?Contra qui¨¦n vas a votar?

No hace falta recrearse en el elogio de la duda ni en el escepticismo org¨¢nico de Bertrand Russell para sentirse uno satisfecho de su propia indecisi¨®n en la vigilia del 28-A. La compartimos, parece ser, un 30% de los espa?oles. Y representa una posici¨®n tranquilizadora respecto a las certezas de otros. M¨¢s todav¨ªa cuando el votante entusiasta, decidido y euf¨®rico se localiza en las filas de Vox. Abascal es el l¨ªder que menos incertidumbre ofrece a su grey porque la ha colmado de sentimentalismo, ebriedad patriotera y est¨ªmulo revanchista.

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El problema lo tenemos los votantes titubeantes. No con nuestras ideas, pero s¨ª con los candidatos que m¨¢s se acercan a representarlas. Tiene escrito el historiador Pierre Rosanvallon que los comicios contempor¨¢neos no consisten tanto en elegir una opci¨®n como en deselegir las restantes. No encestamos la papeleta por convicci¨®n, sino por reacci¨®n. No votamos algo, sino contra algo. Se llega a la urna por descarte. O por el vericueto que me explic¨® esmeradamente un colega del oficio: no voy a votar a S¨¢nchez, pero s¨ª al PSOE.

La biopsia conceptual o intelectual diferencia la lealtad patrimonial al partido del candidato coyuntural que lo representa. El propio S¨¢nchez, expuesto al desgaste del chantaje soberanista, ha tenido que revestir su campa?a de una misi¨®n redentora, postularse como la encarnaci¨®n del bien contra el mal; desperezar la pasividad de la izquierda no por la ilusi¨®n que despierta de su programa, sino por la emergencia que supone neutralizar al monstruo de la ultraderecha.

Es la manera de localizar a Albert Rivera en la caravana siniestra y de atraerse al voto m¨¢s ciudadano de Ciudadanos. Una fuga que el l¨ªder naranja se ha concedido porque la demoscopia le aconsejaba posicionarse hacia a estribor. Puede entenderse el rumbo, el golpe de tim¨®n, pero cuesta trabajo comprender que la aversi¨®n personal a S¨¢nchez tanto sacrifique la oportunidad de un pacto bilateral ¡ªla f¨®rmula m¨¢s id¨®nea contra los populismos y el soberanismo¡ª como predisponga un acercamiento a la orilla vikinga de Vox.

El partido de Abascal ha fragmentado la derecha en una campa?a f¨ªsica y qu¨ªmica cuyas pulsiones han condicionado, precipitado, la estrategia hooligan de Casado. Va a sufrir el PP el escarmiento del voto ¨²til. Y va a experimentar el mismo desasosiego de S¨¢nchez cuando Podemos lo amenazaba con el sorpasso. Iglesias se ha convertido ahora en escudero del PSOE y lleva la Constituci¨®n como el breviario de un pastor morm¨®n. No cabe mejor expresi¨®n del proceso de integraci¨®n al sistema. Ni mayor motivo de desconcierto a los votantes que lo han abandonado. Forman parte, es un suponer, de los indecisos. Como tantos millones de espa?oles que m¨¢s que ir a las urnas vagamos hacia las urnas en la gran fiesta de la dem...agogia.