Este cultivador de ajos sue?a con que Kenia compita con China
Moses Karimi Githaiga, un pr¨®spero agricultor en el condado keniano de Nyeri, empez¨® su andadura en 2013 y ha conocido la derrota, el aprendizaje y el ¨¦xito
Al acabar el instituto, el keniano Moses Karimi Githaiga inici¨® un negocio de afilador de cuchillos. ¡°Era f¨¢cil de montar. No quer¨ªa que la gente de mi pueblo pensara que hab¨ªa fracasado en la vida, as¨ª que me asegur¨¦ de trabajar en ciudades donde nadie pudiera reconocerme (Nanyuki, Naivasha y Kisumu, al oeste de Kenia)¡±, empieza. ¡°Cuando me mud¨¦ a Naivasha, tambi¨¦n empec¨¦ a hacer piruletas en casa. El Ayuntamiento y las autoridades sanitarias se enteraron y empezaron a investigar. Yo no ten¨ªa el certificado sanitario obligatorio para fabricar los caramelos, y para que no me detuvieran, me traslad¨¦ a Kimusu¡±, contin¨²a.
Cuando hubo ahorrado alg¨²n dinero, Karimi volvi¨® a su pueblo, en el condado de Laikipia, hacia el centro del pa¨ªs. ¡°Mi madre me hab¨ªa dicho que probara con la horticultura, que entonces funcionaba muy bien en el pa¨ªs. Sin investigar y sin ning¨²n conocimiento, empec¨¦ a cultivar jud¨ªas verdes, pimientos, pepinos y coles¡±, relata. ¡°La cosecha fue muy mala, y no ten¨ªa mercado para los escasos productos que consegu¨ª salvar. Perd¨ª todos mis ahorros. Muy desanimado, me mud¨¦ a Nyeri (al norte de Nairobi) y abr¨ª otra vez mi negocio de afilado de cuchillos¡±, lamenta.
Sin embargo, Karimi no hab¨ªa renunciado del todo a la agricultura. Cuando consigui¨® un peque?o capital, volvi¨® a Ngobit, un pueblo cercano, en el mismo condado de Laikipia. ¡°Alquil¨¦ tierra y empec¨¦ a cultivar jud¨ªas verdes para la empresa FriGroken, adem¨¢s de ma¨ªz¡±, cuenta. ¡°Un d¨ªa pasamos por una ciudad peque?a con un negocio incipiente de venta ambulante de cebollas, y decid¨ª hablar con una vendedora de ajos¡±, relata. ¡°Me aconsej¨® que intentara cultivarlos porque hac¨ªan falta pocos conocimientos y era rentable¡±, recuerda.
Despu¨¦s de mucho pensarlo, Karimi decidi¨® abandonar definitivamente la agricultura y dedicarse a la venta ambulante de ajos. Compr¨® 70 kilos a 70 chelines kenianos el kilo (algo menos de 60 c¨¦ntimos de euro), y en plena temporada, en el mes de diciembre, los vendi¨® por tres veces m¨¢s. ¡°Eso me anim¨®, porque nunca hab¨ªa sacado tanto beneficio en mi vida. Volv¨ª a ver a otro cultivador que ten¨ªa ajos de mejor calidad y compr¨¦ 150 kilos a 150 chelines kenianos (aproximadamente 1,20 euros) el kilo¡±, dice. Pero all¨ª le esperaba una sorpresa desagradable: ¡°Solo me compraban los ajos a 100 chelines el kilo. La mayor¨ªa de los vendedores hab¨ªan importado ajos m¨¢s grandes de China. Me rend¨ª y decid¨ª llevarme el producto otra vez a mi pueblo¡±. Pero antes de subir al matatu [minib¨²s utilizado en Kenia como taxi compartido], se dio cuenta de que eso ser¨ªa reconocer la derrota. ¡°Tom¨¦ la decisi¨®n de llev¨¢rmelo de nuevo y vend¨¦rselo a un minorista por menos de lo que me hab¨ªa costado¡±, explica.
De vuelta en Kiawara, en el condado keniano de Nyeri, Karimi encontr¨® a un tendero que no solo le guard¨® los ajos, sino que se ocup¨® de vend¨¦rselos. Los met¨ªa en bolsas de pl¨¢stico, los vend¨ªa a 50 chelines kenianos (0,40 euros) y se quedaba 10 como comisi¨®n. ¡°El primer d¨ªa gan¨¦ 450 chelines con sus ventas. Me dijo que era un vago por tener el oro almacenado. Otros vendedores ambulantes opinaban que ten¨ªa que vender los ajos, que era una cuesti¨®n de responsabilidad. A m¨ª me daba mucha verg¨¹enza ponerme al borde de la carretera. No quer¨ªa que la gente del pueblo me viera. No quer¨ªa que dijeran de m¨ª que era un vendedor ambulante. Poco a poco, me fui acostumbrando, y mi mujer vino del pueblo a reunirse conmigo. Juntos vend¨ªamos ajos y hojas de ortiga¡±, recuerda.
Karimi cuenta que, durante las vacaciones escolares, los estudiantes universitarios de Kiawara ense?aban a los agricultores del pueblo a usar internet. ¡°Navegando contact¨¦ con un hombre que quer¨ªa comprar grandes cantidades de hojas de ortiga para producir medicamentos a base de hierbas. Con un mercado estable para las hojas de ortiga, pude concentrarme en el ajo. Trabajando como vendedor me di cuenta de que en Kenia hab¨ªa pocos agricultores que los cultivaran, y que no bastaban para abastecer al mercado. Adem¨¢s, su producto no era de la mejor calidad¡±, apunta. La Direcci¨®n de Cultivos Hort¨ªcolas calcula que Kenia produce 2.000 toneladas de ajo al a?o, lo cual representa alrededor de la mitad de la demanda del pa¨ªs. El d¨¦ficit lo cubre China.
Kenia produce 2.000 toneladas de ajo al a?o, lo que representa la mitad de la demanda del pa¨ªs, seg¨²n datos oficiales. El d¨¦ficit lo cubre China
Kiawara es un lugar muy seco y c¨¢lido, y sus suelos de algod¨®n negro son aptos para cultivos tolerantes como las cebollas. Al igual que la mayor¨ªa de los agricultores que cultivan cebollas en la zona, Karimi alquil¨® unos 1.000 metros cuadrados de tierra en los que cosech¨® 1.000 kilos. ?l y un peque?o equipo vend¨ªan desde la ma?ana hasta la hora de comer, y luego volv¨ªan a casa. ¡°Contact¨¦ con un viajante que quer¨ªa comprar a granel. Se los dej¨¦ a 250 chelines el kilo porque los minoristas los vend¨ªan a 300. Me prometi¨® que vendr¨ªa al d¨ªa siguiente. Cumpli¨® su promesa y me compr¨® 1.000 kilos (250.000 chelines kenianos)¡±, recuerda.
En vista de la demanda, Karimi estaba decidido a aumentar su producci¨®n. Alquil¨® 8.000 metros cuadrados. ¡°Gast¨¦ mucha energ¨ªa y recursos. Las plantas no me decepcionaron, eran de buena calidad. Antes de que pudiera recoger la cosecha, me llam¨® un agricultor tanzano. Quer¨ªa visitarme durante la recolecci¨®n para aprender y comprarme pl¨¢ntulas de ajo¡±, relata el empresario. ¡°Hab¨ªamos recogido 10.800 kilos. Muchos agricultores estaban asombrados porque ellos solo consegu¨ªan entre 3.000 y 4.000 kilos en 4.000 metros cuadrados. Por aquel entonces, las pl¨¢ntulas se vend¨ªan a 390 chelines kenianos (3,20 euros) el kilo. No cre¨ªa que mi cliente pudiera comprar toda la cosecha para plantarla¡±, se?ala.
Karimi recibi¨® 1,5 millones en concepto de dep¨®sito (algo m¨¢s de 12.500 euros) mientras el agricultor tanzano volv¨ªa para organizar el transporte. Cuando recibi¨® el cargamento, le envi¨® los 2,4 millones que faltaban (20.000 euros). En 2014, los medios de comunicaci¨®n dedicaron mucho espacio a Karimi en sus secciones sobre agroindustria, lo cual atrajo a muchos agricultores que quer¨ªan aprender. ¡°En Kenia hay muy poca informaci¨®n sobre el cultivo del ajo. Yo esperaba hacerme con el monopolio en el sector, y las constantes peticiones de formaci¨®n estaban echando a perder mis planes. Pero, al mismo tiempo, abrieron una nueva v¨ªa para ganar dinero, ya que ahora cobro 3.000 chelines (25 euros) por la formaci¨®n. A los agricultores que nos compran las pl¨¢ntulas se la damos gratis¡±, apostilla. Asegura que forma a m¨¢s de 100 cultivadores al mes.
Exportando conocimiento
Karimi ha ense?ado a cultivar ajo a agricultores de condados vecinos, pero tambi¨¦n de lugares tan lejanos como Congo, Tanzania, Zimbabue y Zambia. La formaci¨®n incluye una visita a la explotaci¨®n y manuales del cultivo paso a paso. Los aprendices tambi¨¦n le pidieron que proporcionara semillas de calidad, lo que dio lugar al Saumu Centre Limited, que ense?a, vende plantas de semillero, hace visitas guiadas a la explotaci¨®n y compra la cosecha a los agricultores que no est¨¢n conectados con el mercado. ¡°Me convert¨ª en su agente agr¨ªcola¡±, resume.
Seg¨²n el empresario, el mayor error que cometen la mayor¨ªa de los cultivadores es comprar semillas de baja calidad. Adem¨¢s, el cultivo de hortalizas es delicado y laborioso. El ajo requiere muchos cuidados. ¡°En internet hay muy poca informaci¨®n sobre c¨®mo cultivarlo. Los agricultores kenianos no eran lo bastante pacientes para dejar que las cebollas maduraran o se secaran antes de recolectarlas, de manera que se conservaban menos tiempo. Ahora est¨¢n cambiando y la calidad ha ido mejorando poco a poco. Podemos competir con el ajo chino¡±, asegura.
En Kenia no hay productores de ajo a gran escala, y los peque?os no son constantes. Si un agricultor tiene p¨¦rdidas en su primera cosecha, lo deja. Para competir en calidad y cantidad, Karimi aconseja que compren las variedades de mayor rendimiento, que cuestan entre 550 (4,6 euros) y 650 chelines kenianos (5,40 euros) el kilo.
Karimi ha ense?ado a cultivar ajo a agricultores de lugares tan lejanos como Congo, Tanzania, Zimbabue y Zambia
Cuando Karimi empez¨® a cultivar, en la zona central de ?frica oriental no exist¨ªan empresas organizadas que vendieran pl¨¢ntulas de ajo. Como su centro fue el primero dedicado al cultivo de esta hortaliza, el empresario tuvo mucha influencia sobre qu¨¦ pl¨¢ntulas se replantaban, ya que iba eliminando progresivamente las semillas de mala calidad. Actualmente, hay muchos negocios organizados, algunos de vendedores sin escr¨²pulos que se aprovechan de la ignorancia de los agricultores y venden semillas de mala calidad. ¡°Si uno no se fija bien, las semillas de ajo se parecen mucho. No se deber¨ªan mezclar nunca las diferentes variedades, porque cada una necesita cuidados diferentes¡±, advierte Karimi.
A la pregunta de c¨®mo ha adquirido todos estos conocimientos, Karimi responde que dedic¨® mucho tiempo a buscar consejos ¨²tiles en internet. Tambi¨¦n cont¨® con el apoyo de Kiuru, un veterano cultivador de cebollas del Instituto de Investigaci¨®n Agr¨ªcola de Kenia. Ahora que puede permit¨ªrselo, ha contratado a un agr¨®nomo para la supervisi¨®n t¨¦cnica diaria. Actualmente, Samuru Centre Limited tiene alquilados 16.000 metros cuadrados de terreno y cuenta con 10 empleados fijos y hasta 20 temporales a la semana.
A Karimi le apasiona dar servicio a los productores, pero espera superar nuevos retos agr¨ªcolas. ¡°Quiero ofrecer a mis compa?eros de profesi¨®n los mejores precios por sus productos. Estamos muy lejos de los puntos de distribuci¨®n, as¨ª que el producto pasa a trav¨¦s de intermediarios que pueden llegar hasta ellos. Vender directamente al mercado significa organizar una red en Nairobi, donde yo no tengo recursos porque, antes que nada, soy agricultor. Creo que a?adir valor, que ser¨¢ mi pr¨®ximo paso, resultar¨¢ m¨¢s ¨²til para los productores¡±, termina.
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