El centenario de los reyes del son
El Septeto Habanero celebrar¨¢ con un disco doble su longevidad art¨ªstica. Fundado en 1920, arranc¨® al g¨¦nero de la marginalidad para popularizarlo en Cuba y Estados Unidos
Hace 100 a?os justos, La Habana fue escenario de una sonada revoluci¨®n musical que cambiar¨ªa el gusto de una ¨¦poca. Arrancaban los a?os veinte y Cuba viv¨ªa a¨²n el ensue?o del boom azucarero, el dinero entraba a borbotones y la alta sociedad constru¨ªa palacios y contrataba a figuras como Caruso para actuar en sus teatros, mientras en los salones y academias de baile de la capital el elegante danz¨®n no ten¨ªa rival. El son, que hab¨ªa nacido a finales del siglo XIX en las lomas de Oriente, era visto con reservas y considerado de gente de clase baja, pero en eso apareci¨® el Sexteto Habanero vestido de punta en blanco y puso patas arriba el panorama, enloqueciendo a los bailadores.
La agrupaci¨®n surgi¨® del desgajamiento del Cuarteto Oriental, que a finales de la d¨¦cada anterior cultivaba con cierto ¨¦xito el son montuno hecho a la manera de Oriente, con una r¨ªtmica sabrosa pero un tanto rudimentaria. Fogueados en la sonoridad caliente de esos primitivos sones, el compositor y guitarrista Guillermo Castillo, el tresero Carlos God¨ªnez, Felipe Neri en las maracas y un cantante de punter¨ªa llamado Gerardo Mart¨ªnez, apodado El Pr¨ªncipe por su impecable forma de lucir el traje y la corbata, fundaron un innovador sexteto que romper¨ªa esquemas aquel a?o m¨¢gico de 1920.
¡°Con el Septeto Habanero comenz¨® el reinado del son¡±, sentenci¨® el escritor cubano Alejo Carpentier
Junto a ellos, otros m¨²sicos de respeto acompa?ados por instrumentos hasta ese momento poco valorados por su condici¨®n de ¡°folcl¨®ricos¡±, como los bong¨®s, la botija, las maracas y las claves, inseparables escoltas de la guitarra y el tres, en poco tiempo se adue?ar¨ªan del escenario musical al poner de moda un g¨¦nero que arras¨® entre todas las clases y desbanc¨® al danz¨®n.
El sexteto no tard¨® en sustituir la x por la p y convertirse en septeto, al introducir en 1927 una trompeta que durante a?os ser¨ªa la del virtuoso F¨¦lix Chapott¨ªn, imponiendo un formato y un modo singular de interpretar la m¨²sica popular que har¨ªa historia. ¡°Con el Septeto Habanero comenz¨® el reinado del son¡±, sentenci¨® el escritor cubano Alejo Carpentier, que era tambi¨¦n un erudito music¨®logo. Seg¨²n el premio Cervantes, el Habanero tuvo el m¨¦rito de ser el primero que en los a?os veinte salt¨® sin complejos la barrera de lo establecido, contribuyendo a transformar ¡°el gusto de una ¨¦poca¡±.
Un siglo despu¨¦s, con un repertorio de m¨¢s de mil canciones en el morral, el grupo cuenta con una alineaci¨®n de dignos herederos, j¨®venes y veteranos, de aquellos m¨ªticos pioneros. Tres de ellos est¨¢n subidos al venerable carro de los ochenta a?os, los cantantes Digno y Jos¨¦ P¨¦rez, tambi¨¦n conocido como Cheito El Resbaloso, y el tresero Felipe Vald¨¦s, actual director del septeto, a quien por la manera sentida de ejecutar sus solos sus compa?eros llaman Felipe El Sentimental. Vald¨¦s asegura que llevar las riendas de una agrupaci¨®n con este pasado es una ¡°gran responsabilidad¡±, pero, aclara, ¡°una responsabilidad que se goza¡±.
¡°Es que esta m¨²sica se disfruta mucho, caballero¡±, explica el tresero durante una entrevista celebrada en julio en La Habana. Para rendir homenaje al son y a los 100 a?os de vida del grupo, Felipe y sus ¡°prietos¡± acaban de terminar un disco doble con 27 temas que repasan los grandes ¨¦xitos del Habanero y que presentar¨¢n ¡°cuanto la maldita pandemia lo permita¡±. ¡°Nada es f¨¢cil en esta vida¡±, filosofa Vald¨¦s, luego de recordar que hace un siglo ¡°la cosa tampoco fue sencilla, pues la consagraci¨®n del son cost¨® lo suyo¡±.
El gran music¨®logo y poeta cubano Sigfredo Ariel, que durante a?os entrevist¨® a los m¨¢s veteranos y sabios soneros, recordaba que para desarbolar la pacata madeja de prevenciones sociales que exist¨ªan en torno a este g¨¦nero, en m¨¢s de una ocasi¨®n el Septeto termin¨® sus actuaciones con multas y en comisar¨ªa. Sin embargo, tan fuerte prendi¨® su estilo ¡ªque combinaba de un modo nuevo ritmo y armon¨ªa con unos textos profundos y a la vez pegajosos¡ª que desde el comienzo el grupo cont¨® con valedores que lo sacaban de los l¨ªos. ¡°El Habanero fue la primera agrupaci¨®n en presentarse en el escenario de completo uniforme. Eran punto y aparte, todo el mundo los adoraba. Incluso cuando el son estaba mal visto y la polic¨ªa persegu¨ªa a quienes tocaban el bong¨®, el Septeto siempre tuvo padrinos poderosos que lo sacaba del vivac, aseguraban los viejos¡±, sol¨ªa contar Ariel.
Asesor de la pel¨ªcula de Wim Wenders Buena Vista Social Club, basada en el fen¨®meno musical que arras¨® en los a?os noventa al rescatar la vieja m¨²sica tradicional cubana, a Ariel le daba la risa cuando se ignoraba al Habanero. Ellos, sosten¨ªa, fueron los que antes que nadie tocaron y cantaron el son ¡°a la habanera forma¡±, esto es, puli¨¦ndolo y estilizando el car¨¢cter m¨¢s rudimentario del son oriental, incluso ¡°desde los d¨ªas en que el grupo a¨²n no hab¨ªa incorporado la trompeta¡±. Ning¨²n otro grupo sonero hizo tantos discos en su ¨¦poca. ¡°Los primeros, cuando a¨²n no exist¨ªan micr¨®fonos y el sonido se recog¨ªa a trav¨¦s de un embudo de cart¨®n¡±, recordaba Sigfredo, fallecido hace solo unos d¨ªas para dolor y desgracia de los amantes de la buena m¨²sica cubana. ¡°Los sones de anta?o no duraban solo tres minutos, como quedaron impresos en las duras estr¨ªas de los discos de pizarra, pues las placas fonogr¨¢ficas no daban para m¨¢s. En realidad, en vivo no acababan mientras la gente bailara¡±, contaba Ariel.
El Septeto fue la primera agrupaci¨®n que grab¨® un son en los estudios de la RCA V¨ªctor en Nueva York. Fue Maldita timidez, el 29 de octubre de 1924, y despu¨¦s de aquello el Septeto volver¨ªa a EE UU en numerosas ocasiones para registrar ¨¦xitos que perduran hasta hoy, uno de los m¨¢s importantes fue A la loma de Bel¨¦n, y tambi¨¦n Yo no tumbo ca?a o la melod¨ªa de Manuel Corona Aurora, con el famoso montuno a?adido por el Habanero de ¡°cabo de la guardia, siento un tiro¡±, que se hizo tan conocido como la canci¨®n. Fascinado por los sones del Habanero, hasta el gran compositor Ernesto Lecuona escribi¨® para ellos Se fue y Andar, andar, ambas grabadas por la RCA V¨ªctor en los a?os veinte.
El son fue ganando espacios, se consolidaron los sextetos y los septetos y aparecieron algunos que marcaron ¨¦poca, como el Nacional, de Ignacio Pi?eiro, o el de Alfredo Bolo?a. Pero el Habanero fue crucial para el ¨¦xito del son y su internacionalizaci¨®n. Con Tres lindas cubanas ganaron un importante concurso nacional y varios premios (en 1925 y 1926), y en 1929 el Habanero llev¨® por primera vez el son a Hollywood en el rodaje de Hell Harbor (El puerto del infierno), dirigida por Henry King.
En los a?os cuarenta y cincuenta, en la medida en que cambiaban los gustos musicales y muchas agrupaciones inclu¨ªan nuevos instrumentos ¡ªteclado, tumbadora, g¨¹iro, varias trompetas¡ª, el Habanero tambi¨¦n lo hizo. Poco a poco el Septeto fue pasando de moda, aunque nunca desapareci¨®.
Para hablar de la fabulosa historia del Habanero, d¨ªas antes de que la desgracia del coronavirus se instalara en este mundo, Sigfredo Ariel llev¨® a este periodista a un concierto en el antiguo Cabar¨¦ Nacional, donde funcionaba una de las m¨²ltiples pe?as del grupo. La actuaci¨®n comenz¨® con la misma elegancia e introducci¨®n que hace un siglo: ¡°Helo aqu¨ª, Septeto Habanero. Melodioso aqu¨ª est¨¢¡¡±.
Sigfredo empez¨® despu¨¦s a pedir canciones, la primera de todas C¨®mo est¨¢ Miguel, que dice: ¡°Si quieres alegrar tu coraz¨®n / y que en tu alma la tristeza disminuya / escucha al Habanero que no hace bulla / y luego, si quieres, te tomas un ron¡±.
Sentadas las bases con esta insuperable declaraci¨®n de principios, se levant¨® el bander¨ªn al delicioso repaso de un repertorio ¨Cpropio y ajeno, compuesto en diversas ¨¦pocas¨C, que abarca un siglo de m¨²sica cubana. En aquel banquete de sones cay¨® A la loma de Bel¨¦n (su primer gran ¨¦xito), Elena la cumbanchera, Tres lindas cubanas (¡°pero qu¨¦ bien, qu¨¦ bien, qu¨¦ mal/ pero qu¨¦ mal, qu¨¦ mal, qu¨¦ bien/ no me vayas a olvidar/ no me dejes de querer¡±), Tribil¨ªn Cantore, La zeta (¡°me dicen la zeta/ estoy en las ¨²ltimas¡±) o la m¨¢s reciente Voy a la calle Vapor (¡°All¨¢ en la calle Vapor/ dicen que se goza bueno/ y que se pasa caballero/ un rato de gran confort¡±).
Entre canci¨®n y canci¨®n, Ariel recitaba los nombres de algunos de los grandes m¨²sicos que pasaron por el Septeto en diferentes ¨¦pocas: el cantante Abelardo Barroso, el trompeta Chocolate Armenteros, el tresero Arsenio Rodr¨ªguez (El ciego maravilloso), y tambi¨¦n Chapott¨ªn, P¨ªo Leyva, Vicentico Vald¨¦s, Manolo Fur¨¦, Panchito Ricet, Laito Sureda o Pedrito Ib¨¢?ez, quien dirigi¨® el Septeto durante cuatro d¨¦cadas. No pod¨ªa acabar una noche tan memorable como aquella sin la ¨²ltima petici¨®n de Pap¨¢ Montero, que en su letra describe el antol¨®gico velorio de un personaje de avanzada edad pero todav¨ªa fiestero que forma parte de la mitolog¨ªa de la m¨²sica cubana ¨C¡°A llorar a Pap¨¢ Montero, ?zumba, canalla, rumbero?¡±¨C. Antes de caer el tel¨®n, son¨® el bong¨® y se escuch¨® la despedida de siempre: ¡°Helo aqu¨ª, Septeto Habanero. Melodioso, se va¡±.
"Como el son no hay nada"
En 100 a?os el Septeto Habanero ha tenido numerosos directores y distintos formatos. Nacido de un cuarteto, primero fue sexteto, luego septeto (al introducirse una trompeta en 1927) y en la ¨¦poca en que se pusieron de moda los conjuntos cambi¨® su nombre a Conjunto T¨ªpico Habanero y le fueron agregando nuevos instrumentos en diversos momentos ¡ªteclado, tumbadora, g¨¹iro y tres trompetas¡ª, aunque con el tiempo volvi¨® a la formaci¨®n original. ¡°Como el son no hay nada¡±, afirman los 'prietos' del Habanero, que manifiestan su orgullo por haber mantenido vivo entre los j¨®venes el legado de este g¨¦nero que desde 2012 fue declarado Patrimonio Cultural de Cuba. Y m¨¢s tendr¨ªa que ser, pues el son y sus instrumentos trascendieron fronteras e influyeron en otros g¨¦neros musicales, alcanzando su impronta a la salsa, el jazz o el pop.
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