La guada?a de Rajoy
Con la 'ejecuci¨®n' de Trillo el presidente del Gobierno ha alcanzado dos objetivos
Mariano Rajoy pertenece la categor¨ªa antropom¨®rfica de los cocodrilos que esperan pacientemente el momento de triturar a la presa. Parecen inm¨®viles. Se mimetizan entre los juncos y las aguas turbias. Y devoran a la zebra o al cervatillo con el estruendo de una poderosa dentellada. Le ocurri¨® al ministro Soria. Y acaba de sucederle a Federico Trillo, por mucho que la narrativa temporal de los hechos sobrentienda que Cospedal ya hab¨ªa puesto en rebajas navide?as la cabeza del embajador.
No se explica la decapitaci¨®n de Trillo sin la adhesi¨®n de la ministra de Defensa al informe del Consejo de Estado, pero tampoco se entiende la iniciativa depredadora de Cospedal sin la autorizaci¨®n de Rajoy. Han bailado ambos un rigod¨®n, por utilizar una disciplina marianista. Y han forzado a Trillo a que su dimisi¨®n parezca un ejercicio de contrici¨®n voluntario, precisamente el d¨ªa en que Aznar y Gallard¨®n recreaban en Madrid la versi¨®n madrile?a del Tea Party, asumiendo ambos el papel de guardianes de la ortodoxia. Quiere decirse que Rajoy ha logrado alcanzar dos objetivos con la 'ejecuci¨®n' de Trillo. Primero se ha despojado del conflicto embarazoso del Yak-42, una apestosa herida abierta de la herencia aznarista. Y, en segundo lugar, ha escarmentado a la vieja guardia del propio Aznar y a la ¨¦poca que representa el ex presidente del Gobierno, nada menos cuando el juicio de la G¨¹rtel propone este lunes la declaraci¨®n estelar de Luis B¨¢rcenas.
Necesita Mariano Rajoy distanciarse de la resaca y de los hilitos de alquitr¨¢n que intoxican la placidez de su Gobierno, fantasmas del pasado que evocan el insomnio de Macbteh, por citar uno de los personajes de Shakespeare que Trillo ha frecuentado en la orilla del Teatro del Globe. Y no solo como fervoroso admirador del Bardo, sino como ep¨ªgono contempor¨¢neo en las reflexiones de su tr¨¢gico desenlace: ¡°El m¨¢s cercano a nuestra sangre es el m¨¢s cercano a verterla¡±, proclama el rey en su ensimismamiento.
Familia eran Rajoy y Trillo, sangre de la sangre azanrista, compa?eros de partido y de equipo ministerial, pero la actitud contemplativa que se le atribuye, con raz¨®n, al presidente del Gobierno no contradice su dimensi¨®n de verdugo despiadado, especialmente cuando el hacha pretende romper las amarras del PP antiguo respecto al PP contempor¨¢neo. Trillo representaba un lastre, no como embajador hedonista en Londres, sino como portador de malas noticias, como espectro pestilente del antiguo r¨¦gimen. Y Mariano Rajoy lo ha abatido con la guada?a para salvarse a s¨ª mismo y tratar de inculcarnos que nunca tuvo pasado, menos a¨²n a la vera de Aznar.
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