soluciones que preconiza la extrema derecha gozan de una popularidad creciente.
Nada de esto estaba en el guion, nos ha pillado por sorpresa. Se supon¨ªa que el final de la Guerra Fr¨ªa dar¨ªa paso a una ¨¦poca de hegemon¨ªa democr¨¢tica. Hoy podemos decir que aquella expectativa no se ha cumplido. Algunas democracias de pa¨ªses de renta media o baja han girado hacia el autoritarismo y las de los pa¨ªses m¨¢s ricos est¨¢n sufriendo la erosi¨®n preocupante de sus cimientos institucionales y pol¨ªticos.
La explicaci¨®n m¨¢s tentadora de este estado de cosas consiste en recurrir a las condiciones econ¨®micas. Desde este punto de vista, hay amplios sectores de la poblaci¨®n que perciben un futuro negro en el que sus hijos vivir¨¢n peor que ellos. Son gente que se siente desatendida por los poderes p¨²blicos, cuyas profesiones han quedado marginadas como consecuencia del cambio tecnol¨®gico, la desindustrializaci¨®n y la competencia de China. En aquellas zonas que se han descolgado del crecimiento global ligado a la econom¨ªa del conocimiento, la gente ha desarrollado, sobre todo despu¨¦s de la gran crisis de 2008, un profundo resentimiento hacia el sistema. Un sistema que los considera perdedores y, en buena medida, perif¨¦ricos, alejados de los centros de dinamismo econ¨®mico y poder pol¨ªtico. Ellos claman venganza contra el establishment, es decir, contra los pol¨ªticos tradicionales, los medios de comunicaci¨®n respetables, los expertos y los grandes poderes corporativos. De ah¨ª que sean tan populares los candidatos y partidos que representan la negaci¨®n de todo lo anterior.
Lejos de m¨ª cuestionar la importancia de los factores econ¨®micos que aparecen recurrentemente en los an¨¢lisis del desorden pol¨ªtico de nuestro tiempo. Los investigadores han mostrado que pertenecer al grupo de la gente con mal futuro aumenta considerablemente la probabilidad de optar por este tipo de soluciones pol¨ªticas un tanto extremas. Ahora bien, reconocido esto, me gustar¨ªa se?alar una limitaci¨®n importante de estas explicaciones: no es la primera vez que las democracias se enfrentan a un periodo de dificultades econ¨®micas; en otras ocasiones, situaciones econ¨®micas parecidas, o incluso peores, no provocaron se¨ªsmos pol¨ªticos como los de ahora.
Recuerden, por ejemplo, c¨®mo era el mundo a finales de los a?os setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado. Los pa¨ªses se encontraban en lo que entonces se llamaba estanflaci¨®n (bajo crecimiento y elevada inflaci¨®n), como resultado, entre otras cosas, de una doble crisis energ¨¦tica (en 1973 y 1979). Hoy se habla mucho para entender la victoria de Trump del ciclo inflacionista de los ¨²ltimos cuatro a?os, pero se trata de un ciclo mucho m¨¢s suave que el de hace 50 a?os. En Estados Unidos, hubo inflaci¨®n por encima del 5% anual entre 1973 y 1981, con picos de hasta el 13% en alg¨²n a?o. En Espa?a, la inflaci¨®n super¨® el 20% anual a finales de los a?os setenta. Hoy, en Estados Unidos y en Espa?a, la inflaci¨®n est¨¢ por debajo del 3%. En perspectiva hist¨®rica, el ciclo inflacionario causado por la guerra de Ucrania ha sido mucho m¨¢s breve y menos intenso que el derivado de la crisis del petr¨®leo. Recurrir a la inflaci¨®n para dar cuenta del auge de Trump, por tanto, tiene un alcance explicativo limitado.
En Espa?a, desde luego, las condiciones eran mucho peores que ahora. No solo era la inflaci¨®n mucho m¨¢s alta, la tasa de paro en 1985 super¨® el 20% (hoy est¨¢ en torno al 11%). T¨¦ngase en cuenta, adem¨¢s, que nuestro pa¨ªs pasaba entonces por un proceso de reconversi¨®n industrial (al igual que otros pa¨ªses europeos). Los trabajadores de la miner¨ªa, de los astilleros, de la siderurgia y de otras industrias pesadas sufrieron un ajuste terrible, que les dejaba sin futuro en el tr¨¢nsito a una sociedad postindustrial. Hab¨ªa colectivos y regiones que se pod¨ªan sentir tan o m¨¢s desesperanzados que los de la ¨¦poca contempor¨¢nea. No s¨®lo eso: las sociedades atravesaban en general un periodo bastante convulso. Fueron los a?os de la droga, que tantas vidas de gente joven se llev¨® por delante, y tambi¨¦n de unos niveles de delincuencia muy superiores a los actuales, con centros urbanos deprimidos.
En la actualidad hay problemas econ¨®micos importantes, en Espa?a destaca el de la vivienda. Ahora bien, la situaci¨®n econ¨®mica dista de ser dram¨¢tica. En nuestro pa¨ªs, llevamos varios a?os de un crecimiento sostenido, por encima del de la mayor¨ªa de pa¨ªses de la OCDE. En la Uni¨®n Europea, la tasa de paro es la m¨¢s baja de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Estados Unidos lleva creciendo a buen ritmo (con el par¨¦ntesis de la covid) desde 2010. No quiero minimizar la relevancia de ciertos problemas, pero los datos econ¨®micos no son suficientes para explicar los fen¨®menos pol¨ªticos que se est¨¢n produciendo en muchos lugares del mundo. En ¨¦pocas iguales o peores a la nuestra, como la de las crisis del petr¨®leo, las condiciones desfavorables en las que viv¨ªa mucha gente no dieron lugar a cambios pol¨ªticos ni remotamente parecidos a los que estamos viviendo ahora.
Sin poner en duda que los colectivos que objetivamente se enfrentan a peores circunstancias econ¨®micas de futuro sean seguramente los que primero se sienten atra¨ªdos por los partidos antiestablishment, me parece que la motivaci¨®n econ¨®mica no es suficiente para dar cuenta de lo que est¨¢ sucediendo. Parecidas o peores circunstancias econ¨®micas no habr¨ªan originado por s¨ª mismas un rechazo tan visceral de los partidos tradicionales de no haber sido porque hay una crisis profunda de la representaci¨®n pol¨ªtica, que se traduce en unos niveles de confianza en partidos, gobiernos y parlamentos rid¨ªculamente bajos. Por supuesto, siempre cabe pensar que dicha crisis se debe, a su vez, a los problemas econ¨®micos que se arrastran desde hace tiempo. Pero eso es justamente lo que resulta dudoso a la vista de crisis econ¨®micas anteriores.
Como he tenido ocasi¨®n de argumentar en algunos art¨ªculos pasados publicados en estas p¨¢ginas (y en mi libro El desorden pol¨ªtico. Democracias sin intermediaci¨®n, disculpen la autocita), creo que el economicismo no funciona demasiado bien para entender el terremoto que est¨¢ sacudiendo a la pol¨ªtica. Es preciso tener en cuenta que nos encontramos en medio de una crisis generalizada de los agentes de intermediaci¨®n en multitud de esferas sociales, incluyendo, por supuesto, la pol¨ªtica. La confianza en los dos intermediadores pol¨ªticos fundamentales, partidos y medios de comunicaci¨®n, est¨¢ por los suelos. La gente busca alternativas (consumiendo y compartiendo informaci¨®n en las redes sociales, votando a candidatos que prometen una pol¨ªtica distinta, basada en una relaci¨®n m¨¢s directa o inmediata entre los ciudadanos y los pol¨ªticos) porque considera disfuncionales los mecanismos tradicionales de representaci¨®n de intereses y las formas cl¨¢sicas de debate p¨²blico organizadas en torno a la prensa. Al fin y al cabo, estamos hablando de un modelo de organizaci¨®n pol¨ªtica que se invent¨® a finales del siglo XVIII y que ha sufrido pocas modificaciones desde entonces. No sabemos hacia d¨®nde nos conduce una democracia sin los intermediadores habituales; de momento parece que nos asomamos a un precipicio.
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