Socialismo ac¨¦rrimo en un rinc¨®n de Andaluc¨ªa
En el municipio granadino de Pedro Mart¨ªnez siempre ha gobernado el PSOE
Las elecciones en Pedro Mart¨ªnez, un pueblito de la provincia de Granada con nombre de se?or an¨®nimo, como si lo hubieran escogido al azar en el list¨ªn telef¨®nico, tienen la misma emoci¨®n que una partida de bingo en el hogar del jubilado. El PSOE ha ganado aqu¨ª una elecci¨®n tras otra, sin despeinarse, desde que se instaur¨® la democracia.
En el pueblo, de mil habitantes, no se conoce m¨¢s gobierno municipal que el socialista. En las ¨²ltimas generales sum¨® el 73% de los votos. Ninguna casa de juegos en su sano juicio abrir¨ªa una apuesta con los resultados del 26-M. El pasado tiene algo que ver con esta uniformidad ideol¨®gica. La comarca fue republicana durante los tres a?os de la Guerra Civil. La represi¨®n posterior fue muy dura.
En la dictadura mand¨® el nacionalcatolicismo. Los monaguillos se asomaban desde la sacrist¨ªa para ver si hab¨ªa llegado al cacique a la iglesia. Entonces pod¨ªa comenzar la misa. Los hombres se marchaban del pueblo un tiempo para asistir a unos cursillos de cristiandad, donde contaban en p¨²blico sus pecados, con especial ¨¦nfasis en los detalles morbosos. De vuelta a casa, la santidad les duraba una semana.
En ocasiones, el Pedro Mart¨ªnez de hoy ha aparecido en las noticias como el lugar con m¨¢s paro de Espa?a. Su tierra ¨¢rida no favorece la productividad. Sin embargo, la reciente fiebre del pistacho podr¨ªa sacarlo de ese sopor. Los productores creen haber encontrado en estas tierras unas condiciones similares a las de Siria y Afganist¨¢n y han llenado de pistacheros sus alrededores.
El miedo a extinguirse como una de esas civilizaciones perdidas que estudian los arque¨®logos siempre est¨¢ presente. Antes de que se abriera el horizonte del fruto seco, un alcalde tuvo la idea, que no se lleg¨® a concretar, de convertir el pueblo en una gran residencia de ancianos, con servicios comunes al estilo de algunas urbanizaciones de jubilados de la costa de California. Era una forma de no dejar morir un lugar en el que todos temen de cierta forma que alg¨²n d¨ªa se cuelgue en la entrada del pueblo el cartel de cerrado por defunci¨®n.
Ahora es un pueblo m¨¢s de la Espa?a vac¨ªa, pero a principios de los a?os 50 Pedro Mart¨ªnez vivi¨® un esplendor que no volver¨¢. Roz¨® los 5.000 habitantes y ten¨ªa un cine que proyect¨® Los Siete Magn¨ªficos. Despu¨¦s llegaron varias sequ¨ªas sucesivas y la gente emigr¨® en masa a Catalu?a y Alemania. Muchos padres se marcharon dejando atr¨¢s a sus hijos, con la esperanza de volver al a?o siguiente. Eso se acababa dilatando y muchos ni?os se criaron solos, como si fueran personajes de un cuento de Peter Pan.
Unas elecciones en particular se vivieron en mi familia con cierta expectaci¨®n. El candidato socialista, pariente de mi padre, se disput¨® la reelecci¨®n con una prima de mi madre, del PP. La campa?a se les fue de las manos. Se llen¨® de rencores sordos. La disputa acab¨® en los tribunales, no digo m¨¢s. Gan¨® ¡ªs¨ª, lo han adivinado¡ª el PSOE, por goleada.
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