Urbanismo t¨¢ctico para adaptar las ciudades a la crisis clim¨¢tica
La planificaci¨®n de urbes y territorios ya no puede basarse en una foto fija del futuro. Hacen falta m¨¦todos flexibles para responder a un futuro dif¨ªcil de prever
En 2015 ya alert¨¢bamos en un libro de la necesidad de impulsar una serie de acciones, tanto para detener (o por lo menos ralentizar) el cambio clim¨¢tico, como para adaptar ciudades y territorios a las nuevas condiciones. Entonces ya se ve¨ªa que era necesario cambiar las bases seg¨²n las cuales se planificaban y organizaban las ciudades para hacer posible una vida digna, adapt¨¢ndolas a lo que ya se ha convertido en una la crisis clim¨¢tica. En particular, para ciudades emergentes, sobre todo de ?frica y, en parte, de Am¨¦rica Latina, ya que en algunos casos la crisis clim¨¢tica les est¨¢ llegando antes y con mayor virulencia.
Pero es complicado cambiar las inercias. Sobre todo, si esas inercias van acompa?adas de intereses creados.
Las condiciones clim¨¢ticas se est¨¢n volviendo muy extremas. El calor se intensifica, las lluvias descargan en forma impetuosa (generalmente como tormentas), las sequ¨ªas convierten el agua en un producto muy escaso, los incendios forestales cambian no solo cuantitativamente sino tambi¨¦n cualitativamente y, en general, hay que afrontar unas condiciones como nunca se han producido.
Habr¨ªa que preguntarse si sigue siendo v¨¢lida la forma tradicional de planificar y organizar ciudades y territorios. Como mucho ¡ªsobre todo en las ciudades de los pa¨ªses desarrollados¡ª hasta ahora lo normal era hacer un estudio estad¨ªstico de lo que hab¨ªa pasado hasta el momento, proyectarlo hacia el futuro, y en funci¨®n de esta previsi¨®n, proponer un plan. El problema surge cuando es pr¨¢cticamente imposible hacer esta proyecci¨®n a futuro en funci¨®n de lo que ha pasado. M¨¢s bien habr¨ªa que plantear el futuro partiendo de unos escenarios m¨¢s o menos probables, tal y como se hace en la planificaci¨®n estrat¨¦gica. Adem¨¢s, el planeamiento tiene que ser flexible: que se pueda cambiar en funci¨®n del desarrollo de los acontecimientos.
Pero para poder conseguirlo habr¨ªa que crear un organismo con la capacidad de modificar el planeamiento de forma directa. Ya en el a?o 2010, Jos¨¦ Manuel Naredo y yo mismo suger¨ªamos en El libro Blanco de la sostenibilidad en el planeamiento urban¨ªstico espa?ol la necesidad de contar con unas oficinas de planificaci¨®n con capacidad suficiente como para tomar decisiones en funci¨®n de la evoluci¨®n de los distintos escenarios. Se trata de un tema complejo, pero no parece haber otra alternativa mejor, sobre todo para los pa¨ªses menos desarrollados, casi sin posibilidad de cambiar continuamente el planeamiento.
Adem¨¢s de crear las oficinas de adaptaci¨®n al cambio, y sobre todo en el caso de pa¨ªses en desarrollo, ser¨ªa imprescindible seguir las propuestas del urbanismo t¨¢ctico: modificaciones peque?as, baratas y reversibles. Sin olvidar el cambio de rumbo a m¨¢s largo plazo que incluyera medidas de mitigaci¨®n.
Parece que ya est¨¢n claras algunas propuestas. Como las relacionadas con la llamada ¡°isla de calor¡± urbana, de forma que la temperatura en el centro de las ciudades fuera parecida a la del extrarradio no urbanizado. Para ello habr¨ªa que cambiar muchas cosas. Una de las m¨¢s evidentes ser¨ªan los pavimentos. Los pavimentos actuales son, en general, acumuladores de calor y habr¨ªa que sustituirlos o recubrirlos con otros. Y, a ser posible, dejar la mayor cantidad posible de suelo sin pavimentar y con vegetaci¨®n para aumentar la evapotranspiraci¨®n potencial. Pero tambi¨¦n las cubiertas y terrazas de los edificios, cambiando los materiales de cubierta, pint¨¢ndolos o revisti¨¦ndolos. Y, por supuesto, el reverdecimiento de cubiertas y fachadas. Esto ayudar¨ªa, no solo desde el punto de vista de la adaptaci¨®n a las nuevas condiciones de temperatura, sino tambi¨¦n como ya hemos visto, a mejorar la salud.
Y es que la cuesti¨®n de conseguir ciudades m¨¢s verdes es fundamental. La existencia de ¨¢rboles que proporcionen sombra se hace imprescindible, as¨ª como la sustituci¨®n del suelo cementado por otro natural que ayude, tanto por el aumento de la humedad relativa del aire (mediante la evapotranspiraci¨®n), como por la absorci¨®n de las puntas de precipitaci¨®n.
Claro que cada ciudad es diferente y las condiciones del cambio distintas. Pero, en general, las ciudades m¨¢s consolidadas tienen m¨¢s complicado reorientar el rumbo. Desde este punto de vista, los pa¨ªses menos desarrollados est¨¢n en mejores condiciones. En cambio, cuentan con menos recursos.
Lo que parece claro es que cada oficina de adaptaci¨®n tendr¨¢ objetivos y posibilidades diferentes. No es lo mismo una localidad tur¨ªstica que otra agr¨ªcola.
Probablemente, a partir de ahora, vayan a cambiar muchas cosas. Entre otras, los destinos tur¨ªsticos tradicionales. Esto afectar¨¢ en mayor medida a los pa¨ªses en desarrollo. Tambi¨¦n los tipos de cultivos agr¨ªcolas e, incluso, la forma de repoblar las ¨¢reas forestales.
Pero tambi¨¦n es necesario pensar a m¨¢s largo plazo considerando lo que va a venir como algo cambiante. Se terminaron las fotos fijas del futuro. Y no solo mediante medidas de adaptaci¨®n, sino tambi¨¦n de mitigaci¨®n. De lo contrario, si el rumbo que seguimos no cambia, ya nos podemos olvidar incluso de las medidas de adaptaci¨®n porque ser¨¢ pr¨¢cticamente imposible conseguir mantener unas condiciones de habitabilidad urbana similares a las actuales. Si esto llega a suceder, el sistema se adaptar¨¢ solo, sin considerar nada m¨¢s que su propia subsistencia. Y mucha gente va a sufrir mucho. Sobre todo, en aquellos pa¨ªses menos desarrollados sobre los que va a caer todo el peso del ajuste.
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