Las negociaciones
Si Estados Unidos abandona los conciertos y los acuerdos, si decide pelear por un proteccionismo cazurro, all¨¢ ellos. En Europa debemos seguir asociados a la cultura del pacto

La vida es una constante negociaci¨®n. La m¨¢s complicada de todas es la negociaci¨®n con la realidad, porque siempre tiene planes para ti que no concuerdan ni con tus deseos ni con tus ideales. Las ¨²nicas personas que se acuestan satisfechas del d¨ªa son aquellas que no se hundieron porque la negociaci¨®n les obligara a rectificar o variar el plan trazado, sino que encontraron el acomodo en la casa ajena, en las condiciones adversas. En los ¨²ltimos a?os, se ha impuesto un estilo negociador abismal y violento. El mejor ejemplo de ello, pues hace gala de ser un genial negociador, es el car¨¢cter disruptivo y desafiante de Trump. Pero muchos le precedieron. Deteng¨¢monos un instante a rememorar episodios que nos resultan familiares. A la hora de proclamar las listas electorales en las coaliciones partidistas, no es raro leer que el acuerdo se cierra de madrugada a pocos minutos de terminar el plazo oficial para las inscripciones. En la Liga de f¨²tbol hay jugadores que se fichan y registran al filo del fin del tiempo legal. En las adquisiciones de empresas, los expertos cuentan que algunos negociadores gustan de llegar hasta el borde del acantilado antes de resolver la paz. Todas las guerras son un fracaso negociador, alguien estir¨® de m¨¢s una cuerda y perdi¨® el control. E incluso en el intercambio de rehenes por prisioneros que protagonizan los radicales israel¨ªes y palestinos parece importar muy poco la vida truncada y el tiempo transcurrido, lo que se impone es la estrategia de venderse como ganador por encima del desprecio a la fragilidad de las vidas rotas.
Los europeos sabemos que la negociaci¨®n es un estilo. Hemos construido una uni¨®n de casi treinta pa¨ªses que a veces provocan encierros de primeros ministros durante noches sin tregua para pactar un comunicado medido. Nos dicen que eso es horrible y poco pr¨¢ctico, pero en el fondo nos sentimos orgullosos de fomentar la obligaci¨®n de acordar por unanimidad muchos detalles. La salida brit¨¢nica conocida como Brexit fue un desaf¨ªo negociador brutal, pero los europeos fueron flexibles e inteligentes. Ahora que llega algo parecido que podr¨ªamos llamar el USexit toca dominar los impulsos. Si Estados Unidos abandona los conciertos y los acuerdos, si decide pelear por un proteccionismo cazurro e impracticable en el siglo que vivimos, all¨¢ ellos. Nosotros debemos seguir asociados a la cultura del pacto.
Se lleva un negociador atrevido y visceral. Est¨¢n de moda las palabras gruesas, los desplantes, las l¨ªneas rojas y los cron¨®metros. Pero todos sabemos que hemos progresado gracias a las negociaciones blandas, al intercambio de concesiones y a la asunci¨®n de que acordar es renunciar un poco. Hay bobos que escriben y leen manuales sobre el arte de la negociaci¨®n que venden una cultura de guerra y enfrentamiento. Algunos lo aplican incluso en cada cruce de calles, crey¨¦ndose ganadores tan solo porque su coche pasa por delante del coche del vecino. Pero hay otros que silban, ajenos a esa batalla, concentrados en un punto m¨¢s lejano, m¨¢s placentero y que ofrece m¨¢s plenitud, basado tan solo en no estar en guerra con los dem¨¢s, sino en una negociaci¨®n tranquila y sutil por la que al final de la jornada no hay ganadores ni perdedores, sino fen¨®menos inusuales de sana convivencia. No nos dejemos enga?ar. El m¨¢s fuerte gana siempre el pulso, lo que no sabe es que hay un pulso invisible que no se disputa con el m¨²sculo, sino con la vela expuesta al viento oscilante. Eso que llamamos inteligencia.
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