La historia original de las vacunas que todos deber¨ªamos conocer
La protagonizan personajes tan curiosos como un m¨¦dico rural, una orde?adora a quien su vaca ¡®Blossom¡¯ hab¨ªa contagiado de viruela, o un grupo de 22 hu¨¦rfanos que llevaron en su propio cuerpo la vacuna de Europa a Am¨¦rica
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No cabe duda alguna de que una de las medidas sanitarias que mayor beneficio ha aportado a la humanidad han sido las vacunas. Previenen enfermedades que antes eran responsables de grandes y letales epidemias contra las que no ten¨ªamos remedios efectivos, m¨¢s all¨¢ de sangr¨ªas ¡°infalibles¡± o de poner sapos o sanguijuelas sobre la dolorosa hinchaz¨®n en los n¨®dulos linf¨¢ticos para, seg¨²n las creencias tradicionales, ¡°rebalancear los humores¡±.
Adem¨¢s, digan lo que digan los peligrosos movimientos antivacunas, es indiscutible que la vacunaci¨®n beneficia tanto a las personas vacunadas como a las personas no vacunadas y susceptibles que viven en su entorno.
Bajo el auspicio y buen hacer de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, se desarrollan distintas iniciativas con un objetivo com¨²n: contrarrestar la expansi¨®n y efectos del movimiento contra la inmunizaci¨®n que est¨¢ detr¨¢s del n¨²mero creciente de casos de enfermedades casi erradicadas, como el sarampi¨®n en nuestro entorno. Sin ir m¨¢s lejos, el Gobierno italiano decidi¨® prohibir la escolarizaci¨®n de aquellos ni?os a los que sus padres obstaculizaran vacunarse.
Echando la vista atr¨¢s, ?a qui¨¦n debemos el descubrimiento, desarrollo y aplicaci¨®n de la inmunizaci¨®n en humanos? ?C¨®mo es que nuestra especie sobrevive y se perpet¨²a en un entorno tan ¡°beligerante¡± y lleno de pat¨®genos oportunistas como nuestro querido planeta Tierra?
El hombre que m¨¢s vidas ha salvado en la historia
En la National Portrait Gallery de Londres se expone un retrato al ¨®leo de un m¨¦dico rural pintado en 1803 por un pintor e historiador del arte ingl¨¦s llamado James Northcote (1746-1831). El personaje en cuesti¨®n, con un ligero aire complaciente, aparece sentado en su despacho justo en el momento de hacer un receso en su labor intelectual. Se trata ni m¨¢s ni menos que de Edward Jenner, reconocido como padre de la Inmunolog¨ªa (disciplina dentro de la Biolog¨ªa que se ocupa del estudio de todos los mecanismos fisiol¨®gicos de defensa de la integridad biol¨®gica del organismo).
Se podr¨ªa decir que Jenner es el hombre que, con su trabajo, ha salvado m¨¢s vidas en la historia de la humanidad. No en vano fue el creador de un nuevo m¨¦todo revolucionario para prevenir la viruela denominado inmunizaci¨®n.
Pero la historia de la vacunaci¨®n no empieza con ¨¦l extrayendo material de p¨²stulas de viruela de vaca. Antes de que Edward Jenner irrumpiera en escena, una arist¨®crata, viajera y escritora brit¨¢nica de nombre Lady Mary Wortley Montagu supo de un m¨¦todo basado en hacer incisiones en la piel a una persona que nunca hubiera contra¨ªdo la enfermedad y aplicarle el l¨ªquido de una p¨²stula de viruela de otra persona levemente enferma.
A su regreso a Inglaterra, Wortley le pidi¨® a un cirujano escoc¨¦s, el doctor Charles Maitland, que tratara a su propia hija peque?a ¨Dde solo dos a?os de edad¨D aplicando este m¨¦todo.
Por lo general, as¨ª se provocaban casos leves de viruela en el receptor. Y te¨®ricamente, la persona quedaba protegida contra ella durante el resto de su vida. Sin embargo, en ocasiones los resultados eran fatales. Concretamente, entre el 2% y 3% de quienes eran tratados o virulados mor¨ªan (en contraste con el 20% a 30% que fallec¨ªa despu¨¦s de contraer la viruela de manera natural).
Adem¨¢s, una vez infectadas, las personas pod¨ªan transmitir la enfermedad a otros, acusando a los seguidores de estas pr¨¢cticas de propagadores de la plaga de la viruela que, a finales del siglo XVIII, en ausencia de tratamiento, causaba una gran mortalidad. Se estima que solo en el siglo XX, 300 millones de personas murieron a causa de la viruela.
Las lecheras inmunes inspiraron a Jenner
Despu¨¦s de Wortley s¨ª lleg¨® el turno de Edward Jenner. Comenz¨® su vida profesional a los 13 a?os, al servicio de un cirujano con el que permaneci¨® hasta los 21. Fue entonces cuando se traslad¨® a Londres para continuar con su formaci¨®n como m¨¦dico. En 1773 regres¨® a Berkeley, su ciudad natal, para abrir una consulta local, en la que adquiri¨® un cierto prestigio.
Conocedor de los resultados no del todo exitosos de Lady Mary Wortley Montagu y un tal Charles Maitland, Jenner observ¨® unas p¨²stulas de car¨¢cter benigno en las manos de algunas lecheras. Entre ellas Sarah Nelmes, a quien su vaca Blossom hab¨ªa contagiado de viruela b ovina (Variola vaccina en lat¨ªn), que provocaba erupciones semejantes a las que produce la viruela humana.
Lo interesante es que Jenner se dio cuenta de que, por lo general, las orde?adoras que sufr¨ªan este contagio luego quedaban a salvo de enfermar de viruela com¨²n. Es decir, se hac¨ªan inmunes. Fue as¨ª como Jenner at¨® cabos y tuvo la genial idea de inocular a una persona sana con la viruela de las vacas para conferirle inmunidad frente a la peligrosa epidemia. El primer voluntario fue un ni?o de ocho a?os llamado James Phipps.
Jenner describi¨® su primer experimento de inmunizaci¨®n as¨ª:
¡°Para observar mejor c¨®mo evolucionaba la infecci¨®n, inocul¨¦ la viruela vacuna a un ni?o sano de ocho a?os. La vacuna proced¨ªa de una p¨²stula del brazo de una orde?adora, a quien hab¨ªa contagiado la vaca de su se?or. El 14 de mayo de 1796 se la inyect¨¦ al ni?o a trav¨¦s de dos cortes superficiales en el brazo, cada uno de los cuales ten¨ªa la anchura de un pulgar. El s¨¦ptimo d¨ªa se quej¨® de pesadez en el hombro; el noveno, perdi¨® el apetito, tuvo algo de fr¨ªo y un ligero dolor de cabeza; durante todo el d¨ªa se encontr¨® enfermo y pas¨® la noche inquieto, pero al d¨ªa siguiente volvi¨® a encontrarse bien. La zona de los cortes evolucionaba hacia la fase de supuraci¨®n, ofreciendo exactamente el mismo aspecto que adquiere la materia virulosa. Para cerciorarme de que el ni?o, levemente infectado por la viruela vacuna, hab¨ªa quedado realmente inmunizado contra la viruela humana, el 1 de julio le inyect¨¦ materia virulosa que hab¨ªa extra¨ªdo con anterioridad de una p¨²stula humana. Se la apliqu¨¦ profusamente mediante varios cortes y punturas, pero no dio lugar a ning¨²n ataque de viruela. En los brazos aparecieron los mismos s¨ªntomas que provocan las sustancias virulosas en los ni?os que han sufrido variola o viruela vacuna. Al cabo de unos meses, le volv¨ª a inocular materia virulosa, que en esta ocasi¨®n no produjo ning¨²n efecto visible en el cuerpo¡±.
Aunque la Royal Society de Londres rechaz¨® el informe de resultados que Jenner redact¨® tras sus investigaciones, y pese a que muchos de los cient¨ªficos de la ¨¦poca se le opusieron tras calificar sus pr¨¢cticas de ¡°anticristianas¡±, sus esfuerzos para el desarrollo de la inmunizaci¨®n contra la viruela han pasado a la historia y han evitado un n¨²mero inimaginable de muertes desde aquel entonces.
22 hu¨¦rfanos para llevar las vacunas al otro lado del charco
Unos pocos a?os despu¨¦s de las observaciones de Jenner, se realiz¨® la que podr¨ªa llamarse como primera expedici¨®n de vacunaci¨®n. La Real Expedici¨®n Filantr¨®pica de la Vacuna, para ser exactos. El rey Carlos IV de Espa?a se la encomend¨® al m¨¦dico militar espa?ol y cirujano honorario real, Francisco Xavier de Balmis. El encargo era claro: llevar las dosis contra la viruela a las colonias espa?olas en el Nuevo Mundo.
Las condiciones a principios del XIX eran precarias. Haciendo uso de su ingenio, Balmis convirti¨® a unos ni?os en recipientes vivos. As¨ª, pese a no contar con c¨¢maras frigor¨ªficas ni tampoco con cultivos de laboratorio, el fluido se manten¨ªa fresco dentro del organismo de los ni?os. Al llegar a las colonias, se transmit¨ªa de manera progresiva. Aquella ¡°vacunaci¨®n secuencial en cadena¡± era un m¨¦todo tan sencillo como visionario y brillante.
Hace poco, los personajes que emprendieron tan apasionante misi¨®n, el m¨¦dico de C¨¢mara del Rey y vacun¨®logo Balmis y los hu¨¦rfanos de la Casa de Exp¨®sitos de La Coru?a fueron rescatados del olvido general gracias a A flor de piel. Se trata de una novela del escritor Javier Moro, ganador en 2011 del Premio Planeta, guionista y productor de cine espa?ol, que recrea esta epopeya m¨¦dica que llev¨® la reci¨¦n inventada vacuna de la viruela a Am¨¦rica inoculada en 22 hu¨¦rfanos. Hu¨¦rfanos que estaban al cuidado de Isabel Zendal, que se aseguraba de mantenerlos vivos y sanos.
Moro apunt¨® tras la publicaci¨®n de su libro que su empe?o es ¡°el embri¨®n de la sanidad p¨²blica y de la ayuda humanitaria, y lo hicieron en unas condiciones dificil¨ªsimas, luchando contra la superstici¨®n, la ignorancia, la corrupci¨®n y la codicia¡±.
La legendaria expedici¨®n Balmis, que constituye sin duda alguna una de las mayores epopeyas sanitarias de la historia, fue tambi¨¦n objeto de una adaptaci¨®n para televisi¨®n coproducida por RTVE, dirigida por Miguel Bardem y titulada 22 ¨¢ngeles.
A?os despu¨¦s, el archiconocido microbi¨®logo y qu¨ªmico franc¨¦s Louis Pasteur fue quien produjo la primera vacuna desarrollada en un laboratorio: la utilizada contra el c¨®lera aviar. Otro m¨¦dico espa?ol, Jaime Ferr¨¢n, salt¨® a la fama tras crear la primera contra el c¨®lera. Sus trabajos son reconocidos como pioneros en el mundo entero debido al hecho de que la suya fue la primera en inmunizar a los humanos contra una enfermedad de origen bacteriano.
Persistencia e investigaci¨®n
Entre el conjunto de enfermedades a destacar para las que existen inmunizaciones hoy en d¨ªa se encuentran la difteria, la tuberculosis, la rabia, las fiebres tifoidea y amarilla, la poliomielitis, el sarampi¨®n, la rub¨¦ola, la meningitis, el rotavirus y las paperas. Tras cada una de ellas, se esconde una historia brillante de investigaci¨®n, persistencia y esfuerzo.
Como la de Jenner. Su gran capacidad de observaci¨®n, esa que le hizo percatarse de la existencia de orde?adoras de vacas que hab¨ªan adquirido la inmunidad tras haber padecido s¨ªntomas de la viruela inmuniza, fue clave.
Seg¨²n testimonios de aquella ¨¦poca, fue un apasionado del estudio y la observaci¨®n y disfrut¨® much¨ªsimo de su trabajo. Y as¨ª lo transmiti¨® perfectamente Northcote en su lienzo de 1803. En ¨¦l, el hombre que aparece sentado mira directamente al espectador, lleva una pluma en su mano derecha, al tiempo que apoya su cabeza en la izquierda, situada sobre su mesa de trabajo, en la que nos encontramos un libro abierto con la ilustraci¨®n de una vaca, clara alusi¨®n a su gran logro para con todos nosotros. Ni so?aba cuando le hac¨ªan aquel retrato con que en 1979 la OMS acabar¨ªa declarando la viruela como una enfermedad erradicada.
Somos muchas las generaciones eternamente en deuda con ¨¦l. Porque ning¨²n otro medicamento ha salvado tantos millones de vidas como las vacunas, ni ha permitido erradicar o controlar tantas enfermedades.
Santiago Roura Ferrer es profesor asociado Facultad de Medicina, Universitat de Vic ¨C Universitat Central de Catalunya.
Este reportaje fue publicado originalmente en The Conversation.
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