Microcr¨¦ditos: un empuj¨®n para las mujeres que ¡®cosen¡¯ Per¨²
El apoyo financiero sustenta los negocios de miles de emprendedoras en contextos vulnerables que han tenido que reinventarse con la pandemia. Lo saben bien Nely, N¨¦lida, Isabel y Gisela, en la Amazon¨ªa peruana
Nely Garc¨ªa ha llevado a Messi y a Cristiano al coraz¨®n de la selva peruana. El futbol¨ªn, s¨®lido y robusto, descansa junto al r¨ªo Pichis, que baja caudaloso. Ha sido una noche fren¨¦tica. San Francisco, una aldea de casas de madera donde llega la electricidad, pero no el agua corriente, acaba de celebrar con una fiesta sus 15 a?os de existencia. El peque?o escenario est¨¢ vac¨ªo y hay vasos de pl¨¢stico tirados sobre la tierra h¨²meda. Es mediod¨ªa. El rastro de los hombres, vencidos por el masato ¨Cun licor casero a base de yuca¨C se pierde entre los ritmos de cumbia y reguet¨®n que salen de las casas. Las mujeres hace ya tiempo que est¨¢n de pie: son ellas, de hecho, las que mantienen en pie al pa¨ªs entero.
¡°Mi marido nunca crey¨® en m¨ª. Me dec¨ªa que nadie iba a jugar a futbito. Pero yo ense?¨¦ a los ni?os, les dej¨¦ probar gratis. El primer d¨ªa gan¨¦ 100 soles [unos 20 euros]¡±, cuenta Garc¨ªa elevada sobre unos tacones rojos. La palabra emprendedora se ajusta a ella igual que su vestido de flores. ¡°Vi que estos pueblos del r¨ªo estaban creciendo y me dije ¡®aqu¨ª hay negocio¡¯. Me fij¨¦ en qu¨¦ les faltaba y empec¨¦ a traerlo de Lima: chupetes [helados], unos collarcitos para ni?as que gracias a m¨ª se vieron aqu¨ª por primera vez¡¡±, dice la orgullosa Melqu¨ªades de este Macondo amaz¨®nico.
Garc¨ªa es cliente de Financiera Confianza, la entidad con la que la Fundaci¨®n Microfinanzas BBVA opera en Per¨². Es la mayor entidad sin ¨¢nimo de lucro de Am¨¦rica Latina, donde tiene 2,87 millones de clientes; la mayor¨ªa son personas en situaci¨®n de vulnerabilidad a quienes adelanta capital para que saquen adelante sus negocios. Los pr¨¦stamos suelen oscilar entre los 200 y los 1.000 euros: suficiente para despegar. Los beneficios que generan sus peque?os negocios crecen en torno a un 20% anual en promedio y, a los dos a?os, un tercio de ellos ha logrado salir de la pobreza y no requiere de nuevos pr¨¦stamos, seg¨²n datos de la entidad. Los intereses var¨ªan en funci¨®n de los productos y de los pa¨ªses ¨Dque regulan las tasas¨D, pero son un promedio de un 20% menores que los tipos de inter¨¦s en esos mercados. La atenci¨®n a los clientes es costosa pues se les brinda acompa?amiento, digitalizaci¨®n y formaci¨®n, y porque muchos de ellos viven en zonas remotas, adonde se desplazan personalmente los asesores. La entidad les ofrece tambi¨¦n formaci¨®n y digitalizaci¨®n. En Per¨², donde el 70% del mercado laboral es informal (los trabajadores no pagan impuestos, pero tampoco tienen derechos), los microcr¨¦ditos son una realidad muy extendida. La entidad peruana atiende a m¨¢s de 730.000 personas.
Nieta de pescadores y de esp¨ªritu n¨®mada, Garc¨ªa lleva el comercio en la sangre. Al principio no quer¨ªa tomar dinero prestado. Cre¨ªa que ser¨ªa incapaz de devolverlo (¡°no quer¨ªa quedar en rojo en el sistema, manchada¡±) y ten¨ªa muy presente una mala experiencia (¡°mi madre perdi¨® todos los ahorros en una caja¡±). Pero dio el paso y ahora tiene su puesto de venta en casa. Subida a un peque-peque ¨Duna ligera embarcaci¨®n de madera que adquiere su nombre por el ruido del motor¨D, Nely Garc¨ªa llega a Cahuapanas (en la regi¨®n de Pasco) en unos 15 minutos.
Gracias a su peque?o embarcadero (¡°el puerto¡±, lo llaman all¨ª) y a su posici¨®n estrat¨¦gica, Cahuapanas ¨Cdonde viven unas 60 familias¨C se ha convertido en el centro de este peque?o mundo, eje de servicios para todas aldeas que se desparraman r¨ªo arriba. Aqu¨ª se instal¨® otra mujer emprendedora, que ha podido dar un futuro a sus tres hijos. Convertidos en ¡°profesionales¡±, ellos ahora le devuelven a su madre el esfuerzo: le han costeado un viaje a Punta Cana.
N¨¦lida Buend¨ªa es hija de agricultores que cultivaban caf¨¦, ma¨ªz y arroz en su chacra, en un cerro duro, seco y de dif¨ªcil acceso. Por eso, dejaron la sierra para instalarse en la selva, que ocupa m¨¢s de la mitad del territorio del pa¨ªs, pero acoge solo al 10% de su poblaci¨®n. ¡°Cuando llegu¨¦ por primera vez de ni?a y vi este verde¡ Fue emocionante¡±. Cuenta que ese hormigueo solo lo ha sentido una vez m¨¢s en la vida, hace poco: cuando pis¨® la arena blanca de las playas de Rep¨²blica Dominicana. Buend¨ªa ense?a Cahuapanas en un paseo: las gallinas que corretean libres, los ¨¢rboles frutales, y tambi¨¦n la escuela y la iglesia evang¨¦lica, que ha penetrado en la selva tanto como la humedad.
Mujer robusta y de sonrisa amplia, regenta una tienda de ropa donde vende, sobre todo, camisetas y pantalones cortos, pues siempre hace calor. El comercio funciona, adem¨¢s, como punto de refrerencia de Financiera Confianza y de conexi¨®n a internet. Gracias a una antena satelital, ofrece cobertura en un kil¨®metro a la redonda. Buend¨ªa vende paquetes de conexi¨®n a la red desde dos soles (50 c¨¦ntimos) y recibe a las clientas que, desde aqu¨ª, hacen los pagos de sus pr¨¦stamos y otras gestiones: retiradas de efectivo, consulta de saldo, pago de cuotas, transferencias... Tambi¨¦n es el lugar donde se re¨²nen con su asesor. Evitan as¨ª desplazarse varias horas en coche hasta el pueblo m¨¢s cercano, Constituci¨®n, por una carretera repleta de motocarros (el veh¨ªculo que aqu¨ª es s¨ªmbolo de progreso) en cuyos m¨¢rgenes se dejan a secar lo mismo cajas de pl¨¢tano que hojas de coca extendidas sobre una tela.
El marido de Buend¨ªa fue un lastre para ella. ¡°Me dec¨ªa que no iba a poder, pero yo intu¨ªa que pod¨ªa salir adelante¡±. Y tambi¨¦n, sugiere sin decirlo, un maltratador que ¡°se dedic¨® al licor¡±. Ella vendi¨® abarrotes y fue relativamente infeliz hasta que, hace diez a?os, le dej¨®. Esa decisi¨®n y el pr¨¦stamo que pidi¨® para salir adelante fueron el empuj¨®n definitivo. ¡°Siempre digo que tengo que empoderar a mis hijas¡±. Abri¨® su primera tienda ¡°con 500 soles¡± (100 euros) hace m¨¢s de diez a?os y prosper¨®, cuenta sentada junto a las prendas de ropa que va a buscar expresamente, de tanto en tanto, al mercado mayorista de Gamarra, en Lima. ¡°Me gusta traer las novedades¡±. Gamarra es el nexo invisible de las mujeres que, en la selva o en la capital, ven en el pujante sector textil una salida para sus familias.
Isabel Rivero tiene 47 a?os y vive en Santa Anita, un distrito de Lima humilde, de aluvi¨®n, levantado por migrantes de la regi¨®n andina, ¡°familiar y tranquilo¡±, cuenta esta mujer que confecciona manualidades a la espera de un nuevo cr¨¦dito para dar un paso m¨¢s. ¡°Tengo un sue?o. Siempre me gust¨® la costura. Quiero tener cuatro m¨¢quinas industriales para poder hacer mi propia ropa¡±, dice mientras en el peque?o sal¨®n-comedor-cocina, su hijo prepara v¨ªdeos para YouTube. Ella tiene su propio ordenador, que utiliza para dar clases de Primaria, por las ma?anas, en el colegio privado San Isidro. Con el pr¨¦stamo ha acondicionado su casa como un aula. Una cartulina anuncia la asignatura (lengua) y el valor (perseverancia) que va a trabajar hoy con sus alumnos.
Las clases por internet tienen ventajas. ¡°No gastas pasaje ni desayuno¡±, dice. Pero tambi¨¦n inconvenientes, sobre todo cuando ¡°los ni?os no tienen apoyo de sus pap¨¢s¡± o no disponen de medios electr¨®nicos o una buena conexi¨®n a internet, algo habitual en los barrios pobres de la mastod¨®ntica y desigual Lima. Las escuelas estatales de la capital han estado dos a?os cerradas por la pandemia, un lastre para las familias y sus hijos, a menudo apartados prematuramente de la educaci¨®n para echar una mano en casa.
Rivero, que empez¨® con un primer cr¨¦dito de 200 euros, sabe que viene a verla ¡°un se?or muy importante de Espa?a¡±. Es el presidente del BBVA, Carlos Torres Vila, que visita a menudo los proyectos de la Fundaci¨®n sobre desarrollo econ¨®mico y social. Sabe d¨®nde est¨¢ y se mueve con comodidad en las distancias cortas. Tras apearse del coche, Torres Vila charla relajadamente con las clientas de la entidad en Santa Anita y entra en casa de la profesora, cerca de la avenida por donde pasa el tren de la miner¨ªa, que transporta la principal riqueza del pa¨ªs hasta el puerto del Callao.
La emprendedora vive en la planta baja. La de arriba la ocupa la madre. Y la m¨¢s alta est¨¢ a medio hacer, inacabada, una estampa habitual del pa¨ªs porque, mientras las obras est¨¢n en marcha, la familia no ha de pagar impuestos. Rivero quiere ahorrar para pagarle una casa a una hija y a sus nietos, y cree que los pol¨ªticos son un obst¨¢culo. ¡°Reniego de este presidente que nos desestabiliza a todos¡±, opina sobre el mandato de Pedro Castillo, con dimisiones y destituciones de ministros y una amenaza de moci¨®n de censura.
¡°No es porque est¨¦n ustedes aqu¨ª, pero estoy encantada¡±, dice sobre su papel como l¨ªder de un grupo de Palabra de mujer, un programa en el que vecinas en situaci¨®n precaria, que a menudo sufren la desconfianza de sus maridos, se unen para solicitar un pr¨¦stamo y reciben tambi¨¦n informaci¨®n financiera. Unas se avalan a las otras, se empujan, se obligan a pagar a tiempo porque de lo contrario, todas deben cubrir el agujero. En promedio, y de manera sostenida a lo largo de los a?os, m¨¢s del 95% de los clientes devuelven sus pr¨¦stamos.
El esp¨ªritu de comunidad est¨¢ muy presente en el asentamiento Alfa y Omega, al pie de uno de los cerros pelados que marcan el paisaje de Lima y en los que se amontonan miles de personas sin apenas servicios, que viven en construcciones precarias, con techos de uralita o pl¨¢stico. Entre las calles polvorientas y la tierra ¨¢rida, el peque?o jard¨ªn de Nancy se aparece como un desaf¨ªo, un oasis verde que habr¨ªa hecho las delicias de la selv¨¢tica N¨¦lida Buend¨ªa. All¨ª se celebra una reuni¨®n del grupo local de Palabra de mujer.
En Per¨², m¨¢s de dos millones de personas se quedaron sin trabajo el primer a?o de pandemia. La econom¨ªa cay¨® un 11%. En los barrios m¨¢s pobres se crearon ollas comunes para compartir comida
Sentadas en c¨ªrculo junto a su asesor, Robert Ita, una decena de mujeres explica que la covid-19 les ha puesto las cosas a¨²n m¨¢s complicadas. Pero dicen que han sabido salir adelante, buscarse la vida, reinventarse. ¡°Yo he hecho de todo. Antes cos¨ªa y tej¨ªa zapatos. Luego me pas¨¦ a la cocina: llevaba queques y almuerzos a los talleres de confecci¨®n. Con la pandemia, serv¨ª a domicilio¡±, cuenta In¨¦s, la presidenta del grupo, cuya meta es que sus cuatro hijos estudien. Ita opina que los microcr¨¦ditos funcionan mejor con mujeres porque ponen su empe?o en sacar a la familia: ¡°Son buenas pagadoras y administran mejor el d¨ªa a d¨ªa¡±. El asesor les explica c¨®mo pueden formalizar sus negocios, aunque muchos de ellos a¨²n deben madurar.
Gisela Soto, que quiere abrir un restaurante, cuelga fotos de sus postres en WhatsApp y los vende en el barrio. Nancy Ortega, que tiene una hija con s¨ªndrome de Down, se dedica desde la pandemia al sembrado de plantas: su jard¨ªn bien cuidado sugiere que puede ser una buena idea. Roc¨ªo Quiste, con tres hijos, ofrece servicios de confecci¨®n textil, pero quiere ir m¨¢s all¨¢ y ha pedido dos pr¨¦stamos. La moda aparece de nuevo como v¨ªa de prosperidad: ¡°Me gustar¨ªa confeccionar y vender mi propia marca de ropa, porque as¨ª podr¨ªa ganar m¨¢s y ayudar a mi familia¡±.
Esa capacidad para emprender nuevos negocios y dejar otros atr¨¢s es un arma de doble filo. En Per¨², m¨¢s de dos millones de personas se quedaron sin trabajo el primer a?o de pandemia. La econom¨ªa cay¨® un 11%. En los barrios m¨¢s pobres se crearon ollas comunes para compartir comida. La centr¨ªpeta Lima, que absorbe todo a su alrededor, vivi¨® un fen¨®meno in¨¦dito: sin empleo, algunos regresaron a sus pueblos de la costa, la sierra o la selva, donde al menos ten¨ªan una familia que les cuidara y un plato sobre la mesa. Pero la recuperaci¨®n tambi¨¦n ha sido m¨¢s r¨¢pida: en cuanto se han abierto las calles, la gente las ha tomado de nuevo en un pa¨ªs que prev¨¦ un crecimiento del 13% y donde la vacunaci¨®n avanza a buen ritmo: 22 millones de personas (el 80% de la poblaci¨®n objetivo) ha recibido ya dos dosis de la pauta.
¡°En pandemia, el empleo que m¨¢s se contrajo fue el informal. El que sale a la calle a ganarse el d¨ªa a d¨ªa se tuvo que confinar de manera abrupta. En el rebote, es el que m¨¢s ha subido y hasta ha ganado espacio, se calcula que ahora supone ya el 75%¡±, cuenta Hugo Perea, jefe de estudios de BBVA en Per¨² sobre una realidad, la del empleo irregular, que le parece ¡°un esc¨¢ndalo¡±. La del mercado laboral, dice, es una de las grandes reformas pendientes. ¡°?C¨®mo puede ser que la gran masa de fuerza laboral no tenga protecci¨®n social ni pensiones ni vacaciones?¡±
Perea constata los d¨¦ficits del pa¨ªs, sobre todo por la existencia de una corrupci¨®n generalizada y de una ¡°clase pol¨ªtica disfuncional¡±. Pero matiza que, en la mirada larga y a pesar de esa inestabilidad institucional, Per¨² avanza: ha reducido la pobreza en dos d¨¦cadas (del 56 al 20%, aunque la pandemia fue un paso atr¨¢s) y, tras las reformas de los a?os noventa en pol¨ªtica fiscal y monetaria y con una inflaci¨®n moderada, asegura que goza de la confianza de los mercados. Los emprendedores, dice, se beneficiaron de ese marco porque les daba m¨¢s perspectivas de futuro. ¡°Aqu¨ª la gente es bien emprendedora, quiz¨¢ por necesidad. Y hay muchos casos de ¨¦xito, personas que han salido de abajo y han podido prosperar. Solo necesitaban una palanca financiera¡±.
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