El optimismo m¨¢s fuerte nace de la desesperaci¨®n
Tres programadoras de Nigeria, Senegal y Sud¨¢frica y un realizador sudan¨¦s abordan las controversias de cada etapa de vida de una pel¨ªcula. La industria f¨ªlmica africana se enfrenta al momento de la reinvenci¨®n, tras los confinamientos, en los que aument¨® el consumo ¡®online¡¯
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¡°?Cu¨¢nto cuesta una pantalla de cine?¡±, le pregunta Suliman a uno de sus compa?eros del Film Club Sudan¨¦s, intentando calcular los costes de la sala que pretenden reabrir en Jartum. ¡°Una cifra astron¨®mica: 11 o 12 mil¡¡±, contesta el otro, resignado a la renuncia, porque todav¨ªa faltar¨ªa el proyector. ¡°?D¨®lares?¡±, es la repregunta. ¡°No, euros¡±. La ¨²ltima respuesta silencia toda esperanza. Pero, que nadie se equivoque: esta escena de la simp¨¢tica Hablando de ¨¢rboles de Suhail Gasmelbari, que ha ganado el premio ACERCA en la 17? edici¨®n del Festival de Cine Africano ¨C Tarifa-T¨¢nger (FCAT), no es lastimera; por el contrario, est¨¢ impregnada de un realismo ocurrente y con la sonrisa comprensiva de quien ha vivido bastante mundo en el exilio y ha visto mucha agua del Nilo pasar por delante de sus ojos a¨²n ilusionados.
El documental de Gasmelbari, premiado en la Berlinale, es un homenaje a esos viejos cowboys del cine africano (como aquellos astronautas jubilados del filme de Clint Eastwood) que no se rinden, esos que se formaron en los 70, y que, a punto de cumplir los 67 a?os, se reencuentran entre amigos para concretar la haza?a de reabrir una vieja sala de cine. Bromean sobre sus tiempos universitarios en Mosc¨² (¡°Suliman era el primer africano en estudiar cine, era compa?ero de clase de Sergei Eisenstein¡±) y hasta recapitulan las dictaduras de su vida, intentan recuperar sus obras primeras ¡ªperdidas entre las negligencias de los sucesivos administradores de su sufrido pa¨ªs¡ª y comprender qu¨¦ cine les gusta a j¨®venes, en una ciudad donde la luz se corta cada dos por tres. Tendr¨¢n que adaptar el horario de las funciones para que el sonido de las pel¨ªculas no quede opacado por el volumen de los altavoces de las seis mezquitas que les rodean y superar todas las instancias burocr¨¢ticas de la censura previa que rige en no pocos pa¨ªses del continente africano: ¡°Siempre piensan que si hay gente reunida en alg¨²n lugar es que se est¨¢ tramando algo contra ellos¡±.
Aunque lejos de la industria, las charlas distendidas de estos cuatro cowboys cin¨¦filos de Sud¨¢n introducen casi todos los asuntos que hoy se plantean los creadores y las creadoras, los productores, las distribuidoras y los exhibidores de cine del continente africano. Por empezar, este de la suspicacia de los censores (en algunos pa¨ªses, hay que contar con la autorizaci¨®n de una instituci¨®n gubernamental para proyectar una pel¨ªcula, que a veces se exhibe cortada) y los gustos del p¨²blico, con sus nuevos modos de consumir im¨¢genes.
A escala industrial, las preguntas se amontonan, desde la estabilidad de la red el¨¦ctrica y el precio de internet de alta velocidad, a las recetas de financiaci¨®n, pasando por todos los pantanosos senderos de la distribuci¨®n nacional e internacional, tanto en festivales y salas como en plataformas digitales. De todo esto hay que hablar y se ha hablado, en estos d¨ªas, en el foro El ¨¢rbol de las Palabras de la presente edici¨®n del FCAT, en un seminario web sobre ¡°los cines africanos y el negocio del cine en un mundo interconectado y multipantallas¡±, que tuvo como panelistas a la exhibidora senegalesa Khadidia Djigo, la cineasta nigeriana Chioma Onyenwe y la programadora sudafricana de cine documental Theresa Hill, con la moderaci¨®n de Federico Olivieri.
No hay un solo distribuidor para toda la producci¨®n
Este debate se produce a las puertas de la necesaria reinvenci¨®n que habr¨¢ que abordar cuando las salas de cine reabran, tras su cierre por la pandemia. Los confinamientos han promovido un aumento de consumo audiovisual online, si bien es cierto que, en numerosas regiones, el streaming resulta imposible por la escasa disponibilidad de conexiones a internet de buena calidad y el precio de los datos para la telefon¨ªa m¨®vil.
La programadora sudafricana Theresa Hill, que desde su organizaci¨®n Steps lleva cine documental a zonas rurales remotas comenta: ¡°Hacemos trabajos en ?frica oriental y meridional, y all¨ª s¨ª que la electricidad es un problema. Tenemos un equipo de cine m¨®vil que funciona con energ¨ªa solar y se pueden descargar las pel¨ªculas con antelaci¨®n. La energ¨ªa solar hace luego funcionar el proyector¡±. M¨¢s cerca de la realidad de las ciudades de su propio pa¨ªs, Hill explica lo que ha sucedido en este tiempo: ¡°La demanda de contenido africano ha aumentado con la pandemia. Netflix tiene algunos beneficios, pero tambi¨¦n desventajas. En cuanto a la distribuci¨®n, si est¨¢s encerrado en Netflix, tambi¨¦n est¨¢s encerrado en t¨¦rminos de audiencia. No todo el mundo tiene acceso a esta plataforma¡±.
Tr¨¢iler de Hablando de ¨¢rboles, del sudan¨¦s Suhail Gasmelbari.
Por su parte, la cineasta y directora art¨ªstica del Festival Internacional de Cine de ?frica, Chioma Onyenwe, comenta que en Nigeria hay suscripciones a Netflix por 2,5 euros. A la pregunta sobre c¨®mo interact¨²a Nollywood (la poderosa industria nigeriana) con estas plataformas de cine bajo demanda, aclara: ¡°Netflix no puede ser la ¨²nica opci¨®n. No puede llev¨¢rselo todo. Tienen sus estrategias, Incluso est¨¢n trabajando con los productores locales de Nollywood, con los que tienen mayores ventas, pero hay mucho m¨¢s que eso en nuestra industria, hay distintos segmentos y mucho contenido. El coste de estas plataformas es caro, y no solo tiene que ver con las suscripciones. Por ejemplo, Facebook y Google se han asociado a veces con las compa?¨ªas proveedoras de l¨ªneas de tel¨¦fono m¨®vil e internet. Se va reduciendo, adem¨¢s, el coste de los datos de internet en los m¨®viles, que ya se pueden conseguir por un d¨®lar al d¨ªa. Si compras 200 MB, tambi¨¦n puedes ver YouTube, as¨ª es como conquistan el mercado. Si Netflix quiere una suscripci¨®n masiva, tendr¨¢ que seguir ese modelo¡±.
La cineasta es consciente de la inmensidad y la diversidad del continente, por lo que sostiene que no cree que pudiera haber una ¨²nica plataforma para toda ?frica: ¡°Creo que tambi¨¦n es importante tener un buen distribuidor. Recomendar¨ªa trabajar con un distribuidor, aunque ellos trabajan cada uno en un ¨¢mbito regional diferente, no hay alguien que pueda resolver toda la distribuci¨®n¡±.
Adem¨¢s, esto es ?frica y en lo que nadie parece tener ninguna duda es que nada interrumpir¨¢ la venta de DVD en la calle y ¡°este mercado tambi¨¦n es interesante¡±, seg¨²n la cineasta nigeriana.
M¨¢s all¨¢ de Netflix
Chioma Onyenwe asegura que ¡°hay muchas productoras y no todas van a estar con Netflix, hay que buscar otras plataformas de videos bajo demanda y conseguir ingresos para producir, porque si el productor de cine no tiene financiaci¨®n, no habr¨¢ contenidos¡±. La cineasta anima a los j¨®venes creadores que hagan pel¨ªculas, con los medios que tengan, partiendo de ¡°podcasts, blogs, videos musicales, que se lancen, que online es muy f¨¢cil¡±. En el sector de la exhibici¨®n, tambi¨¦n habr¨¢ que buscar modelos sostenibles, y los cines tienen que volver a pensar c¨®mo mantenerse, porque ¡°las salas son indispensables¡± y es necesario que ¡°la emisi¨®n online y la proyecci¨®n en salas evolucionen de forma conjunta¡±, apunta.
En el sector de la exhibici¨®n, tambi¨¦n habr¨¢ que buscar modelos sostenibles, y los cines tienen que volver a pensar c¨®mo mantenerse, porque las salas son indispensables y es necesario que la emisi¨®n online y la proyecci¨®n en salas evolucionen de forma conjuntaChioma Onyenwe, cineasta nigeriana
?Qu¨¦ pel¨ªculas har¨¢n que la gente vuelva a comprar entradas al cine? Khadidia Djigo, directora de la sala cinematogr¨¢fica Canal Olympia Teranga en Dakar (Senegal), responde que los j¨®venes est¨¢n haciendo pel¨ªculas con una ¡°creatividad salvaje¡±, ya que no tienen acceso a los recursos con los que contaban antes de la covid-19. Y, lamentablemente, informa: ¡°Ahora que empiezan a reabrir las salas, no lo hacen para todas las pel¨ªculas ni con el aforo completo. Como no tenemos la misma capacidad de p¨²blico en las salas, la negociaci¨®n est¨¢ a la baja para proyeccionistas y dem¨¢s trabajadores. Los ingresos se han dividido por la mitad o por tres. Nuestras salas est¨¢n pensando en bajar los precios. Ahora, la entrada cuesta unos dos euros, por lo que casi todo el mundo puede pagarla¡±.
Las tres ponentes coinciden en que la falta de apoyo gubernamental a los realizadores y a la cultura en general es un problema com¨²n en pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses del continente africano. Sin embargo, hay motivos para otras esperanzas: Nollywood est¨¢ dirigido por mujeres, en Senegal aumenta la presencia de mujeres en las tareas t¨¦cnicas y, aunque los personajes femeninos siguen siendo los personajes d¨¦biles de las tramas, eso sirve para denunciar estas violencias, seg¨²n acuerdan. Adem¨¢s, ¡°las mujeres son el p¨²blico m¨¢s amplio y el hecho de tenerlas de productoras hace que los espacios de la industria sean m¨¢s seguros que hace 30 a?os¡±, asevera Onyenwe.
Para terminar, nada mejor que citar lo que se lee en un cartel de la pel¨ªcula Hablando de ¨¢rboles: ¡°Nuestro optimismo es m¨¢s fuerte, porque nuestra esperanza es hija de la desesperaci¨®n¡±.
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