Help the ¡®jordis¡¯
La parodia de su martirio pol¨ªtico atrae la solidaridad de Iglesias, pero no contradice el peligro de su eficacia movilizadora
Los Jordis han proporcionado al movimiento indepe un mito fundacional, m¨¢rtires de la represi¨®n espa?ola que se llaman igual, se parecen mucho f¨ªsicamente, custodian el dogma soberanista, comparten penitenciar¨ªa y aspiran a convertirse en los Dioscuros de la cosmogon¨ªa catalana, aunque su tosquedad recuerde m¨¢s a Hern¨¢ndez y Fern¨¢ndez que a C¨¢stor y P¨®lux.
Ya era una se?al inequ¨ªvoca el linaje sagrado del patr¨®n de Catalu?a. Jordi & Jordi, clonados en la kriptonita victimista, luchan contra el feroz drag¨®n de Espa?a y aspiran a sojuzgarlo, no ya con la capacidad movilizadora de sus movimientos sincronizados ¡ªANC y ?mnium¡ª, sino con la propaganda de su tormento carcelario en las dependencias VIP de Soto del Real. Otegi se comparaba con Mandela. Los Jordis pueden hacerlo con Marcos y Marceliano, gemelos de la Iglesia primitiva que prefirieron la lanza en sus carnes antes que la sumisi¨®n al paganismo.
Engendran ambos su propia caricatura con la aquiescencia y connivencia de la credulidad ciudadana. El movimiento indepe domina las artes de la comunicaci¨®n y de la propaganda frente a la indolencia y mojigater¨ªa del Gobierno espa?ol, pero tiende igualmente a la autoparodia. De otro modo, no se habr¨ªan convertido los Jordis en la bufonada de presos pol¨ªticos ni se habr¨ªa denunciado su cautiverio con lazos amarillos y velas encendidas en el paseo de Gracia.
Pablo Iglesias ilumin¨® la suya cursi, solidaria y simb¨®licamente. Y lo hizo adhiri¨¦ndose a la teor¨ªa de la persecuci¨®n desde una posici¨®n tan confortable como la propia inmunidad de su p¨²lpito. Si hubiera presos pol¨ªticos en Espa?a, Pablo Iglesias no estar¨ªa en la calle. Ni se jactar¨ªa de su nostalgia franquista. Ni perseverar¨ªa en el socorro de cada contrariedad legal o pol¨ªtica que sacude al soberanismo. Iglesias, como Ada Colau, est¨¢ esforz¨¢ndose en la abnegada tarea de banalizar el fascismo, homologar las fechor¨ªas separatistas ¡ªel refer¨¦ndum, el discurso de independencia¡ª y deslegitimar, al mismo tiempo, las actuaciones ortodoxas del Estado.
S desenvuelve Iglesias con el celo de los conversos paleocristianos. Es el cuerpo extra?o de la familia estelada, a semejanza de Tom Hagen entre los Corleone, pero tiene acceso a los concili¨¢bulos. Y se ha propuesto difundir la par¨¢bola del Estado opresor, una coreograf¨ªa de poderes, una conspiraci¨®n de fuerzas marianistas, cuya gran ambici¨®n es la resurrecci¨®n ecuestre del caudillo y cuya ¨²ltima expresi¨®n consiste en el encarcelamiento de los Jordis, no s¨®lo degradante respecto a los m¨¦ritos del hero¨ªsmo callejero, sino humillante porque Soto representa la prisi¨®n del submundo en la que transitaron B¨¢rcenas, Blesa, Mario Conde y Villar, y en la que ahora tambi¨¦n est¨¢ otro Jordi, Pujol Ferrusola, como enganche de los nuevos hom¨®nimos inquilinos.
Los Jordis no son delincuentes comunes, ni corruptos, ni despiadados capitalistas. Han sido canonizados en vida con plegarias lastimeras, velas y lacitos. Dejaron grabado incluso un rid¨ªculo v¨ªdeo "p¨®stumo" donde expon¨ªan obscenamente las llagas de la persecuci¨®n, aunque su verdadera fuerza no concierne a las l¨¢grimas ni a la cursiler¨ªa de las vigilias de candelabros, sino a la capacidad de calentar las calles y promover la subversi¨®n desde el tel¨¦fono m¨®vil.
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