Los paramilitares de Sud¨¢n siembran el terror con la violencia sexual contra las mujeres
Desde el estallido de la guerra civil en el pa¨ªs, las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido han recurrido a estos abusos como un arma m¨¢s para atemorizar, castigar, controlar y expulsar a la poblaci¨®n
Desde que estall¨® la guerra civil en Sud¨¢n, en abril de 2023, unas 10 millones de personas han huido de casa en busca de un lugar m¨¢s seguro, en la que se considera la mayor crisis de desplazados del mundo. Millones de personas m¨¢s han quedado, sin embargo, atrapadas atr¨¢s, tambi¨¦n en territorios ocupados por las temidas Fuerzas de Apoyo R¨¢pido paramilitares, una de las dos principales partes beligerantes.
En las zonas bajo su control, y en menor medida en las que controla el ej¨¦rcito regular, se han producido todo tipo de atrocidades: campa?as de limpieza ¨¦tnica, matanzas, uso de ni?os soldado, detenciones por perfil ¨¦tnico, torturas, quema de pueblos, saqueos. En este contexto, la violencia sexual est¨¢ siendo una de las formas m¨¢s extendidas para sembrar el terror entre la poblaci¨®n civil, aunque tambi¨¦n una de las m¨¢s dif¨ªciles de documentar.
En el caso de las mujeres y las ni?as, que son las v¨ªctimas principales, las agresiones y la explotaci¨®n sexual suelen ir acompa?adas de otras formas de violencia como secuestros, palizas, torturas, trabajo forzado ¡ªcocinar, prestar servicios dom¨¦sticos y recoger cosechas¡ª y abuso verbal, seg¨²n han documentado organizaciones de derechos humanos.
¡°Hasta ahora hemos documentado 194 casos de violencia sexual relacionada con el conflicto¡±, se?ala Sulaima Ishaq, directora de la Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer, afiliada al ministerio de Asuntos Sociales de Sud¨¢n. ¡°[Pero sabemos] que es b¨¢sicamente la punta del iceberg, quiz¨¢s solo refleje un 2% de lo que realmente ocurre¡±, desliza. ¡°La situaci¨®n de las mujeres y las ni?as [en Sud¨¢n] se deteriora cada d¨ªa¡±, lamenta Ishaq. ¡°Est¨¢n pagando un precio muy alto en esta guerra¡±.
Infierno en Jartum
Uno de los primeros lugares donde se registraron casos de violencia sexual generalizada fue en las tres ciudades que conforman la capital del pa¨ªs y donde estall¨® inicialmente la guerra: Jartum, Omdurman y Bahri. Una investigaci¨®n reciente de Human Rights Watch (HRW), centrada en estas ciudades y apoyada principalmente en proveedores de atenci¨®n sanitaria, cont¨® un total de 262 supervivientes entre abril de 2023 y febrero de 2024.
La mayor¨ªa de casos en la zona de la capital se han atribuido a los paramilitares, que son quienes controlan la mayor parte, y han afectado sobre todo a mujeres y ni?as sudanesas, pero tambi¨¦n a refugiadas. Seg¨²n un informe de febrero de la oficina de la ONU para los derechos humanos (ACNUDH), m¨¢s de la mitad de los incidentes de violencia sexual en Jartum se producen en el interior de residencias, mientras que otros tienen lugar en la calle.
Casi un tercio de los incidentes documentados por HRW fueron violaciones en grupo, en ocasiones de m¨¢s de una v¨ªctima a la vez. Afectaron desde a ni?as de nueve a?os hasta a mujeres mayores
Casi un tercio de los incidentes compartidos con HRW, ocurridos entre mayo y noviembre del a?o pasado, fueron violaciones en grupo perpetradas por entre dos y cinco miembros de las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido. En algunos casos, adem¨¢s, estas violaciones se cometieron contra m¨¢s de una v¨ªctima a la vez, en ocasiones varias mujeres de la misma familia. Y afectaron desde a ni?as de nueve a?os hasta a mujeres mayores.
Un fen¨®meno alarmante que est¨¢ acompa?ando algunos de estos casos de violencia sexual cometidos por los paramilitares son los matrimonios forzados e infantiles de las v¨ªctimas. En algunos casos, las familias se han visto obligadas a aceptarlo por el poder sin control de las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido, o han accedido a hacerlo por desesperaci¨®n econ¨®mica o creyendo que proteger¨ªan a una mujer o ni?a de otras futuras violaciones, seg¨²n HRW.
Aunque la mayor¨ªa de casos de violencia sexual en la capital sudanesa han sido cometidos por los paramilitares, otros se han atribuido a soldados del ej¨¦rcito regular. En los ¨²ltimos meses, los militares han logrado recuperar poco a poco territorio en Omdurman, pero su avance ha ido acompa?ado de numerosos casos de violencia sexual, seg¨²n un art¨ªculo reciente del medio brit¨¢nico The Guardian basado en m¨¢s de dos docenas de testimonios.
En muchos de estos casos, que tienden a denunciarse menos por temor a represalias, las mujeres afirmaron que mantener relaciones sexuales con soldados fue su ¨²nica forma de lograr comida, en un contexto de hambre generalizada. Aun as¨ª, Ishaq apunta que el 95% de casos que ha confirmado su unidad fueron perpetrados por los paramilitares.
Aunque menos documentada, la violencia sexual tambi¨¦n se ha utilizado contra hombres y ni?os en Jartum, principalmente en las decenas de centros de detenci¨®n ¡ªmuchos de ellos informales¡ª que controlan tanto los paramilitares como el ej¨¦rcito regular en la zona de la capital, seg¨²n revel¨® en un informe de finales del a?o pasado elaborado por un grupo de abogados de derechos humanos sudaneses conocidos como Abogados de Emergencia.
Un miembro de este grupo asegura, en condici¨®n de anonimato, que hasta ahora han confirmado seis casos de violaci¨®n en centros de detenci¨®n y que han documentado tres: una mujer extranjera a manos de los paramilitares, una ni?a de 13 a?os a manos de un grupo aliado del ej¨¦rcito, y un joven trans en un campamento del ej¨¦rcito.
¡°El uso de la violencia sexual como arma contra las mujeres es sistem¨¢tico¡±, afirma por tel¨¦fono el mismo abogado, que subraya que, en el caso de los ni?os y hombres, ¡°la mayor¨ªa de los casos de violencia sexual se produce en centros de detenci¨®n¡±. ¡°Fuera de estos no hemos documentado ning¨²n caso de violencia sexual contra varones¡±, explica.
Terror rural
M¨¢s all¨¢ de la capital y otras grandes ciudades, informes recientes han empezado a arrojar luz sobre el uso sistem¨¢tico de la violencia sexual por parte de paramilitares tambi¨¦n en zonas rurales ocupadas. All¨ª, la mayor dispersi¨®n de la poblaci¨®n, las limitaciones de acceso a servicios, la menor organizaci¨®n social, los apagones de internet y una sociedad a¨²n m¨¢s conservadora hacen mucho m¨¢s dif¨ªcil dar a conocer y documentar atrocidades.
Una de las regiones m¨¢s castigadas hasta ahora ha sido Jazira, al sur de Jartum y ocupada por las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido a finales de 2023 en una ofensiva rel¨¢mpago que empuj¨® hacia otras partes del pa¨ªs a cientos de miles de personas. Una de las ¨²nicas instancias en las que Jazira recibi¨® atenci¨®n internacional fue a principios del pasado junio, cuando un asalto paramilitar sobre la localidad de Wad Al Nora dej¨® m¨¢s de un centenar de muertos.
Un informe publicado en julio por la prestigiosa Iniciativa Estrat¨¦gica para las Mujeres en el Cuerno de ?frica (SIHA) concluy¨® que la violencia sexual de los paramilitares en Jazira ha sido muy extendida pese a haber recibido poca atenci¨®n. Al igual que ocurre en la capital, la mayor¨ªa de denuncias se corresponden a violaciones en grupo, lo que sugiere una campa?a ¡°dise?ada para instigar terror¡± y asegurar el control sobre la poblaci¨®n local.
Cuando las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido invaden una aldea, su primera ola de violencia tiene por objetivo asegurar su control, aunque luego mantengan una presencia f¨ªsica escasa o nula, seg¨²n el informe de SIHA. Al entrar, sus miembros suelen disparar al aire, saquear negocios, y asaltar viviendas en busca de combatientes y soldados del ej¨¦rcito, matando a hombres y ejerciendo violencia sexual contra mujeres y ni?as.
Despu¨¦s de esta primera ola inicial de violencia, SIHA se?ala que parecen producirse otras dos en zonas donde los paramilitares ya se han asegurado un cierto grado de control. En estos casos, la violencia sexual puede ir acompa?ada de secuestros y de matrimonios forzados y se centra m¨¢s bien en mujeres concretas, en su mayor¨ªa con presencia p¨²blica, como personal sanitario y trabajadoras del sector informal, o como represalias selectivas.
Este uso extendido de la violencia sexual, junto al resto de atrocidades, y la persecuci¨®n selectiva de mujeres presentes en el espacio p¨²blico propaga el miedo entre los locales muy r¨¢pidamente, lo que, seg¨²n SIHA, permite a los paramilitares someter y asegurarse el control de los lugares rurales que invaden, aunque no est¨¦n presentes en todo momento. Tambi¨¦n les sirve para desincentivar que la gente se re¨²na y acuda a servicios sanitarios.
¡°La violencia sexual siembra el terror y creemos que, como las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido carecen de capacidad administrativa y est¨¢n muy interesadas en el saqueo, les interesa el desalojo forzoso [de la poblaci¨®n]; vaciar de locales, en la medida de lo posible, las ciudades y los pueblos que est¨¢n ocupando¡±, considera Hala Al-Karib, directora regional de SIHA.
Tanto Al Karib como Ishaq apuntan que los mismos patrones de violencia sexual documentados en Jazira se han replicado en otras zonas rurales de Sud¨¢n posteriormente ocupadas de forma total o parcial por los paramilitares, como el Estado de Sennar, al sur de Jazira y con frontera con Etiop¨ªa y Sud¨¢n del Sur.
Esclavitud en Darfur
La violencia sexual ya fue una de las principales armas de guerra de las milicias a las que el r¨¦gimen del exdictador Omar Al Bashir subcontrat¨® la campa?a de contrainsurgencia que dio lugar al genocidio de Darfur de principios de siglo; las mismas que a?os m¨¢s tarde se institucionalizaron en las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido. Ahora, en la guerra civil en curso, estos mismos cr¨ªmenes se est¨¢n cometiendo a escala mucho mayor por todo el pa¨ªs.
Un informe de un panel de expertos de la ONU filtrado a finales del a?o pasado, despu¨¦s de que los paramilitares se hicieran con el control de casi todo Darfur ¨Dsu feudo tradicional¨D ya subray¨® que la violencia sexual en la regi¨®n en el marco de su ofensiva no solo fue generalizada, sino que se intensific¨® a medida que avanzaba el conflicto. Entre abril y agosto de 2023, observadores locales ya hab¨ªan registrado 262 violaciones.
El mismo informe, que tambi¨¦n se?alaba que era muy probable que la cifra de violaciones real fuera mucho m¨¢s elevada debido a que muchos casos no se denuncian, not¨® que la falta generalizada de acceso a atenci¨®n sanitaria en la regi¨®n, y el miedo al estigma y la marginaci¨®n por parte de sus propias comunidades dificultan poder hacer un seguimiento m¨¢s preciso sobre el alcance real de estas violaciones.
En Darfur, las ni?as y mujeres corren un riesgo particularmente alto de ser violadas en campos de desplazados internos, mientras huyen en busca de lugares seguros, en puestos de control durante desplazamientos, y en sus propios hogares, seg¨²n el anterior informe. Adem¨¢s, en Darfur la violencia sexual tambi¨¦n tiene un marcado car¨¢cter ¨¦tnico, y las principales v¨ªctimas son ni?as y mujeres de comunidades locales no ¨¢rabes.
Ishaq, de la Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer, explica que ahora tienen tambi¨¦n conocimiento de la existencia de mercados en Darfur en los que se est¨¢ traficando con ni?as y mujeres, que en ocasiones son incluso trasladadas a la fuerza fuera de Sud¨¢n. En Darfur se lamenta desde hace a?os la falta de rendici¨®n de cuentas por los cr¨ªmenes cometidos contra la poblaci¨®n local desde hace dos d¨¦cadas. Y muchos consideran que esta falta de justicia ha allanado el camino a los cr¨ªmenes actuales en el resto de Sud¨¢n.
¡°En 2019, cuando el r¨¦gimen de Al Bashir fue derrocado tras la revoluci¨®n de Sud¨¢n, el Gobierno de transici¨®n presion¨® mucho a la ONU para que pusiera fin a la misi¨®n de mantenimiento de la paz conjunta con la Uni¨®n Africana [en Darfur], que hasta cierto punto hab¨ªa mantenido mecanismos de observaci¨®n de los derechos humanos y reducido la capacidad de los [paramilitares] para cometer violaciones extremas¡±, se?ala Al Karib.
¡°Tras la cancelaci¨®n de la misi¨®n a finales de 2020, la violencia en Darfur se exacerb¨® considerablemente¡±, agrega la directora de SIHA. ¡°A las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido no les importa su imagen; su esencia como instituci¨®n es dominaci¨®n, control y desposesi¨®n¡±
Atrapadas y solas
Los combates, las restricciones a la circulaci¨®n, la destrucci¨®n de instalaciones sanitarias, la ocupaci¨®n de hospitales, los ataques contra personal m¨¦dico y sociedad civil, el bloqueo de la ayuda humanitaria y los saqueos, sumados al estigma social entorno a la salud sexual y reproductiva, forman una barrera de obst¨¢culos muy dif¨ªcil de sortear para que las v¨ªctimas puedan acceder a atenci¨®n sanitaria de emergencia y a apoyo psicosocial.
Las consecuencias para las v¨ªctimas son muy profundas. HRW se ha hecho eco de casos de infecciones de transmisi¨®n sexual y hemorragias vaginales, hematomas y otras lesiones provocadas durante las violaciones que, en al menos cuatro ocasiones, causaron la muerte de la v¨ªctima. Muchas han quedado embarazas despu¨¦s de no haber podido acceder a una anticoncepci¨®n de emergencia ni al aborto. Y las supervivientes presentan s¨ªntomas de estr¨¦s postraum¨¢tico, depresi¨®n, miedo, insomnio, ansiedad y pensamientos suicidas.
¡°La gente est¨¢ atrapada. Todos lo estamos de diferentes maneras, y esto est¨¢ afectando la forma en que realmente se pueden gestionar los casos [de violencia sexual]: encontrar apoyo a la salud y apoyo social¡±, nota Ishaq.
En paralelo a la violencia sexual perpetrada por las partes beligerantes, el rosario de crisis que atraviesa Sud¨¢n tambi¨¦n ha incrementado de forma preocupante el riesgo de sufrir violencia marchista en el ¨¢mbito dom¨¦stico. En esta l¨ªnea, se estima que unas 6,5 millones de mujeres podr¨ªan padecer este tipo de violencia, de acuerdo con el Fondo de Poblaci¨®n de la ONU, que cuenta con unos 60 espacios seguros de prevenci¨®n y respuesta.
Organizaciones feministas y de derechos humanos se?alan que desde el exterior de Sud¨¢n se puede contribuir a afrontar esta lacra de violencia sexual con mayores ayudas a grupos que est¨¦n documentando estos cr¨ªmenes y a establecer puntos de servicios y centros de atenci¨®n, incluidas cl¨ªnicas, dentro del pa¨ªs, para registrar casos y atender a las v¨ªctimas. HRW, por su parte, pide a la ONU y a la Uni¨®n Africana que formen una nueva misi¨®n de protecci¨®n de civiles en Sud¨¢n cuyo mandato incluya atajar la violencia sexual. ¡°El mundo debe mirarnos con una mirada humanitaria y no olvidarnos. No se olviden de Sud¨¢n¡±, reclama Ishaq.
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