Pumla Gobodo-Madikizela, ganadora del Templeton Prize 2024: ¡°La justicia entendida como castigo no es sanadora¡±
Viaj¨® a los infiernos para encontrarse con Eugene de Kock, el polic¨ªa que hab¨ªa personificado la brutalidad racista del ¡®apartheid¡¯. La obra de esta sudafricana ofrece miradas in¨¦ditas sobre el perd¨®n y la reconciliaci¨®n colectivos
En 1998, Pumla Gobodo-Madikizela (69 a?os) era psic¨®loga en la Comisi¨®n para la Verdad y la Reconciliaci¨®n de Sud¨¢frica, creada dos a?os antes para sembrar la convivencia entre negros y blancos tras d¨¦cadas de apartheid. Buscando lecturas en una librer¨ªa de segunda mano, top¨® con Dead Man Walking, obra autobiogr¨¢fica de Helen Prejean, la monja que encarn¨® Susan Sarandon en una pel¨ªcula coprotagonizada por Sean Penn y traducida en Espa?a como Pena de muerte. Gobodo-Madikizela devor¨® esta sobrecogedora historia de culpa y redenci¨®n. Y quiso emular a Prejean entrevist¨¢ndose en numerosas ocasiones con Eugene de Kock, un expolic¨ªa al que la prensa hab¨ªa bautizado como ¡°prime evil¡± (mal supremo u originario) por su historial de torturas y asesinatos contra miembros de la resistencia antiapartheid.
Gobodo-Madikizela, que atiende a este peri¨®dico por videoconferencia, diseccion¨® aquellos encuentros en su libro de 2003 A human being died that night (¡±un ser humano muri¨® aquella noche¡±, no traducido al espa?ol). Sus investigaciones han ensanchado los m¨¢rgenes de nociones tan espinosas como el perd¨®n no exento de justicia o la sanaci¨®n colectiva tras ¨¦pocas de violencia. Su trabajo ha contribuido a pacificar otros pa¨ªses africanos como Ruanda. A principios de junio, la Fundaci¨®n Templeton le concedi¨® su premio anual, en cuyo palmar¨¦s destacan el Dal¨¢i Lama, la primat¨®loga Jane Goodall o el Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsin.
Pregunta. ?Fue su relaci¨®n con De Kock un proceso duro a nivel personal?
Respuesta. Fue, ante todo, una b¨²squeda. Nunca pens¨¦ que ser¨ªa f¨¢cil, que encontrar¨ªa respuestas sencillas. En Sud¨¢frica se hab¨ªa abierto un espacio para este tipo de conversaciones, pero lo que yo hice ten¨ªa algo de contraintuitivo respecto a lo que se supon¨ªa que deb¨ªa suceder. En mis encuentros con ¨¦l, experiment¨¦ con frecuencia una sensaci¨®n de irrealidad.
P. ?C¨®mo reaccion¨® la comunidad negra de Sud¨¢frica? ?Hay quien la vio como una traidora?
R. Predomin¨® la sorpresa, como una intriga ¡ªsobre todo entre las v¨ªctimas m¨¢s afectadas por el apartheid¡ª en cuanto a la misma posibilidad de perdonar, incluso, a quien hab¨ªa matado a tus seres queridos. Que yo sepa, nadie me acus¨® de traicionar a mi comunidad, lo que no significa que todos los negros sudafricanos abrazaran alegremente, llenos de gracia, a De Kock o a personajes similares.
P. Para mucha gente, ¨¦l sintetizaba el mal, la brutalidad m¨¢s cruda de la opresi¨®n de blancos contra negros.
R. Recuerdo una an¨¦cdota durante las sesiones de la comisi¨®n [de investigaci¨®n de cr¨ªmenes del apartheid]. De Kock estaba exponiendo en detalle las atrocidades que hab¨ªa cometido. Y el p¨²blico, negros en su mayor¨ªa, empez¨® a aplaudir. Me impact¨® profundamente. Ven¨ªamos de d¨¦cadas de total secretismo: escuchar por fin la verdad sin tapujos, y contada precisamente por quien hab¨ªa protagonizado cr¨ªmenes horribles, fue un momento de revelaci¨®n. Permiti¨® abrir una senda hacia la sanaci¨®n del pa¨ªs.
P. Supongo que, entre los ciudadanos blancos, una figura como De Kock ayud¨® a limpiar conciencias. ?l hizo el trabajo sucio, pero ?fue m¨¢s culpable que los dirigentes del apartheid o que todos los que se beneficiaron de ¨¦l?
R. De Kock obedec¨ªa ¨®rdenes y estaba convencido de que proteg¨ªa a la comunidad blanca. Durante d¨¦cadas, los activistas antiapartheid aparecieron ante la opini¨®n p¨²blica como el anticristo, en ese contexto de r¨¦gimen que tuvo que redefinir qu¨¦ era o no moral. Muchos blancos quisieron pasar p¨¢gina lo antes posible, argumentando que los criminales ya hab¨ªan sido juzgados y que ellos se hab¨ªan mantenido al margen de todo aquel horror. No era m¨¢s que una proyecci¨®n de su propia responsabilidad sobre gente como De Kock, al que trataron como un apestado.
P. Usted hizo lo contrario. Una vez que lo visit¨® en prisi¨®n, lleg¨® a sostener su mano temblorosa.
R. Entonces ya no pensaba en ¨¦l como un hombre malvado sin m¨¢s, sino como alguien que hab¨ªa hecho cosas monstruosas, s¨ª, pero conservaba un lado humano. Recuerdo que, al alejarme de la prisi¨®n, me asalt¨® un pensamiento que me hizo cuestionarme: ¡°?Lo he tocado, he mostrado empat¨ªa!¡±. Pero el momento hab¨ªa sido genuino: ?por qu¨¦ lo cuestionaba? En buena medida, escrib¨ª el libro para intentar entender el significado profundo de aquel momento, nuestra resistencia a acoger a personas que muestran se?ales de querer volver a los dominios de la moralidad humana.
A m¨ª me interesa un tipo de justicia en el que la experiencia como v¨ªctima aliente un cambio en el autor del crimen
P. ?Es la confusi¨®n entre justicia y revancha el principal obst¨¢culo hacia la concordia en sociedades traumatizadas?
R. Podemos concebir la justicia como castigo, pero en mi opini¨®n esto no es sanador. Debemos preguntarnos cu¨¢l es el objetivo de las decisiones que tomamos. A m¨ª me interesa un tipo de justicia en el que la experiencia como v¨ªctima aliente un cambio en el autor del crimen, le abra la posibilidad de una nueva vida como ciudadano moral, lo cual puede ser mucho m¨¢s gratificante que verlo sufrir.
P. ?Se puede perdonar a alguien y, al mismo tiempo, querer que vaya a la c¨¢rcel?
R. La cuesti¨®n es por qu¨¦ queremos que vaya a la c¨¢rcel. Si es para que sufra, esa motivaci¨®n colisiona con la idea misma de perd¨®n. He trabajado mucho en Ruanda, y all¨ª he visto a v¨ªctimas que ten¨ªan como vecinos a los asesinos de sus seres queridos. Algo as¨ª solo es posible cu¨¢ndo hay un prop¨®sito: construir algo nuevo, un futuro en el que los hijos de v¨ªctimas y perpetradores vivan libres del af¨¢n de revancha, que siempre se perpet¨²a a s¨ª mismo.
Como dec¨ªa Hannah Arendt, el perd¨®n es la posibilidad de empezar de nuevo
P. No debe de ser f¨¢cil ver todos los d¨ªas al que mat¨® a tu marido o a tu hijo.
R. La clave es que tu perd¨®n no d¨¦ al otro carta blanca para no asumir su responsabilidad. He tratado en Ruanda con perpetradores que, concedido el perd¨®n, pretendieron ignorar su pasado, dejar de hablar de lo que hicieron. Y tambi¨¦n con otros que acarrean un profundo remordimiento y saben que cada d¨ªa han de rendir cuentas, ante s¨ª mismos y ante su comunidad. No hasta el punto de destruirse, pero s¨ª sabiendo que su responsabilidad ineludible pasa por vivir una vida moral. Como dec¨ªa Hannah Arendt, el perd¨®n es la posibilidad de empezar de nuevo.
P. Su apuesta para la reconciliaci¨®n colectiva, a la que llama b¨²squeda reparativa, aborda el perd¨®n como actitud que beneficia a la v¨ªctima y tiene adem¨¢s un potencial expansivo.
R. Al perdonar, inyectas en ti mismo y en el mundo algo muy poderoso. Esto no quiere decir que se evapore de pronto la rabia o la tristeza. Se trata m¨¢s bien de saber que existe otra forma posible de relacionarte con tu dolor y con aquel que lo caus¨®, algo que empodera enormemente.
Sud¨¢frica nunca podr¨¢ erradicar por completo los fantasmas de su pasado
P. Al reflexionar en terrenos tan resbaladizos, entiendo que le habr¨¢n asaltado un sinf¨ªn de dudas. Pienso en una en concreto: ?hasta qu¨¦ punto tratar de entender el mal es justificarlo?
R. Mi obra es un continuo di¨¢logo conmigo misma, un pensar y repensar, un tomar riesgos, un imaginar futuros posibles, una redefinici¨®n de t¨¦rminos dif¨ªciles. Su pregunta me ha hecho recordar lo que dec¨ªa [el cineasta] Claude Lanzmann sobre la obscenidad de entender el Holocausto jud¨ªo, al que consideraba pura maldad. En mi opini¨®n, procurar que ciertas cosas no vuelvan a ocurrir hace que merezca la pena hacernos preguntas valientes.
P. ?Dir¨ªa que la sociedad sudafricana est¨¢ plenamente reconciliada?
R. El legado del apartheid, que se bas¨® en una segregaci¨®n espacial, es que los descendientes de negros siguen confinados en las ¨¢reas m¨¢s pobres y las nuevas generaciones de blancos, que han heredado la riqueza de sus ascendientes, en las m¨¢s ricas. Esta estructura social ha dificultado una verdadera reconciliaci¨®n. No se ha abordado adecuadamente una justicia econ¨®mica.
P. ?Sigue siendo la raza un elemento determinante en las relaciones entre negros y blancos?
R. El racismo fundamenta las pol¨ªticas de opresi¨®n, ya sea a trav¨¦s del colonialismo, la esclavitud, el apartheid o la violencia genocida contra grupos deshumanizados. Muestra su feo rostro incluso en las sociedades m¨¢s progresistas, tengan o no cuestiones de reconciliaci¨®n pendientes. Sud¨¢frica nunca podr¨¢ erradicar por completo los fantasmas de su pasado.
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