¡°Vi c¨®mo amputaban los 20 dedos por el fr¨ªo a compa?eros¡±
Los ¨²ltimos supervivientes de la Divisi¨®n Azul, que rondan los 100 a?os, cuentan la tragedia que vivieron en un frente al que muchos llegaron empujados por el hambre o el miedo
Corr¨ªan malos tiempos. Apenas dos a?os despu¨¦s de rematada la Guerra Civil, 1941, con la hambruna haciendo estragos, en plena efervescencia de la segunda guerra mundial y Alemania esperando alg¨²n gesto del nuevo gobierno de Franco que finalmente se concret¨® en la creaci¨®n de la que se bautizar¨ªa como Divisi¨®n Azul, ideada, seg¨²n algunos historiadores, por los falangistas. En realidad era la 250 Divisi¨®n de Voluntarios Espa?oles de la Wehrmacht.
Muchos fueron los espa?oles que se alistaron en esta aventura, que los conducir¨ªa al frente sovi¨¦tico y a un gran n¨²mero a la muerte o al padecimiento de los implacables gulags. ¡°La gloriosa epopeya de los voluntarios espa?oles en la lucha contra el bolchevismo¡±, proclamaban desde el NO-DO, en la despedida de este contingente del que apenas quedan supervivientes. Los que quedan rondan el siglo.
El hambre en muchos casos, un esp¨ªritu aventurero, fidelidad al r¨¦gimen o incluso j¨®venes que pretend¨ªan purgar los pecados de sus familias que hab¨ªan sido republicanas. Esas eran algunas de las razones para enrolarse y hacer casi 5.000 kil¨®metros, los ¨²ltimos 1.200 a pie. Fue el caso del lucense Gerardo Dorado, a punto de cumplir 99 a?os, que vivi¨® en primera persona la Guerra Civil y despu¨¦s se hizo voluntario de la Divisi¨®n Azul.
Gerardo Dorado recuerda perfectamente el caldo "con 27 garbanzos" que le dieron en ?frica
En el 37 lo llamaron a filas. Se incorpor¨® a Astorga y un mes m¨¢s tarde ya estaba en el frente en Le¨®n. ¡°Pertenec¨ªamos a un batall¨®n que ven¨ªa de ?frica¡±, se esmera en recordar este divisionario que no pierde la sonrisa, ni el buen humor. Despu¨¦s volvi¨® a ?frica y, una vez concluida la guerra, se embarc¨® en esta odisea que le llev¨® a Rusia, pasando por Ceuta, Sevilla, Berl¨ªn y Polonia. Ya desde Polonia, atravesaron m¨¢s de 1200 kil¨®metros ¡°a pie¡± sorteando temperaturas extremas; la m¨¢s baja ¡°53 grados bajo cero¡±. Una experiencia, la del fr¨ªo, que le hizo presenciar c¨®mo "a algunos compa?eros les tuvieron que amputar los 20 dedos, de mano y pies".
¡°A¨²n lo cuento hoy¡±, resopla mientras se recrea hablando de las ¡°varias razas¡± que conoci¨® en el frente ruso: alemanes, italianos, rumanos, pero ¡°como el espa?ol nada¡±, comenta euf¨®rico. La comida fue una de las razones que le llevaron a Rusia, o el hambre en su caso, dentro de ese contingente de unos 46.000 hombres de los que 4.954 murieron. Hubo tambi¨¦n casi 9.000 heridos de los que 2.100 resultaron mutilados y casi 400 fueron hechos prisioneros.
Mariano Tejero es hijo de un oficial lucense con el mismo nombre que tambi¨¦n combati¨® contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Era hijo de un teniente que el siete de julio de 1941 era movilizado. Con m¨¢s suerte que Gerardo Dorado, por ser hijo de un mando, hizo el mismo itinerario de Sevilla, Francia y Berl¨ªn. El 26 de julio fue designado jefe superior al mando de la tercera columna de la Divisi¨®n Espa?ola de Voluntarios, y su traslado al frente ruso se hizo en una brigada m¨®vil alemana, de moto y sidecar.
¡°En uno de los combates sufri¨® congelamiento. Al cabo de un mes le dieron la baja por agotamiento f¨ªsico¡±, narra el hijo. Dice que su padre ¡°pr¨¢cticamente no hablaba nada¡± de su experiencia. ¡°Lo que dec¨ªa era que pas¨® mucho fr¨ªo¡±, evoca quien guarda su legado con numerosas fotograf¨ªas de su padre con alemanes, o el sable que le regal¨® un oficial de la Wehrmacht y tambi¨¦n condecoraciones.
Los espa?oles ¡°trataban muy bien¡± a los prisioneros rusos en comparaci¨®n con los alemanes
En el caso de Dorado, la escasez de comida era tal que rememora con sorprendente precisi¨®n c¨®mo cuando estaba en ?frica le dieron un plato ¡°de caldo, solo con nabizas y 27 garbanzos¡±. ¡°No les entend¨ªamos nada... y a los alemanes tampoco¡±, rememora el anciano, que al igual que Tejero fue herido durante un ataque que sufri¨® su unidad a cargo de la aviaci¨®n rusa. En otro momento de la conversaci¨®n se muestra lleno de un orgullo que ¨¦l califica de ¡°patri¨®tico¡± y dice que ellos tambi¨¦n fueron capaces de abatir dos aviones. Apenas hab¨ªan transcurrido cinco meses y fue hospitalizado. Despu¨¦s, trasladado a Madrid.
Los cinco meses transcurridos no estuvieron exentos de aventuras, como cuando recogieron y devolvieron a Espa?a a "12 ni?os de la Pasionaria que estaban abandonados". Tambi¨¦n en Alemania antes de partir al frente, cuenta c¨®mo ¨¦l y cinco compa?eros m¨¢s fueron ignorados en una ¡°cantina¡± donde hab¨ªan pedido unas cervezas. Un amigo cogi¨® un banco y lo hizo golpear contra una mesa. Llegaron hasta all¨ª polic¨ªas militares nazis. Echaron a correr, y cuando llevaban 200 metros grit¨® uno de los militares espa?oles ¡°cada uno por donde pueda¡±, se escabulleron y as¨ª esquivaron un casi seguro castigo.
Usaron los cad¨¢veres de los soldados rusos a modo de escalones para bajar al r¨ªo helado en busca de agua potable
La propaganda franquista del 41 al 43 a mancillar la imagen del dictador sovi¨¦tico al que se se?alaba como el ¡°georgiano sanguinario¡±. Un reclamo, el del anticomunismo, que no cal¨® tanto entre la tropa. Gerardo asegura que los espa?oles ¡°trataban muy bien¡± a los prisioneros rusos en comparaci¨®n con los alemanes. Los espa?oles rebajaban la vigilancia mientras "jugaban a las siete y media", en tanto que los nazis "los ataban con alambres de espino", una crueldad que no dejaba indiferente al contingente espa?ol, que "ofrec¨ªa comida" a los rusos.
Este veterano divisionario combina serenamente esta ¡°epopeya¡± con episodios de la Guerra Civil. El uno de agosto de 1937 fue incorporado a filas. Cuatro a?os despu¨¦s combat¨ªa contra los sovi¨¦ticos. Sin perder cohesi¨®n en el relato justifica el porqu¨¦ de esta guerra perdida: ¡°Fue por pagar una deuda que ten¨ªa Franco con Alemania¡±. Muchos de los combatientes experimentaron la crueldad de la batalla en el cerco a Leningrado, de los m¨¢s violentos asedios en la historia de la humanidad, con miles de muertos. Las autoridades sovi¨¦ticas reconocieron en su momento que fueron 600.000, una cifra que seg¨²n algunos historiadores se podr¨ªa doblar. 900 d¨ªas con sus 900 noches.
Gerardo revive con lucidez c¨®mo en medio de la batalla ¨¦l y sus compa?eros se encontraban a un lado del puente. Frente a frente con el enemigo. Se abastec¨ªan de agua, burlando a los sovi¨¦ticos, en un lago helado y ten¨ªan que descender a ¨¦l sorteando un sinf¨ªn de obst¨¢culos. Al joven soldado en aquel momento, con 23 a?os, originario del municipio lucense de Baleira, se le orden¨® ir a la ¡°cabeza del puente¡±. ¡°Ten cuidado, me dijeron¡±, y en eso que vio aproximarse hasta la posici¨®n que defend¨ªan los espa?oles a ¡°tres o cuatro rusos¡± con trajes blancos que se confund¨ªan con la nieve. ¡°As¨ª vestidos casi no se notaban. Avis¨¦ al cabo. Me dijo: d¨¦jales que se acerquen y haz fuego. Los dej¨¦ acercar y dispar¨¦ con el fusil ametrallador hasta que cayeron todos¡±, cuenta entusiasmado y presumiendo de sus dotes b¨¦licas.
No se qued¨® ah¨ª la cosa. Al d¨ªa siguiente de la escaramuza, a alguien se le ocurri¨® utilizar esos cad¨¢veres a modo de escaleras para bajar al lago y hacerse con agua potable. ¡°Pas¨¢bamos por encima de los cuerpos y as¨ª estuvimos un mes en que avanzamos adelante¡±, describe. ¡°A¨²n lo cuento hoy¡±, sonr¨ªe delante de su hija y su yerno que lo saca a la calle y lo acompa?a abri¨¦ndose a las vivencias del casi centenario. Gerardo se lanz¨® a la guerra por el hambre y as¨ª lo confiesa muchas veces durante la conversaci¨®n.
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