Machetes contra excavadoras: la batalla por la madera del Amazonas
Los extractores tradicionales y las grandes compa?¨ªas se enfrentan por el control de la selva peruana. Mientras, en el a?o de pandemia la deforestaci¨®n lleg¨® a? 200.000 hect¨¢reas, la mayor de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas
Alberto Mu?oz carga la motosierra de 12 kilos como si fuera un beb¨¦, sortea ¨¢rboles milenarios con soltura mientras elige cu¨¢l descabezar. Son unos gigantes que miden m¨¢s de diez metros y a los que este le?ador no parece tener miedo. Testea tras un peque?o corte, deja que la madera sangre, que la savia pegajosa corra antes de la tala. La m¨¢quina empieza a rugir, a cercenar, mientras el equipo ¨Cformado por tres personas¨C se coloca de forma estrat¨¦gica para que el tronco no los sepulte al caer. Algunos gritos de aviso y el estruendo final. En 15 minutos han acabado.
Mu?oz vive en la localidad peruana de Masisea, en la regi¨®n de Ucayali, en el Amazonas. Aunque tiene 65 a?os, contin¨²a soportando jornadas de temperaturas extremas que superan las 12 horas. El agua con lim¨®n le reconforta mientras los zancudos ¨Cmosquitos¨C pican sin cesar. Muchos de sus compa?eros contrajeron dengue o malaria, esas enfermedades denominadas ¡°rompedoras de huesos¡± por la fiebre y las contracciones musculares que producen. Pero Mu?oz lleva desde la adolescencia en este negocio y lo conoce bien, no se queja.
¡°Primero utilizaba puro hacha en el a?o 1978, ten¨ªa que cortar derechito. Gano unos 1.000 soles mensuales ¨C217 euros¨C. Con los madereros artesanales, cada cien metros encuentras un ¨¢rbol, pero con los grandes serradores recorres extensiones ya explotadas sin nada, y tienes que alejarte cada vez m¨¢s para conseguir madera. Son depredadores. Igualmente, me gusta lo que hago; adem¨¢s, soy carpintero¡±, afirma.
Su patr¨®n, Ramiro Jones, es quien explota la finca. ¡°Cada tronco deja unos cien euros¡±, asegura. ¡°El ma¨ªz, el pl¨¢tano, la yuca o el cacao no aportan el mismo dinero¡± a?ade. Ornillo, lupuna, catahua, cedro, caoba, ishpingo, copaiba, lagarto, shihuahuaco, cumala, moena, pumaquiro, quillobordon, huairuro, tahuari... Estas son algunas de las 85 especies de ¨¢rboles que se comercian.
Los de la vieja escuela, los que llevan d¨¦cadas en el negocio, prefieren autodenominarse como madereros artesanales. Sus antepasados se dedicaban a este oficio hasta que llegaron las grandes empresas con sus excavadoras, arrasando con todo. ¡°No hay derecho, nos persiguen cuando en realidad apenas extraemos. Los que destruyen son las grandes compa?¨ªas. Se est¨¢n haciendo de oro¡±, afirma Jones. Seg¨²n la Interpol, Per¨² pierde hasta 250 millones de d¨®lares anuales por la explotaci¨®n forestal ilegal a gran escala.
Termina la jornada. Mu?oz regresa a Masisea visiblemente cansado, de nuevo con la maquinaria a cuestas. Se?ala una casa de madera de color rosado. ¡°Ah¨ª vive don Segundo, ¨¦l fue uno de lo primeros en dedicarse a esto, un pionero. Lleg¨® a ser alcalde¡±, dice.
En una silla de mimbre, mirando al vac¨ªo, aguarda Segundo Najar. En las paredes cuelgan viejas fotos familiares y un diploma polvoriento como reconocimiento a su labor. Tiene casi 80 a?os y le falta una pierna que perdi¨® por la polio, pero mantiene la memoria intacta. Asegura pertenecer a otra ¨¦poca en la que se respetaban c¨®digos ¨¦ticos; son tiempos lejanos que ya no volver¨¢n.
¡°Ahora las cosas han cambiado. Para talar ¨¢rboles, por m¨¢s que sean de tu propiedad o jurisdicci¨®n, necesitas el permiso forestal que facilita la Gerencia Regional Forestal y de Fauna Silvestre de Ucayali (GERFFS). Por ejemplo, se concede una autorizaci¨®n para talar un tronco de nueve pies y medio ¨Ctres metros¨C, pero finalmente se vende uno de 13 pies ¨Ccuatro metros¨C. En realidad, esa diferencia deber¨ªa invalidar todo el proceso y que el empresario fuera sancionado. Sin embargo, si pagas al funcionario, no ocurre as¨ª¡±, afirma.
¡°Es legal porque la comunidad tiene permiso del uso de su territorio, pero al mismo tiempo es informal porque no se deforesta lo que se deber¨ªa, sino m¨¢s cantidad y tama?os m¨¢s grandes¡±, agrega.
La perdida de cobertura boscosa se ha vuelto preocupante. Seg¨²n el informe presentado por el GRFFS y realizado a trav¨¦s de fotos satelitales aportadas por las plataformas Global Forest Watch?y Geobosques, entre enero y agosto de 2021 se deforestaron 12.345 hect¨¢reas. Durante el mismo periodo del a?o anterior fueron 9.000, lo que representa un incremento considerable. Los vuelos en helic¨®ptero de las fuerzas armadas peruanas tambi¨¦n han localizado nuevas ¨¢reas despobladas.
Entre enero y agosto de 2021 se deforestaron 12.345 hect¨¢reas. Durante el mismo periodo del a?o anterior fueron 9.000
Qleof¨¢s Quintori, presidente del Congreso Estatutario de la Uni¨®n Regional de los Pueblos Ind¨ªgenas de la Amazonia (URPIA) respondi¨® en¨¦rgicamente ante las autoridades durante la presentaci¨®n del se?alado estudio. ¡°Denuncio y condeno porque est¨¢n amenazando a mis l¨ªderes¡±, declar¨® en referencia a los agricultores, narcotraficantes y madereros que amedrentan a los pueblos originarios. ¡°Por ahora estamos en silencio, pero nos preparamos. Si en alg¨²n momento pasa algo, nos levantaremos con flechas¡±. Cerca del 21.000 hect¨¢reas de territorio perteneciente a comunidades ind¨ªgenas en la Amazon¨ªa peruana ha sido deforestado con fines ilegales en 2021.
La serpiente de madera
En una aldea de Masisea, Washington Lao, maderero, arranca la jornada temprano. Apenas sale el sol, se levanta de la hamaca, saca la antena kilom¨¦trica y enciende la radio, sintonizando la emisora Ideal. Camilo Sexto, Rafael y algo de cumbia tropical suenan de fondo. Una de las mujeres llega del r¨ªo con dos pescados: una doncella y un bagre que cocina mezcl¨¢ndolos con arroz y pl¨¢tano, bajo el fuego de una bombona de gas. Poco despu¨¦s de terminar el desayuno, irrumpe una excavadora de peque?as dimensiones, grandes ruedas, mucha potencia y un ariete que se abre camino en el bosque.
Llegan a la orilla, donde espera la cuadrilla. Los troncos se hunden en el barro. El equipo est¨¢ conformado por cuatro personas, todas ind¨ªgenas shipibo, y todos empujan con fuerza. Tras mucho esfuerzo moviendo piezas que pesan m¨¢s de 30 kilos, consiguen que la madera llegue al agua. Sumergido, Lao apuntala los troncos y los une con hierros hasta formar una hilera flotante que maneja en la barca.
La traves¨ªa comienza de noche para evitar los rayos del sol. Cuando la niebla es muy densa, Lao tiene que parar en la orilla. A veces queda atrapado entre las redes de pescadores que quedaron abandonadas en el camino y debe zambullirse para arreglar el motor. Utiliza la marea para gastar menos gasolina en los grandes trechos. La luna es su gu¨ªa, su faro. Por la ma?ana, tras 12 horas, llega a Pucallpa, en Ucayali, donde conoce uno de los aserraderos que procesan la madera. ¡°Necesitamos m¨¢s documentaci¨®n y presentar todos los permisos porque trabajamos artesanamente¡±, dice. Lao compra los ¨¢rboles a ind¨ªgenas shipibo en sus terrenos, a los que tambi¨¦n contrata para cortar y trasladar. Alguno susurra, se queja por lo bajo: ¡°Paga poco por la madera y el trabajo, pero la plata es la plata¡±.
Al preguntar por los datos, ninguno parece tener idea del expolio cometido por los madereros. El a?o 2020, marcado por la pandemia, fue devastador para la Amazon¨ªa del Per¨². La deforestaci¨®n lleg¨® a?200.000 hect¨¢reas, una cifra que supera en 50.000 la cantidad de bosques perdidos el a?o anterior y la mayor de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, seg¨²n el resultado del monitoreo satelital que realiza el Ministerio del Ambiente (Minam).
Madera de sangre
Anselmo, un miembro del pueblo kakataibo, se mueve con sigilo entre la espesura de la selva. Empu?a una vieja escopeta de caza y un machete. Tiene el o¨ªdo entrenado y cualquier sonido que no reconozca le pone en alerta. Es un guerrero dentro de su comunidad, encargado de patrullar y defender su aldea en Unipacuyacu, entre la frontera entre Ucayali y Hu¨¢nuco. Se trata de una zona peligrosa llena de contrabandistas, narcos y madereros.
¡°Los narcotraficantes talan nuestros ¨¢rboles para construir pistas de aterrizaje clandestinas¡±, afirma. Tambi¨¦n laboratorios de coca, como el que Anselmo encuentra entre la maleza. Se trata de una poza de maceraci¨®n donde las hojas flotan en ¨¢cido sulf¨²rico diluido.
Su comunidad est¨¢ fuertemente asediada, acorralada. La tala de ¨¢rboles conlleva menos comida, menos caza. De hecho, ya han perdido 17.000 hect¨¢reas de sus tierras. Adem¨¢s, desde el 2016 han asesinado a cuatro l¨ªderes locales de Unipacuyacu que se enfrentaron a los colonos. Su hogar, el Amazonas, se ha convertido en un territorio sin ley.
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