Yo, sociedad limitada, soledad an¨®nima
Las personas que se unen para defender el inter¨¦s com¨²n se sienten menos aisladas y asustadas, m¨¢s protegidas
![Vallejo 09 02 2025](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HQ7SOODSNVCUVC2M7FOES2HYXY.jpg?auth=bbbc272c19e64c586f1536c45d87fbfb2df0cb5d4cc25357eb329e6fe9511070&width=414)
Las noches de insomnio son p¨¢ramos donde los minutos se vuelven hostiles. Intentas domesticar la mente, respiras hondo. Tratas de alejar los pensamientos inquietantes, el desasosiego al acecho. El viento susurra en vano su nana, los perros ladran a la luna. Transcurre una lenta procesi¨®n de horas, la tristeza se adensa: si no duermes, ma?ana estar¨¢s abatida. Tu cerebro ordena: ser¨¦nate. Pero cuanto m¨¢s te esfuerzas en atrapar el sue?o, m¨¢s lejos escapa.
En las hogueras digitales de las redes ¡ªy de las vanidades¡ª, los gur¨²s de la felicidad anuncian que haremos realidad nuestros deseos si creemos intensamente en ellos. Nos dan consejos, imperativos suavizados. Dichos para hacernos dichosos: modela tus pensamientos, transforma tus ideas y cambiar¨¢ tu realidad, atrae lo que deseas, haz ejercicio, s¨¦ deseable, asciende, seduce, reluce, rejuvenece. Tienes el poder. La ¨²ltima tendencia es ¡°manifestar¡±, elegida palabra del a?o por el diccionario de Cambridge. Consiste en alentar un mon¨®logo interior optimista, robustecer la autoestima, arrojar lejos el bagaje de recuerdos, ideas y h¨¢bitos que nos limitan. Sus propuestas podr¨ªan parecer sensatas, pero caen en el espejismo de olvidar que la convicci¨®n no basta. Aunque mil veces nos dir¨¢n que querer es poder, hay obst¨¢culos demasiado grandes, desgracias sobrevenidas, imprevistos del azar. Y, por supuesto, la ventaja de quienes juegan con las cartas marcadas gracias a la cuna, la fortuna y los contactos. Ya sabemos qu¨¦ tipo de conocimiento premia la meritocracia: el qui¨¦n conoce a qui¨¦n.
Las t¨¦cnicas de autoayuda vuelcan todo el peso del ¨¦xito sobre nuestros hombros. Los sue?os est¨¢n al alcance, sin importar la precariedad laboral, las cicatrices del tiempo, el coste de la vivienda, los cuidados a ni?os o mayores. La obligaci¨®n de hacer realidad las aspiraciones nos provoca ansiedad y frustraci¨®n, y conduce a buscar nuevas recetas. Sin embargo, la vida no se cultiva con f¨®rmulas mec¨¢nicas: lo m¨¢s esencial ¡ªcomo dormir o ser felices¡ª huye de la voluntad obsesiva.
Todos los seres humanos apuntamos a la felicidad como arqueros que tienden a un blanco. Esta frase de Arist¨®teles mantiene una misteriosa y absoluta vigencia. ?Pero podemos aprender a ser felices? Hace veinticinco siglos, los maestros del buen vivir cre¨ªan que el camino era la sabidur¨ªa, la comprensi¨®n clara, un entrenamiento mental capaz de guiar hacia la tranquilidad interior y la bondad exterior. Arist¨®teles compart¨ªa esa fe, pero cre¨ªa que conviene ser humilde y reconocer que en este viaje surgen dificultades ajenas a nuestro deseo. Como buen conocedor de los vaivenes de la vida, admit¨ªa que una parte de ella est¨¢ ligada a condiciones econ¨®micas y materiales, en muchos casos azarosas. Una cierta dicha ¡ªArist¨®teles abogaba por una prosperidad moderada¡ª no es posible sin salud, seguridad, leyes justas y unos bienes m¨ªnimos que garanticen una existencia digna. La felicidad es ilusoria en una polis sin justicia y equidad, en un pa¨ªs en guerra, hambre o dictadura. A este bienestar relativo y dependiente, con sus retrocesos y sus l¨ªmites, sus aproximaciones y fluctuaciones, se suma, s¨ª, una felicidad que depende de nosotros. De nuestra actitud y decisiones, de nuestros talentos amorosos y humor¨ªsticos, de placeres y plenitudes, de la clase de personas que llegamos a ser. Los equilibrios resultar¨¢n fr¨¢giles, siempre amenazados y sometidos a nuestros fallos. Los seres humanos somos esas criaturas que nunca cometen dos veces el mismo error: como m¨ªnimo doce o quince, para estar bien seguros.
Para Arist¨®teles, el b¨¢lsamo que curar¨¢ estos tropiezos es la amistad. Milenios m¨¢s tarde, la escritora Carmen Mart¨ªn Gaite hilvanar¨ªa sus palabras con las del fil¨®sofo griego: ¡°Una de mis pasiones favoritas es el cultivo de la amistad. Los amigos son para m¨ª lo m¨¢s importante del mundo, lo m¨¢s consolador, y se requiere de una delicadeza y un tino especiales para no perderlos¡±. Los estudios de psicolog¨ªa social confirman que los v¨ªnculos con los dem¨¢s acrecientan la alegr¨ªa en cualquier circunstancia; en cambio, la soledad es f¨ªsicamente debilitadora.
Al parecer, existe una tendencia a dar a las palabras acepciones cada vez m¨¢s individualistas. ¡°Manifestarse¡± sol¨ªa significar salir a la calle a reivindicar en clave colectiva, pensar juntos en lo que muchos quieren y necesitan. Hoy gana adeptos la ideolog¨ªa del ¡°Yo, Conmigo, Para M¨ª, sociedad limitada¡±, que en muchos casos acaba siendo: ¡°Yo, soledad an¨®nima¡±. Proclaman que cada persona deber¨ªa actuar como si fuese una empresa que lucha por imponerse en un mercado ferozmente competitivo. Los manuales nos ofrecen las t¨¦cnicas y ret¨®rica de las consultor¨ªas: convertirte en una marca, vender tu mejor yo, ser tu publicista permanente. Compararte siempre con los mejores y m¨¢s triunfadores. El mundo es un escenario, finge hasta alcanzar el ¨¦xito. Inflaci¨®n narcisista: mucha pose y poco poso. Estrategias que implican una tensi¨®n casi inhumana, rompen los lazos, deterioran nuestra salud y acortan la vida que prometen mejorar.
Recientes investigaciones cient¨ªficas en torno a la solidaridad confirman la importancia de aliarnos. De hecho, una opci¨®n probadamente eficaz contra la ansiedad es acudir en ayuda de los dem¨¢s. En una sucesi¨®n de encuestas, la mayor¨ªa de los consultados dijeron que no nada hay comparable a la felicidad del voluntariado. Solo el baile puntu¨® m¨¢s alto en las escalas de satisfacci¨®n ¡ªtambi¨¦n bailar es acompasarse con otros¡ª. Incluso desde una ¨®ptica ego¨ªsta, recompensa buscar algo m¨¢s importante que t¨² mismo y dedicarle tu tiempo. Robert Putnam, polit¨®logo de Harvard, investig¨® en su ensayo Solo en la bolera el tejido social de pueblos y ciudades. Descubri¨® que all¨ª donde las personas se asocian para defender el inter¨¦s com¨²n, se sienten menos aisladas y asustadas. La comunidad es m¨¢s pr¨®spera porque la urdimbre del compa?erismo crea protecci¨®n mutua. Por el contrario, en sociedades menos organizadas y m¨¢s fragmentadas, los individuos por separado se encuentran desvalidos frente a la prepotencia de los clanes y los grupos de intereses creados. Entonces, para no ser menos, cada cual va a lo suyo, y nadie se atreve a desafiar los desmanes de los poderosos. El resentimiento se convierte en el sentimiento dominante. La divisi¨®n se agudiza: a largo plazo, el mal gobierno y la arbitrariedad medran ah¨ª donde la gente no se f¨ªa de sus vecinos, pues ya no son capaces de forjar juntos contrapesos al poder. Putnam concluy¨® que el civismo presupone el ejercicio de merecer la confianza del pr¨®jimo: cuanto m¨¢s dispuestos estemos a ¡°manifestarnos¡± por los dem¨¢s, mejor evitaremos el abuso.
Si la sociedad civil tiene una vida activa es m¨¢s dif¨ªcil perpetrar nada a escondidas o en la impunidad de la indiferencia.
Como escribi¨® el utilitarista y pragm¨¢tico Stuart Mill: ¡°Solo son felices, creo, los que fijan la mente en algo distinto de s¨ª mismos: el bienestar de otros, la mejora de la Humanidad, un nuevo proyecto, seguir aprendiendo. Preguntaos si sois felices y dejar¨¦is de serlo. Apuntando hacia otra cosa, ocurrir¨¢ por sorpresa¡±. Seg¨²n Stuart Mill, podremos lograr ciertos sue?os cuando dejemos de buscarlos en el reflejo del espejo. Me acercar¨¦ si me alejo de m¨ª misma, si la primera persona no soy yo, si lo que hago no es solo ego. Menos halterofilia de la voluntad solitaria y m¨¢s alegr¨ªa solidaria. Para eso necesitamos salir de un falso dilema: ni agresivos ni pasivos, ni atacar ni acatar. Unirnos.
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