Lutero y el Papa al mismo tiempo
Algunos ya empezaban a dudar de que alg¨²n d¨ªa ocurriera; pero ha ocurrido. Santiago Carrillo nos ha dejado. Entre aquellos que lo consideraban el diablo, los hab¨ªa temerosos de que Santiago resultara ser inmortal. Pero Carrillo no era el diablo, y lo acaba de demostrar permitiendo que los que tan mal le quer¨ªan al fin descansen.
El nunca descans¨® en su vida en la que todo fue pol¨ªtica y m¨¢s pol¨ªtica. Tanto es as¨ª que sospecho que eligi¨® este momento para morirse porque jam¨¢s ha sido m¨¢s acusado el contraste entre el tipo de pol¨ªtico que encarn¨® Santiago Carrillo y los tipos de pol¨ªticos que ahora m¨¢s abundan. As¨ª, muri¨¦ndose ahora, Carrillo pone en la balanza el peso de un hombre de Estado frente a la liviandad de los pol¨ªticos actuales.
?Qu¨¦ tipo de pol¨ªtico fue Santiago Carrillo? Todos los seres vivos tenemos una urgencia de ser y persistir; Spinoza llam¨® a eso connatus essendi. Lo espec¨ªfico del pol¨ªtico es declarar que esa urgencia va m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo y que la proyecta en forma de lealtad sobre un colectivo m¨¢s amplio, su grupo religioso, su partido, su naci¨®n, la humanidad u otras variantes. Decirlo es f¨¢cil pero probarlo suele resultar duro. Santiago Carrillo tuvo que hacer frente a esa prueba.
La historia es pu?etera y en la Transici¨®n espa?ola lleg¨® un momento en el que, para facilitar que Espa?a recuperara la libertad y la democracia, quien m¨¢s hab¨ªa luchado contra la dictadura, el PCE, se vio impelido a aceptar que deb¨ªa jugar en desventaja frente a otros. Cuando lleg¨® ese momento Carrillo, cuyo capital pol¨ªtico solo era su partido, puso por delante a Espa?a. As¨ª mostr¨® donde estaba su lealtad primera y se convirti¨® en un hombre de Estado.
Gracias a esta decisi¨®n -y a una o dos m¨¢s de otros dirigentes- se resolvi¨® el problema que planteaba la Transici¨®n. Al morir Franco, los espa?oles quer¨ªan democracia pero ten¨ªan miedo a un nuevo golpe militar. ?Qu¨¦ hacer? La respuesta fue: hacer posible lo primero haciendo imposible lo segundo. Y los pol¨ªticos del momento supieron hacerlo. As¨ª ganaron un respeto ciudadano por encima de las preferencias partidistas. Ese es el respeto que Santiago Carrillo se merece camino de la tumba.
En brutal contraste, los ciudadanos opinan hoy que los pol¨ªticos son uno de los principales problemas del pa¨ªs. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Hay quien dice que los tiempos dif¨ªciles ya pasaron y que la pol¨ªtica es ahora una actividad de gente normal y corriente. Y, en efecto, en los esca?os y en otros decorados institucionales, ha ido ganando terreno el pol¨ªtico ef¨ªmero. Ya saben, ef¨ªmero como los arcos triunfales que constru¨ªan en Roma Bernini y Borromini para recibir a papas y altos dignatarios. Bellos artilugios de usar y tirar. Ahora bien, eso no explica todo porque la gente normal y corriente suele ser honrada mientras que la proporci¨®n de pol¨ªticos envueltos en delitos econ¨®micos es hoy escandalosa.
Carrillo empez¨® a hacer pol¨ªtica en la II Rep¨²blica y no par¨® de hacerla hasta ayer mismo. Sin haber ascendido m¨¢s alto que a su esca?o de diputado, muere con un digno espacio en la historia de Espa?a. Pese a pasar tantos a?os en pol¨ªtica, se va a la tumba con una honradez acrisolada. Nada de esto est¨¢ al alcance de un pol¨ªtico ef¨ªmero.
En cuanto a decir que los tiempos dif¨ªciles ya pasaron, hoy suena a chiste de mal gusto. Otra cosa es que la generaci¨®n de pol¨ªticos posterior a la transici¨®n se encontr¨® un mundo m¨¢s c¨®modo y crey¨® que la pol¨ªtica era asunto de dinero y publicidad. En realidad en esos tiempos en Europa y Estados Unidos se iba levantando una tormenta conservadora que desregulaba el mundo financiero. Mientras, en Espa?a, los nuevos pol¨ªticos se dedicaban a buscar se?as de identidad para legitimarse al margen de sus predecesores. Cuando aqu¨ª empez¨® a asomar la burbuja inmobiliaria, todos ellos solo vieron dinero y dinero. Hasta que empezaron a caer rayos y centellas. Entonces descubrimos que no ten¨ªamos refugio.
En los ¨²ltimos veinte a?os en Espa?a se han hecho muchas cosas pero nada capaz de soportar la tormenta que tenemos encima, que es lo que hubiera que haber hecho. Hoy el horizonte est¨¢ cubierto. ?A d¨®nde mirar? Si se trata de encontrar la salida, hay que mirar atr¨¢s. A los fundadores de nuestra democracia; a los Su¨¢rez, Gonz¨¢lez, Carrillo, Pujol, Ardanza y muchos otros. Y no porque no cometieran errores, que todos lo hicieron, sino porque tuvieron un acierto, subordinar todo a dar al pa¨ªs lo que el pa¨ªs necesitaba.
En cuanto a aciertos y errores el balance de Carrillo es incre¨ªble. Reform¨® mil veces el pensamiento comunista, promoviendo la reconciliaci¨®n nacional, impulsando las comisiones obreras, defendiendo el ingreso de Espa?a en el Mercado Com¨²n, rechazando la violencia de ETA, respaldando los movimientos estudiantiles, denunciando la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Checoslovaquia, insistiendo en la unidad de las fuerzas democr¨¢ticas, e hizo todo eso desde la clandestinidad, mientras Franco todav¨ªa fusilaba. Muerto el dictador pero siendo todav¨ªa ilegal, volvi¨® a Espa?a con una peluca jug¨¢ndose la vida para dolor de cabeza de Martin Villa y para dejar claro que no se podr¨ªa prescindir del PCE. Ya en la legalidad, supo hacer lo que pocos hicieron, respaldar al Rey y a Adolfo Su¨¢rez intuyendo con acierto que un d¨ªa tendr¨ªan que bloquear una reacci¨®n violenta de los militares franquistas. Cuando el intento de golpe lleg¨®, manteni¨¦ndose sentado en su esca?o del Congreso, Carrillo salv¨® el honor de muchos, incluido el m¨ªo. En todo esto creo que acert¨®.
Al mismo tiempo en lo referente a ¡°su¡± partido fue un contrarreformista. Se equivoc¨® expulsando a Fernando Claud¨ªn, Jorge Sempr¨²n y Javier Pradera. Cuando a?os despu¨¦s Manuel Azc¨¢rate, Pilar Bravo, Julio Segura, Jaime Sartorius y quien esto escribe, le planteamos la necesidad de introducir ciertos cambios en el partido, crey¨® que quer¨ªamos desplazarlo y tambi¨¦n nos expuls¨®. As¨ª se abri¨® una hemorragia y cre¨® tal confusi¨®n en el PCE, que el propio Carrillo termin¨® siendo expulsado. En todo eso se equivoc¨®. Le hab¨ªa costado tanto crear aquel partido, que crey¨® que si no estaba en sus manos estaba en peligro. Y eso lo mat¨®.
En lo que se refiere al PCE, Carrillo quiso ser Lutero y el Papa al mismo tiempo. No funcion¨®. El PCE de Santiago se deshizo, como los Beatles. ?Qu¨¦ pena! No ha vuelto a haber una banda mejor. Pero hay que reconocer que Santiago Carrillo compuso la mejor melod¨ªa pol¨ªtica que se ha interpretado en este pa¨ªs desde hace siglos.
Carlos Alonso Zald¨ªvar, Embajador de Espa?a, fue miembro de la direcci¨®n del PCE hasta 1981.
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