Dos a?os confinados a posta para probar c¨®mo ser¨ªa la vida en el espacio
En 1991 un grupo de ocho personas se aisl¨® del mundo para demostrar que sobrevivir¨ªan sin contacto ni provisiones del exterior; ahora, un documental rescata su historia
Aquellos trajes recordaban los uniformes de los extraterrestres de la serie V o quiz¨¢ los del grupo de electr¨®nica Kraftwerk. Vestidos con ellos, cuatro hombres y cuatro mujeres iniciaron en septiembre de 1991 una gesta que jugaba con el imaginario pop y lo salpicaba de ¨¦pica cient¨ªfica. Iban a confinarse por voluntad propia dos a?os en una estructura herm¨¦tica. Quer¨ªan simular las condiciones de vida de una futura colonia humana en el espacio. Fueron "un peque?o grupo que intent¨®, literalmente, reimaginar el mundo", en palabras de Matt Wolf, director del documental Spaceship Earth, que narra la peculiar historia del grupo, presentado en enero en el Festival de Sundance.
Hay una expectaci¨®n enorme aquel 26 de septiembre de 1991. Est¨¢n a rebosar las gradas que jalonan un lateral de Biosphere 2, en Oracle, Arizona. La estructura cuenta con una especie de enorme invernadero con forma de pir¨¢mide truncada. Si en lugar de acristalada fuera opaca, se dir¨ªa una de las de Blade Runner. En otra parte se levanta una torreta poli¨¦drica, decorado perfecto para cualquier otro rodaje de ciencia ficci¨®n. Los j¨®venes de la ¨¦poca han crecido embriagados por las aventuras trepidantes de Star Trek, Galactica o La fuga de Logan.
Pero lo que encierra la Biosphere 2 no es de cart¨®n piedra. Alberga una selva tropical real de 1.900 metros cuadrados, un oc¨¦ano de 850, con arrecife de coral incluido, manglares y desiertos. Con sus animales y sus plantas. Un doble en miniatura de la Tierra posado sobre el planeta original. Nada ni nadie deber¨¢ entrar en el tiempo que durar¨¢ el experimento: se quiere comprobar si es posible que una comunidad viva se pueda autoabastecer durante ese largo tiempo, como alg¨²n d¨ªa tendr¨¢n que hacer en las primeras colonias humanas en otros mundos. ¡°Ocho cient¨ªficos se van a encerrar en un terrario¡±, abre un programa de televisi¨®n en directo. Los confinados parecen astronautas, pero en lugar de viajar a las estrellas no van a moverse de las paredes de Biosphere 2. ¡°Lo que van a ver aqu¨ª es c¨®mo ocho bioesferianos se van a encerrar durante dos a?os¡±, recalca una periodista.
El show de Truman tardar¨ªa a¨²n siete a?os en estrenarse. Y aunque Gran Hermano era solo un personaje de Orwell, el origen primero de la idea se remonta a las lecturas de unos j¨®venes idealistas en la California de los a?os sesenta. Kathelin Gray, Salty, tiene entre sus manos El monte An¨¢logo, del franc¨¦s Ren¨¦ Daumal, una obra inacabada en la que un hombre sabio re¨²ne a un grupo heterog¨¦neo de personas para llevarlos a una monta?a que curva el espacio que la rodea. Dentro de ¨¦l, hay un mundo paralelo. ¡°Quiero hacer lo que dice este libro¡±, se plantea ella.
Su amigo John Allen, un tipo carism¨¢tico, atrae de diferentes partes de EE UU a amigos para crear juntos el Theater of All Possibilities: un nombre perfecto para una idea nacida en el San Francisco de 1967. ¡°Era la persona con la que querr¨ªas ir a lo desconocido¡±, recuerda ahora en el documental Salty. Allen hab¨ªa trabajado en una planta de envasado de carne, luego en el Ej¨¦rcito, despu¨¦s se sac¨® un MBA en Harvard. Pero solo sab¨ªa que quer¨ªa hacer algo distinto, inusual.
Vaya si lo hizo. En 1969, el grupo se alej¨® de la ciudad de los jipis, que cada vez les parec¨ªa m¨¢s un estereotipo. Compraron un terreno barato en Nuevo M¨¦xico. Lo bautizaron Synergia Ranch. ¡°Nos llamaremos los sinergistas¡±, proclaman. Vivir¨¢n en un lugar pensado para dar rienda suelta a su creatividad teatral y a cultivar su propia comida. Se autoabastecen y leen a Artaud, a Burroughs, que alerta de que la humanidad se dirige a un desastre ecol¨®gico. Se pasan unos a otros un libro en cuya cubierta aparece la Tierra vista desde la Luna, la foto del Apolo XI, que unos meses antes ha puesto al Hombre en el sat¨¦lite. Ven Naves misteriosas, una pel¨ªcula que muestra una colonia flotante en el espacio con plantas, animales y humanos.
Y les fascina una obra de Buckminster Fuller, Spaceship Earth ("La nave tierra"). Fuller, un cient¨ªfico visionario, ha acu?ado el concepto de la efemeralizaci¨®n: hacer lo m¨¢ximo a partir de lo m¨ªnimo. Sus c¨²pulas geod¨¦sicas, enormes pero livianas, son uno de sus mayores hallazgos. Los habitantes del rancho Sinergia, otra palabra querida por Fuller, construir¨¢n en ¨¦l una de esas estructuras.
Pero el rancho se les queda peque?o para sus ideas. Deciden irse a Oakland, a contruir un barco. Sin tener conocimientos navales previos. ¡°La construcci¨®n fue como una performance¡±, recuerda Salty. Lo botaron, cruzaron bajo el Golden Gate y viajaron por Sudam¨¦rica, ?frica, Europa.
?Una comuna o una empresa?
¡°No ¨¦ramos una comuna, ¨¦ramos una corporaci¨®n. Pusimos en marcha negocios alrededor del mundo para sacar dinero¡±, se?ala un miembro del equipo, al que apodan ¡ªsin dar pistas al espectador del motivo¡ª Shit Horse (¡°mierda de caballo¡±). ¡°?ramos bastante capitalistas¡±, a?ade. El grupo da con Ed Bass, un millonario heredero del petr¨®leo texano, de una de las familias m¨¢s ricas de EE UU, quiz¨¢ lo m¨¢s diferente de un jipi que quepa imaginar. Abren una galer¨ªa de arte en Londres, montan una obra de teatro en la Ant¨¢rtida, no hay l¨ªmites a su inventiva.
Se toman en serio lo que hab¨ªan le¨ªdo en los libros de literatura fant¨¢stica. Para explorar la relaci¨®n entre hombre y la Tierra crean el llamado Instituto de Eco-T¨¦cnica, con dinero de Bass, y re¨²nen en el sur de Francia a un grupo de cient¨ªficos. Tambi¨¦n hay artistas, exploradores, empresarios, y por supuesto los synergians est¨¢n presentes. Se habla del calentamiento global y uno de ellos plantea hacer un microplaneta, que incluya un banco con miles de especies vivas, la humana entre ellas. La primera colonia del espacio se probar¨ªa en la Tierra. Ciencia ficci¨®n, sin ficci¨®n.
Si han hecho un barco partiendo de cero, ?por qu¨¦ no una biosfera? En 1986 comienzan a construir la Biosphera 2 en Arizona. El n¨²mero 2 viene de que es la segunda; la primera ya estaba creada: es la Tierra. Allen les advierte de que probablemente a la primera el experimento no funcionar¨¢, y quiz¨¢ a la s¨¦ptima tampoco. Pero cada vez estar¨¢n m¨¢s cerca de conseguir simular la vida en el espacio. Cuentan con asesores de la Universidad de Arizona, del Smithsonian, del Jard¨ªn Bot¨¢nico de Nueva York. Hay que unir conocimiento de agricultura, de ingenier¨ªa, de ecolog¨ªa. Para montarlo cuentan con unos 150 millones de d¨®lares de la ¨¦poca (135 millones de euros). El inversor, el rico Bass, conf¨ªa en licenciar sus biosferas para la conquista del espacio.
En 1990, 15 personas llegan a la selecci¨®n final para ser bioesferianos. Entran en un m¨®dulo que sirve de prueba. Los medios se acercan a Oracle para grabar im¨¢genes. ?Es ciencia o un espect¨¢culo con un pretexto medioambiental? ?Son una secta? Algunos medios los describen como miembros de una comuna. Poco antes de que los ocho elegidos se confinen, los sinergianos representan una obra de teatro: The wrong stuff, algo as¨ª como ¡°cosas erradas¡±. Como en un psicodrama, ponen en escena todo lo que puede ir mal dentro de Biosphere 2.
Temor al CO2
Llega el d¨ªa anhelado y las c¨¢maras se amontonan en torno a la estructura plantada en el rojizo terreno de Arizona. Los ocho saludan al p¨²blico y a las c¨¢maras. ¡°?No es como si se fueran a la luna?¡±, dice una periodista. ¡°Este es un momento incre¨ªble. El futuro est¨¢ aqu¨ª¡±, sentencia una de las mujeres confinadas. La ¨²ltima de ellos intenta cerrar tras de s¨ª una compuerta de metal blanco con un ojo de buey. No encaja muy bien. Tras dos o tres intentos, cierra. Est¨¢n dentro. Se supone que la ¨²ltima bocanada de aire que se ha colado con el portazo ser¨¢ la ¨²ltima que entrar¨¢ en la instalaci¨®n durante dos a?os. No deb¨ªan recibir aire, ni agua, ni alimentos del exterior. Lo ¨²nico externo ser¨¢ la luz del sol, la electricidad ¡ªargumentan que en otros planetas se podr¨ªa conseguir por alguna fuente de energ¨ªa¡ª, y la voz y la imagen que les llegue por tel¨¦fono o videoconferencia. Tendr¨¢n que vivir de lo que den la tierra y los animales, respirar un aire y beber un agua reciclados. El mayor temor es que el di¨®xido de carbono los asfixie, pero ahora hay mucha tarea que hacer para mantener con vida la bioesfera. Dicen poner en marcha 64 proyectos cient¨ªficos.
El ox¨ªgeno es tan escaso como el de m¨¢s de 4.000 metros de altitud. Al final, se tiene que inyectar desde el exterior, un 10% del total de la atm¨®sfera. La promesa de la vida totalmente confinada se viene abajo
El primer problema no es ni la falta de aire ni la de agua o alimento, sino un accidente. Una de las bioesferianas pierde la punta de un dedo en una m¨¢quina trilladora. Deciden que puede salir de la estructura para que la sometan a una cirug¨ªa. La operan y vuelve dentro. Esa excepci¨®n, por grave que fuera el motivo, incrementa las dudas sobre la seriedad del proyecto, porque luego se sabe que mete provisiones desde el exterior. El resto de sus compa?eros tiene que ocuparse de plantar y de la granja, su labor, y pierden tiempo para investigar. Surgen las quejas. Las buenas comidas suavizan los conflictos. Siguen llegando provisiones, de tapadillo. Para querer vivir como en Marte, la dependencia del exterior es excesiva.
El mayor temor se hace realidad: el nivel de di¨®xido de carbono va en aumento. Con un par de escalones que suban, notan que se ahogan. Las plantaciones dan poco fruto. Mueren varias especies, pero las cucharachas salen a montones de las ca?er¨ªas. Tienen que centrarse en algunos cultivos que aguantan mejor. Comen remolacha hasta en la sopa. El m¨¦dico del grupo, Roy Walford, convencido de que una dieta hipocal¨®rica alarga la vida, y en este sentido un precursor de lo que la ciencia demostrar¨¢ a?os m¨¢s tarde, est¨¢ en su salsa. El nivel de ox¨ªgeno es tan bajo que temen que les da?e el cerebro. Mal alimentados, semiasfixiados, empiezan las peleas y el resentimiento contra John Allen, oh, gran creador de la idea, oh, gran gur¨² de Rancho Sinergia.
Watching a doc about that Biosphere 2 project in the 1990s (aka ¡°Bio-Dome¡± to us millennials) and was fully not expecting an unrecognizable Steve Bannon to show up in the end as the money-hungry antagonist of the story¡ªbecause of course. pic.twitter.com/aWq98Q9khL
— Ms. Taffy Lee Fubbins (@lotsofnope) May 26, 2020
Resulta que el proyecto tiene una trampa: han instalado un depurador de CO2, como en los submarinos. Un aparato que no servir¨ªa para un proyecto a largo plazo fuera del planeta. Van dimitiendo investigadores. ?C¨®mo explicar que se ocultara a la opini¨®n p¨²blica esa artima?a? ¡°Lo que tenemos ahora es un submarino con plantas dentro¡±, rezonga un inform¨¢tico que hab¨ªa dejado el proyecto tiempo atr¨¢s. Tambi¨¦n les enmienda la plana Lynn Margulis, eminencia de la evoluci¨®n biol¨®gica, a la que los bioesferianos adoran. En cambio, Thomas Lovejoy, un gran nombre en el estudio de la biodiversidad, los apoya desde el Smithsonian. Los detractores achacan al proyecto que no est¨¢ sometido a la revisi¨®n por pares y que tampoco se ha preparado una biosfera de control, que sirva para comparar. Lo que hacen no es ciencia, es entretenimiento, les dicen. Pero las instalaciones no dejan de recibir turistas, que contemplan fascinados a los cuatro hombres y cuatro mujeres como si fueran peces ex¨®ticos nadando en un acuario tropical.
El documental parece querer limpiar la imagen del proyecto en este punto. Recoge el testimonio de uno de los bioesferianos que asegura que el depurador de CO2 apenas se us¨®. Pero en la ¨¦poca los medios acechan a John Allen, que no quiere responder. Se crea un comit¨¦ cient¨ªfico asesor para relegitimar el proyecto, pero deriva en un hervidero de conflictos, que adem¨¢s se trasmiten al interior: Allan tiene ilusiones paranoicas, les dice a los bioesferianos uno de los investigadores del comit¨¦. Los internos quieren que d¨¦ la cara. Se sienten estafados. Viven en una especie de continuo mal de altura. El ox¨ªgeno es tan escaso como el de m¨¢s de 4.000 metros de altitud. Al final, se tiene que inyectar del exterior, un 10% del total de la atm¨®sfera. La promesa de la vida totalmente confinada se viene abajo, pero los bioesferianos pueden correr y respirar hondo por primera vez en largo tiempo.
Steve Bannon entra en escena
A las dificultades t¨¦cnicas se a?aden las financieras. A principios de 1993, unos meses antes de la salida al mundo exterior de los bioesferianos, Ed Bass tiene que inyectar 50 millones de d¨®lares (45 millones de euros) porque el proyecto no deja de perder dinero. Y para refinanciarlo echa mano, entre otros, de un viejo conocido, un banquero de inversi¨®n, que ha trabajado y escalado dentro de Goldman Sachs para que consiga fondos de capital riesgo: Steve Bannon. ?No es una iron¨ªa que un proyecto pensado para estudiar la viabilidad de la vida humana montado por unos idealistas de San Francisco cayera en manos de un negacionista del cambio clim¨¢tico, ap¨®stol de la nueva ultraderecha y exasesor de Trump? Los sinergistas que trabajan para la Biosphere desde fuera, ven aparecer a Bannon acompa?ado por un grupo de marshals del Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos, para conquistar, casi literalmente, las instalaciones.
En septiembre de 1993, justo cuando se cumpl¨ªan dos a?os, se abre la puerta, casi una escotilla, de la Biosphere 2. No todos los ocho habitantes quieren salir. Algunos se han quedado prendados de esa vida ajena al mundo, pero en un lugar tan parecido al mundo. La et¨®loga experta en primates Jane Goodall los espera fuera y les da un discurso de bienvenida.
En 1996 la Biosphere 2, hoy en manos de la Universidad de Arizona, qued¨® abierta al p¨²blico. Ed Bass ha vuelto a donar 30 millones de d¨®lares (27 millones de euros) para el proyecto. De aquellos ocho pioneros, siete siguen vivos. El ¨²nico que ha muerto fue curiosamente el m¨¦dico, que confiaba alcanzar los 120 a?os gracias a su dieta y el ejercicio, pero que falleci¨® de ELA a los 79. Algunos sinergianos volvieron a vivir, y ah¨ª siguen hasta la fecha, en un rinc¨®n de la ¨²nica biosfera que sigue funcionando con total autonom¨ªa, en Rancho Sinergia.
Lea m¨¢s temas de blogs y s¨ªganos en Flipboard.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.