Imperialismo trumpista
Solo la unidad de los Veintisiete puede contrarrestar la estrategia para debilitar la UE en la que Trump coincide con Putin
El segundo mandato de Donald Trump ha empezado ruidosa y anticipadamente cuando ni siquiera ha jurado la Constituci¨®n como 47? presidente de Estados Unidos. Tiene toda la l¨®gica en alguien que concentra su comunicaci¨®n pol¨ªtica en las redes sociales. Sus continuas declaraciones responden a una estrategia: romper las reglas de juego, tomar la iniciativa hasta humillar a quienes quiere da?ar y entrar luego en una negociaci¨®n ventajista. Eso es lo que ha hecho con cuatro pa¨ªses a los que EE UU considera aliados, pero a los que el magnate trata como vasallos. Para Canad¨¢ tiene una propuesta de anexi¨®n como 51? Estado de la Uni¨®n; para M¨¦xico, el prop¨®sito de intervenir en su territorio, militarmente si hace falta, para combatir los c¨¢rteles de la droga; para Panam¨¢, la recuperaci¨®n de la soberan¨ªa estadounidense sobre el canal; y para Dinamarca, la compraventa forzada de Groenlandia.
Si para el trumpismo no valen los compromisos adquiridos en las instituciones internacionales, menos a¨²n sirve el decoro propio de las relaciones diplom¨¢ticas. El respeto de las fronteras y de la soberan¨ªa de los pa¨ªses miembros de Naciones Unidas no parece estar en el cat¨¢logo de obligaciones del pr¨®ximo inquilino de la Casa Blanca, que parece hacer caso omiso a los textos legales rubricados por su pa¨ªs.
Es dudosa la fiabilidad de alguien que realiza tales manifestaciones a pocos d¨ªas de tomar posesi¨®n como presidente. ?Qui¨¦n creer¨¢ en las garant¨ªas que pueda ofrecer a Ucrania para que se siente a negociar la paz con Rusia a cambio de ceder una parte de su territorio? Por no hablar de la duda que siembra este tipo de comportamientos en la vigencia que pueda tener el art¨ªculo 5 del Tratado Atl¨¢ntico sobre el compromiso de defensa mutua entre los miembros de la OTAN. Tales modos no se corresponden con el tipo de relaciones internacionales, al menos desde 1945. Nadie que no sea Putin puede obtener beneficios de actitudes as¨ª, que avalan su guerra contra Ucrania, sus injerencias en los procesos pol¨ªticos de pa¨ªses soberanos y sus anexiones de facto de territorios ajenos. De paso, dan ¨¢nimos a China para que siga id¨¦ntico camino en Asia.
Los europeos deben evitar cualquier negociaci¨®n con Trump por separado: todos saldr¨ªan debilitados aunque obtengan alguna ventaja circunstancial. El presidente electo quiere prescindir de la OTAN e inhabilitar las instituciones de la UE en la escena internacional para anular as¨ª toda autonom¨ªa estrat¨¦gica europea, un programa en el que coincide con el Kremlin. Sabe que es precisamente el imperio normativo de la UE, y no los imperios agresivos con los que se parangona, el que puede parar los pies a quienes desprecian el Derecho internacional. Frente a esta nueva idea imperial, tan militarista como las m¨¢s detestables, no sirve el repliegue unilateral. Solo la unidad de los Veintisiete y el funcionamiento de sus instituciones y tratados puede garantizar el futuro de la Uni¨®n Europea.
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