Lobotom¨ªa democr¨¢tica
A la derecha ya no le basta con el olvido y la indiferencia hacia el sufrimiento de las victimas de Franco. Ahora ha descubierto el sarcasmo
En una fachada de Madrid, en la esquina de Juan Bravo y Conde de Pe?alver, hay una de esas placas modestas en las que no se fija casi nadie a no ser que vaya a prop¨®sito. Son placas m¨¢s apropiadas para el olvido que para el recuerdo. Est¨¢n muy altas, de modo que uno puede pasar al lado sin verlas, y como la letra es peque?a no todo el mundo tendr¨¢ la vista suficiente para descifrarla. La que yo miro siempre que paso por ah¨ª nunca deja de conmoverme y de indignarme. No la puso el Ayuntamiento, como yo cre¨ªa recordar, ...
En una fachada de Madrid, en la esquina de Juan Bravo y Conde de Pe?alver, hay una de esas placas modestas en las que no se fija casi nadie a no ser que vaya a prop¨®sito. Son placas m¨¢s apropiadas para el olvido que para el recuerdo. Est¨¢n muy altas, de modo que uno puede pasar al lado sin verlas, y como la letra es peque?a no todo el mundo tendr¨¢ la vista suficiente para descifrarla. La que yo miro siempre que paso por ah¨ª nunca deja de conmoverme y de indignarme. No la puso el Ayuntamiento, como yo cre¨ªa recordar, sino la Sociedad General de Autores, he comprobado esta misma ma?ana. Y dice, literalmente: ¡°Miguel Hern¨¢ndez (...) compuso en este lugar las famosas ¡®Nanas de la cebolla¡¯ en septiembre de 1939¡å. Como en el edificio hubo una cl¨ªnica, y ahora una residencia de ancianos, alguien poco informado podr¨¢ imaginar que Miguel Hern¨¢ndez estuvo internado all¨ª a causa de alguna dolencia, que no deb¨ªa de ser muy grave si le dio tiempo y sosiego para escribir un poema c¨¦lebre. En 1985, la SGAE, no el Ayuntamiento, entonces socialista, tuvo el arranque de conmemorar la escritura de uno de los poemas de verdad esenciales de la literatura espa?ola del siglo, pero por alg¨²n motivo consider¨® inoportuno, o innecesario, recordar que el poeta estaba condenado a muerte y muri¨¦ndose de tuberculosis, de fr¨ªo y de hambre, y que esa cl¨ªnica de muros de ladrillo y jardines amables hab¨ªa sido una de las prisiones que se multiplicaban por Madrid y por toda Espa?a para encerrar a los centenares de miles de vencidos de la guerra que no pudieron escapar o esconderse. En medio de esa innumerable multitud, el poeta Miguel Hern¨¢ndez, esp¨ªritu libre y soldado del ej¨¦rcito de la Rep¨²blica, escrib¨ªa unas nanas para su hijo hambriento y escuchaba cada noche la lista de los que iban a ser ejecutados, temiendo a cada momento que su nombre estuviera en ella.
La democracia espa?ola quiso poner sensatamente todo su acento en la reconciliaci¨®n, pero desde el principio fue mezquina y olvidadiza con las v¨ªctimas de la posguerra y de toda la dictadura, con los represaliados, los exiliados, los militantes antifascistas, los luchadores del sindicalismo clandestino, hombres y mujeres de un coraje y una integridad m¨¢s firmes todav¨ªa porque en lugar de extraviarse en los desvar¨ªos te¨®ricos universitarios se concentraban en la lucha por los derechos de los trabajadores. Ahora la derecha asegura que por delante de la memoria pone la concordia, y que si se niega a honrar a las v¨ªctimas del franquismo es para no abrir heridas, para no fomentar el odio. Pero quienes desde muy pronto hablaron de reconciliaci¨®n no fueron los vencedores ni sus herederos, sino los derrotados y los perseguidos. El presidente Manuel Aza?a pidi¨® ¡°paz, piedad, perd¨®n¡±, en su discurso estremecedor en Barcelona en julio de 1938. Y fue el Partido Comunista, en 1956, con miles de militantes en las c¨¢rceles, el que promovi¨® una pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional entre los vencedores y los vencidos.
La triste verdad es que, durante muchos a?os, de las v¨ªctimas y de los luchadores no quer¨ªa acordarse casi nadie, y no por culpa de ese cobarde ¡°pacto de silencio¡± del que se ha hablado y escrito tanto. No hubo ning¨²n pacto de silencio por la triste raz¨®n de que no hac¨ªa falta. Con unas cuantas excepciones, todo el mundo, y no solo en la pol¨ªtica, sino tambi¨¦n en el ¨¢mbito confuso en el que se cruzan la actualidad y la cultura, prefer¨ªa no acordarse de los que m¨¢s hab¨ªan sufrido, ni mostrar gratitud hacia los que m¨¢s hab¨ªan luchado, ni reconocimiento a los que hab¨ªan escrito en la clandestinidad o el destierro. Y fue una cuesti¨®n de moda. Hab¨ªa que desprenderse cuanto antes de un pasado inmediato que de la noche a la ma?ana se hab¨ªa quedado arcaico. Hab¨ªa que ser moderno sin interrupci¨®n, como el dandi de Baudelaire, y todo lo que sonara a antiguo, a rancio, a provinciano, a sombr¨ªo, era un estorbo en la afiebrada modernidad de los a?os ochenta. Hab¨ªa que dejar cuanto antes atr¨¢s no solo el franquismo, sino tambi¨¦n el antifranquismo, y del mismo modo que se descartaron las chaquetas de pana, las barbas espesas y el tabaco negro ¡ªtodo lo cual era de agradecer¡ª se despreci¨® el legado formidable de la cultura liberal, republicana y emancipadora que se extingui¨® con la guerra, con sus severas exigencias ¨¦ticas y su insistencia en el laicismo y la instrucci¨®n p¨²blica.
La persistencia de la corrupci¨®n, el desd¨¦n hacia el conocimiento y el secuestro de una parte creciente de la educaci¨®n por intereses especulativos y clericales tienen que ver con la p¨¦rdida de esos principios que la izquierda dej¨® de hacer suyos justo cuando m¨¢s oportunidad tuvo de recuperarlos, en los largos a?os de mayor¨ªas socialistas. Se desde?aron los principios, con la disculpa de la urgencia de las tareas pr¨¢cticas, pero tambi¨¦n se desde?¨® y se olvid¨® a quienes los hab¨ªan hecho suyos, los exiliados que volvieron para ser recibidos por la indiferencia, los veteranos cuyas historias nadie quer¨ªa ya escuchar, los da?ados por la prisi¨®n y la tortura que no recibieron compensaci¨®n moral alguna, y todav¨ªa menos recompensa material que no fuera tard¨ªa o miserable, o inexistente.
Ahora llega el medio siglo de la muerte de Franco y la buena voluntad, por fin oficial, de la memoria democr¨¢tica choca con el inconveniente de la brevedad de la vida humana, porque una gran parte de los que sufrieron y merec¨ªan reparaci¨®n han muerto. Y choca m¨¢s todav¨ªa con la dureza de coraz¨®n de una derecha a la que no le basta con un empe?o activo de lobotom¨ªa hist¨®rica y pol¨ªtica, con una indiferencia inhumana hacia el sufrimiento y el hero¨ªsmo de quienes se atrevieron a jugarse la vida para enfrentarse a un r¨¦gimen que no dej¨® nunca de celebrar vengativamente su victoria en la Guerra Civil, ni dej¨® de torturar y matar hasta m¨¢s all¨¢ de la muerte del tirano. Ahora, adem¨¢s, ha descubierto el sarcasmo. N¨²?ez Feij¨®o, el hombre de la blanda m¨¢scara de goma, fuerza un conato de sonrisa para explicar que el pasado le da mucha pereza, porque lo suyo es el ma?ana, y que la izquierda es tan retr¨®grada que se muere de nostalgia por los a?os cuarenta, los cincuenta, los sesenta, los setenta. Se ve que la izquierda a?ora las c¨¢rceles, los juicios sumar¨ªsimos, las condenas sin misericordia, la persecuci¨®n, el despojo de los bienes y de los puestos de trabajo, las torturas, las cabezas rapadas, la p¨¦rdida de todos los derechos, incluyendo el derecho a la vida.
No hay en Europa partidos conservadores que sean hostiles al recuerdo de los horrores de las dictaduras y que se nieguen a honrar a sus v¨ªctimas. Ser¨ªa inaudito que alguien en la derecha portuguesa dejara de condenar la dictadura de Salazar, o que en Francia o Alemania no participara en la conmemoraci¨®n de las v¨ªctimas y los luchadores de la resistencia. Ese negacionismo est¨¢ reservado estrictamente a la extrema derecha. En Alemania, la antigua sede de la Stasi es un museo, y tambi¨¦n lo es en Lisboa la sede de la PIDE, la polic¨ªa pol¨ªtica de Salazar, donde est¨¢n las fotos y los testimonios de quienes sufrieron cautiverio y tortura en sus celdas. En Madrid, en lo que fue la Direcci¨®n General de Seguridad, hay una placa que celebra el levantamiento del 2 de Mayo de 1808, pero ni una sola huella, ni un recuerdo, a toda la gente que pas¨® por esas celdas y esos siniestros despachos en los que se torturaba y en ocasiones se asesinaba. El portavoz del Gobierno regional, que tiene su lujosa sede en el edificio, acaba de anunciar que no permitir¨¢n que sea designado como ¡°lugar de la memoria democr¨¢tica¡±, ni que sea usado el pr¨®ximo a?o para ning¨²n acto conmemorativo. Pero cuanto m¨¢s niegan, borran, ignoran, desprecian, m¨¢s revelan sin darse cuenta la fealdad de lo que son.
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