La infancia en peligro en Afganist¨¢n
Tras la llegada de los talibanes y la exacerbaci¨®n de la crisis econ¨®mica, miles de ni?os se ven obligados a trabajar en el pa¨ªs past¨²n
Faram, de 12 a?os, remueve una peque?a olla de hojalata y sopla el carb¨®n hasta que enciende. El humo le cubre el rostro. Es uno de los llamados ¡°ni?os del incienso¡±, pero lo que inunda sus pulmones es hazorispan. Conocida como ¡°la hierba de los cientos de problemas¡±, ahuyenta a los diablos y los esp¨ªritus diab¨®licos, seg¨²n antiguas creencias. Faram trabaja en las calles de Kabul bendiciendo autos en busca de una moneda que nunca llega. Otro d¨ªa sin comer, sin nada para llevar a casa.
¡°Paso hambre por las noches, gano un d¨®lar por jornada, cuando puedo. Mi familia apenas tiene para comer. Mi padre, barrendero, no recibe el salario desde hace cinco meses. Varios de mis compa?eros murieron en ¨¢reas rurales por ataques o fueron reclutados por los talibanes y diferentes guerrillas; prefiero quedarme en la ciudad¡±, dice.
El peor pa¨ªs para nacer
Este 15 de agosto se cumple un a?o desde la vuelta al poder de los talibanes. La organizaci¨®n militar tom¨® la capital afgana mediante un ataque rel¨¢mpago en cuesti¨®n de horas. El presidente Ashraf Ghani huy¨® en secreto del pa¨ªs y las tropas estadounidenses se retiraron sin ofrecer resistencia. Hoy, negros nubarrones se ciernen sobre el cielo afgano. El r¨¦gimen talib¨¢n ha impuesto, siguiendo preceptos basados en su particular interpretaci¨®n de la sharia (ley isl¨¢mica), una dictadura donde impera la censura, decretando el fin de los derechos fundamentales como la libertad de expresi¨®n, prensa e igualdad de g¨¦nero. Un r¨¦gimen de terror que no cesa, pese a que la actual Administraci¨®n busca encarecidamente ser reconocida por el resto de pa¨ªses ¨CUni¨®n Europea y Estados Unidos¨C que le han dado espalda.
La situaci¨®n econ¨®mica, ya de por s¨ª calamitosa tras 20 a?os de conflicto y corrupci¨®n, ha empeorado significativamente. La comunidad internacional paraliz¨® el env¨ªo de los fondos destinados a Afganist¨¢n, lo cual supon¨ªa el 75% del presupuesto nacional. Sin la ayuda exterior, los m¨¢s vulnerables, los ni?os, han quedado a la deriva. La guerra, la desnutrici¨®n o los matrimonios infantiles concertados son solo algunas de las amenazas que enfrentan los menores de edad. Adem¨¢s de la ¨²ltima plaga: el terremoto que hizo temblar el sudeste del pa¨ªs en junio, causando al menos mil muertes.
Seg¨²n Unicef, m¨¢s de 552 ni?os han muerto y m¨¢s de 1.400 han resultado heridos en diferentes ataques y atentados en Afganist¨¢n desde principios del 2021
Afganist¨¢n ha sido, durante muchos a?os, uno de los peores lugares del mundo para ser ni?o. Pero durante las ¨²ltimas semanas, la situaci¨®n de muchos se ha vuelto a¨²n m¨¢s desesperada, sosten¨ªa Unicef el pasado agosto. Seg¨²n su informe, m¨¢s de 552 peque?os han muerto y m¨¢s de 1.400 han resultado heridos en diferentes ataques y atentados desde principios de 2021.
Si bien tras la llegada del nuevo r¨¦gimen se respira cierta paz y estabilidad, varios frentes de batalla contin¨²an abiertos. La resistencia, constituida en gran parte por combatientes takiyos (una minor¨ªa ¨¦tnica), se ha reorganizado en torno al valle de Panshir y protagonizado diversos ataques contra las fuerzas talibanes. Por otro lado, el Estado Isl¨¢mico en Afganist¨¢n (ISK) contin¨²a perpetrando ataques sangrientos, especialmente en la provincia oriental de Nangarhar, pero tambi¨¦n en Kabul, como los acontecidos el 25 de mayo. Tres atentados contra minibuses en Mazar-i-Sharif, principal ciudad del norte, y otra bomba dentro de una mezquita de Kabul, mataron a 12 personas, algunas de ellas ni?os.
El ataque perpetrado por los servicios de inteligencia de EE UU el pasado 31 de julio, en el que cay¨® abatido el l¨ªder de Al Qaeda, Ayman Al-Zawahiri, quien viv¨ªa con su familia en Kabul bajo la protecci¨®n de la actual Administraci¨®n, demuestra que Afganist¨¢n sirve de refugio de la organizaci¨®n terrorista. Un informe de la ONU alerta de que los talibanes y Al Qaeda han estrechado un m¨¢s sus lazos este a?o, que Al Qaeda est¨¢ operativa de manera encubierta en 12 provincias afganas y que cuenta con ¡°entre 400 y 600 elementos armados¡± en el pa¨ªs.
Una infancia robada
En el viejo mercado, los carniceros cortan pollo y cordero entre las moscas. El olor a comida y especias impregna el laberinto de callejones lleno de tiendas con alfombras, joyas, burkas y p¨¢jaros. De todos los colores y tama?os, son la mascota predilecta en la capital afgana. Su trino ensordecedor no parece molestar a Admeniyah, de 11 a?os. Los alimenta, les canta, les susurra, e incluso les pone nombre. Trata de no encari?arse con ellos porque ¨Cexplica mientras los acaricia con ternura¨C al final los saca de la jaula y los vende. ¡°Claro que me gustan, pero no puedo tener uno en casa. Gano medio d¨®lar al d¨ªa. Tampoco puedo ir a la escuela¡±, reconoce.
La mayor¨ªa de los ni?os del pa¨ªs no puede completar la educaci¨®n primaria, sobre todo en las zonas rurales. La situaci¨®n es incluso peor para las ni?as, despu¨¦s de que el pasado 21 de marzo los talibanes cerrasen las escuelas de secundaria tan solo 10 minutos despu¨¦s de empezar las clases, con la excusa de no poder asegurar la segregaci¨®n por sexos. Seg¨²n denuncia Unicef, unos 3,7 millones de ni?os no asisten al colegio en Afganist¨¢n. Y el 60% de ellos son ni?as. ¡°Solo el 16% de los colegios del pa¨ªs son exclusivos para ni?as y muchos carecen de instalaciones sanitarias adecuadas¡±, lamentan.
Este agosto, el Ministerio de Educaci¨®n asegur¨® que la prohibici¨®n se debi¨® a problemas a la hora de organizar los temas de estudio. El viceministro Said Ahmad Shahidjail prometi¨® ¡°por la luz del Cor¨¢n que se van a abrir las escuelas¡± y pidi¨® tiempo para cambiar un programa lectivo que, a partir de ahora, ser¨¢ acorde a la doctrina ultraconservadora del movimiento, con asignaturas como ¡°vida familiar, cuidado infantil o comportamiento matrimonial¡±.
La mayor¨ªa de los ni?os del pa¨ªs no puede completar la educaci¨®n primaria, sobre todo en las zonas rurales
En el lago de Qargah, a las afueras de Kabul, varios caballos galopan en la arena. En el horizonte se divisa una noria que chirr¨ªa, sin ni?os, excepto los que recolectan la basura olvidada por los pocos turistas que se acercan a la playa. ¡°Claro que nos gustar¨ªa montar en las atracciones, pero recogemos basura desde que amanece¡±, suspira resignado Fhama, de tan solo ocho a?os, fam¨¦lico y con fiebre. ¡°Creo que es sarampi¨®n¡±, aclara. La ONU estima que 3,2 millones de ni?os sufrir¨¢n desnutrici¨®n aguda en el 2022, y que un mill¨®n est¨¢ en riesgo de morir si no se toman medidas inmediatas.
A pocos kil¨®metros, el Castillo de Kabul amanece rodeado de banderas estampadas con la?shah¨¡da ¨Cense?a talib¨¢n que declara la fe en un ¨²nico dios, Al¨¢¨C. Los relatos de miseria se repiten, pero con diferentes personajes. El castillo se trata de un lugar tur¨ªstico, donde Yasina y sus hermanas venden t¨¦ como ¨²nico sustento. Con 12 a?os y pese al reciente decreto, lleva el rostro al descubierto. ¡°Me levanto a las siete, limpio y trabajo todo el d¨ªa aqu¨ª, sin nada m¨¢s que hacer¡±, cuenta.
En la actual Administraci¨®n, los talibanes repiten las mismas barbaries que cometieron contra las mujeres durante su anterior mandato, que dur¨® desde 1996 hasta 2001. Si bien no las lapidan ni decapitan en p¨²blico como anta?o, en la actualidad no les permiten trabajar ¨Cexcepto en aduanas aeroportuarias, hospitales y ciertas escuelas¨C, practicar deporte o viajar solas sin la compa?¨ªa de un hombre. Adem¨¢s, seg¨²n la ¨²ltima ley, deber¨¢n llevar puesto el burka o el hiyab, velo que cubre la cabeza y el pecho de las mujeres musulmanas. Aunque no especifica edad, suelen vestirlo a partir de la adolescencia.
?ltima parada, otra provincia. Las monta?as de Kandahar, donde crecen las amapolas, tan bellas y letales al mismo tiempo. Hay cultivos donde trabajan solo ni?os. Abdullah, de 13 a?os, se encorva y realiza leves cortes en las cabezas de las adormideras. Las plantas, todav¨ªa verdes, sangran, exudando un l¨¢tex blanco. Raspan esa leche, que al secarse se convierte en una resina marr¨®n. De ella se obtiene el preciado opio.
Los talibanes han dado un ultim¨¢tum: esta ser¨¢ la ¨²ltima cosecha. Por 20 jornadas, de sol a sombra, Habibullad gana unos 442 euros. ¡°Si llegan a prohibirlo plantar¨¢n tomates, dice mi patr¨®n. Pero creo que seguir¨¢n cultivando lo mismo, no hay otra alternativa rentable. Solo con esas semanas de trabajo mi familia vive durante meses. Me divierte, es como orde?ar una flor¡±, explica.
El trabajo infantil?es una de las lacras que no cesa en Afganist¨¢n. M¨¢s de la mitad de los?ni?os de entre cinco y siete hacen tipo de trabajo, advierte la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM). Tras la llegada de los talibanes, la pobreza ha aumentado en el pa¨ªs past¨²n, y 14 millones de menores de edad se enfrentan a niveles de hambre que ponen en peligro su vida, obligando a los padres a tomar medidas extremas para subsistir. Por ejemplo, retirar a sus hijos de la escuela y enviarlos a trabajar, o vender a sus hijas peque?as, destinadas a casarse a la fuerza. Las nuevas cifras publicadas por la ONU revelan que 24,4 millones de personas ¨Cm¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n del pa¨ªs¨C necesitar¨¢n ayuda en 2022. De ellas, 13,1 millones son ni?os, frente a los 9,7 millones de principios de 2021, seg¨²n recoge Save the Children.
Mientras tanto, Farah, Admeniyad, Fharma, Yasina y Abdullah perder¨¢n su infancia, convertidos en adultos a la fuerza por la pobreza. El tiempo se agota.
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