La decisi¨®n del Rey y nosotros
Era l¨®gico preguntarse: ?vendr¨¢ otro tiempo para Espa?a?
Cuatro d¨¦cadas atr¨¢s los chilenos y muchos otros latinoamericanos camin¨¢bamos con las heridas de nuestras democracias profundamente quebrantadas. Tal vez por eso, a la muerte de Franco y la entronizaci¨®n del joven rey Juan Carlos tuvimos m¨¢s escepticismos que esperanzas sobre el futuro de Espa?a. Sin embargo, otros aires corr¨ªan en una Europa m¨¢s segura de s¨ª misma. Hab¨ªan ca¨ªdo los coroneles en Grecia, hab¨ªa triunfado la revoluci¨®n de los claveles en Portugal. Era l¨®gico preguntarse: ?vendr¨¢ otro tiempo para Espa?a?
Juan Carlos I comenz¨® de manera inusual su reinado. No hab¨ªa heredado el trono, ten¨ªa que gan¨¢rselo con su accionar. Pero a poco andar tras aquel 1975, el joven monarca asumi¨® que la democracia era el camino por donde deb¨ªa llevar a Espa?a. Transici¨®n compleja, donde su decisi¨®n de nombrar a Adolfo Suarez fue clave. Desde la otra orilla vimos c¨®mo se daban pasos progresivos de fortaleza pol¨ªtica y gran coraje, culminando con aquel encuentro del Rey con Santiago Carrillo y la legalizaci¨®n del Partido Comunista. Era junio de 1977, en Chile los comunistas eran brutalmente perseguidos.
Aquella Espa?a, con una nueva Constituci¨®n y cada vez m¨¢s democr¨¢tica, fue inspiradora de nuestro devenir pol¨ªtico en muchos sentidos. Supimos que la solidez democr¨¢tica da pergaminos para ir por el mundo. Cuando la Uni¨®n Europea acepta la incorporaci¨®n de Espa?a se da un paso gigante en la modernizaci¨®n de esta. Tras 500 a?os, desde los tiempos de Carlos I y Felipe II, y el enclaustramiento del pa¨ªs, Espa?a emerg¨ªa recuperando su papel en Europa.
Pero hubo algo m¨¢s que marc¨® su tiempo. El rey Juan Carlos supo construir una pol¨ªtica nueva con la Am¨¦rica Latina. Tir¨® al pasado el concepto de la hispanidad ¡ªtan impregnado de franquismo¡ª para construir lazos nuevos y modernos donde la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica convocaba a sus contrapartes hermanas no s¨®lo a conmemorar el Quinto Centenario, sino a dar un sentido de siglo XXI a los valores compartidos. Desde su primera cumbre en M¨¦xico (Guadalajara en 1991) el Monarca puso all¨ª su impronta. Pasaron los gobiernos y los presidentes por la Moncloa, pero ¨¦l siempre estuvo all¨ª, subrayando que aquella era ¡°su Cumbre¡±. Por ello, cuando en la Cumbre de C¨¢diz en 2012 me pidieron que redactara un Informe para repensar las cumbres y el sistema Iberoamericano, comenc¨¦ mi tarea ¡ªjunto a la canciller mexicana Patricia Espinosa y Enrique Iglesias¡ª con una visita a La Zarzuela. Fue una conversaci¨®n larga con el Rey y el pr¨ªncipe Felipe, coincidiendo en la necesidad de dar una puesta al d¨ªa a ese mecanismo, para hacerlo m¨¢s eficiente en un mundo planetario donde la identidad regional importar¨ªa cada vez m¨¢s.
Democracia es una palabra que marc¨® los v¨ªnculos entre
Las Cumbres Iberoamericanas, de una u otra forma, postularon que Espa?a es m¨¢s fuerte jugando en Europa teniendo un pie y una extensi¨®n en Am¨¦rica Latina. Y desde nuestro punto de vista, nosotros los latinoamericanos estamos m¨¢s fortalecidos cuando tenemos un abogado nuestro all¨¢, en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica y en las instituciones europeas. Cuando en 2002 firmamos el tratado de consultas pol¨ªticas y de libre comercio con la Uni¨®n Europea, lo hicimos bajo la presidencia de Espa?a en la Uni¨®n Europea y la mirada de Juan Carlos. Fue all¨ª, en los momentos dif¨ªciles para aquella negociaci¨®n, cuando Espa?a jug¨® un papel importante para alcanzar el acuerdo. De ah¨ª nuestra gratitud a su gobernante y a Juan Carlos, como jefe del Estado espa?ol.
Democracia es una palabra que marc¨® los v¨ªnculos entre Chile y Espa?a en los ¨²ltimos 25 a?os. Todos los que participamos en la gesta contra la dictadura chilena aprendimos mucho de lo ocurrido en la pen¨ªnsula. Hubo solidaridad de Juan Carlos en no pisar suelo chileno mientras el dictador estuviera en el poder. Fue en 1991, con motivo de su visita a Santiago, cuando se produce ese reencuentro de ambos pueblos, ahora en democracia. Entonces, en un sitio eriazo a orillas del r¨ªo Mapocho, en Santiago, y con el aporte generoso de Espa?a, se inaugur¨® el Parque de los Reyes. En ese parque, llamado a recordar la visita de los Monarcas espa?oles, qued¨® el s¨ªmbolo de la nueva tarea que se emprend¨ªa. A?os despu¨¦s, ya como presidente, le se?al¨¦ a Juan Carlos que sus ¨¢rboles en el Parque de los Reyes ya estaban crecidos y su maduraci¨®n era el s¨ªmbolo de nuestra democracia con ra¨ªces m¨¢s firmes y una sociedad m¨¢s inclusiva. El Valle Central de Chile, la Isla de Pascua, el extremo sur y la Ant¨¢rtica, el norte minero y el gran observatorio astron¨®mico de Paranal, han sabido de su presencia a lo largo de estos a?os.
La abdicaci¨®n tiene que haber sido una decisi¨®n dif¨ªcil y largamente meditada. Sin embargo, el rey sabe que el futuro Felipe VI est¨¢ capacitado para ello. Iron¨ªas de la vida e iron¨ªas de la monarqu¨ªa, Juan Carlos I se gan¨® su corona para legitimar su Monarqu¨ªa y reinado. La asumir¨¢ Felipe VI en condiciones particularmente complejas y dif¨ªciles para Europa y tambi¨¦n para Espa?a, donde buena parte de las instituciones pol¨ªticas requieren ser relegitimadas en una u otra forma, ante el cuestionamiento a muchas de ellas. Tendr¨¢ entonces Felipe VI una tarea similar a la de su padre. Legitimar la Monarqu¨ªa para hacerla capaz de construir nuevos consensos entre los espa?oles. Dif¨ªcil tarea, pero en Am¨¦rica Latina lo conocemos: est¨¢ preparado.
Ricardo Lagos fue presidente de Chile entre 2000 y 2006.
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