Ser ni?o de la calle en Tanzania: ¡°La polic¨ªa nos persigue, nos pega; vivir as¨ª no tiene nada bueno¡±
Cientos de menores sobreviven sin techo, mendigando o trabajando, en este pa¨ªs africano. Unos 120 millones de ni?os en el mundo no tienen hogar, y 30 millones de ellos est¨¢n en ?frica?
Como a cualquier ni?o tanzano de 14 a?os, a Emmanuel (nombre ficticio) le gusta el pollo frito con arroz, las alubias y el zumo de frutas. Tambi¨¦n el f¨²tbol, tan popular en su pa¨ªs. ¡°Quiero ser como Van Dyjk, que juega en el Liverpool. De Tanzania me gusta Sako¡±, dice. Pero Emmanuel no es como cualquier ni?o tanzano de su edad. El chaval, que hoy viste una ra¨ªda y sucia camiseta rosa puesta del rev¨¦s, unos pantalones cortos y unas chanclas que dejan ver unos dedos mugrientos con la mayor¨ªa de las u?as rotas, vive en la calle. Cuenta que hace ya casi dos a?os que duerme en los soportales de los locales de tenderos y comerciantes, quienes abandonan al anochecer maderas y pal¨¦s que ¨¦l y sus compa?eros pueden utilizar como camastros. Y que se lava en el agua del r¨ªo o, cuando tiene dinero, en unos ba?os p¨²blicos. ¡°Me cobran alrededor de 500 chelines (alrededor de 20 c¨¦ntimos de euro). Por eso no lo hago a menudo¡±, confiesa.
Emmanuel reconoce que ha robado, pero insiste en que ahora se gana la vida mendigando. En los d¨ªas buenos, prosigue, puede conseguir hasta 6.000 chelines (2,20 euros), aunque normalmente no suele pasar de los 4.000 (algo menos de 1,5 euros). Su historia es, en realidad, parecida a la que cuentan cientos de ni?os que viven una situaci¨®n como la suya. ?l la explica as¨ª: ¡°Una tarde, jugando con un amigo, le hice da?o en el brazo. Fue sin querer, pero me dio miedo volver a mi casa por si mi padre me pegaba. Sol¨ªa golpearme cuando me saltaba el colegio, cuando no iba a la mezquita a rezar¡ Decid¨ª no regresar a casa. Escap¨¦ de mi pueblo y me vine a Dar es Salam¡±. En esta ciudad, la m¨¢s grande en poblaci¨®n y la de m¨¢s importancia econ¨®mica de Tanzania, encontr¨® a otro pu?ado de chavales con los que buscar formas de ganarse la vida y pasar acompa?ado las noches a la intemperie.
Los compa?eros de Emmanuel explican que ellos tambi¨¦n escaparon de sus casas por la violencia, o embebidos de una falsa idea de libertad, o por la pobreza extrema. Tanzania no es el mejor lugar para los ni?os, ni en a?os tempranos ni tampoco en edades m¨¢s avanzadas. El ¨²ltimo informe El estado Mundial de la Infancia de Unicef afirma que en este pa¨ªs fallecen al a?o 106.000 menores de cinco a?os; solo seis naciones en el mundo empeoran estas cifras en t¨¦rminos absolutos. El mismo estudio desgrana otras estad¨ªsticas pesimistas: la ratio de abandono escolar en la educaci¨®n secundaria es del 84% en chicos y del 88% en chicas. De nuevo, dos de las cifras m¨¢s altas del planeta.
En Tanzania mueren al a?o 106.000 menores de cinco a?os; solo seis naciones en el mundo empeoran estas cifras en t¨¦rminos absolutos, seg¨²n un informe de Unicef
Emmanuel dice que, desde que est¨¢ en la calle, no ha ido al colegio. Que, en realidad, solo ha completado cuatro cursos. Y que la zona que habitan, Kariako, es la mejor de toda la ciudad; por encontrarse repleta de comercios, el bullicio es constante desde primeras horas de la ma?ana hasta bien entrada la noche, y las posibilidades de conseguir dinero son mayores aqu¨ª que en otras ¨¢reas urbanas. Pero la vida es dif¨ªcil. ¡°Los chavales m¨¢s mayores nos tratan muy mal. Nos obligan a consumir droga; si no lo hacemos, no nos dejan dormir en los lugares m¨¢s c¨®modos. Con la polic¨ªa y los guardas de las tiendas tambi¨¦n tenemos problemas. Nos persiguen, nos pegan, nos amenazan con enviarnos a prisi¨®n¡ Vivir as¨ª no tiene nada bueno¡±, sentencia. Reconoce Emmanuel que hay trabajadores sociales locales que se preocupan por ellos, que los llevan a refugios y ONG. Aunque dice que esos sitios no le gustan, que no les dejan salir y que all¨ª no tienen libertad.
Resulta complejo establecer cu¨¢ntos ni?os viven en las calles tanzanas. En 2021, el Gobierno elabor¨® un estudio en las seis regiones m¨¢s importantes del pa¨ªs y concluy¨® que eran al menos 5.732 (4.583 ni?os y 1.149 ni?as), aunque estas cifras probablemente no reflejan la magnitud de la cuesti¨®n. En todo el mundo, la cifra de ni?os que pasan en la calle m¨¢s del 80% de su tiempo ¡ªtengan o no familia y duerman al raso o no¡ª asciende a 120 millones. De ellos, 30 millones se encuentran en ?frica, seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (ILO) y Unicef.
En Tanzania la pobreza juega un papel fundamental en todo ello, pues casi el 50% de los habitantes del pa¨ªs, una naci¨®n que cuenta con algo m¨¢s de 64 millones de habitantes, vive con menos de 1,80 euros al d¨ªa. La t¨ªa abuela de John (nombre ficticio), otro chico de 14 a?os, era una de las personas que engrosaban esta estad¨ªstica. ¡°Mis padres me dejaron con ella cuando se separaron. No pod¨ªa mantenerme, as¨ª que me llev¨® a una organizaci¨®n a que cuidaran de m¨ª. Pero no me gustaba ese lugar, eran muy r¨ªgidos, as¨ª que me escap¨¦¡±, cuenta. Lo hizo junto a un amigo y ambos trazaron un plan: limpiar¨ªan coches por las ma?anas en los sem¨¢foros, con el dinero que ganasen comer¨ªan y vivir¨ªan y, por las noches, buscar¨ªan cobijo en alguna calle de Kariako. ¡°Mi padre me vio un d¨ªa y enfureci¨®. Me llev¨® de nuevo con mi t¨ªa abuela y volv¨ª a huir. Pero no regres¨¦ a Kariako; all¨ª pod¨ªan verme otra vez¡±, dice.
John pasa los d¨ªas a varios kil¨®metros de Kariako, en una zona donde el traj¨ªn de coches y camiones de mercanc¨ªas tambi¨¦n resulta com¨²n y donde encuentra otras formas de ganarse la vida. A ¨¦l, explica, le da verg¨¹enza mendigar, as¨ª que ahora intenta hacer negocio con ca?a de az¨²car en un gran intercambiador urbano de Dar es Salam. Puede vender unas seis o siete bolsas al d¨ªa, cada una a 1.000 chelines (alrededor de 40 c¨¦ntimos), pero debe entregar la mitad al hombre que le provee. Del resto de ganancias, da 500 chelines al due?o de un cami¨®n que le deja dormir dentro de ¨¦l junto a otras muchas personas. John habla de soledad, de sue?os por cumplir. ¡°Llevo poco tiempo aqu¨ª, no puedo decir que tenga amigos con los que conversar, a los que contarles lo que me pasa. Cuando crezca quiero ser conductor. De camiones, de autobuses¡ Eso me da igual¡±, concluye.
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