La salida de EE UU de la OMS es un golpe a la arquitectura internacional de la salud global
La organizaci¨®n tiene la oportunidad de impulsar una negociaci¨®n para una reforma profunda que la haga m¨¢s ¨¢gil, despolitizada, transparente, eficiente y t¨¦cnicamente s¨®lida
El 20 de enero, pocas horas despu¨¦s de su toma de posesi¨®n, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firm¨® una orden ejecutiva que revert¨ªa la orden del presidente Biden del 20 de enero de 2021, la cual, a su vez, revert¨ªa la orden del presidente Trump del 6 de julio de 2020, que iniciaba el proceso por el cual Estados Unidos abandonar¨ªa la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS). Este enredo de ¨®rdenes y contra¨®rdenes refleja una tensi¨®n interna de larga data, en la que amplios sectores en EE UU ¡ªsin necesariamente cuestionar la bondad de la financiaci¨®n de la cooperaci¨®n sanitaria internacional, o incluso apoy¨¢ndola firmemente¡ª se sienten inc¨®modos con la idea de operar dentro de un sistema multilateral donde todos los pa¨ªses tienen un voto, independientemente de su nivel de contribuci¨®n. Prefieren estar en el asiento del conductor y solo si estrictamente necesario, acompa?ados por otros que piensan igual.
Desde finales del siglo pasado, han surgido nuevos instrumentos t¨¦cnicos y financieros para la salud global fuera del marco de la OMS, en los que la gobernanza y la toma de decisiones est¨¢n fuertemente influenciadas por los pa¨ªses contribuyentes y la magnitud de su aportaci¨®n. Un ejemplo de ello es la creaci¨®n de ONUsida en 1996, un nuevo organismo independiente de la OMS para coordinar la lucha contra el sida, cuya estructura de gobernanza sigue este modelo. De manera similar, la creaci¨®n a principios de este siglo de otras instituciones con presupuestos multibillonarios como GAVI, la Alianza para las Vacunas, o el fondo global de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria sigue la misma tendencia. En estos fondos, EE UU es el principal contribuyente, pero se encuentra m¨¢s c¨®modo al poder ejercer un liderazgo proporcional a su contribuci¨®n financiera. En resumen, la orden del presidente Trump acelera y precipita un proceso que ha estado gest¨¢ndose durante d¨¦cadas, independientemente del color pol¨ªtico de la administraci¨®n norteamericana. Este proceso iniciado hace m¨¢s de 30 a?os conlleva una sistem¨¢tica limitaci¨®n de los instrumentos y las capacidades de actuaci¨®n de la OMS y por lo tanto de su efectividad como actor central en la salud global
?Cu¨¢les son las implicaciones a corto plazo de esta orden ejecutiva? Empecemos por analizar algunos detalles clave. La orden plantea varios argumentos que podr¨ªan ofrecer pistas relevantes. Por un lado, se dice que la OMS no supo gestionar adecuadamente la pandemia de covid-19, un punto ciertamente debatible y que el Panel Independiente de expertos liderado por Helen Clark y Ellen Johnson Sirleaf no suscribe. Se identificaron flaquezas y aspectos mejorables, pero en general la actuaci¨®n de la OMS fue satisfactoria en tiempo y forma, mostrando diligencia y liderazgo t¨¦cnico. Cabe recordar que, a diferencia de otras instituciones y pa¨ªses, la organizaci¨®n se someti¨® a una evaluaci¨®n p¨²blica e independiente. Tambi¨¦n se cita el percibido agravio comparativo respecto a las desproporcionadamente altas contribuciones financieras de EE UU a la organizaci¨®n, especialmente en relaci¨®n con China. El uso del argumento econ¨®mico, junto con el hecho de que el proceso legal para la salida de la OMS requiere al menos 12 meses, abre una ventana de oportunidad para que se d¨¦ un proceso de negociaci¨®n que, en ¨²ltima instancia, podr¨ªa evitar que EE UU se retire de esta organizaci¨®n t¨¦cnica del Sistema de Naciones Unidas. La naturaleza y estrategia transaccional de la nueva Administraci¨®n americana no debe ser subestimada.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de impulsar un espacio para la negociaci¨®n, respaldado por un buen n¨²mero de pa¨ªses. Esta negociaci¨®n debe incluir de manera ineludible una reforma profunda de la organizaci¨®n que la haga m¨¢s ¨¢gil, despolitizada, transparente, eficiente y t¨¦cnicamente s¨®lida. Esta es una asignatura pendiente desde hace demasiado tiempo, y que Tedros Adhanom Ghebreyesus encarando las fases finales de su mandato al frente de la OMS, y habiendo sido la cara visible de la respuesta a la pandemia de la covid, podr¨ªa no estar en la mejor posici¨®n para liderarla.
En el caso de que se materializara la indeseable salida de EE UU de la OMS, los an¨¢lisis publicados suelen poner el foco en la p¨¦rdida de recursos econ¨®micos que conllevar¨ªa. No creo que este sea el principal problema. EE UU aporta aproximadamente 600 millones de d¨®lares anuales, que corresponden al 15% del presupuesto global, altern¨¢ndose en el primer lugar como principal contribuyente con Alemania, seguido de cerca por la Fundaci¨®n Gates. Aun siendo sustancial el da?o econ¨®mico, no creo que fuera un perjuicio insuperable, ya que otros donantes podr¨ªan cubrir parte de la brecha, junto a una reducci¨®n del presupuesto asociada a una mejora de la eficiencia derivada de una reforma atrevida, profunda e inteligente. Lo que dif¨ªcilmente se podr¨ªa evitar y, por lo tanto, constituir¨ªa el da?o principal para la organizaci¨®n ser¨ªa la p¨¦rdida de credibilidad y capacidad t¨¦cnica, de intercambio de informaci¨®n y de colaboraci¨®n cient¨ªfica, de lugar de encuentro neutral, afectando la influencia y que la organizaci¨®n mantiene como soporte t¨¦cnico, especialmente en los pa¨ªses de renta baja y media. Todo esto asumiendo que no hubiera un efecto arrastre y otros pa¨ªses siguieran el ejemplo de EE UU desvincul¨¢ndose tambi¨¦n, dejando a la organizaci¨®n fracturada y potencialmente herida de muerte. Pero que nadie se equivoque. La OMS se ver¨¢ da?ada, pero tambi¨¦n lo ser¨¢ EE UU, que perder¨¢ el liderazgo de la salud global que ha ejercido los ¨²ltimos 70 a?os. Estar¨¢ m¨¢s aislado, menos seguro y con menor capacidad de prevenir y gestionar futuras emergencias sanitarias.
Quiz¨¢s la se?al impl¨ªcita m¨¢s preocupante lanzada por la orden ejecutiva del presidente Trump es que EE UU se est¨¢ replanteando en profundidad la arquitectura internacional de la cooperaci¨®n en salud y su papel en la diplomacia internacional y las rivalidades geoestrat¨¦gicas. Adem¨¢s de las instituciones multilaterales de financiaci¨®n de la salud global antes mencionadas, EE UU ha creado por mandato presidencial, otros grandes fondos de financiaci¨®n bilateral para la lucha contra el sida o la malaria, gestionados a trav¨¦s de USAID, la agencia de cooperaci¨®n internacional. La reducci¨®n de las contribuciones financieras y, en cierta medida, el liderazgo cient¨ªfico norteamericano de todos estos grandes instrumentos de financiaci¨®n tanto bilateral como multilateral, que como hemos dicho son independientes de la OMS y que son los verdaderos proveedores de insumos, incluyendo vacunas, as¨ª como diagn¨®stico y tratamiento para las grandes enfermedades que asolan los pa¨ªses, es una amenaza a corto plazo con altos visos de hacerse realidad. Junto con la p¨¦rdida de capacidad t¨¦cnica de la OMS, la disminuci¨®n significativa de los fondos internacionales podr¨ªa tener un impacto catastr¨®fico que nos haga retroceder muchos a?os perdiendo los logros de las d¨¦cadas prodigiosas del siglo XXI, en el que se han reducido de manera significativa la mortalidad materno-infantil y mejorado como nunca antes la esperanza de vida en los pa¨ªses m¨¢s pobres del planeta. Ante este riesgo, la comunidad internacional debe actuar con inteligencia y ponderaci¨®n.
Demasiados comentarios publicados caen en la ret¨®rica f¨¢cil de se?alar el dedo y culpabilizar a EE UU de los futuros desastres sin reconocer que ha sido en Europa precisamente donde los presupuestos de cooperaci¨®n en salud de muchos de los grandes pa¨ªses o de la Comisi¨®n Europea comenzaron a disminuir de forma muy significativa hace ya alg¨²n tiempo o de que el esfuerzo cient¨ªfico europeo en esta materia ha estado muy por debajo de nuestras capacidades y obligaciones. Con una aproximaci¨®n excesivamente euroc¨¦ntrica tampoco se acaba de entender la visi¨®n de otros actores clave como China, India o los pa¨ªses africanos que no necesariamente se encuentran satisfechos con el statu quo y la actual arquitectura sanitaria internacional.
La salida de EE UU de la OMS, un pa¨ªs fundador de la organizaci¨®n en 1948, y l¨ªder de muchos de los logros en salud global, constituir¨ªa un golpe severo a la arquitectura internacional de la salud global. Adem¨¢s, podr¨ªa ser el canario en la mina advirti¨¦ndonos de cambios mucho m¨¢s profundos que se avecinan en el panorama global. Depende de la inteligencia y capacidad de reacci¨®n y negociaci¨®n el evitar algunos de estos efectos. Hay dentro del propio Congreso de EE UU y de la comunidad cient¨ªfica y sanitaria norteamericana, m¨²ltiples voces cualificadas y contrapesos. Hay una ventana de oportunidad.
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