Moverse en bici en una ciudad hostil: los ciclistas de Nairobi salen a las calles
En manifestaciones mensuales, los ciclistas reclaman m¨¢s derechos y seguridad en la capital keniana. La esperanza: que la introducci¨®n de las bicicletas el¨¦ctricas impulse el ciclismo urbano
Silbatos, tintineo de timbres y cadenas de bicicleta, y saludos ruidosos: ni siquiera la mayor resaca puede resistir el guirigay que un gran grupo de ciclistas trae a los Jardines Jevanjee de Nairobi. Hacia las nueve de la ma?ana, los sin techo que intentaban dormir la borrachera han huido del peque?o parque del Distrito Central de Negocios (CBD, por sus siglas en ingl¨¦s) de la ciudad; ahora, los ciclistas se han adue?ado del lugar.
Los neum¨¢ticos de la bicicleta el¨¦ctrica negra de Victor Gitau Gichini rebotan contra las baldosas rotas, sus amortiguadores absorben los golpes. Su perilla se mueve de arriba abajo mientras saluda a los ciclistas reunidos en el desgastado parque urbano. ¡°Conozco a casi todos los que est¨¢n aqu¨ª¡±, afirma el deportista de 25 a?os, sonriendo. No es extra?o, ya que Gitau es el propietario de una peque?a tienda de bicicletas anexa al centro, a la que muchos de ellos acuden regularmente.
Los 200 hombres y mujeres (y unos cuantos ni?os) que salen hoy a la calle se han llevado sus bicis. Durante tres horas, el grupo recorrer¨¢ el ajetreado centro de Nairobi. La protesta en bicicleta forma parte del movimiento mundial Masa Cr¨ªtica, surgido en la ciudad estadounidense de San Francisco en la d¨¦cada de los setenta.
¡°Esta manifestaci¨®n es uno de los peque?os pasos que estamos dando para normalizar el ciclismo en Nairobi¡±, explica Gitau con mirada desafiante. ¡°Defendemos nuestros derechos. Los kenianos tienen que entender que los ciclistas tambi¨¦n son usuarios de las calles. Mucha gente quiere ir en bicicleta, pero aqu¨ª no hay carriles. Ir en bicicleta en Nairobi sigue siendo muy peligroso e insalubre¡±, lamenta. Los deportistas de la capital suelen circular entre el ajetreado y contaminante tr¨¢fico, incluso en la autopista.
Queda mucho por hacer tanto por la imagen de la bicicleta como por la del ciclista, admite Gitau. Montar en bici se ve como algo que se hace de ni?o, se?ala, y despu¨¦s es el momento de ir en moto o en coche. ¡°Adem¨¢s, se asocia con la pobreza. Cuando la gente te ve en un veh¨ªculo de dos ruedas, da por sentado que eres demasiado pobre para comprarte un coche o coger un Uber o un taxi. Pero una buena bicicleta, especialmente una el¨¦ctrica como la m¨ªa, es muy cara¡±.
Montar en bici se ve como algo que se hace de ni?o. Despu¨¦s es el momento de ir en moto o en cocheVictor Gitau Gichini, propietario de una tienda de bicicletas en Nairobi
¡°?Victor!¡±, saluda Jasper Wendomasumbuko, un entrenador deportivo con traje marr¨®n y bicicleta de carreras rosa, y choca el pu?o con ¨¦l. ¡°Quiero demostrar que, aunque te vistas con elegancia, puedes ir al trabajo en bicicleta¡±, proclama cuando le preguntan por qu¨¦ va vestido as¨ª. ¡°Los empresarios son demasiado vagos para ir en bicicleta. Pero m¨ªrame a m¨ª¡±, dice Wendomasumbuko, mientras se frota el vientre plano. ¡°Ando mucho en bicicleta y no tengo barrigota. ?Estoy tan plano como una serpiente!¡±, celebra.
Un silbido agudo pone fin al encendido discurso de Wendomasumbuko. ¡°Re¨²nanse todos¡±, grita una joven de pie en el borde de una fuente de piedra. ¡°Bienvenidos a Masa Cr¨ªtica. ?Qui¨¦n est¨¢ aqu¨ª por primera vez?¡±, pregunta. Al menos una cuarta parte de los ciclistas levantan la mano. ¡°Nuestro movimiento es cada vez m¨¢s grande¡±, susurra Wendomasumbuko. ¡°Mucha gente empez¨® a ir en bicicleta en la ¨¦poca de la covid, porque cada vez engordaban m¨¢s en casa, y apenas hab¨ªa autobuses o coches en las carreteras¡±, explica.
¡°?Twende, twende!¡± (v¨¢monos), grita Jasper Wendomasumbuko en cuanto termina el breve discurso de bienvenida. A continuaci¨®n, el grupo de ciclistas recorre lentamente el ajetreado centro de la ciudad como una larga oruga. Desde la acera, los habitantes de Nairobi miran con asombro la colorida procesi¨®n de hombres y mujeres sobre dos ruedas que silban y gritan pasando lentamente. ¡°?Las vidas de los ciclistas importan!¡±, grita uno de ellos, con el pu?o en alto.
¡°?Ves c¨®mo nos miran?¡±, dice riendo Zainab Kangale, una joven con un vestido negro. Lleva un casco de ciclista azul oscuro sobre su pa?uelo dorado, sus ojos invisibles bajo las gafas reflectantes. ¡°Aqu¨ª no se suele ver a mujeres en bicicleta, aunque seamos muchas. Ya no es solo cosa de hombres. El ¨²nico inconveniente es que sudas¡±, se r¨ªe con ganas. ¡°Por suerte, desde hace poco podemos ir al centro de bicicletas de Victor. All¨ª puedes aparcar la bici, ducharte y guardar la ropa sudada antes de ir a trabajar¡±.
Cuando la marcha en bicicleta por la ciudad termina alrededor del mediod¨ªa, el grupo se desintegra. Gitau regresa a su centro de ciclismo en las afueras del CBD y en seguida queda claro que la marcha de demostraci¨®n informal de hace un momento no tiene nada que ver con la realidad del ciclismo en Nairobi.
Ya no hay nadie parando el tr¨¢fico, as¨ª que a Gitau le adelantan por todos lados los coches, los autobuses (matatu) y los mototaxis (boda boda). M¨¢s de una vez tiene que salirse de la carretera porque un coche le corta el paso. ¡°Siempre ocurre lo mismo¡±, se queja, tosiendo cuando el humo negro de un autob¨²s le da en la cara. ¡°?Ahora ven por qu¨¦ tenemos que manifestarnos?¡±.
Junto a una concurrida rotonda bajo un viaducto, Gitau se detiene. ¡°Bienvenidos a mi centro de bicicletas¡±, dice orgulloso mientras se baja. Hay un modesto local comercial en la planta baja de un complejo de apartamentos, y algunas bicicletas para ni?os en las baldosas delante del edificio. En una pancarta se pueden leer los servicios del Centro Baiskeli: venta y alquiler, aparcamiento, duchas con taquillas. ¡°Mi sue?o es que en unos a?os haya centros como este por todo Nairobi¡±, reconoce.
Gitau se sienta en un taburete en el cobertizo de bicicletas de la parte trasera de su tienda. Parece especialmente satisfecho con las el¨¦ctricas que tiene expuestas. ¡°Estas las vendo sobre todo a extranjeros¡±, explica, agarrando el volante y girando la llave. Una peque?a pantalla cobra vida. ¡°Pero cada vez hay m¨¢s kenianos que quieren una. Muchos de ellos trabajan para multinacionales o para Naciones Unidas¡±, relata.
Pocos kenianos pueden permitirse una como esta: seg¨²n el Banco Mundial, el ciudadano medio gana unos 2.000 euros al a?o en Kenia. La bicicleta el¨¦ctrica m¨¢s barata de Gitau cuesta 60.000 chelines, alrededor de 500 euros. Tanto ¨¦l como sus adinerados clientes consideran que es una buena compra. ¡°No solo compran la bici para mantenerse en forma¡±, explica, ¡°sino tambi¨¦n para llegar al trabajo sin sudar y evitar los largos atascos¡±. La accidentada Nairobi es una de las ciudades m¨¢s transitadas del mundo: seg¨²n el Gobierno, los atascos cuestan casi 1.000 millones de euros al a?o en p¨¦rdidas de productividad.
Seg¨²n el Banco Mundial, el keniano medio gana unos 2.000 euros al a?o. La bicicleta el¨¦ctrica m¨¢s barata de Victor cuesta alrededor de 500 euros
Las otras bicicletas el¨¦ctricas que tiene Gitau se alquilan a mensajeros, un servicio que gestiona junto con eBee, una empresa neerlandesa y keniana que las arrienda principalmente a estudiantes. Como los mensajeros reparten comidas y paquetes, Gitau ve un hueco en el mercado. ¡°Las motos est¨¢n prohibidas en el centro. Son molestas y contaminantes. A este respecto, es bueno que no haya normas oficiales sobre el uso de la bicicleta en Kenia; aqu¨ª todav¨ªa se permiten en las calles¡±, concreta.
Es dif¨ªcil decir si las bicicletas est¨¢n en auge en Nairobi, porque no hay estudios sobre ellas. Sin embargo, seg¨²n Gitau, hay una revoluci¨®n en marcha. ¡°Si el Gobierno y los automovilistas empiezan a tomarse en serio a los ciclistas¡±, asegura entusiasmado, ¡°las cosas pueden avanzar r¨¢pido¡±. Y a?ade: ¡°Es m¨¢s, ya veo que las bicicletas el¨¦ctricas est¨¢n haciendo que la gente cambie sus ideas preconcebidas sobre los ciclistas. Cuando haya tambi¨¦n carriles bici, creo que ser¨¢ cuesti¨®n de tiempo ver bicicletas el¨¦ctricas y convencionales por todas partes en Nairobi¡±.
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