Democratizar el trabajo
Quien mejora las relaciones laborales est¨¢ regenerando la pol¨ªtica porque mejora las condiciones sobre las que se apoya la sociedad democr¨¢tica
?Por qu¨¦ aceptamos ser mandados en el ¨¢mbito laboral de un modo que nos resultar¨ªa intolerable en otro sitio, especialmente en la sociedad pol¨ªtica? Hay una incongruencia en el hecho de que, en tanto que miembros de una sociedad democr¨¢tica, nos proclamemos sujetos en relaciones de igualdad y en el mundo del trabajo haya tantas personas que viven en un r¨¦gimen de dominaci¨®n. La exclusi¨®n de las mujeres del mundo del trabajo reconocido y retribuido (por mencionar tal vez el caso m¨¢s agudo y universal de marginaci¨®n) ha tenido una gran significaci¨®n democr¨¢tica; hay quien propone medir el valor econ¨®mico de ese trabajo, pero no deber¨ªamos olvidar la discriminaci¨®n pol¨ªtica que acompa?a necesariamente a esa exclusi¨®n. No es solo que se les deje de pagar; tambi¨¦n se les recluye en un espacio de menor significaci¨®n pol¨ªtica.
No hay libertad, tampoco libertad pol¨ªtica, all¨ª donde trabajadores y trabajadoras no tienen el derecho de codeterminar sus condiciones laborales; no puede haber ciudadan¨ªa pol¨ªtica sin ciudadan¨ªa econ¨®mica. Solo quien disponga de un trabajo digno y reconocido tiene la capacidad real de participar en la formaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica colectiva. Es probable que el hecho de que voten menos los pobres corresponda a esta correlaci¨®n entre las condiciones laborales y la participaci¨®n pol¨ªtica, entre justicia laboral y democracia pol¨ªtica. Los soci¨®logos han estudiado profusamente el hecho de que la abstenci¨®n vaya por barrios y que sea mayor en ciudades donde hay m¨¢s segregaci¨®n, lo que coincide con que hay peores condiciones laborales. El hecho de que los trabajadores, siendo m¨¢s que los propietarios, hayan sido tan impotentes en las decisiones colectivas se explica, entre otras razones, porque sus circunstancias laborales no facilitan el ejercicio del poder y la responsabilidad pol¨ªtica. Son m¨¢s, pero son peores sus condiciones de informaci¨®n, tiempo e implicaci¨®n que se requieren para la participaci¨®n pol¨ªtica.
En las actuales teor¨ªas de la democracia haya una ausencia llamativa de reflexi¨®n acerca del mundo del trabajo, como si fueran dos asuntos que tuvieran muy poco que ver. El sufragio censitario fue abolido y se reconoci¨® a todos el derecho de votar con independencia de la situaci¨®n econ¨®mica, pero una cosa es el reconocimiento formal de un derecho y otra la capacidad real de ejercerlo. La causa de este desfase puede estar precisamente en las experiencias vitales en el mundo laboral. La mayor¨ªa de las empresas son islotes de autocracia en medio de sociedades que valoran la autonom¨ªa, los derechos humanos, la libertad de expresi¨®n y el desarrollo personal. La idea de ciudadan¨ªa democr¨¢tica implica tener el derecho y la posibilidad real de participar en las decisiones colectivas en igualdad de condiciones, pero las circunstancias de la econom¨ªa capitalista, la dependencia, precariedad, inseguridad y discriminaci¨®n, lo dificultan enormemente. Hay presupuestos materiales, psicol¨®gicos y temporales para la implicaci¨®n pol¨ªtica que no se dan en un entorno econ¨®mico de dominaci¨®n. Durante mucho tiempo ¡ªy todav¨ªa hoy en buena medida¡ª el trabajo ha sido para muchas personas una experiencia penosa, de subordinaci¨®n, cuyas condiciones apenas pod¨ªan negociar o modificar, con la sensaci¨®n de que no se contribu¨ªa as¨ª a nada socialmente valioso, es decir, exactamente lo contrario de lo que se supone que es una relaci¨®n pol¨ªtica en una sociedad democr¨¢tica.
Nos quejamos de que la actitud de las personas hacia la pol¨ªtica sea clientelar, sin compromiso s¨®lido, ocasional, pero no advertimos que esa es la contrapartida pol¨ªtica de un empleo inestable, sin implicaci¨®n del trabajador o la trabajadora en el futuro de la empresa, discontinuo y eventual. A la creciente precarizaci¨®n de la propia biograf¨ªa laboral le corresponde un mundo pol¨ªtico en el que se han debilitado estructuras de intervenci¨®n duradera en la sociedad como los sindicatos y los partidos, sustituidos ahora por una explosi¨®n emocional con ocasi¨®n de grandes acontecimientos, como las crisis o las cat¨¢strofes, y seguidas poco tiempo despu¨¦s por periodos de depresi¨®n y desinter¨¦s hacia lo p¨²blico. El efecto amenazante de las disrupciones tecnol¨®gicas sobre el trabajo y la creciente inutilidad de las competencias adquiridas en el pasado discurre en paralelo con un mundo pol¨ªtico vol¨¢til e imprevisible, de ciclos especialmente cortos, tanto en lo que se refiere a la gesti¨®n como a la duraci¨®n de los liderazgos. Son igualmente breves los tiempos de utilidad de la tecnolog¨ªa, la duraci¨®n de los contratos y el cortoplacismo pol¨ªtico.
Al mismo tiempo, el trabajo en un entorno digital tiene menos capacidad de integraci¨®n social que el trabajo en los espacios f¨ªsicos; la dificultad de situar el propio trabajo en un proyecto conjunto reconocible impide a los trabajadores experimentar en qu¨¦ medida est¨¢n contribuyendo a la mejora general de la sociedad; el hecho de que el propio puesto de trabajo est¨¦ al vaiv¨¦n de las deslocalizaciones o en una econom¨ªa vol¨¢til hace que el trabajador no se sienta parte de una comunidad que le necesite y respecto de la cual pueda sentirse de alguna medida responsable. Si la empresa solo nos necesita eventualmente, ?qu¨¦ experiencia podemos adquirir de identificaci¨®n y compromiso con una comunidad pol¨ªtica? Si no nos quieren (o solo provisionalmente) en el ¨¢mbito laboral, pierde sentido que nos requieran en el ¨¢mbito pol¨ªtico. El trabajador prescindible acaba siendo un abstencionista pol¨ªtico. Aqu¨ª tenemos una clave para explicar tanto la falta de expectativas del abstencionista como la desesperaci¨®n del voto de los trabajadores a la extrema derecha, al que achacamos estar actuando contra sus intereses cuando lo que hacen es reflejar las contradicciones del mundo en el que viven.
La soluci¨®n a todo esto pasa por considerar a la empresa, tal como sugiere Isabelle Ferreras, como una entidad pol¨ªtica susceptible de democratizaci¨®n e, inversamente, entender que el mundo del trabajo puede ser un ¨¢mbito para el cambio pol¨ªtico; su democratizaci¨®n tiene m¨¢s efectos pol¨ªticos que puramente econ¨®micos. ?Y si el Ministerio de Trabajo fuera el que m¨¢s hace o puede hacer por la regeneraci¨®n democr¨¢tica? Los sindicatos y la patronal tienen una responsabilidad democr¨¢tica, m¨¢s all¨¢ de sus funciones econ¨®micas o estrictamente laborales. Axel Honneth menciona cinco presupuestos laborales de la participaci¨®n pol¨ªtica: independencia econ¨®mica, tiempo libre, autoestima, esp¨ªritu de cooperaci¨®n, creatividad. En su ausencia podemos encontrar una explicaci¨®n de las diversas sintomatolog¨ªas de la desafecci¨®n democr¨¢tica. En el mundo del trabajo hay pr¨¢cticas de cooperaci¨®n, responsabilidad, negociaci¨®n, que tienen una gran significaci¨®n pol¨ªtica. Y al contrario: donde hay relaciones que favorecen la irresponsabilidad o la falta de reconocimiento, faltan los presupuestos necesarios para el desarrollo de la conciencia pol¨ªtica y la implicaci¨®n democr¨¢tica. La reducci¨®n de la jornada laboral, por ejemplo, tiene el efecto social y pol¨ªtico de permitir el cumplimiento de otras obligaciones c¨ªvicas, como el cuidado de otras personas o el tiempo para el compromiso pol¨ªtico.
Quien mejora las relaciones laborales est¨¢ regenerando la pol¨ªtica porque mejora las condiciones sobre las que se apoya y construye la sociedad democr¨¢tica. La reducci¨®n del tiempo laboral equivale a un incremento del tiempo pol¨ªtico (en la medida en que posibilita un tiempo libre que va m¨¢s all¨¢ de la mera necesidad de la supervivencia y permite una atenci¨®n hacia lo com¨²n). El desaf¨ªo final no es limitar nuestra relaci¨®n con la empresa sino su transformaci¨®n; no se trata tanto de conseguir un derecho a la desconexi¨®n como de fortalecer el derecho de participaci¨®n, tanto en el interior de las empresas como en la sociedad pol¨ªtica en general.
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