La ¨²nica vez que EL PA?S titul¨® ¡°S?¡±
En el editorial del 5 de diciembre de 1978 el peri¨®dico pidi¨® a sus lectores que votaran a favor de la Constituci¨®n
¡°La libertad es una posibilidad que se actualiza cada vez que un hombre dice No al poder¡±, dej¨® escrito Octavio Paz. Por eso la legitimidad de los peri¨®dicos no se ha asentado nunca en decir a los poderes lo que tienen que hacer sino en decir ¡°no¡± a aquellas de sus decisiones que violentan las libertades o la raz¨®n. La ¨²nica vez que el diario EL PA?S en sus 42 a?os de existencia titul¨® ¡°S?¡± un editorial que, ins¨®litamente, arrancaba en primera p¨¢gina, fue el martes 5 de diciembre de 1978, para pedir expl¨ªcitamente a sus lectores que votaran a favor de la Constituci¨®n que se somet¨ªa a refer¨¦ndum al d¨ªa siguiente. ¡°Ma?ana una consulta popular preguntar¨¢ a los espa?oles si quieren o no darse a s¨ª mismos un r¨¦gimen de libertades. Se vota s¨ª o no a favor de un compromiso en defensa de las libertades de todos¡ La Constituci¨®n es un documento de concordia porque no existe opci¨®n de ning¨²n g¨¦nero, excepto las que predican y practican la violencia, que no tengan acomodo en ella. No resolver¨¢ todos los problemas, antes bien, no resuelve casi ninguno, pero marca las reglas de juego comunes para que los espa?oles aborden la resoluci¨®n de los conflictos que toda sociedad libre comporta¡±.
Cuarenta a?os m¨¢s tarde, EL PA?S sigue defendiendo ese ¡°s¨ª¡±, porque durante todo este tiempo el peri¨®dico y sus periodistas han podido hacer uso de las libertades que ese texto plasmaba. El debate constitucional demostr¨® a una sociedad traumatizada por una guerra civil que a¨²n no era lejana, que la acci¨®n pol¨ªtica necesitaba del di¨¢logo y la duda y ofreci¨® ejemplos de c¨®mo personas racionales lograban romper con esa cadena de causa-efecto que seguramente rige la naturaleza, pero no, necesariamente, las sociedades humanas. La Constituci¨®n de 1978, como la raz¨®n que tambi¨¦n inspira los principios de EL PA?S, es incompatible con la dictadura y no se basa en soluciones eternas, sino que conf¨ªa en el gradualismo e incluye los mecanismos de su reforma. En lo m¨¢s duro de una batalla, dec¨ªa el escritor Chris Hugues, la libertad y la raz¨®n buscan, siempre, armisticios y la Constituci¨®n espa?ola fue y es un excelente marco para llegar a ¨¦l. Entonces nos pareci¨® el mejor instrumento no para zanjar grandes cuestiones filos¨®ficas o de principio, sino para avanzar en el camino de la prosperidad y la libertad. La apreciamos porque no exig¨ªa declaraciones solemnes o aparatosas de identidad, casi siempre manchadas de sacrificios y dolor, sino porque supon¨ªa un acuerdo, era la consecuencia de un di¨¢logo y una negociaci¨®n y del anhelo de establecer un espacio p¨²blico de derechos y libertades. El mundo, pens¨¢bamos, no ha sufrido nunca por un exceso de libertades ¡ªni de raz¨®n, dec¨ªa Thomas Mann, convencido de que ¡°nada corta m¨¢s r¨¢pidamente el di¨¢logo y la conversaci¨®n que las emociones¡±¡ª.
En 2018 es ya indudable que por el camino han aparecido se?ales alarmantes de desgate
El ¡°s¨ª¡± de EL PA?S a la Constituci¨®n de 1978 ha ido acompa?ado siempre de la firme voluntad de apoyar todas aquellas reformas que permitieran que siguiera siendo un documento de concordia y de defensa de las libertades. Que siguiera siendo el mejor instrumento para decir ¡°no¡± al deterioro de las instituciones democr¨¢ticas. En 2018 es ya indudable que por el camino han aparecido se?ales alarmantes de ese desgaste, provocado no tanto por errores de concepto constitucional, que tambi¨¦n existen, como por el destrozo que han provocado usos pol¨ªticos incorrectos o, peor aun, perversos. El mejor camino para afrontar sin miedo un presente dif¨ªcil, disponer de los medios necesarios para solucionar los conflictos sobrevenidos y hacer frente a las innovaciones que traiga el futuro pasa por adecuar el texto constitucional para que siga garantizando la vitalidad de las instituciones y el respeto a las libertades. Una adecuaci¨®n que no implica ning¨²n imperativo ideol¨®gico, sino simples constataciones pragm¨¢ticas. La sociedad espa?ola no es la misma que la que exist¨ªa en 1978 pero en ella siguen viviendo hombres y mujeres que tienen seguramente anhelos muy parecidos.
Todos cuantos participaron en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n de 1978 merecer¨ªan un recuerdo en este suplemento que conmemora sus 40 a?os. Como no es posible, perm¨ªtanme que resuma ese homenaje en tres personas que fueron decisivas en aquel proceso de reconciliaci¨®n y democratizaci¨®n: Adolfo Su¨¢rez, Santiago Carrillo y Juan Carlos I. Sus biograf¨ªas son muy distintas y seguramente podr¨ªan dar origen a encendidas pol¨¦micas, pero ser¨ªa mezquino negar que de su inteligente comprensi¨®n de lo que suced¨ªa en Espa?a, de su sincera convicci¨®n de que la memoria solo era ¨²til si se hac¨ªa presente como experiencia y de su habilidad pol¨ªtica se benefici¨® todo un pa¨ªs. Los tres legitimaron sus propias biograf¨ªas en esa Constituci¨®n de libertades y derechos que ayudaron a nacer.
La fil¨®sofa Hannah Arendt dec¨ªa que la pol¨ªtica no tiene punto de partida en la identidad, sino en la pluralidad. No afecta a la familia sino a la comunidad, no se asienta sobre prejuicios sino sobre su eliminaci¨®n o explicaci¨®n, la pol¨ªtica es un espacio p¨²blico donde se habla y se act¨²a. Ah¨ª es donde deber¨ªa plantearse una eventual reforma pragm¨¢tica de la Constituci¨®n. Y ah¨ª es donde estar¨¢ siempre EL PA?S.
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