El ¡®parking¡¯ donde fue incinerado Hitler y el destino final de otros dictadores
Los cuerpos de los s¨¢trapas son utilizados como s¨ªmbolos cuando el r¨¦gimen permanece pero plantean problemas a las democracias
Todos los dictadores, en alg¨²n momento, quieren medirse con los faraones y construirse tumbas a la altura de sus delirios de grandeza. Cuando cae un r¨¦gimen, sus lugares de entierro se convierten en un inc¨®modo recordatorio de la huella de terror que dejaron en su pa¨ªs. Se trata de l¨¢pidas en las que en ocasiones aparecen flores y velas, pero que en otros casos son consumidas por la hiedra del olvido. En cambio, cuando una dictadura quiere perpetuarse y legitimarse en el presente, se construyen panteones que, a veces, llegan a dominar la vida p¨²blica de un pa¨ªs.
Franco construy¨® el Valle de los Ca¨ªdos con la intenci¨®n de perpetuarse en esta segunda categor¨ªa, aunque su r¨¦gimen se descompuso r¨¢pidamente. La salida de sus restos de este mausoleo mamotr¨¦tico, este jueves, le coloca en un lugar al que la historia le envi¨® hace mucho tiempo. Al igual que el chileno Augusto Pinochet, que reposa en una capilla familiar en Valpara¨ªso, el dictador espa?ol ha pasado a la esfera de lo privado y abandonado el espacio p¨²blico. A diferencia del argentino Jorge Videla, que despu¨¦s de morir en la c¨¢rcel por cr¨ªmenes contra la humanidad fue enterrado en una tumba con un nombre falso ante el rechazo de sus vecinos, ha sido sepultado en un lugar identificado, junto a su mujer, Carmen Polo.
Aunque imposible de ignorar cuando se sale de Madrid por la carretera de La Coru?a, el Valle de los Ca¨ªdos nunca tuvo la presencia que alcanza el Palacio del Sol de Kumsusan, en Pyonyang, el mausoleo del fundador de la ¨²nica dinast¨ªa comunista del mundo, Kim Il-sung, donde tambi¨¦n se encuentran el cad¨¢ver de su hijo, Kim Jong-il, padre del actual gobernante y presidente eterno de Corea del Norte. La siniestra sombra de la cruz del Valle tampoco ocup¨® nunca un lugar insoslayable en el paisaje urbano, como ocurre con el mausoleo que alberga el cuerpo momificado de Lenin, en la plaza Roja de Mosc¨². All¨ª estuvo enterrado Stalin hasta 1961, cuando durante el 22? congreso del partido se decidi¨® el traslado de sus restos. Aunque no se fueron muy lejos: se enterraron junto a la muralla del Kremlin.
En cambio, cuando se produce una ruptura radical con el pasado, es inevitable que el cuerpo del s¨¢trapa se convierta en un problema. Como explic¨® la profesora S¨¦vane Garibian, coautora junto a Rosana Alija del esclarecedor ensayo La muerte del verdugo: reflexiones interdisciplinarias sobre el cad¨¢ver de los criminales de masa (Mi?o y D¨¢vila, 2016): ¡°La vida post mortem de dictadores y criminales de masas es una realidad en todo el mundo y en todos tiempos. La pregunta de qu¨¦ hacer con estos embarazosos cad¨¢veres y c¨®mo enfrentarnos a su legado plantea grandes desaf¨ªos por sus efectos sobre la sociedad civil, incluso mucho despu¨¦s de su muerte¡±.
La tumba del dictador Benito Mussolini en Predappio se ha convertido en un engorro creciente para el Estado italiano, porque recibe la visita frecuente de nost¨¢lgicos del fascismo. Ejecutado junto a su amante Clara Petacci por partisanos y colgado de los pies en Mil¨¢n, sus restos estuvieron en un lugar secreto hasta que su cad¨¢ver fue robado por sus partidarios y finalmente entregado a la familia. Las tumbas del rumano Nicolai Ceaucescu o del yugoslavo Tito, en la llamada Casa de las Flores de Belgrado, reciben frecuentes visitas, al igual que la del croata Ante Pavelic en Madrid, mientras que la sepultura de Slobodan Milosevic en Pozarevac se encuentra medio olvidada, pese a que el premio Nobel Peter Handke asisti¨® a su entierro. El lugar donde fue sepultado el s¨¢trapa iraqu¨ª Sadam Husein, ejecutado por cr¨ªmenes contra la humanidad, fue destruido totalmente y circulan todo tipo de rumores sobre el destino final de su cad¨¢ver.
Adolf Hitler, el dictador responsable de m¨¢s dolor y muerte del siglo XX, no quiso construirse un mausoleo, sino toda una urbe: Welthauptstadt (capital mundial) Germania. Sin embargo, se suicid¨® derrotado en su b¨²nker de Berl¨ªn el 30 de abril de 1945, cuando la ciudad estaba a punto de caer en manos de los sovi¨¦ticos. Su cad¨¢ver fue quemado en la puerta del refugio junto al de Eva Braun, con la que acababa de casarse. El destino de sus restos fue durante d¨¦cadas un misterio. Con la perestroika se supo?que los sovi¨¦ticos se hab¨ªan llevado una parte de la mand¨ªbula en una caja de puros, que se destruyeron en los setenta por orden de Breznev. El lugar donde fueron quemados Hitler y Braun es hoy un parking cerca del antiguo muro. Solo un cartel recuerda que all¨ª fue incinerado un asesino de masas.
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