Invertir en personas migrantes es invertir en nuestra sociedad del futuro
La poblaci¨®n de origen extranjero se ha convertido en parte esencial de Espa?a. En este contexto, las pol¨ªticas de integraci¨®n, si quieren ser efectivas, deben dejar de ser ¡°para inmigrantes¡±, para convertirse en p¨²blicas y universalistas basadas en la cohesi¨®n social y la gesti¨®n intercultural de la diversidad
La gu¨ªa de integraci¨®n Caminos de Convivencia que la Secretar¨ªa de Estado de Migraciones y la Universidad P. Comillas han presentado recientemente con la colaboraci¨®n de UNIJES y el Servicio Jesuita Migrante, plantea algunos de los principales retos de intervenci¨®n que existen hoy en materia de integraci¨®n. Retos que, en gran medida, pasan por dejar de hacer pol¨ªticas ¡°solo para inmigrantes¡±, para incorporar las medidas de cohesi¨®n y de gesti¨®n de la diversidad dentro de un nuevo ciclo de pol¨ªticas p¨²blicas universalistas.
Actualmente, existen tres procesos en marcha en nuestra sociedad que cambian el marco desde el que sol¨ªamos decidir las pol¨ªticas de integraci¨®n.
Primero, un consolidado proceso de arraigo personal, legal, familiar, cultural y comunitario de las personas de origen inmigrante en nuestra sociedad, especialmente en sus barrios populares. Un proceso de integraci¨®n que ha provocado un profundo cambio social y demogr¨¢fico en nuestra sociedad del que a¨²n no somos del todo conscientes. La Poblaci¨®n de Origen Inmigrante (POI) se ha convertido en una parte esencial del pa¨ªs que somos y que vamos a ser, por mucho que nuestras formas de pensar tradicionales sobre nosotros mismos se resistan a verlo.
Segundo, el crecimiento del malestar social en Espa?a especialmente en sus barrios populares. Un malestar social marcado por el progresivo aumento del empleo precario, la reducci¨®n de la protecci¨®n social p¨²blica y el debilitamiento de las redes sociales comunitarias. Un precariado que se ha convertido en el horizonte vital para una cada vez mayor parte de la poblaci¨®n espa?ola ¨Caut¨®ctona y migrante¨C, y donde las personas de origen extranjero ocupan las peores posiciones laborales y de ingreso, conformando una especie de precariedad por debajo de la precariedad nativa.
Y tercero, la existencia de un extendido prejuicio hacia los inmigrantes entre la poblaci¨®n aut¨®ctona que los representa como diferentes, extra?os, inferiores y amenazantes. Un prejuicio que justifica que los nativos, por el simple hecho de serlo, ocupen una posici¨®n de preferencia en los diferentes ¨¢mbitos de nuestra sociedad ¨Ctrabajo, educaci¨®n, protecci¨®n social, etc.¨C, mientras que los inmigrantes se deban conformar con las posiciones m¨¢s secundarias. Un prejuicio que, aunque creci¨® en los barrios populares durante estos a?os de crisis, representando a la inmigraci¨®n como una amenaza que quitaba el trabajo y las ayudas sociales a la poblaci¨®n nativa, no ha roto las relaciones tranquilas entre ambos grupos en el espacio local, ni ha alimentado, por el momento, el voto a partidos populistas de derecha extrema.
El avanzado proceso de arraigo de la poblaci¨®n extranjera ha cambiado radicalmente la realidad de nuestra sociedad. La POI no solo contribuye positivamente al desarrollo demogr¨¢fico, econ¨®mico y cultural del pa¨ªs, y al sostenimiento neto de su sistema de bienestar social, sino que se ha convertido en una parte esencial del pa¨ªs diverso que somos y que vamos a ser. De este modo, invertir en la integraci¨®n de los inmigrantes significa, hoy en d¨ªa, invertir en el presente y en el futuro de nuestra sociedad.
En este contexto, las pol¨ªticas de integraci¨®n, si quieren ser efectivas, deben dejar de ser ¡°pol¨ªticas para inmigrantes¡±, para convertirse en pol¨ªticas p¨²blicas universalistas basadas en la cohesi¨®n social y la gesti¨®n intercultural de la diversidad. O dicho de otro modo, las pol¨ªticas de integraci¨®n deben incorporarse y transversalizarse en las pol¨ªticas universales de cohesi¨®n social. Estas deben dar paso a una nueva generaci¨®n de pol¨ªticas sociales que, adem¨¢s de crecer presupuestariamente para contrarrestar los efectos del precariado y la pobreza, incorporen la gesti¨®n de la diversidad y la lucha contra la discriminaci¨®n como elementos centrales de trabajo.
Las pol¨ªticas de integraci¨®n deben incorporarse y transversalizarse en las pol¨ªticas universales de cohesi¨®n social
Son m¨²ltiples las l¨ªneas de intervenci¨®n a desarrollar en este sentido: impulso de pol¨ªticas universales que superen las crecientes desigualdades sociales que afectan a nativos e inmigrantes en materia laboral, econ¨®mica, educativa, etc.; desarrollo de programas que ayuden a combatir los procesos de discriminaci¨®n y, especialmente, a facilitar procesos de encuentro, contacto y convivencia significativa en el espacio local; desarrollo de programas de acogida comunitarios que recojan las necesidades espec¨ªficas de la poblaci¨®n migrante y refugiada; creaci¨®n de nuevas narrativas que visibilicen y normalicen a las personas de origen inmigrante dentro de nuestra sociedad, huyendo de las im¨¢genes y noticias tradicionales, etc.
Unas pol¨ªticas que deben contar con todos los actores ¨Cadministraci¨®n p¨²blica, tercer sector, centros educativos, tejido productivo, familias y redes de solidaridad, centros religiosos, etc.¨C, aunque ciertamente el liderazgo, el gobierno y la coordinaci¨®n de los planes y programas debe ser ejercido por las instituciones p¨²blicas.
Invertir en integraci¨®n es invertir en el pa¨ªs diverso que ya somos. En la construcci¨®n de una sociedad y una comunidad m¨¢s justa y cohesionada, y con mayor capacidad de convivencia. Una pol¨ªtica ¡°de Estado¡± que necesita generar consensos amplios, y abandonar el actual clima de polarizaci¨®n ideol¨®gica en torno a la inmigraci¨®n. Polarizaci¨®n que termina perjudicando a todos, especialmente a las personas de origen inmigrante.
La amenaza que flota en el ambiente es que sin este tipo de pol¨ªticas p¨²blicas, en un contexto marcado por el malestar socioecon¨®mico, la persistencia del prejuicio hacia la inmigraci¨®n y el ascenso de corrientes pol¨ªticas nativistas y xen¨®fobas, se repetir¨¢n en Espa?a en los pr¨®ximos a?os algunos de los problemas que sufren otros pa¨ªses europeos: el aumento de la hostilidad, la ruptura de las relaciones tranquilas entre aut¨®ctonos e inmigrantes en los espacios locales, el crecimiento de propuestas pol¨ªticas extremistas que tratan de culpar a los inmigrantes de los problemas de nuestra sociedad y, finalmente, el mantenimiento y la consolidaci¨®n de una segregaci¨®n ¨¦tnica que condena a los nuevos espa?oles y a sus hijos ¨Cdebido a su origen ¨¦tnico y racial diferente¨C a las peores condiciones de vida de nuestra sociedad, reduciendo sus oportunidades vitales.
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