Que no se pierda una generaci¨®n
Reabrir de manera progresiva y segura los centros de cuidados infantiles y preescolares es prioritario para mitigar los efectos devastadores de la pandemia sobre el desarrollo de los ni?os
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Si las crisis econ¨®micas de los a?os ochenta del siglo pasado dejaron en Am¨¦rica Latina una d¨¦cada perdida, la inmensa crisis sanitaria, econ¨®mica y social en la que hoy estamos inmersos nos sit¨²a ante el riesgo de toda una generaci¨®n perdida. Cientos de millones de ni?os han dejado de asistir a jardines de infantes y preescolares donde acceden a oportunidades y est¨ªmulos en un momento de desarrollo para sus cerebros que no se repetir¨¢ en toda su vida. Un tiempo robado por la pandemia que no se puede recuperar y que deja un vac¨ªo que afecta a su educaci¨®n y a su salud f¨ªsica y mental, tanto presentes como futuras. Estamos, por ello, ante una necesidad imperiosa de reabrir, de manera progresiva y segura, los centros de servicios infantiles.
La particular elasticidad que presenta el cerebro humano en los primeros cinco a?os de existencia hace que lo que suceda en esa etapa sea determinante para toda la vida. Las neuronas pueden llegar a formar hasta mil nuevas conexiones diarias y la calidad del desarrollo neuronal afectar¨¢ las emociones, la salud y el desempe?o escolar los ni?os, pero tambi¨¦n la productividad, los ingresos futuros y el potencial para eliminar la pobreza intergeneracional.
Los centros infantiles proveen est¨ªmulos para los ni?os y les ofrecen las interacciones que necesitan para su desarrollo, pero su beneficio va mucho m¨¢s all¨¢ de ser meros espacios de aprendizaje. Frecuentemente, y de manera particular en Am¨¦rica Latina y el Caribe, son espacios de acceso a servicios de salud f¨ªsica y mental y de alimentaci¨®n adecuadas, a la par que juegan un papel determinante en la prevenci¨®n y detecci¨®n de la violencia dom¨¦stica. Son, adem¨¢s, fundamentales para los ni?os que crecen en hogares vulnerables y que est¨¢n menos expuestos a oportunidades de aprendizaje, a quienes el cierre de los servicios de primera infancia afecta de manera desproporcionada.
La eliminaci¨®n de las oportunidades de aprendizaje y de acceso a servicios sociales provocada por el cierre de los centros infantiles est¨¢ ampliando las brechas de desarrollo. El aumento del incumplimiento de los calendarios de vacunaci¨®n, que a menudo se completan en estos centros, la mayor inseguridad alimentaria y el sedentarismo, la interrupci¨®n de los patrones del sue?o o la falta de socializaci¨®n son, asimismo, efectos colaterales y de severas repercusiones.
La particular elasticidad que presenta el cerebro humano en los primeros cinco a?os de existencia hace que lo que suceda en esa etapa sea determinante para toda la vida
Junto a las enormes p¨¦rdidas individuales, las consecuencias agregadas son devastadoras en t¨¦rminos de capital humano para la econom¨ªa de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe. Seg¨²n un reciente estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), seis meses de cierre de centros preescolares suponen una p¨¦rdida de 4,1% del PIB en M¨¦xico, 5,3% en Per¨², 3,3% en Ecuador y 4,4% en Costa Rica. Y ya han pasado nueve meses de estos cierres.
La pandemia ha generado, a su vez, una profunda alteraci¨®n de la distribuci¨®n de las tareas dom¨¦sticas y la rutina familiar. Al cuidado de los ni?os peque?os y a la escolaridad virtual se a?aden presiones para los padres, madres y cuidadores provocadas por los riesgos sanitarios o la p¨¦rdida de empleo y poder adquisitivo. Las m¨¢s afectadas son las mujeres que ya antes de la pandemia experimentaban profundas brechas de g¨¦nero y que, en Am¨¦rica Latina y el Caribe, dedicaban m¨¢s del doble de horas no remuneradas que sus parejas masculinas a tareas de atenci¨®n y cuidado de la casa. La obligaci¨®n de asumir ahora el incremento de las tareas dom¨¦sticas y la tele-escolaridad ha obligado a muchas madres a renunciar a sus empleos para cuidar de los m¨¢s peque?os, afectando no solo su capacidad de participar en el mercado laboral, sino su futura carrera profesional. Esto generar¨¢ un gran impacto en el empleo femenino de la regi¨®n, con consecuencias de largo plazo.
Si bien muchos programas de desarrollo han apoyado a las familias con recursos pedag¨®gicos v¨ªa correo electr¨®nico o plataformas de mensajer¨ªa instant¨¢nea, ni el cumplimiento de los calendarios de vacunaci¨®n, ni la inseguridad alimentaria, ni el maltrato infantil pueden resolverse ¡°v¨ªa chat¡± y requieren de servicios presenciales. Es fundamental, por tanto, discutir con car¨¢cter urgente estrategias de reapertura de centros y preescolares en las condiciones m¨¢s seguras y efectivas, que protejan a los cuidadores, que aligeren la carga de los padres y que, sobre todo, impidan que una generaci¨®n entera de ni?os tenga acceso a mejores oportunidades de aprendizaje y desarrollo.
Marcelo Cabrol es gerente del sector social del Banco Interamericano de Desarrollo.
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