Andr¨¦ Ramos, de narco a l¨ªder de proyectos sociales en R¨ªo de Janeiro
La vida de este ex delincuente dio un giro inesperado gracias a un programa de reinserci¨®n. Ahora contribuye en la integraci¨®n de otros que, como ¨¦l, lograron salir del mundo de las drogas
Era una tarde dorada de enero de 2013 en favela Fallet, debajo del Cristo Redentor, en R¨ªo de Janeiro. Estaba a tope gestionando la relaci¨®n con comunidades, empresas, gobierno, ¨®rganos consultivos de las Naciones Unidas. Me llamaron desde la porter¨ªa de la asociaci¨®n vecinal donde lanz¨¢bamos un proyecto. Un chico quer¨ªa verme, era Andr¨¦ Ramos (36 a?os). Sin dinero, hab¨ªa cogido cuatro autobuses y viajado cuatro horas para pedirme participar en el proyecto de empoderamiento de l¨ªderes. Ya no hab¨ªa plazas, pero el centellar de sus ojos, su tenacidad y su historia me inspiraron a hacerle hueco sin dudarlo.
Ramos siempre ha sido un l¨ªder, pero hoy encabeza proyectos de sostenibilidad: ¡°Integro a ex-presos del sistema penitenciario en la sociedad, como hicieron conmigo. Tambi¨¦n soy taxista, gu¨ªa tur¨ªstico, pastor y padre de Luis¡±.
Como hacemos cuando colaboramos en proyectos, en mayo de 2022 hicimos esta entrevista, inmersos en el contexto local. Caminamos por Galinha, Baiana o Fazendinha, algunas de las decenas de favelas que componen el Complexo do Alem?o, considerado el mayor supermercado de armas y drogas de Am¨¦rica Latina, y hogar para m¨¢s de 180 mil trabajadores.
La historia de Ramos representa la de muchas personas en Brasil. Naci¨® en Santa Margarida (Provincia de Minas Gerais, al sudeste del pa¨ªs) y migr¨® con su madre y siete hermanos a R¨ªo. ¡°Busc¨¢bamos el sue?o de una vida mejor en la ciudad grande, pero terminamos viviendo en sus calles. Vend¨ªamos caramelos en los sem¨¢foros y a un narco le gust¨® c¨®mo me manejaba. Entr¨¦ para la Compa?¨ªa [narcotr¨¢fico en la jerga local] y consegu¨ª un techo para mi familia¡±, confiesa.
Al contrario del mensaje simplista de muchas pel¨ªculas estadounidenses, con el cual nuestros sistemas occidentales tienden a alinearse, los l¨ªmites entre el bien y el mal son difusos. ¡°Sent¨ªa confusi¨®n porque la sociedad demoniza a los narcos; mientras policiales, militares, pol¨ªticos, colaboran con ellos. Adem¨¢s, la droga, ansiada por la sociedad, fue la que provey¨® un techo a mi familia¡±, admite.
La desigual distribuci¨®n de poder en la sociedad brasile?a contribuye a que la criminalidad seduzca a muchos j¨®venes. Pertenecer a ese mundo le permiti¨® tener algo de poder sobre su vida y sobrevivir. ¡°Antes de ser arrestado llegu¨¦ a liderar una parte importante de la venta de drogas aqu¨ª en Alem?o¡±. Su experiencia con el narcotr¨¢fico le hace pensar en, quiz¨¢s, un d¨ªa, escribir un libro, comenta ilusionado. ¡°?Qu¨¦ har¨ªan los ricos ¡ªque tambi¨¦n cometen delitos, por ejemplo, evadiendo los impuestos que me hubiesen permitido ir a la escuela¡ª si sufrieran el olor, la fr¨ªa humedad y la mierda de vivir en las violentas calles?¡±, reflexiona.
Tras dos a?os en prisi¨®n, finalmente tuvo una oportunidad de reinserci¨®n social, como ayudante en la administraci¨®n p¨²blica, lo que le destap¨® nuevas expectativas de vida. ¡°Sent¨ª esperanza. ?Podr¨ªa mi madre dormir tranquila y dejar de imaginar mi cuerpo llegando a casa en un ata¨²d? Mis compa?eros no sol¨ªan llegar al a?o de vida desde que entraban en la Compa?¨ªa¡±, recuerda.
Aunque al final se puede decir que tuvo apoyo del Gobierno, son poqu¨ªsimas las iniciativas de reinserci¨®n como en la que particip¨® Ramos. El contraste es enorme si reflexionamos sobre la situaci¨®n de las c¨¢rceles brasile?as: abarrotadas y mantenidas en condiciones infrahumanas. El trabajo que realizan las ONG o empresas a trav¨¦s de proyectos sociales podr¨ªa ayudar, pero para Ramos ¡°raramente funcionan¡±.
Si bien el proyecto de empoderamiento de l¨ªderes en el que particip¨® en 2013 era financiado por empresas, administraci¨®n p¨²blica y las Naciones Unidas, considera que no es suficiente: ¡°Se necesita m¨¢s dinero, tiempo y estabilidad pol¨ªtica¡±, pero sobre todo hace falta que los actores puedan conocer las realidades desde adentro. ¡°[En el proyecto] sent¨ªamos que import¨¢bamos y que nuestra participaci¨®n era de verdad deseada. Nos sent¨ªamos seguros y esperanzados para abrirnos y contar nuestras historias de vida. Por ello, pudimos llegar a soluciones reales. Aquellas experiencias nos unieron, estoy en contacto con aquellos l¨ªderes (que participaron) hasta hoy¡±.
En 1969, Sherry Arnestein conclu¨ªa en su art¨ªculo acad¨¦mico seminal Escalera de Participaci¨®n Ciudadana que no existe impacto social sin verdadera participaci¨®n, lo que a su vez requiere distribuci¨®n de poder. El aut¨¦ntico empoderamiento genera sensaci¨®n de confianza y, consecuentemente, habilita una colaboraci¨®n real que es imprescindible para una sostenibilidad m¨¢s veraz. Proyectos sociales genuinamente participativos generan valores diferenciales para todos los participantes, incluyendo los grupos de inter¨¦s inversores. Este es un valor ¨²nico, ya que la sociedad, seg¨²n el Havas Institute, no se cree en los proyectos de sostenibilidad de las empresas.
¡°Empresas, ONG y gobiernos dicen que nos empoderan. Pero es propaganda. Sus l¨ªderes vienen a hacerse la foto, no a conocernos ni a pensar soluciones. Lo sentimos inmediatamente en sus miradas, posturas, actitudes, temas de conversaci¨®n, palabras¡ Dan verg¨¹enza ajena. ?C¨®mo vamos a creernos sus discursos de inclusi¨®n si no son m¨ªnimamente capaces de integrarse? Sabemos que buscan poder, dinero, promoci¨®n y sabemos que no les importamos. Pero sobrevivir implica relacionarnos con ellos¡±.
L¨ªderes como Ramos son una referencia para los j¨®venes, que son a su vez el alma del futuro. Por lo tanto, si queremos sociedades sostenibles, es fundamental empoderarles a trav¨¦s de una participaci¨®n verdadera en los proyectos de sostenibilidad.
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