El futuro de la libertad
En medio de guerras y cat¨¢strofes, los pr¨®ximos a?os se plantean como un combate entre democracia y autoritarismo, entre las consecuencias de la deriva reaccionaria y la esperanza en nuestra capacidad de reacci¨®n
Este art¨ªculo ha sido publicado en la revista Tendencias que puede encontrar ya en su quiosco.
El futuro es por definici¨®n imprevisible. Pero eso no significa que sea totalmente sorprendente. Y, adem¨¢s, en este momento est¨¢ demasiado cerca. Porque el futuro puede empezar a principios de este mes de noviembre, con las elecciones presidenciales estadounidenses. La tendencia que marca el presente de las relaciones internacionales ¡ªuna pugna entre democracia y autoritarismo¡ª se prolongar¨¢ en el futuro, incluso en lugares donde ese combate parec¨ªa imposible de plantear, como Estados Unidos o algunos pa¨ªses europeos.
Desde el final de la II Guerra Mundial, el mundo ha vivido momentos de terror y momentos de esperanza, genocidios, guerras, golpes de Estado; pero tambi¨¦n ha visto im¨¢genes que parec¨ªan imposibles solo unas horas antes, como contemplar en una noche de 1989 la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, algo que entonces se interpret¨® como un avance irreversible hacia la democracia. La libertad ¡ªuna palabra secuestrada actualmente por la derecha extrema¡ª parec¨ªa abrirse camino de forma global e imparable.
Pero la historia se salt¨® el guion y las previsiones m¨¢s optimistas resultaron fallidas. Las conclusiones del ¨²ltimo Democracy Index, estudio elaborado por el grupo de The Economist que mide el avance, o retroceso en este caso, de las libertades p¨²blicas en el mundo, son muy pesimistas.
As¨ª reza la introducci¨®n del informe de 2023: ¡°Ha sido un a?o poco propicio para la democracia, ya que la puntuaci¨®n media mundial cay¨® a su nivel m¨¢s bajo desde que comenz¨® a elaborarse el ¨ªndice en 2006. Menos del 8% de la poblaci¨®n mundial vive en una democracia plena, mientras casi el 40% vive bajo un r¨¦gimen autoritario, un porcentaje que ha ido aumentando en los ¨²ltimos a?os. La creciente incidencia de conflictos violentos ha hecho mella en la puntuaci¨®n de la democracia mundial y ha impedido una recuperaci¨®n tras los a?os pand¨¦micos de 2020-2022¡å.
La revista Le Grand Continent acaba de publicar, bajo la direcci¨®n del escritor y asesor pol¨ªtico Giuliano da Empoli (autor de una de las novelas sorpresa de 2022, El mago del Kremlin), un volumen colectivo titulado Retrato de un mundo roto. ?Qu¨¦ nos depara el futuro de la geopol¨ªtica? (Arpa). ¡°La historia est¨¢ llena de sorpresas y nadie se sorprende m¨¢s que los historiadores¡±, escribe el ensayista Timothy Garton Ash en su contribuci¨®n, sobre el regreso de la guerra al continente europeo, tras la invasi¨®n rusa de Ucrania. ¡°Al principio, todos est¨¢bamos conmocionados y aterrorizados. Dijimos que no deb¨ªamos normalizar la guerra. Pero lo hicimos¡±, prosigue este autor que contempl¨®, y narr¨® con inteligencia y perspicacia el final del bloque sovi¨¦tico; pero tambi¨¦n las guerras en la antigua Yugoslavia. Acostumbrarse a que Europa padezca una guerra en su coraz¨®n parec¨ªa imposible hace muy poco tiempo¡ Pero ah¨ª estamos.
En ese mismo volumen, la ensayista brit¨¢nica de origen alban¨¦s Lea Ypi ¡ªautora de un libro de memorias maravilloso sobre el final del comunismo en su pa¨ªs: Libre (Anagrama)¡ª explica que el asalto de la derecha extrema puede alcanzar incluso el coraz¨®n de la Uni¨®n Europea (UE), una uni¨®n de Estados basada ante todo en un principio central: todos tienen que ser democracias. ¡°Europa se encuentra frente a retos decisivos¡±, escribe Ypi, profesora de Teor¨ªa Pol¨ªtica en la London School of Economics. ¡°O se deja moldear por la derecha, que acabar¨¢ destruy¨¦ndola desde dentro; o debe tomar un camino distinto al que suele seguir, priorizando no lo que tiene que ense?ar a los dem¨¢s, sino lo que debe aprender para que el ideal sobreviva¡±.
El mundo no se asoma a un abismo dictatorial de forma inevitable, pero el esfuerzo para que la libertad pueda avanzar y se mantenga en los lugares donde impera parece m¨¢s intenso, y necesario, cada a?o que pasa. Hace unos meses, un veterano periodista estadounidense que lleva d¨¦cadas cubriendo Am¨¦rica Latina se lamentaba en una conversaci¨®n, no solo de la deriva autoritaria en el continente que simbolizan personajes como Maduro o Bukele, que adem¨¢s gana elecciones arrolladoramente, sino directamente de la desaparici¨®n del Estado en pa¨ªses como Hait¨ª. Su conclusi¨®n era bastante sombr¨ªa: despu¨¦s de las guerras civiles en esa regi¨®n del mundo, vinieron las mafias y las maras, y ahora los Estados autoritarios por un lado o el caos absoluto por otro.
Nada est¨¢ escrito en piedra, ning¨²n factor indica que estemos condenados a una era autoritaria. Sin embargo, el momento es especialmente imprevisible porque ahora el planeta se encuentra atrapado por una serie de factores que lo cambian todo y auguran un futuro m¨¢s vol¨¢til que en otros periodos.
Solo el 8% de la poblaci¨®n del mundo vive en un Estado del que no tiene que temer la arbitrariedad o la p¨¦rdida de su libertad personal por decir lo que piensa o criticar al poder. Se trata de un dato devastador para el presente, pero que tambi¨¦n nos habla de un futuro inmediato muy poco halag¨¹e?o. Adem¨¢s del sufrimiento humano que provocan, los reg¨ªmenes autoritarios aportan un factor de inestabilidad enorme porque los dictadores no responden ante nadie, m¨¢s all¨¢ de una peque?a camarilla.
Putin pudo invadir Ucrania sin tener que dar explicaciones a aquellos que iban a sufrir la guerra en sus carnes. No es una casualidad que el peor conflicto del siglo XX, y seguramente de la historia, la II Guerra Mundial, fuese desencadenado por dictadores, que no ten¨ªan que rendir cuentas y pod¨ªan utilizar a millones de personas como carne de ca?¨®n en medio de un clima de terror.
El cambio clim¨¢tico es otro factor esencial de desestabilizaci¨®n para el futuro. Estamos en un momento en que no sabemos qu¨¦ va a ser del planeta a corto plazo: los cient¨ªficos se est¨¢n viendo sorprendidos porque todos sus modelos predictivos se quedan anticuados. El planeta avanza con firmeza hacia un momento clim¨¢ticamente imprevisible con las consecuencias que eso provoca, por ejemplo, en flujos migratorios, sequ¨ªas, inundaciones, incendios¡
Si el pasado nos ense?a algo, es que los momentos de intenso cambio clim¨¢tico (como la crisis del siglo XVII) han afectado profundamente, y para mal, a continentes enteros. Desde que se invent¨® la agricultura, las sociedades humanas dependen de que el clima sea previsible y c¨ªclico para su bienestar y alimentaci¨®n. Y no sabemos hasta cu¨¢ndo esto va a seguir siendo as¨ª, ni siquiera si se ha puesto en marcha un mecanismo que ya resulta imposible de parar.
Todas las revoluciones tecnol¨®gicas producen cambios profundos en las sociedades que las desencadenan. Pero la rapidez con la que avanza la revoluci¨®n actual es vertiginosa. Todav¨ªa recuerdo la primera vez que un amigo me habl¨® de una p¨¢gina de internet gracias a la que pod¨ªas alquilar por d¨ªas una casa, en vez de un hotel, y que era mucho m¨¢s c¨®modo y barato. Jam¨¢s pens¨¦ entonces, y no ha pasado ni una d¨¦cada, que Airbnb contribuir¨ªa a una crisis global de la vivienda y al estallido del turismo masivo. Internet, la entrada de los m¨®viles, las redes sociales. Se trata de inventos del siglo XXI, que acaba de empezar. Y todav¨ªa queda la aut¨¦ntica revoluci¨®n: la inteligencia artificial (IA).
El cineasta Jean Renoir escribi¨® un libro precioso sobre su padre, el pintor impresionista franc¨¦s, que se titulaba sencillamente Pierre-Auguste Renoir, mi padre (Alba). El artista, fallecido en 1919, vivi¨® al final de su vida el arranque de una gigantesca transformaci¨®n tecnol¨®gica. ¡°Los grandes descubrimientos, los que iban a cambiar el mundo, estaban hechos¡±, sostiene el cineasta sobre el momento en el que naci¨® su padre, en 1841. Describe un pa¨ªs a las puertas de un cambio total, pero todav¨ªa anclado en el pasado. ¡°Un campesino de los alrededores de Limoges, aparte de algunos detalles en la vestimenta y las herramientas, trabajaba la tierra de la misma forma que sus antepasados en los tiempos de Vercing¨¦torix¡±.
En 1919, el momento de la muerte del pintor, un a?o despu¨¦s del final de la I Guerra Mundial ¡ªel primer conflicto marcado por las nuevas tecnolog¨ªas, desde las ametralladoras hasta los explosivos, los carros de combate o la aviaci¨®n¡ª, todo era diferente. ¡°El campo hab¨ªa comenzado a vaciarse hacia las ciudades. Los obreros trabajaban en las f¨¢bricas. Las verduras consumidas en Par¨ªs ven¨ªan del sur, incluso de Argelia. Ten¨ªamos un coche. Renoir ten¨ªa un tel¨¦fono. Las carreteras estaban asfaltadas. Nuestra casa ten¨ªa calefacci¨®n, agua caliente y fr¨ªa, gas, electricidad, cuartos de ba?o¡±. ?Estamos a las puertas de una revoluci¨®n similar? ?Reconoceremos dentro de diez a?os el mundo en el que vivimos?
La profec¨ªa de que los coches voladores inundar¨¢n el planeta es tan antigua como la invenci¨®n de los veh¨ªculos de combusti¨®n: naci¨® en el siglo XIX. Las pel¨ªculas futuristas ¡ªBlade Runner, Minority Report¡ª est¨¢n llenas de estos aparatos que, sin embargo, nunca se han hecho realidad ni parece que vayan a existir a corto plazo, al menos de forma masiva. ?Significa eso que todas las predicciones de la ciencia ficci¨®n son err¨®neas? En absoluto. La profunda intuici¨®n de que los coches, y los aparatos electr¨®nicos en general, iban a cambiarlo todo era real. Y no sabemos hasta d¨®nde llegar¨¢n.
El gran escritor franc¨¦s Emmanuel Carr¨¨re, proveniente de una familia de exiliados, que tuvo que huir de Rusia tras la Revoluci¨®n Sovi¨¦tica, es autor de una frase certera: ¡°El comunismo no aboli¨® la propiedad privada, aboli¨® la realidad¡±. ?Nos acercamos a una ¨¦poca donde la realidad deje de tener importancia? Eso es lo que planteaba el fil¨®sofo Markus Gabriel en una entrevista en el suplemento Ideas, de EL PA?S, como otra consecuencia de la IA:
¡°Vivimos en una nueva posmodernidad porque la sociedad digital ha transformado el espacio p¨²blico y este es hoy un Matrix donde es imposible distinguir entre realidad y ficci¨®n. La realidad es aquello que corrige nuestras opiniones y hoy todas las opiniones en internet se confirman a trav¨¦s de las mismas opiniones mediante clics. La ficci¨®n necesita una actitud humana para ser completa. Las distintas interpretaciones de una obra de arte son leg¨ªtimas, mientras que las distintas interpretaciones de la realidad no lo son porque algunas son falsas y otras verdaderas. Es la gran diferencia entre la realidad y la ficci¨®n. En internet, realidad y ficci¨®n forman un h¨ªbrido. Y esa es la nueva situaci¨®n, sobre todo con la inteligencia artificial¡±.
Mientras se acerca el futuro, cada vez m¨¢s cercano en el horizonte, el presente inmediato depende de una de esas encrucijadas que pueden cambiar la historia o hacer que todo siga por un camino m¨¢s o menos correcto, por lo menos en Occidente: el primer martes despu¨¦s del primer lunes de noviembre ¡ªfecha en la que se celebran las elecciones estadounidenses¡ª, esto es, el pr¨®ximo cinco de noviembre se enfrentar¨¢n Donald Trump y Kamala Harris en unas presidenciales de las que dependen muchas m¨¢s cosas que el pr¨®ximo inquilino de la Casa Blanca.
Trump ha dejado claro que no est¨¢ dispuesto a respetar las reglas por las que se rige un Estado democr¨¢tico ¡ªdeclar¨® en una reuni¨®n privada con votantes cristianos que, si ganaba, no iban a tener que votar nunca m¨¢s¡ª y su poder irradia sobre el resto del mundo. Un individuo en la Casa Blanca que no cree en la democracia tendr¨¢ efectos devastadores sobre todos los pa¨ªses que ahora mismo se mueven en la cuerda floja.
El precedente m¨¢s inmediato al desastre global que puede desencadenar una p¨¦sima gesti¨®n en Washington fue la presidencia de George W. Bush. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, su decisi¨®n de invadir Irak, bas¨¢ndose en falsedades e informes manipulados, propici¨® un cataclismo del que todav¨ªa no nos hemos recuperado.
No solo cientos de miles de muertos en el pa¨ªs tras la guerra civil que desat¨® la invasi¨®n, sino una oleada de terrorismo global, la creaci¨®n del Califato del ISIS y, visto desde los intereses de Washington, el poder de Ir¨¢n en la regi¨®n aument¨® exponencialmente. C¨®mo ser¨¢ de peligroso, que el arquitecto de aquel desastre universal, el entonces vicepresidente Dick Cheney, conocido entonces como El Pr¨ªncipe de las tinieblas, ha pedido el voto para la candidata dem¨®crata ante el temor a lo que puede ocurrir si Trump regresa a la Casa Blanca.
Porque puede ir m¨¢s all¨¢ que Bush en su estela destructiva de las libertades: EE UU nunca ha respetado las reglas democr¨¢ticas en el exterior, solo sus intereses ¡ªun viejo chiste que circulaba por Am¨¦rica Latina dec¨ªa que ¡°EE UU es el ¨²nico pa¨ªs del mundo donde no puede haber un golpe de Estado porque no tiene embajada de EE UU¡±¡ª, pero cuando alguien se saltaba la ley dentro, como ocurri¨® con Richard Nixon en el caso Watergate, pagaba por ello.
Si logra una segunda victoria, nada indica que vaya a respetar las instituciones democr¨¢ticas que le pueden llevar otra vez al poder, y es posible que esto no vaya a tener consecuencias legales, sobre todo despu¨¦s de la sentencia del Tribunal Supremo que decretaba la inmunidad del presidente cuando estaba en el poder. Aquella frase de Trump en la campa?a de 2020 ¡ª¡±podr¨ªa disparar a gente en la Quinta Avenida y no perder¨ªa votos¡±¡ª puede hacerse realidad.
Pesimismo y esperanza
Estas primeras dos d¨¦cadas del siglo XXI parecen marcadas por una extra?a mezcla de pesimismo y esperanza: los hechos son tozudos ¡ªese terrible 8% de personas que viven en democracias¡ª, pero a la vez algo nos impulsa a no renunciar a la idea de que la tecnolog¨ªa nos puede llevar a un mundo mejor, como ocurri¨® en los a?os posteriores a la II Guerra Mundial con las d¨¦cadas gloriosas de Europa, que Tony Judt retrat¨® magistralmente en Postguerra. Fueron los tiempos de las lavadoras y los Beatles, de la emancipaci¨®n estudiantil, del principio de la emancipaci¨®n de las mujeres, del final del colonialismo y de las dictaduras en Espa?a y Portugal.
El siglo XX acab¨® con las guerras en la antigua Yugoslavia, con un estallido de horror que sumergi¨® Europa en los peores abismos de su historia reciente, y el siglo XXI empez¨® con el ataque del terrorismo islamista del 11-S y las guerras que siguieron ¡ªentre ellas, la invasi¨®n de Irak¡ª y con la potencia global salt¨¢ndose los derechos humanos para combatir el terrorismo global. Parec¨ªa que la humanidad era incapaz de dejar atr¨¢s la violencia que hab¨ªa marcado los ¨²ltimos 100 a?os.
Sin embargo, llegaron las Primaveras ?rabes, la ampliaci¨®n de la UE, la impresi¨®n, falsa a la postre, de que el estallido econ¨®mico de China ten¨ªa que llevar a alguna forma de liberalismo tambi¨¦n en lo pol¨ªtico, la felicidad de vivir en un mundo totalmente interconectado. Se trata de una esperanza global que qued¨® reflejada en el libro de Steven Pinker Los ¨¢ngeles que llevamos dentro (Transiciones), en el que el profesor de Harvard argumenta que la historia de la humanidad se puede contar como un descenso generalizado de la violencia.
El libro de Pinker, convertido ahora en un referente de la derecha y muy criticado por alguna de sus piruetas argumentales, est¨¢ lleno de informaci¨®n y es muy divertido, aunque tiene un problema que apenas llega a sortear: la existencia de la II Guerra Mundial. ?C¨®mo es posible que, en mitad de ese progreso generalizado, de ese avance hacia un futuro mejor, estallase el peor conflicto que ha conocido la humanidad, con el exterminio industrial del pueblo jud¨ªo? Porque, adem¨¢s, una de las consecuencias del conflicto fue la invenci¨®n de un arma capaz de acabar con la vida en la Tierra de un plumazo, la bomba at¨®mica. Los retrocesos, los saltos al vac¨ªo, son posibles. Sin embargo, resulta dif¨ªcil desprenderse del profundo optimismo de Pinker, de la sensaci¨®n de que, en el fondo, tiene raz¨®n: avanzamos de forma decidida en sentido contrario al abismo.
Ahora mismo, en este mundo violento y desquiciado ¡ªla guerra de Sud¨¢n ha provocado millones de muertos sin que a nadie parezca importarle mucho, la violencia del ataque terrorista de Ham¨¢s contra Israel y la brutalidad de la respuesta israel¨ª, los miles de migrantes muertos en el Mediterr¨¢neo o en la selva centroamericana del Dari¨¦n, que las palabras partido neonazi y victoria electoral vuelvan a juntarse en Alemania, la sangrienta represi¨®n contra las mujeres en Ir¨¢n o Afganist¨¢n¡¡ª, resulta dif¨ªcil ver el bosque del progreso en el caos de cada conflicto individual. Y, sin embargo, seguimos creyendo.
En un ensayo sobre la Edad Media, Medieval Horizons, el ensayista Ian Mortimer argumentaba que se trata de un periodo con una mala fama muy poco justificada y que uno de los argumentos utilizados para denostarlo es que se produjeron muy pocos avances tecnol¨®gicos, sobre todo con respecto al Renacimiento, como si la grandiosidad de las catedrales g¨®ticas no fuese uno. ¡°Hay una dimensi¨®n oculta en nuestra obsesi¨®n por la ciencia y la tecnolog¨ªa. Es la base de nuestra fe en el progreso. La tecnolog¨ªa tiende a asegurarnos que las cosas est¨¢n mejorando y que siempre van a mejorar, que no importa qu¨¦ desastres puedan ocurrirnos, la tecnolog¨ªa nos salvar¨¢¡±, escribe Mortimer.
Sin embargo, en 1215, se produjo uno de los grandes inventos de la humanidad, que no tiene nada que ver con la tecnolog¨ªa: la Carta Magna con la que Juan I de Inglaterra concedi¨® una serie de derechos a los se?ores rebelados contra ¨¦l. Uno de ellos era el derecho a no ser detenido sin motivos y el acceso a la justicia. Esta idea tard¨® muchos siglos en aplicarse, es cierto, pero naci¨® entonces: un derecho fundamental y universal a la libertad.
Ah¨ª es donde se esconde el progreso y donde habita la esperanza. Solo inventos como aquella concesi¨®n de derechos pueden impulsar un cambio a mejor. En un mundo que se transforma demasiado r¨¢pido ¡ªy eso lleva en parte al surgimiento de la extrema derecha, que capitaliza el miedo al cambio¡ª, pocas cosas permanecen durante siglos. Una de ellas es el ¨¢rbol bajo el que se firm¨® la Carta Magna, el tejo de Ankerwycke, un ¨¢rbol milenario que todav¨ªa se alza cerca del aeropuerto londinense de Heathrow. Deber¨ªa recordarnos que no hay que renunciar a la lucha por un mundo mejor, pero hay que buscarlo en las ra¨ªces de nuestra historia m¨¢s luminosa.
Tendencias es un nuevo proyecto de EL PA?S, con el que el diario aspira a abrir una conversaci¨®n permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa est¨¢ patrocinada por Abertis, Enag¨¢s, EY, Iberdrola, Iberia, OEI, Redeia, Santander, Telef¨®nica y el partner estrat¨¦gico Oliver Wyman.
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