Escuelas clandestinas, el ¨²ltimo recurso de los que no tienen nada
En las zonas m¨¢s necesitadas de Guayaquil, en Ecuador, proliferan las clases presenciales improvisadas en patios y descampados, con adolescentes que hacen las veces de maestros para que los estudiantes con mayor riesgo de exclusi¨®n no pierdan el curso
Un gran ¨¢rbol cubre con su sombra de m¨¢s de 10 metros tres mesas de contrachapado y hierro desgastadas y desconchadas en medio de un descampado. Donde hoy reciben clase 15 ni?os, antes hab¨ªa un vertedero de basura. ¡°Envi¨¦ un oficio al municipio para que vinieran a limpiar¡±, resuelve con una normalidad y soltura impropia de su edad Dennisse Toala. Tiene 17 a?os y acaba de terminar Bachillerato. Es una de las profesoras que improvis¨® clases en una de las zonas m¨¢s inh¨®spitas y descuidadas de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, a la que no llega ni el agua ni la luz: Monte Sina¨ª. Ese espacio al aire libre en el que los ni?os repasan las vocales y los n¨²meros es el punto m¨¢s remoto de ese sector de asentamientos irregulares. Antes de llegar, las calles asfaltadas de la ciudad se convierten en v¨ªas con un cemento precario que luego pasan a ser caminos de piedra y polvo y, justo al acabarse la ruta, un barrizal arcilloso. Pero ah¨ª, hay un rayo de oportunidad para que los estudiantes con mayor riesgo de exclusi¨®n no pierdan el curso. Sin internet, es imposible que sigan las clases oficiales virtuales que impuso Ecuador cuando comenz¨® la pandemia de covid-19 hace un a?o.
Liam y Gael son dos gemelos de tres a?os. Saltan a la rayuela mientras cuentan los n¨²meros. Los otros ni?os de su nivel esperan el turno. No se pelean. Sonr¨ªen. Es improbable que, por su edad, sean conscientes de la importancia de la labor que un d¨ªa asumi¨® la joven graduada sin que nadie se lo pidiera. Gracias a ella, todos los alumnos que han pasado por sus clases han aprobado el curso y, si comienza un nuevo a?o lectivo en mayo de forma presencial, no habr¨¢n quedado atr¨¢s.
Una evaluaci¨®n oficial, tras entregar el portafolio de deberes completo de cada alumno a su escuela, avala los diez meses que han recibido asignaturas, rodeados de tierra y monte verde. ¡°Yo, en realidad, quiero ser fisioterapeuta¡±, cuenta Toala.
¨D?Con lo que has conseguido aqu¨ª no has pensado en ser profesora?
¨DNo, no es algo que me motive tanto. Si no me llama la atenci¨®n, no lo voy a hacer bien, ¨Dresponde, vestida a¨²n con el pantal¨®n corto de su uniforme colegial deportivo. ¨DLo hago ahora porque me entusiasma estar ayudando y cubrir esta necesidad. El lema es aprender para ense?ar y cada ni?o ense?a a sus hermanos y hasta a sus padres, ¨Drazona con el aplomo de un adulto y el cuerpo de una adolescente. Hace una semana organiz¨® una fiesta de graduaci¨®n que daba inicio a las vacaciones.
El pr¨®ximo curso empieza el 7 de mayo en la regi¨®n Costa del pa¨ªs andino, pero no hay certeza de que se puedan retomar las clases presenciales. En la regi¨®n Sierra y en la Amazon¨ªa, el curso arranc¨® en septiembre; en marzo, las autoridades ecuatorianas permitieron que 77 escuelas recuperasen la educaci¨®n presencial como parte de un plan piloto al que Guayaquil, de momento, ha renunciado. Mientras, Ecuador, que acaba de recibir el primer lote de vacunas AstraZeneca de la iniciativa Covax, mantiene el aumento de contagios de coronavirus: el pa¨ªs acumula 307.000 casos confirmados y 16.333 fallecidos por el virus desde el inicio de la pandemia, con una media diaria de m¨¢s de 1.300 nuevos enfermos en los ¨²ltimos siete d¨ªas.
Ni Liam, ni Gael, ni Sebasti¨¢n ni los otros chicos y chicas de hasta 15 a?os que han repasado lecciones con la profesora Toala est¨¢n hoy en las descorazonadoras estad¨ªsticas de deserci¨®n escolar que acaba de presentar Unicef en Ecuador. M¨¢s de 90.000 ni?os ¡ªde 4,4 millones¡ª han dejado sus estudios por las dificultades de seguir clases virtuales, y el 61,2% reconoce que este a?o ha aprendido menos. Unos no tienen internet en su casa o deben compartirlo con sus hermanos; otros no tienen un ordenador o una tableta electr¨®nica; otros, como muchos de los que viven en Monte Sina¨ª, no tienen ni mesas en sus casas. Solo dos de cada 10 alumnos ecuatorianos poseen equipos electr¨®nicos de uso personal. ¡°Hice una especie de evaluaci¨®n previa a todos los ni?os para ver si presentaban dificultades en alguna asignatura. Hab¨ªa una ni?a de siete a?os que no sab¨ªa ni las vocales ni los colores. Con ella, repasamos todo el abecedario. Sus padres no saben leer y no pod¨ªan ayudarla¡±. El empe?o de la improvisada profesora le llev¨® a aprender kwicha para que el avispado de Sebasti¨¢n pudiera avanzar en su escuela intercultural. ¡°Alli puncha¡±, saluda. ¡°Eso es buenos d¨ªas¡±. Los dem¨¢s est¨¢n tan entretenidos, pese a que solo est¨¢n para reforzar materias, que ni se distraen con la presencia extra?a de los periodistas.
Hay tres mesas. Una para cada nivel. Los de primaria en una. Los m¨¢s peque?os pintan y los otros pasan fichas plastificadas con n¨²meros y letras. Los de secundaria, en otra, escriben en un cuaderno lo que han desayunado y recuerdan la composici¨®n de la pir¨¢mide de alimentos. Los mayores se enredan en multiplicaciones y potencias. No hay ni un padre alrededor. No necesitan que les vigilen. ¡°Empec¨¦ en mayo en el patio de mi casa con mis sobrinos y luego nos vinimos bajo el ¨¢rbol. Los otros ni?os se acercaban y dec¨ªan que quer¨ªan pertenecer, pero yo les dec¨ªa que no era una escuela¡±. En noviembre, cuenta, apareci¨® personal del Municipio de Guayaquil. ?Tuviste alg¨²n problema por dar clases presenciales a todos juntos estando en pandemia? ¡°No, todos usan mascarilla y nos ponemos alcohol en las manos. Vinieron a ayudarnos. Enviaron a dos docentes que dedicaban media hora al d¨ªa a cada ni?o por separado¡±.
Lo mismo ocurri¨® con las clases improvisadas que daba Nicole Rosero, tambi¨¦n en Monte Sina¨ª, pero ladera abajo. Un par de profesores, enviados por las autoridades municipales, impart¨ªan clases y llevaron material escolar. ¡°Les prometieron a los ni?os que les iban a entregar tabletas, pero les dejaron desilusionados. A m¨ª me dieron un ordenador port¨¢til, pero era de segunda mano y enseguida se da?¨®. No lo utilic¨¦¡±. Ella tiene 19 a?os y lleva dos intentando entrar en la universidad. Busca trabajo, pero ¡°est¨¢ dif¨ªcil¡±. Ha empezado un curso de Educaci¨®n Infantil para ver si hay m¨¢s opciones. Ni Toala, ni Rosero, ni Rub¨ª Vallejo, otra joven comprometida con la educaci¨®n de los m¨¢s desfavorecidos, han cobrado nada por tantos meses de dedicaci¨®n. ¡°Hay padres que me ofrecieron algo, aunque yo nunca lo acept¨¦; s¨¦ que aqu¨ª hay pan para el desayuno, pero no para la cena¡±, resume Toala.
M¨¢s de 90.000 ni?os ¡ªde 4,4 millones¡ª han dejado sus estudios en Ecuador por las dificultades de seguir clases virtuales
Vallejo vive en la otra punta de Guayaquil. Con condiciones similares. Una zona de viviendas de ca?a y l¨¢minas de chapa que creci¨® en un terreno lodoso de forma irregular frente a la c¨¢rcel m¨¢s grande de Guayaquil. Hace escasas dos semanas, tuvo que interrumpir las clases por los violentos amotinamientos en tres prisiones de Ecuador que se saldaron con 81 muertos. ¡°Como estamos tan cerca de la prisi¨®n, los inhibidores de se?al hacen que tengamos una cobertura muy mala. Se interrumpe a cada rato¡±.
Entre sus alumnos, hay ni?os con necesidades especiales. Uno no sabe a¨²n hablar bien a sus siete a?os. Pero ¨¦l interrumpe sonriente cuando la miss (se?orita) hace preguntas sobre geograf¨ªa. ¡°?Cu¨¢l es la capital de Ecuador?¡±, pregunta en medio de una de las sesiones con una veintena de alumnos apilados en sillas de pl¨¢stico. Nadie responde. La timidez de la c¨¢mara de fotos les coh¨ªbe. El m¨¢s resuelto dispara desde la fila de atr¨¢s: ¡°Quito¡±. Pasa al pizarr¨®n, que es en realidad una cartulina con el r¨®tulo ¡°Luceritos del Vivir¡± por el nombre del grupo que han formado. ¡°?Y la de Colombia?¡±, le requiere Vallejo. Se queda en blanco y todos se r¨ªen c¨®mplices, con las fichas a¨²n en blanco que les han repartido al inicio de la clase. A ese sector no ha llegado ninguna ayuda oficial, reprocha la maestra. Ni profesores de refuerzo ni atenci¨®n social. Pero todos los estudiantes van a clase peinados y vestidos como si una pandemia no les hubiera aislado del resto de chicos de su edad.
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