Colza, el primer macrojuicio
El proceso por el envenenamiento masivo fue el primero que sali¨® de la sede de la Audiencia Nacional
El 30 de marzo de 1987, hace justo 30 a?os, comenz¨® el que fue el mayor juicio en la historia de Espa?a hasta la fecha: el proceso a los 41 acusados del envenenamiento masivo con aceite de colza para uso industrial que ocasion¨® m¨¢s de 20.000 afectados y 600 fallecimientos en 1981. El primer caso ¡ªun ni?o de Torrej¨®n, en Madrid¡ª falleci¨® el 1 de mayo de ese a?o de lo que se pens¨® que era una legionela. El aumento de casos llev¨® a pensar en una epidemia. Por fin el 12 de junio se supo cu¨¢l era la causa. La sentencia tard¨® 11 meses en estar lista.
Todo fue gigantesco en aquel proceso, del que Francisca Sauquillo, que particip¨® como miembro de la acusaci¨®n particular, no duda en afirmar que ¡°marc¨® un antes y un despu¨¦s en la justicia espa?ola¡±.
Casi cinco a?os tard¨® el juez de la Audiencia Nacional Alfonso Barcala en concluir el sumario, que ocup¨® 100.000 p¨¢ginas (el del 11-M fue algo menor, unas 93.000). La cantidad de afectados y la obligatoriedad de hacer p¨²blico el proceso oblig¨® a que, por primera vez, las sesiones salieran de la sede del tribunal. Se celebr¨® en la Casa de Campo (aqu¨ª tambi¨¦n hay un paralelismo con el juicio del 11-M). Adem¨¢s, ¡°se instal¨® un sistema inform¨¢tico moderno para 1987. Se grababa todo y todo estaba informatizado¡±, recuerda Sauquillo.
La abogada, que actualmente preside el Comisionado de la Memoria Hist¨®rica del Ayuntamiento de Madrid, tambi¨¦n recuerda que ¡°hubo que instalar traducci¨®n simult¨¢nea ante la cantidad de peritos, epidemi¨®logos y toxic¨®logos internacionales que asistieron, aparte de periodistas de medio mundo¡±.
Tres vidas marcadas
Jes¨²s Lozano recuerda que pas¨® su sexto cumplea?os dentro de una ¡°especie de pecera¡±. Estaba en el hospital junto a otros ni?os que lloraban de dolor. Todos eran v¨ªctimas del s¨ªndrome del aceite t¨®xico. ¡°Con solo 10 a?os ya te das cuenta de que tu madre lleva tres a?os en el hospital, empiezas a echar de menos a tu abuelo que ha fallecido y a tu hermano que se fue a vivir con tu t¨ªa¡±.
Ese a?o, 1981, Mercedes Garc¨ªa preparaba unas oposiciones. El aceite t¨®xico le provoc¨® una incapacidad permanente total. ¡°Ten¨ªa calambres, no pod¨ªa dormir, era incapaz de darle a una tecla¡±.
A Carmen Cort¨¦s la enfermedad la sac¨® por primera vez de casa con 14 a?os. Estuvo ingresada 10 meses y perdi¨® 20 kilos. ¡°Muchos mor¨ªan, pero me lo ocultaban para que no decayera¡±.
En ese apartado fue determinante el testimonio del equipo de sanitarios del Hospital Ni?o Jes¨²s de Madrid que descubri¨® en algo menos de mes y medio la causa de la enfermedad, cuyos s¨ªntomas eran decaimiento, problemas respiratorios y sarpullidos, aparte de dolores. El pediatra Juan Casado, que ten¨ªa 36 a?os, recuerda ir a declarar a la casa de Campo, pero lo que le emociona es recordar c¨®mo fue la b¨²squeda del agente t¨®xico. ¡°En un enfermo encontraron una bacteria, el micoplasma neum¨®nico, y los s¨ªntomas coincid¨ªan, as¨ª que se pens¨® que era una neumon¨ªa. Pero el antibi¨®tico no funcionaba. Tambi¨¦n era an¨®mala la distribuci¨®n de casos: enfermaban los de una vivienda, pero no los de la enfrente¡±, cuenta.
Descartada la infecci¨®n, quedaba el t¨®xico. Con sus pesquisas, llegaron a identificar ¡°unas garrafas de aceite con un tap¨®n rojo que se vend¨ªan en mercadillos¡± ¡ªlas que vend¨ªa la empresa Raelca¡ª como las causantes. Fue retirarlas y acabarse los casos.
Sauquillo destaca otro hecho importante de aquel proceso: el papel de las asociaciones de consumidores. Les dieron un despacho en las instalaciones, y ¡°fue la primera vez que hubo una movilizaci¨®n as¨ª¡±. ¡°Jugaron un papel muy importante¡±.
Seguimos Viviendo
Carmen Cort¨¦s, Jes¨²s Lozano y Mercedes Garc¨ªa, miembros de la asociaci¨®n Seguimos Viviendo, lo vivieron en primera persona. Cort¨¦s era una adolescente, Lozano apenas ten¨ªa ocho a?os y Garc¨ªa estaba embarazada de cinco meses. ¡°Si esto hubiera sido juzgado ahora, habr¨ªa sido de otra manera. Es una total falta de responsabilidad y de respeto de un Estado hacia sus ciudadanos, a los que se envenen¨® sin tener ning¨²n tipo de culpa¡±, cuenta Cort¨¦s, la ¨²nica afectada de su familia.
Garc¨ªa, define el proceso como tremendo. A¨²n se lamenta de que solo pudo acudir mes y medio a las sesiones para no perjudicar al feto con el detector de metales. ¡°Yo recuerdo aquello con mucho dolor. Ver todo el sufrimiento de aquellas madres con las fotograf¨ªas de los hijos que hab¨ªan perdido colgando del pecho fue horroroso¡±, lamenta.
Lozano apenas recuerda el proceso. ¡°Yo ve¨ªa todo en casa por las noticias de la televisi¨®n. No me enter¨¦ de gran cosa porque mis abuelos me proteg¨ªan. Lo que me viene a la mente es el macrojuicio en la Casa de Campo, ese pabell¨®n lleno de gente y las botellas de aceite que iban y ven¨ªan¡±, afirma.
Aunque no lo mencionen, todos tuvieron que pasar por un equipo de forenses creado especialmente. Esto era muy importante para determinar qui¨¦nes eran afectados, explica Sauquillo. Hasta la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) cre¨® un laboratorio especial para las muestras.
El proceso fue tan importante que, igual que pasara con los casos de talidomida y la creaci¨®n de un sistema de farmacovigilancia, llev¨® a la primera ley de consumo, que elabor¨® el Ministerio de Sanidad siendo su titular Ernest Lluch.
Incluso en la doctrina judicial se introdujeron novedades a ra¨ªz de este caso, dice Sauquillo. ¡°Desde el punto de vista penal, se determin¨® que no basta con que alguien no quiera matar, que fue lo que alegaron los que comercializaron el aceite, sino que tiene que poner los medios para no hacerlo¡±, a?ade.
El caso tuvo otro impacto: la colza desapareci¨® injustamente de la dieta de los espa?oles. La soluci¨®n la dio la mercadotecnia: ahora se llama canola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.