Un fuerte olor a quemado
El repudio a la sentencia del Supremo un¨ªa a los participantes de la marcha independentista
La coreograf¨ªa de un nuevo d¨ªa de orgullo nacional es casi perfecta. A la misma hora que miles de personas marchan hacia Barcelona para participar en la gran manifestaci¨®n contra la sentencia del Supremo, otros grupos m¨¢s reducidos de independentistas salen a recibirlas desde el centro de la ciudad. El casi, lo que hace que esta gran protesta no se parezca desde temprano a aquellas multitudinarias de hace dos a?os, no tiene que ver con el n¨²mero, sino con el olor.
A las diez de la ma?ana de un viernes que parece domingo por efecto de la huelga general las calles del barrio del Eixample siguen oliendo a quemado. Por cuarta noche consecutiva, grupos de encapuchados han cruzado contenedores y les han prendido fuego a apenas unos metros de ¨¢rboles y edificios. La madrugada del jueves, desde uno de los balcones situados en la confluencia de las calles Bail¨¦n y Valencia, una mujer que se declara independentista ¡ª¡°?como vosotros!¡±¡ª les lanza un grito de impotencia que queda ahogado enseguida por el ruido del helic¨®ptero de la polic¨ªa. ¡°Qu¨¦ pena. Ten¨ªamos una idea y con esto nos la est¨¢is quitando¡¡±.
Cuando dice ¡°esto¡±, se?alando las llamas, quiere decir violencia.
La idea de que la violencia nunca iba a ser aceptada por el nuevo independentismo catal¨¢n ya est¨¢ en entredicho. El ¡°somos gente pac¨ªfica¡± fue el santo y se?a de la larga marcha hacia el 1 de octubre, y los l¨ªderes independentistas y sus abogados lo repitieron una y otra vez como prueba de su inocencia delante del juez Marchena durante las 52 jornadas del juicio. Pero ese grito ya apenas se oye en la ciudad.
Poco despu¨¦s del mediod¨ªa, N¨²ria y Maria, dos amigas de unos 20 a?os de edad, entran en Barcelona con una de las cinco ¡°columnas¡± organizadas por las organizaciones independentistas para surtir de manifestantes la gran concentraci¨®n de solidaridad con los pol¨ªticos condenados. Dicen que han caminado unos 20 kil¨®metros desde Premi¨¢ de Mar y que su idea no es regresar a casa despu¨¦s de la manifestaci¨®n. ¡°Desde que se conoci¨® la sentencia¡±, explican, ¡°hemos estado todas las noches delante de la televisi¨®n y pendientes de las redes sociales, y si no hemos venido antes es porque ten¨ªamos que trabajar, pero esta noche nos uniremos a los j¨®venes que se enfrentan a la polic¨ªa. Nuestros padres ya hicieron su parte manifest¨¢ndose durante a?os de forma pac¨ªfica. Ahora nos toca a nosotras combatir la violencia del Estado. A nuestra manera. Vamos a sacar a los presos de la c¨¢rcel sea como sea¡±.
Lo m¨¢s curioso es que la declaraci¨®n de guerra ¡ªexpresada de forma amable, educada, incluso sonriente¡ª se produce en medio de un ambiente familiar. La marcha pasa muy cerca de la catedral de la Sagrada Familia y son muchos los padres que caminan junto a sus hijos peque?os ¡ªataviados todos para que no quede duda de su independentismo¡ª en direcci¨®n al centro de la ciudad. Uno de ellos, maestro de profesi¨®n, se excusa por no dar su nombre para el reportaje ¡ª¡°entender¨¢ que no nos fiemos nada de la prensa de Madrid¡±¡ª, pero se presta a compartir su an¨¢lisis: ¡°La violencia nunca debe ser un recurso que debamos tomar. Es mi convicci¨®n profunda, de siempre, y no quiero cambiarla, pero tambi¨¦n le digo que entiendo lo que est¨¢ pasando estos d¨ªas. Hay mucha gente que considera que el juicio no ha sido justo y que los 13 a?os de c¨¢rcel de Oriol Junqueras son una aut¨¦ntica barbaridad. Lo pensamos todos, pero es l¨®gico que los m¨¢s j¨®venes est¨¦n desarrollando un odio grande a lo espa?ol¡±.
No solo los m¨¢s j¨®venes. A las 14.45, un hombre de unos 40 a?os que lleva una bandera independentista a modo de capa pasea tranquilamente por la confluencia de las calles Arag¨® y Roger de Ll¨²ria. El ambiente es relajado. Muchos han aprovechado para hacer un alto en el camino y picar algo en los bares del entorno ¡ªes jornada de huelga general, pero hasta un cierto punto...¡ª. De pronto, cinco furgones de antidisturbios de la Polic¨ªa Nacional cruzan la calle de forma silenciosa y a poca velocidad en direcci¨®n a la Delegaci¨®n del Gobierno. Pero en apenas unos segundos, el hombre tranquilo de la capa parece volverse loco. Se lanza corriendo hacia donde vienen los veh¨ªculos policiales. Grita: ¡°?Asesinos, asesinos!¡±. Un buen n¨²mero de independentistas se une de forma improvisada a la protesta y parte de la comitiva policial se rompe. Dos de los cinco furgones tienen que abandonar la calle marcha atr¨¢s, como alma que lleva el diablo.
Es solo una escaramuza. La peor parte se librar¨¢ poco despu¨¦s. Antes de las ocho de la tarde, mientras decenas de miles de personas se retiran de forma pac¨ªfica por las principales avenidas de la ciudad, algunos miles deciden marchar hacia v¨ªa Laietana para apoyar a los j¨®venes congregados frente a la Jefatura de la Polic¨ªa Nacional. La batalla campal estalla enseguida. Es la quinta noche consecutiva sin que desde el Gobierno de la Generalitat surja una condena clara y contundente, sin peros que valgan, de la violencia. Otra cosa es que, de producirse, sirviera para algo. Tanto N¨²ria como Maria como el profesor que no quiere decir su nombre tienen claro que ya no hay vuelta atr¨¢s: ¡°La sentencia nos ha reforzado en nuestra lucha. Los convencidos estamos m¨¢s convencidos que nunca. Y da igual ya lo que pueda decir el president. Nadie le har¨ªa caso¡±.
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