La ¨²ltima palabra para Pablo Ibar
Arranca hoy el juicio que podr¨ªa devolver la libertad al espa?ol Pablo Ibar despu¨¦s de 24 a?os en prisi¨®n, 16 de ellos en el corredor de la muerte
Pablo Ibar?lleva media vida encerrado. No es una frase hecha. La primera mitad de su vida, hasta los 22 a?os, transcurri¨® en libertad: tomaba decisiones, viajaba, entraba, sal¨ªa, cambiaba la hora de comer o una mesa de sitio. La segunda mitad, desde 1994 hasta hoy, fue distinta: Ibar lleva casi 24 a?os sin decidir nada. Ni lo m¨¢s trivial: la hora de comer es siempre la misma, las sillas est¨¢n clavadas al suelo y no se pueden mover, las puertas se abren autom¨¢ticamente cuando un guardia lo dispone. Ibar lleva encerrado en prisi¨®n desde entonces y la privaci¨®n de libertad va mucho m¨¢s all¨¢ de unos barrotes. Tiene que ver con una realidad, una estructura mental por la cual un cerebro? asume que ya no debe ni puede tomar decisiones. Las toman por ¨¦l. Siempre las mismas, siempre iguales.
¡°Yo no soy libre ni en mis sue?os¡±, explica Ibar cada vez que se le pregunta por su salud mental. Cuando sue?a, este pelotari frustrado nacido en la periferia de Miami siempre imagina de forma involuntaria un guardia que le devuelve a la celda. Su inconsciente tambi¨¦n est¨¢ preso. Puede que ese sea el mayor de sus dramas.
Llegados a este punto, con su vida en dos mitades bien diferenciadas ¡ªuna libre, la otra, encerrado tras una condena a muerte acusado de triple asesinato¡ª un jurado va a dictaminar qu¨¦ ocurrir¨¢ con la tercera parte que le resta. Este lunes arranca un juicio en el tribunal del condado de Broward (lim¨ªtrofe con Miami y parte de la enorme ¨¢rea metropolitana de la ciudad) que tiene forma de embudo. Despu¨¦s de 24 a?os Ibar se enfrenta a un proceso que durar¨¢ entre 4 y 5 meses en el que una tormenta de pruebas, opiniones y debates ir¨¢n reduci¨¦ndose hasta un solo punto: la decisi¨®n de un jurado popular. Ser¨¢ solo un segundo el que tarde en pronunciar la palabra el presidente del jurado: culpable o no culpable. 24 a?os de pelea ¡ªla mitad de la vida¡ª reducidos a unas s¨ªlabas. Despu¨¦s de eso, regresar a casa e intentar vivir los a?os que le restan o volver al corredor de la muerte y esperar a ser ejecutado.
¡°La presi¨®n es enorme. La tensi¨®n, brutal¡±. Lo explica Andr¨¦s Krakemberger, portavoz de la Asociaci¨®n Pablo Ibar contra la Pena de Muerte, que defiende el derecho de Ibar a tener un juicio justo. ¡°Pablo tiene una gran fuerza mental, pero est¨¢ viviendo algo muy duro. Por un lado, el ansia de estar tan cerca del deseado juicio y, por otro, la presi¨®n enorme de saber que se la est¨¢ jugando¡±.
Tambi¨¦n la familia est¨¢ con los nervios despedazados. C¨¢ndido Ibar, el padre de Pablo, considera dormir algo similar a un lujo. Hace a?os que no logra relajarse. Cuando condenaron a su hijo a muerte, en el a?o 2000, arranc¨® un periplo en busca de ayudas y apoyos que todav¨ªa dura. ¡°Estamos nerviosos, expectantes y tambi¨¦n con miedo. Es una inc¨®gnita lo que puede pasar porque es un jurado el que va a decidir. Depende de ellos. Y eso hace que tengamos temor¡±, explica. ¡°Pero tambi¨¦n intentamos ser positivos, porque al menos se va a repetir el juicio por el que llevamos luchando tantos a?os. Al menos tenemos esa oportunidad, la oportunidad de que sea un juicio justo¡±.
"Te tengo"
El 14 de julio de 1994 Ibar fue detenido por una discusi¨®n entre dos grupos de j¨®venes. La polic¨ªa intervino para evitar que fuera a m¨¢s y varios de esos j¨®venes, entre los que estaba Ibar, fueron arrestados y llevados a comisar¨ªa. Sucedi¨® aquello a pocas semanas de que Ibar debutara como pelotari profesional en Estados Unidos. Desde ese d¨ªa y hasta hoy, nunca ha vuelto a experimentar lo que es la libertad. ¡°Yo no era un ¨¢ngel¡±, suele admitir Ibar cuando le preguntan por su juventud. Explica que frecuentaba malas compa?¨ªas y que, en ocasiones, se met¨ªa en l¨ªos. ¡°Pero lo que no soy es un asesino¡±.
Ibar naci¨® en Florida hace 44 a?os, hijo de un pelotari vasco emigrado a Estados Unidos que era hermano del boxeador Urtain. Conoci¨® C¨¢ndido en Dania Beach, ciudad pegada a Miami, a la que ser¨ªa la madre de Ibar, una mujer cubana que falleci¨® de c¨¢ncer en 1998. Pablo disfrut¨® de una infancia sin problemas ni carencias. Cuando lo detuvieron, Ibar iniciaba una relaci¨®n sentimental con una joven llamada Tanya Quinones, hija de portorrique?os y vecina de Dania Beach. Tanya ten¨ªa entonces 17 a?os y nunca se ha separado de Pablo. En 1997 se casaron con una mampara de por medio y entre 2000 y 2016 (los a?os que Ibar estuvo en el corredor de la muerte) fue a visitarlo cada s¨¢bado sin fallar uno solo: conduc¨ªa 4 horas de ida y 4 de vuelta en cada ocasi¨®n.
Tanya se enterar¨ªa del arresto d¨ªas despu¨¦s, cuando ya pesaba sobre Ibar una acusaci¨®n extremadamente grave. Ocurri¨® que, pocas horas despu¨¦s de su detenci¨®n, el detective Paul Manzella observ¨® con detenimiento una fotograf¨ªa en blanco y negro sacada de la imagen de una precaria c¨¢mara de seguridad. El detective consider¨® que aquel rostro de la imagen era el de Ibar. Sin dudarlo, le acus¨®. ¡°Te tengo¡±, cuenta Ibar que le dijo. ¡°Yo no sab¨ªa ni a qu¨¦ se refer¨ªa¡±.
De lo que hablaba aquel detective era de un asalto a una casa ocurrido d¨ªas antes, en el que dos individuos asesinaron a un hombre y dos chicas que le acompa?aban. Una c¨¢mara registr¨® el cruel ataque. En un instante del suceso, uno de los perpetradores se quita una camiseta que le cubre el rostro y se seca el sudor con ella. La cara que aparece, seg¨²n aquel detective, era la de Pablo Ibar. Fue formalmente acusado de triple asesinato. Ibar siempre se ha declarado inocente.
Una novela negra
Comenz¨® entonces un proceso digno de una novela negra inveros¨ªmil. Identificaciones irregulares, presiones sobre los testigos y ausencia completa de evidencias f¨ªsicas: ni un solo resto de ADN en el escenario del crimen tras cinco an¨¢lisis en el laboratorio. ¡°Es pr¨¢cticamente imposible salir de ese escenario sin dejar un solo rastro de ADN¡±, explica Benjamin Waxman, el abogado de Ibar. ¡°Solo la camiseta estaba empapada en sudor¡±. Tampoco las huellas, la sangre, el cabello ni las pisadas halladas en la casa corresponden con las de Ibar. Pese a ello, y con una gran presi¨®n medi¨¢tica y social encima, la acusaci¨®n prosper¨®.
En el juicio, el abogado de oficio asignado a Ibar, Kayo Morgan, padeci¨® un episodio de conducta autodestructiva que llev¨® a Pablo a la indefensi¨®n. Morgan se enganch¨® a varios medicamentos, contrajo dos enfermedades cr¨®nicas y termin¨® detenido por agredir a su mujer. Ibar solicit¨® un cambio de abogado, pero se le deneg¨®. Todav¨ªa hoy se pregunta por qu¨¦.
Sin defensa, la fiscal¨ªa se apoy¨® en la imagen del v¨ªdeo para convencer al jurado. En agosto del a?o 2000, con 9 votos a favor y 3 en contra, Ibar fue condenado a muerte contra todo pron¨®stico.
Combate por un juicio justo
Desde entonces y hasta hoy la familia ha peleado sin respiro por conseguir apoyos. El abogado de Ibar cobra 1,3 millones de d¨®lares por la tit¨¢nica empresa de sacarlo del corredor de la muerte. La familia, a trav¨¦s de la Asociaci¨®n Pablo Ibar, arranc¨® una campa?a de crowfunding para recaudar el dinero que todav¨ªa sigue en marcha. Les falta el 20%. ¡°No pedimos dinero para sacar a Pablo de la c¨¢rcel porque s¨ª. Lo pedimos para que pueda tener un juicio justo¡±, explica Andr¨¦s Krakemberger.
Dos veces el Tribunal de Florida le deneg¨® a Pablo la repetici¨®n del juicio. La primera fue en 2006 y la segunda en 2012. Por fin, en el a?o 2016, el Tribunal Supremo de Florida admiti¨® que Ibar fue condenado con ¡°pruebas escasas y d¨¦biles¡± y que no hab¨ªa tenido una defensa ¡°eficaz¡±. Hoy arranca ese ansiado juicio.
Desde hace dos a?os Pablo espera fuera del corredor, en una prisi¨®n com¨²n. ¡°Las condiciones son a¨²n m¨¢s duras, su d¨ªa a d¨ªa es peor¡±, explica C¨¢ndido. Por ejemplo, Ibar lleva dos a?os incomunicado. Solo puede hablar con su mujer Tanya y con el resto de la familia a trav¨¦s de una videoconferencia. Su familia se sit¨²a frente a una pantalla en la primera planta y ¨¦l en otra en la s¨¦ptima del mismo edificio. Y hablan, sin tocarse, sin sentirse. ¡°El lugar apesta, est¨¢ sucio, es desagradable¡±, a?ade C¨¢ndido. La paradoja: el d¨ªa a d¨ªa de Ibar es m¨¢s duro ahora que en el corredor de la muerte, ya que all¨ª, donde estuvo entre 2000 y 2016, al menos pod¨ªa recibir la visita de su familia cada s¨¢bado.
¡°Son mi motor, sin ellos no hubiera llegado hasta donde estoy¡±, cuenta Ibar. El apoyo que le han supuesto Tanya, C¨¢ndido y los hermanos de Pablo le ha permitido mantener la fuerza mental para seguir peleando. Algo que no todos logran en un sitio como el corredor de la muerte. ¡°Lo m¨¢s impactante en ese lugar es ver c¨®mo algunas personas van perdiendo la cabeza. Cuando entran puedes mantener una conversaci¨®n con ellas, pero al cabo de a?os, est¨¢n idos. Locos¡±. Las consecuencias de vivir en una celda de dos por tres metros durante 20 a?os esperando, simplemente, a ser ejecutado. ¡°A m¨ª lo que me mantiene cuerdo es saber que mi familia est¨¢ ah¨ª y que vienen a visitarme¡±, explica Pablo.
Selecci¨®n del jurado
Ser¨¢ un combate largo y tedioso. La primera fase consistir¨¢ en la selecci¨®n del jurado. Cada una de las partes ¡ªdefensa y fiscal¨ªa¡ª tiene derecho a un n¨²mero de descartes (algunos argumentados, otros no) hasta conformar las 12 personas que decidir¨¢n si Ibar es culpable o no culpable. Dependiendo de la decisi¨®n, se crear¨¢ otro jurado para dictaminar la pena. La fiscal¨ªa solicita la ejecuci¨®n.
La defensa de Ibar se apoyar¨¢ en que no existen pruebas f¨ªsicas que sit¨²en a Pablo en la escena del crimen y en los testigos que le ubican en otro sitio aquella tr¨¢gica ma?ana. Tambi¨¦n han contratado, ahora s¨ª, a peritos y expertos faciales para intentar demostrar, mediante m¨¦todos cient¨ªficos, que el rostro que aparece en el v¨ªdeo no es el de Pablo. Esto es algo que, en su momento, el abogado de oficio Kayo Morgan no hab¨ªa hecho, dejando el camino despejado para la fiscal¨ªa.
A partir de ah¨ª, la inc¨®gnita. El enigma de qu¨¦ decidir¨¢ el jurado. Y, sobre todo, el miedo. Ibar y su familia viven estos d¨ªas con una presi¨®n sobre sus hombros que apenas les permite moverse. No quieren caer en el optimismo, o m¨¢s bien temen hacerlo. Han sufrido demasiado. Solo quieren esperar, confiar en que esta vez ser¨¢ un juicio justo y ver que Pablo regresa a casa. Media vida despu¨¦s.
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