Posmodernos antes que modernos
Al tiempo que Espa?a recuperaba la democracia, su cultura descubr¨ªa el mercado
La cultura espa?ola de la etapa constituyente tambi¨¦n tuvo sus hitos. Dos de ellos llevan fecha de 1977. Ese a?o Vicente Aleixandre gan¨® el premio Nobel de literatura y Veneno public¨® su primer disco: una consagraci¨®n y una revoluci¨®n. En la figura del autor de Espadas como labios ¨Cun exiliado interior¨C la Academia Sueca premiaba a la Generaci¨®n del 27 y, de paso, a la Espa?a que llegaba a la democracia. La posibilidad, barajada en Estocolmo, de que compartiera el galard¨®n con Rafael Alberti ¨Cun desterrado can¨®nico¨C se esfum¨® para no herir susceptibilidades beatificando a un comunista demasiado pronto. Por el lado de la cultura popular, el ¨¢lbum firmado por Jos¨¦ Mar¨ªa L¨®pez Sanfeliu (Kiko Veneno) y los ingobernables hermanos Amador pasaba por la t¨²rmix a los Montoya y a Jimmy Hendrix, a Camar¨®n y a Bob Dylan, la antipsiquiatr¨ªa de Ronald D. Laing, el anarquismo zamorano de Garc¨ªa Calvo y la poes¨ªa catalana de Mart¨ª i Pol. Si la portada era el nombre del grupo grabado en una piedra de hach¨ªs, los cr¨¦ditos del disco ¨Cun estupendo fracaso comercial¨C son la piedra Rosetta que explica mucho de lo que vino despu¨¦s.
Dos a?os antes, con Franco agonizando, un joven traductor de la ONU llamado Eduardo Mendoza se estrenaba con una novela que la censura describi¨® en un primer informe como ¡°novel¨®n est¨²pido y confuso, escrito sin pies ni cabeza¡± y en un segundo, como ¡°trama detectivesca¡± aderezada con ¡°humor e iron¨ªa¡± al l¨ªmite de la ¡°tragicomedia cl¨¢sica¡±. Sin pretenderlo, los censores se adelantaban a los historiadores catalogando La verdad sobre el caso Savolta como una novela posmoderna.
El feminismo ha llegado a Moncloa, la contracultura es objeto de tesis doctorales
La idea del cineasta Joaqu¨ªn Jord¨¢ de que ¨¦l y su generaci¨®n se encomendaron a Mallarm¨¦ ¨Cla v¨ªa experimental¨C porque no les dejaron encomendarse a Victor Hugo ¨Cla v¨ªa social¨C abon¨® durante la posguerra la leyenda de que los creadores ten¨ªan el caj¨®n lleno de obras revolucionarias imposibles de publicar bajo una dictadura. No era as¨ª. Si de algo estaban llenos esos cajones era de novelas y guiones con planteamiento, nudo y desenlace: el ant¨ªdoto dr¨¢stico a una d¨¦cada de hermetismo estructuralista y a dos de compromiso marxista. Ni Mallarm¨¦ ni Victor Hugo: Balzac unas veces, Dumas otras, tal vez Dashiell Hammett. Los lectores de narrativa espa?ola ¨Clista para convertirse en ¡°nueva¡±¨C crecieron tanto que al final se convirtieron en p¨²blico. Juan Mars¨¦, paradigma de novelista obrero en los tiempos de la gauche divine, gan¨® el premio Planeta dos meses antes de que se votara la Constituci¨®n. Su predecesor hab¨ªa sido Jorge Sempr¨²n; su sucesor ser¨ªa Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, dos hist¨®ricos militantes del PCE que en los noventa terminar¨ªan discutiendo en la tele sobre la participaci¨®n espa?ola en la primera guerra del Golfo. ¡°Estado de Derecho¡±, dec¨ªa el primero, por entonces ministro (de Cultura) de Felipe Gonz¨¢lez. ¡°De derechas¡±, correg¨ªa el segundo.
En 1979, un fil¨®sofo franc¨¦s rebotado de Socialismo o barbarie, Jean-Fran?ois Lyotard, puso nombre a la levedad del ser y a aquella sensaci¨®n de que por fin la vanguardia era el mercado y la verdad, un juego de lenguaje con fecha de caducidad. La llam¨® condici¨®n posmoderna. Si la modernizaci¨®n capitalista se hab¨ªa separado de la modernidad ilustrada, la cultura se separ¨® de la educaci¨®n: los espa?oles llegaron a los supermercados ¨Cque empezaban a vender libros¨C mucho antes que a las bibliotecas. Mientras la URSS empezaba a suicidarse en Afganist¨¢n y en el cielo del Atl¨¢ntico Norte se alineaban tres estrellas llamadas Thatcher, Reagan y Wojtyla, la Espa?a cultural se volv¨ªa figurativa. Llegaban tiempos de transvanguardia pict¨®rica, de tebeos y poemas de l¨ªnea clara y de una arquitectura que dejaba de mirar a la austera Bauhaus para cambiar de inspiraci¨®n: Roma en su versi¨®n m¨¢s cl¨¢sica (Rafael Moneo), Las Vegas en la m¨¢s pop, monumental, tecnol¨®gica y hasta neocl¨¢sica (Ricardo Bofill).
Al less is more (menos es m¨¢s) de modernos como Mies van der Rohe respondieron posmodernos como Robert Venturi con less is a bore (menos es aburrido): de prohibido prohibir a prohibido aburrir. Se acab¨® la paciencia, empezaba la fiesta: ¡°?dise?as o trabajas?¡± En un famoso art¨ªculo publicado en este peri¨®dico, Rafael S¨¢nchez Ferlosio ironiz¨® con la man¨ªa de que la cultura ¨C¡°ese invento del Gobierno¡±¨C tuviera que ser ¡°refrescante¡± por obra y gracia de la gesti¨®n, la promoci¨®n y la actoman¨ªa. El Estado auton¨®mico se llen¨® de museos de arte contempor¨¢neo y el mayor de todos recibi¨® el nombre de la reina Sof¨ªa: una vela a la Segunda Rep¨²blica (?volvi¨® el Guernica!) y otra a la monarqu¨ªa. Consenso era la palabra clave y Montserrat Caball¨¦ empez¨® a calentar la voz para cantar un d¨ªa junto a Freddie Mercury con escenograf¨ªa de La Fura dels Baus. Los animales dom¨¦sticos de hoy un d¨ªa fueron salvajes.
En 2018, a la vez que los cuarenta a?os de la Magna Carta, los espa?oles conmemoran los diez de la crisis que los devolvi¨® al realismo sucio y a la certeza de que la historia no hab¨ªa llegado a su fin. Ahora Pedro Almod¨®var, el rey de la Movida ¨Ca veces acusada de promover la amnesia¨C, produce un documental sobre las v¨ªctimas de Franco (El silencio de los otros) al tiempo que arrasa en las librer¨ªas una novela sobre las v¨ªctimas de ETA (Patria). El hilo musical lo pone una catalana de 25 a?os que remezcla el flamenco con todo lo que tiene en el disco duro (Rosal¨ªa). El feminismo ha llegado a Moncloa, la contracultura es objeto de tesis doctorales y el Ministerio del ramo otorga anualmente un premio nacional de m¨²sicas actuales. Kiko Veneno lo gan¨® en 2012. Como ¨¦l mismo hab¨ªa dicho hace cuatro d¨¦cadas en una entrevista con la revista Vibraciones: ¡°No es tan f¨¢cil estar loco como muchos quisieran¡±.
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