Preguntas inc¨®modas a los indignados
Indignarse es tambi¨¦n despertarse del sue?o ilusorio en el que nos hab¨ªamos dormido
Quiero anticipar, para evitar equ¨ªvocos, que no me gustar¨ªa morir viendo apagada la hoguera levantada por los indignados, los de Espa?a y los del mundo. Precisamente por ello, porque considero el fen¨®meno de los indignados como una nueva aurora justo en el momento en que el mundo se sum¨ªa en las sombras del pesimismo a escala universal, me atrevo ¡ªcomo contribuci¨®n a ese di¨¢logo de paz, a esa fascinadora e in¨¦dita guerra sin armas¡ª a formular algunas preguntas que podr¨ªan parecer inc¨®modas en medio de la fiesta en curso, pero que podr¨ªan ayudarnos a todos ¡ªempezando por m¨ª mismo¡ª a reflexionar y armarnos para no ser una vez m¨¢s canibalizados por el poder de turno.
He estudiado con atenci¨®n los motivos de fondo de la indignaci¨®n y sus esl¨®ganes: ¡°no nos representan¡±; ¡°no queremos ser las v¨ªctimas de los errores del poder econ¨®mico y financiero¡±; ¡°queremos otro tipo de democracia¡±; ¡°no nos basta votar¡±. Y leo que casi el 50% de los indignados son personas que han perdido el trabajo sin que como ciudadanos hayan perdido su exigencia de dignidad.
?C¨®mo no estar de acuerdo? Pero una pregunta se impone: ?por qu¨¦ solo ahora? ?Es que los pol¨ªticos nos representaban mejor cuando ten¨ªamos trabajo y ¨¦ramos m¨¢s ricos? ?Es que cuando los bancos regalaban el dinero para hipotecas f¨¢ciles eran menos tiranos que hoy? ?Es que cuando vot¨¢bamos felices con nuestra riqueza real o aparente ejerc¨ªamos una democracia m¨¢s eficaz y real que hoy?
?Es que los pol¨ªticos nos representaban mejor cuando ten¨ªamos trabajo y ¨¦ramos m¨¢s ricos?
Todos los indignados ¡ªentre los que quiero contarme aunque a miles de kil¨®metros de distancia de la Puerta del Sol¡ª somos hijos de la globalizaci¨®n y disfrutamos de ella. Gracias a esa globalizaci¨®n llevamos gozando desde hace a?os de todos los privilegios que conlleva en la pr¨¢ctica. Pero ?nos pregunt¨¢bamos, mientras saboreamos sus frutos, lo que existe o puede existir detr¨¢s de ella de explotaci¨®n laboral, de empobrecimiento de algunos pa¨ªses a costa de otros, de las injusticias que lleva en su seno? Hoy vemos y al instante, a trav¨¦s de la comunicaci¨®n global, las l¨¢grimas, el terror, la angustia, el desamparo de millones de seres humanos, que sufren m¨¢s que nosotros de falta de riqueza, de trabajo o de libertad. Los conocemos. Podemos contarlos. ?Es posible hoy indignarnos solo como espa?oles o como griegos o como lo que sea, ignorando que en nuestro planeta, que se nos cuela en casa a cada instante, millones no tienen la posibilidad de indignarse, ni pac¨ªficamente? Compramos baratas las cosas hechas en China. ?A costa de cu¨¢nto dolor de sus trabajadores, que ni pueden protestar?
Nuestra indignaci¨®n es global o no lo es. Si no lo es, se apagar¨¢ antes de lo que quisi¨¦ramos. Y sobre todo, no nos llenar¨¢ el alma.
No s¨¦ cu¨¢les son los textos de los que se nutren las asambleas y discusiones de los indignados. Me gustar¨ªa recordarles una p¨¢gina b¨ªblica que quiz¨¢s les ayude a la reflexi¨®n: la del astuto y ambicioso patriarca Jacob (s¨ªmbolo del poder), que consigue comprar la primogenitura (la identidad) a su hermano Esa¨², por un plato de lentejas. El episodio me ha venido a la memoria leyendo d¨ªas atr¨¢s unas reflexiones del mayor economista vivo brasile?o, Carlos Lessa, que tuvo en sus clases de la universidad como estudiante a la actual presidenta de la Rep¨²blica, Dilma Rousseff.
El economista denuncia que el drama de nuestro tiempo consiste en que los ciudadanos han vendido su identidad de ciudadanos y con ella sus valores m¨¢s esenciales, que pueden cambiar pero no morir, como la justicia, la solidaridad, su capacidad de representaci¨®n, la paz y la libertad, no ya por el plato de lentejas b¨ªblico, sino por lo que ¨¦l llama el ¡°sujeto consumista¡±, ya sin identidad, sin primogenitura, sin valores y, lo que es m¨¢s grave, por una falsa identidad de ¡°usar y tirar¡±, que nos desnuda de todo tipo de personalidad humana, esclavos de las modas del instante.
Nuestra indignaci¨®n es global o no lo es. Si no lo es, se apagar¨¢ antes de lo que quisi¨¦ramos
Ser ¡°sujetos de consumo¡±, o ¡°sujetos meramente econ¨®micos¡±, incapaces de una identidad propia que nos impide entender que a veces ¡°menos es m¨¢s¡±, es no solo hoy sino que lo ha sido siempre, el sue?o de todos los poderes: pol¨ªtico, econ¨®mico, financiero, comercial etc¨¦tera. Un sue?o contra el que no exist¨ªan indignados mientras sabore¨¢bamos el plato de lentejas, la riqueza que nos bastaba, aun a costa de olvidarnos de nuestra identidad de ciudadanos que nunca ser¨¢ completa sin una carga constante de indignaci¨®n.
En el relato b¨ªblico, hay una apostilla significativa: Jacob (el poderoso y ambicioso), no solo le dio el plato de lentejas a su hermano Esa¨² para adue?arse de su identidad de primog¨¦nito, sino que, dice la Biblia, ¡°le dio tambi¨¦n pan para que acompa?ase a las lentejas¡±. ?No es as¨ª como act¨²an todos los poderes que no solo nos ofrecen bienes materiales, sino tambi¨¦n el pan de lo superfluo para adormecernos mientras ellos nos despojan de nuestra identidad de ciudadanos libres?
Cuando, en este momento, ni esos bienes nos pueden ya ofrecer o nos despojan de ellos, podr¨ªamos caer en la tentaci¨®n de creer que es solo ahora cuando quieren robarnos nuestra identidad de ciudadanos libres y con derechos. No, ya nos hab¨ªan despojado antes de ella y nosotros preferimos las lentejas. Ojal¨¢ no volvamos a regalarles nuestra identidad, en aras de nuevas y falsas promesas de solo bienestar econ¨®mico. Indignarse es tambi¨¦n despertarse del sue?o ilusorio en el que nos hab¨ªamos dormido.
Gracias a los que nos est¨¢n ayudando a conseguirlo.??
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