El viaje con escolta de dos deportistas de Burkina Faso para competir y representar a una regi¨®n tomada por los yihadistas
Los j¨®venes, provenientes del Sahel, epicentro del terrorismo global, han recorrido en un convoy militar 300 kil¨®metros sorteando minas y ataques para participar en el campeonato nacional de lucha tradicional
¡°Cuando ves en las clasificaciones de lucha tradicional que dicen el nombre de todas las regiones menos la tuya, el Sahel, despu¨¦s no puedes dormir¡±, dice Issouf Diallo, de 22 a?os. Este joven proviene de Dori, capital de la regi¨®n administrativa de Sahel, la m¨¢s norte?a de Burkina Faso. Esta ciudad vive bajo bloqueo yihadista desde hace m¨¢s de dos a?os, lo que significa que solo hay una carretera que la conecta con el resto del pa¨ªs y no es siempre transitable debido a los peligros por ataques terroristas y minas explosivas. Pero Diallo lo ten¨ªa claro: ¡°Si te dicen que tienes que ir a representar a tu regi¨®n a nivel nacional, hay que ir, aunque sea en convoy militar¡±. Y as¨ª sucedi¨®.
Diallo compiti¨® del 27 de abril al 4 de mayo en las disciplinas de tiro con arco y lucha tradicional en el campeonato nacional que se disput¨® en la ciudad de Bobo-Dioulasso, en el suroeste del pa¨ªs, en el marco de la Semana Nacional de la Cultura. Este evento re¨²ne cada dos a?os a artistas, artesanos, grupos de baile, de canci¨®n tradicional, lucha tradicional y tiro con arco de las 13 regiones de Burkina Faso. Su compa?era de viaje, Kadiata Tamboura, de 25 a?os, gan¨® la tercera posici¨®n en lucha tradicional en categor¨ªa femenina. ¡°Estoy muy orgullosa de representar a mi regi¨®n y poder expresarme, mostrar nuestra resiliencia¡±, afirma.
El Sahel es la zona de Burkina Faso con m¨¢s personas desplazadas internas ¡ªal menos 500.000 de un total de dos millones¡ª seg¨²n el ¨²ltimo informe de Naciones Unidas, de finales de enero, como consecuencia de la violencia yihadista en la regi¨®n, que se ha visto acrecentada por la pobreza extrema y el cambio clim¨¢tico. Casi la mitad del territorio del pa¨ªs est¨¢ fuera del control del Estado.
Si te dicen que tienes que ir a representar a tu regi¨®n a nivel nacional, hay que ir, aunque sea en convoy militarIssouf Diallo
Tanto Diallo como Tamboura llevaban m¨¢s de dos a?os sin salir de Dori debido al control de las principales carreteras por grupos terroristas. Pero esta vez, gracias a la organizaci¨®n de un convoy militar que los acompa?¨® durante los 300 kil¨®metros que separan Dori de la capital, Uagadug¨², participaron en la Semana Nacional de la Cultura, que recibi¨® a al menos 1.535 artistas y deportistas de todo el pa¨ªs. ¡°Cada pocos kil¨®metros nos ten¨ªamos que parar; no sabes lo que hemos tenido que ver, por eso cant¨¢bamos para mantener la moral alta durante el trayecto¡±, asegura Tamboura.
De hecho, el convoy no solo acompa?aba a los artistas sahelianos, sino que a ¨¦l se unieron centenares de camiones cargados con v¨ªveres y gasolina, de los que dependen m¨¢s de un mill¨®n de personas que viven en esta regi¨®n, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica Burkin¨¦s. El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en ¨¢rabe), es una de los agrupaciones yihadistas m¨¢s activas en el Sahel, y monta puestos de control en las carreteras para ¡°revisar la identidad de la persona, robar motos, comida o gasolina, as¨ª como hacer pagar un peaje a cambio de seguridad¡±, seg¨²n este informe de la organizaci¨®n de seguimiento de conflictos ACLED.
El deporte como v¨ªa de escape
Kadiata Tamboura practica la lucha tradicional, un deporte normalmente reservado para hombres. ¡°Antes de empezar, la gente ya me desanimaba, pero dej¨¦ de escuchar el qu¨¦ dir¨¢n y segu¨ª¡±, explica la joven, que vuelve a casa con un premio de 100.000 francos (152 euros). Diallo no ha tenido la misma suerte, pero tampoco las mismas oportunidades. ¡°Esper¨¦ cuatro meses a que llegara a Dori la madera para construir el arco y las flechas, pero no fue hasta llegar a Bobo-Dioulasso que pude practicar de nuevo¡±. De noche, cuando no hab¨ªa competici¨®n, sus compa?eros encend¨ªan las linternas del m¨®vil e improvisaban un centro de entrenamiento de tiro con arco en el estadio Sangoul¨¦ Lamizana de Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad en importancia del pa¨ªs.
Salir de Dori supuso respirar de nuevo para estos dos j¨®venes. ¡°Nos hemos relajado un poco¡±, dice Tamboura, que comparti¨® viaje junto con 15 j¨®venes m¨¢s. ¡°Un d¨ªa est¨¢bamos durmiendo y una puerta se cerr¨® de golpe, todo el mundo se despert¨® asustado, no vivimos tranquilos¡±, recuerda la joven, que estudia producci¨®n de ganader¨ªa, una profesi¨®n que le viene de familia.
Antes sal¨ªa a las afueras de la ciudad con el ganado, ahora a las seis de la tarde estoy encerrada en casaKadiata Tamboura
La mayor¨ªa de la poblaci¨®n de la regi¨®n del Sahel es de la etnia peul, tambi¨¦n conocida como fulani, caracter¨ªstica por ser n¨®mada, ganadera y ahora una de las m¨¢s estigmatizadas, acusada de tener relaci¨®n con el terrorismo por la fuerte presencia de miembros de la misma en grupos yihadistas. La ciudad de Dori era uno de los mercados de ovejas, corderos y vacas m¨¢s activos del Sahel, ya que conectaba con Mal¨ª y N¨ªger. ¡°Antes sal¨ªa a las afueras de la ciudad con el ganado, ahora a las seis de la tarde estoy encerrada en casa¡±, afirma Tamboura.
Diallo estudia Sociolog¨ªa en el Centro Universitario de Dori. Aunque el sol saheliano no asoma en Bobo-Dioulasso, Diallo lleva puesto el sombrero propio de su etnia, llamado tinguar¨º en idioma fulani. ¡°?l tiene m¨¢s miedo que yo porque es hombre¡±, dice Tamboura se?alando a su compa?ero.
Vivir en el epicentro del terrorismo mundial
Mal¨ª, Burkina Faso y N¨ªger, es decir, la parte central de la regi¨®n subsahariana de ?frica, se ha convertido en el epicentro del terrorismo, con una de cada tres muertes en el mundo como consecuencia del yihadismo, seg¨²n el informe publicado por el Instituto para la Econom¨ªa y la Paz. Aunque Tamboura no lo ha le¨ªdo, lo tiene claro: ¡°Ahora mismo los j¨®venes han tomado conciencia de que solo la lucha nos puede liberar, que hay que levantarse, unirse y defenderse. Hay muchos j¨®venes que se han unido con los Voluntarios de Defensa de la Patria¡±, dice, en referencia a unas milicias ciudadanas con m¨¢s de 50.000 inscritos y armados por el Gobierno, que act¨²an al lado del ej¨¦rcito.
¡°Incluso las mujeres juegan un rol important¨ªsimo¡±, asegura Diallo, a lo cual Tamboura no responde. A la pregunta de cu¨¢l es ese rol, el joven se limita a decir que con la inseguridad existente, hay informaciones que no se pueden decir.
De momento, tanto Tamboura como Diallo esperan volver a Dori lo antes posible, aunque no saben cu¨¢ndo podr¨¢n hacerlo. Hay que esperar el convoy de vuelta y esto depende de decisiones militares. Diallo no quiere hablar de inseguridad, solo del futuro. ¡°Tengo el bast¨®n de gu¨ªa [insignia de la etnia peul y una herramienta hist¨®rica para guiar el reba?o] y por ahora me gustar¨ªa trabajar en la funci¨®n p¨²blica¡±, dice. No le hace falta ir muy lejos, ya que ¡°las cosas extraordinarias tambi¨¦n pueden pasar en la capital del Sahel¡±, una regi¨®n d¨®nde 8 de cada 10 j¨®venes est¨¢n fuera del sistema educativo y sin trabajo.
Aarouna, entrenador de Diallo y Tamboura, as¨ª como impulsor de la lucha tradicional en el Sahel, afirma: ¡°Hay j¨®venes que estudian, otros que trabajan y algunos que no hacen nada, as¨ª que el deporte es una manera de organizarlos y que no se dediquen a otras actividades¡±. ¡°Cuando dices que vienes del Sahel, la gente se sorprende¡±, explica Aarouna. ¡°Con la lucha tradicional no buscamos hacer da?o al adversario, sino hacer que quede con la espalda en el suelo¡±, dice el entrenador.
Es un deporte que requiere pasi¨®n y tradici¨®n. Durante el combate, los griots [narradores tradicionales] cantan y hacen m¨²sica para recordar a los luchadores que ¡°sus ancestros lo hac¨ªan mejor¡± y as¨ª motivarlos. ¡°Entrenamos los fines de semana, pero hay muchos estudiantes que tambi¨¦n tienen que trabajar, as¨ª que se complica¡±, cuenta Aarouna, que concluye: ¡°No podemos salir de la ciudad, pero nos esforzamos en seguir haciendo nuestra vida¡±.
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