Una segunda oportunidad para los ni?os m¨¢s vulnerables de Abiy¨¢n
El Centro Amigo Doum¨¦ es una de las instituciones que trabaja con la infancia en riesgo de exclusi¨®n en la principal ciudad de Costa de Marfil, y les ofrecen formaci¨®n y acompa?amiento
Cada momento del d¨ªa, Yopougon palpita con el latido fren¨¦tico de uno de los barrios m¨¢s poblados y populares de Abiy¨¢n, la ciudad m¨¢s importante de Costa de Marfil, en el litoral oeste del continente africano. Mientras esa actividad intensa de tr¨¢fico, vendedores, visitantes y vecinos se desparrama por algunas de las calles de tierra que se pierden en el interior del barrio, en uno de sus l¨ªmites, un insospechado remanso de paz se acurruca en la laguna.
En medio de las calles de trazados sinuosos y de firmes arrasados por las temporadas de lluvias, en el imperio del urbanismo creativo, se levanta un alto muro que marca un l¨ªmite, incluso, para el estridente y constante sonido de las bocinas. M¨¢s all¨¢, se extiende un enorme jard¨ªn, que, llegados desde la intensidad del barrio popular, se presenta como una especie de vergel. Calma, silencio y apenas media docena de peque?as construcciones entre almacenes, corrales, habitaciones y zonas de vida comunitaria salpicados entre la vegetaci¨®n y los grandes ¨¢rboles. La laguna transmite la calma y los p¨¢jaros ponen la banda sonora. En ese entorno, un grupo de adolescentes y j¨®venes que han pasado por situaciones de calle o que han tenido problemas con la justicia, y cuyas familias no pueden mantener o que corren riesgo de caer en la din¨¢mica de delincuencia, encuentran una segunda oportunidad.
Se trata de 80 alumnos, menos de una cuarta parte de ellos en r¨¦gimen de internado, de entre 13 y 18 a?os, que reciben formaci¨®n profesional. Adem¨¢s de ser alfabetizados, son acompa?ados en su camino a la vida profesional y en la recuperaci¨®n del v¨ªnculo con sus familias. ¡°Como se dice aqu¨ª, en ?frica no hay ning¨²n ni?o sin familia. Y la verdad es que los resultados no son los mismos si no trabajamos con ellos¡±, confiesa Sylvestre Bini, el director del Centro Amigo Doum¨¦, gestionado por la Fundaci¨®n Amig¨®, vinculada a la orden religiosa de los Terciarios Capuchinos (amigonianos). Bini esgrime con satisfacci¨®n el 75% de ¨¦xito que arrojan sus estad¨ªsticas: tres de cada cuatro de estos ni?os podr¨¢n reintegrarse en sus familias, vivir de las profesiones que han aprendido en el centro y no volver¨¢n a tener problemas con la justicia.
Con m¨¢s satisfacci¨®n todav¨ªa, el director insiste en el cuidado y en el tes¨®n con el que se acompa?a a todos los ni?os que pasan por el centro, m¨¢s all¨¢ de la formaci¨®n. Ese m¨¦todo se refleja en que a¨²n tras el final de las ense?anzas a los chicos, los profesionales contin¨²an haciendo seguimiento hasta tres a?os despu¨¦s. ¡°En ocasiones los padres no quieren que el ni?o vuelva o, incluso, no es el mejor entorno para ¨¦l, pero, si no pueden ser los padres, buscamos un familiar cercano como referente¡±, se?ala. Esa complacencia no es triunfalismo porque conoce bien los casos de fracaso, los ni?os que huyen de centros como este o los que no llegan ni siquiera a conocer la posibilidad de recibir apoyo.
Las situaciones son diversas y, casi siempre, complejas. ¡°El director de otro centro me contaba que ten¨ªan un ni?o que cada noche lloraba y cuando le preguntaron por qu¨¦ lo hac¨ªa, el ni?o les explicaba que se sent¨ªa culpable porque ¨¦l estaba muy bien, pero eso supon¨ªa que su madre no tendr¨ªa para comer, porque era su trabajo en la calle lo que sosten¨ªa a la familia¡±, relata Bini. ¡°Todav¨ªa hay ni?os en la intemperie y los ves cuando sales. A veces no tenemos suficientes plazas para cubrir las necesidades¡±, se lamenta.
Los amigonianos llegaron al barrio porque en 1996 la situaci¨®n era tan apremiante que el obispo de Yopougon tuvo que pedir asistencia a la Iglesia
El fen¨®meno de los ni?os de la calle tiene una trayectoria muy particular en la ciudad de Abiy¨¢n y el Centro Amigo Doum¨¦ es el reflejo de esa necesidad social, que es m¨¢s bien una emergencia. En 1996, la situaci¨®n era tan apremiante que el obispo de Yopougon se vio obligado a pedir ayuda a la jerarqu¨ªa de la Iglesia, solicitando la asistencia de alguna congregaci¨®n que tuviese experiencia en el trabajo con j¨®venes en situaciones vulnerables. Fue as¨ª como los amigonianos llegaron al barrio e iniciaron la actividad del centro.
La aparici¨®n y el crecimiento del fen¨®meno de j¨®venes en situaci¨®n de desamparo en Costa de Marfil est¨¢ estrechamente ligado a un periodo de inestabilidad en el que las autoridades pol¨ªticas exacerbaron las diferencias ¨¦tnicas y territoriales para mantener su poder, lo que provoc¨® un importante deterioro de la convivencia y acab¨® desembocando en una guerra civil a partir de 2002. En esos a?os, debido a la miseria, los desplazamientos, las dificultades para cultivar tierras y la discriminaci¨®n llevaron a muchas familias a abandonar las zonas rurales y la precariedad de esos ni?os se multiplic¨®. Pronto se acostumbraron a la violencia como forma de subsistencia.
Las cosas no hicieron sino empeorar en los a?os siguientes mientras se preparaba la tormenta perfecta. Primero la guerra y despu¨¦s la espiral de violencia que sigui¨® a las elecciones de 2010. Esto propici¨® la aparici¨®n del fen¨®meno de les microbes (los microbios), grupos de ni?os y adolescentes con experiencias traum¨¢ticas de violencia que han tenido que buscarse la vida en las calles y que se convirtieron en la base de un grave problema de seguridad y de convivencia, sobre todo, en los barrios populares de Abiy¨¢n.
Aunque ese sea el origen del centro, su director se apresura a asegurar que les microbes acab¨®. La etiqueta renace recurrentemente de la mano de la prensa o de las reclamaciones de colectivos de vecinos ante las situaciones de inseguridad, pero Bini asegura que hoy el contexto es diferente. ¡°Primero fue la guerra y la posguerra. Los ni?os han pasado por esa experiencia hasta cerca de 2010; despu¨¦s lleg¨® el fen¨®meno de les microbes, pero ese tiempo ya pas¨®¡±, concreta.
¡°Ahora nos encontramos con familias de pueblos que env¨ªan a los ni?os a la ciudad y estos se encuentran con maltratos, por lo que prefieren escaparse. Tambi¨¦n hay familias especialmente pobres en las que los hijos se ven empujados a ir a la calle para ganar algo de dinero¡±, relata el director del Centro Amigo Doum¨¦. Aun as¨ª, reconoce que la violencia persiste. Por ejemplo, durante las ¨²ltimas elecciones de 2020, el fantasma volvi¨® a resurgir, porque aparecieron grupos que azuzaban la violencia. ¡°Volvimos a ver grupos de adolescentes que asaltaban coches y golpeaban a sus ocupantes en los cruces de las carreteras, pero afortunadamente, esa oleada no dur¨®¡±, confiesa Bini.
Cuando llegan al centro, eliminamos todas las etiquetas porque no es necesario que las condiciones y la problem¨¢tica de cada uno de ellos sea conocida por todos
El director intenta preservar a los ni?os con los que trabaja de una peligrosa estigmatizaci¨®n. ¡°Cuando llegan aqu¨ª eliminamos todas las etiquetas. Es lo que llamamos secreto educativo porque no es necesario que las condiciones y la problem¨¢tica de cada uno de ellos sea conocida por todos¡±, aclara el educador. En su experiencia, el hecho de deshacerse de las etiquetas, ya sea la de microbios o incluso la de ¡°ni?os de la calle¡±, les permite ganar en madurez. Bini asegura que cuando eso ocurre, la actitud en el proceso de formaci¨®n, en la manera de trabajar e, incluso, en la forma de vestirse cambia. La mayor parte intentan que esas experiencias pasen a formar parte del pasado.
Otros centros en Abiy¨¢n tambi¨¦n trabajan con ni?os que han tenido problemas con la justicia o que se encuentran en riesgo de exclusi¨®n. Incluso, el Estado ha intensificado, en los ¨²ltimos a?os, los programas destinados a no abandonar a su suerte a estos colectivos. Sin embargo, Bini lamenta que los recursos son todav¨ªa insuficientes y que en los ¨²ltimos tiempos han pasado momentos delicados, como los cinco meses que tuvieron que estar cerrados por el confinamiento durante la epidemia de la covid-19. ¡°Cuando pudimos volver a abrir, cinco de los chicos que ten¨ªamos como alumnos ya no regresaron¡±, se lamenta.
Sin embargo, este educador se aferra al alto porcentaje de ¨¦xito y a la metodolog¨ªa que parece acertada. ¡°Que los m¨¢s veteranos tutoricen a los reci¨¦n llegados nos funciona muy bien¡±, asegura. Divertido, recupera algunos casos que, aunque sabe que son anecd¨®ticos, dan una idea de las actividades. ¡°Uno de los chicos se hizo gendarme¡±, comenta Bini con satisfacci¨®n, ¡°de hecho hay uno que pas¨® por el centro y hoy es uno de nuestros formadores. No se trata de ense?arles solo un oficio, sino que damos una formaci¨®n humana e integral para prepararlos para vida¡±, sentencia mientras mira a un grupo de alumnos jugar a f¨²tbol.
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