Un saxo y un cuchillo en Beale Street
El turismo de la nostalgia hace aguas en Memphis y ha alumbrado algo nuevo: la metanostalgia. La calle m¨¢s famosa, de la que habl¨® James Baldwin, es en realidad un estado de ¨¢nimo
Cuando rozan las once de la noche, empieza a despedirse el cantante del club del viejo rey de la lucha libre King Jerry Lawler, una celebridad de Memphis que hace cuatro a?os, pasados los 65, prob¨® suerte en la calle en la que tanta gente ha probado a lo largo de la historia: Beale Street. Apenas queda media docena de personas dentro del local ese ¨²ltimo viernes de verano tan sombr¨ªo, con la calle m¨¢s vibrante de la ciudad a media asta y los m¨²sicos tocando casi sin p¨²blico, ausente como est¨¢ aquella masa humana que sol¨ªa tomar la calzada. Este 2020 de la pandemia solo queda un pu?ado de almas paseando por el bulevar del blues, pero los que permanecen tiran de ¨¦pica, dispuestos a alargar la noche hasta el hallazgo de la vacuna contra el virus.
¡°?Es su cumplea?os, es su cumplea?os¡!¡±, grita una joven, reclamando unos bises a la banda, agarrada del brazo de otras dos muchachas. La noticia despierta tanto entusiasmo en otra pareja de amigos que est¨¢ en el local que uno dir¨ªa que es la primera vez que se encuentran a alguien de aniversario; y todos, bastante borrachos y sin mascarillas, se abrazan, felicitan y besan con una euforia al final ya impostada.
Es dif¨ªcil saber qu¨¦ queda de real en un sitio tan cambiado
Existe toda una industria de la nostalgia musical, que se parece mucho a la nostalgia a secas, en Memphis: Elvis Presley, B. B. King, Sun Records¡ Y Beale Street es su centro neur¨¢lgico, un sal¨®n de la fama para la m¨²sica negra, un bulevar de locales con solera donde en una d¨¦cada u otra alguien dio un concierto legendario, donde se apostaba y se vend¨ªa absenta. ¡°Te encontrar¨¢s con hombres honrados y carteristas ma?osos, te encontrar¨¢s que los locales no cierran hasta que alguien muere¡ Si Beale Street pudiese hablar, si Beale Street pudiese hablar, los hombres casados tomar¨ªan sus camas y se ir¨ªan¡±, escribi¨® hace unos 100 a?os W. C. Handy, el autoproclamado padre del blues.
Handy contaba que en 1903, cuando esperaba un tren en la estaci¨®n de Tutwiler (Misisipi), escuch¨® a un m¨²sico tocando la guitarra con una navaja y provocando el llamado efecto slide, ese que arranca de las cuerdas un sonido melanc¨®lico. Era, dijo, ¡°la m¨²sica m¨¢s rara que jam¨¢s hab¨ªa o¨ªdo¡± y el compositor se lo present¨® al mundo. Su casa-museo es uno de los atractivos m¨¢s de la nueva Beale Street, la Beale Street de hombres en sandalias. Hoy, sin embargo, apenas hay de estos. Hoy es una meca de turistas sin turistas, nostalgia de la nostalgia, en la que si algo ha sobrevivido son precisamente las navajas.
CANAD?
Minneapolis
Minnesota
San Luis
Misuri
Memphis
Tennessee
Winfield
Alabama
Clarksdale
Misisipi
Birmingham
Alabama
Oxford
Misisipi
Nueva Orleans
Luisiana
Golfo de M¨¦xico
500 km
M?XICO
EL PA?S
CANAD?
Minneapolis
Minnesota
San Luis
Misuri
Memphis
Tennessee
Winfield
Alabama
Clarksdale
Misisipi
Birmingham
Alabama
Oxford
Misisipi
Nueva Orleans
Luisiana
Golfo de M¨¦xico
500 km
M?XICO
EL PA?S
CANAD?
Minneapolis
Minnesota
San Luis
Misuri
Memphis
Tennessee
Winfield
Alabama
Clarksdale
Misisipi
Birmingham
Alabama
Oxford
Misisipi
Nueva Orleans
Luisiana
Golfo de M¨¦xico
500 km
M?XICO
EL PA?S
La que el saxofonista Coleman Garrett II lleva en el bolsillo tiene nueve cent¨ªmetros. Parec¨ªa el momento de marcharse cuando empieza a sonar Careless Whisper, de George Michael, y al acercarse al origen de la m¨²sica se perfila la silueta de Garrett tocando el saxof¨®n ante un tr¨ªo de mujeres. Cuando termina, flirtea y les pide propina a partes iguales. Lleva una funda colgada del hombro y 20 a?os azarosos tocando en Beale Street.
¡°Los m¨²sicos de la calle vivimos de las propinas, lo cobramos todo en efectivo y la gente lo sabe, as¨ª que tenemos que protegernos. Cuando salimos de Beale, nos dirigimos a nuestras casas: puede venir cualquier y robarnos. A m¨ª la polic¨ªa me ha registrado y arrestado por ello. Si eres blanco, puedes ir armado, si eres negro¡¡±, se queja. Para lo que no toma la m¨¢s m¨ªnima precauci¨®n es para el coronavirus. ¡°Tengo inmunidad divina, no siento esta mierda¡±, exclama. Cuando empez¨® la epidemia y cerraron los clubes, perdi¨® el trabajo y a su novia.
Me hab¨ªa vuelto loca buscando Beale Street en Nueva Orleans por culpa de James Baldwin. En 1974 el escritor titul¨® una novela con el verso de Handy, If Beale Street could talk (Si Beale Street pudiese hablar), y, hace un par de a?os, Barry Jenkins la llev¨® al cine con una cita de Baldwin en la presentaci¨®n: ¡°Beale Street es una calle en Nueva Orleans, donde mi padre, donde Louis Armstrong nacieron¡±, dice, ¡°cada persona negra de Am¨¦rica ha nacido en Beale Street, ha nacido en el barrio negro de alguna ciudad, ya sea Jackson en Misisipi o Harlem, en Nueva York. Beale Street es nuestro legado¡±.
Sin embargo, ni encontr¨¦ Beale Street alguna en Nueva Orleans, primera parada de este viaje, ni existe referencia a alguna calle as¨ª llamada en el siglo pasado, mucho menos ligada a Armstrong, que lleg¨® al mundo en South Broad, junto al tribunal de tr¨¢fico. La referencia de Baldwin era, probablemente, una licencia po¨¦tica que se tom¨® para hablar de ese mismo barrio negro conceptual en el que todo chico negro ha crecido. Ten¨ªa sentido escoger una v¨ªa con tanta historia agridulce, perteneciente adem¨¢s a una ciudad en la que tan solo seis a?os antes de la novela hab¨ªan asesinado a Martin Luther King, tambi¨¦n en Memphis. ¡°Beale Street es una calle ruidosa¡±, dice a su vez Baldwin, ¡°le queda al lector discernir el significado del ruido¡±.
Es dif¨ªcil discernir el significado de la crisis, qu¨¦ queda de real y no real en una calle Beale tan desnaturalizada. La tienda de empe?os m¨¢s cercana, en la avenida Poplar, pinta un retrato m¨¢s certero de la realidad al d¨ªa siguiente de esa noche metanost¨¢lgica. Una docena de guitarras cuelga de una de las paredes, con precios que van de los 70 y a los casi 200 d¨®lares. La dependienta, Alaina Mickens, de 22 a?os, explica que hay quien llora al dejar sus pertenencias porque sabe que no las recuperar¨¢. Lo m¨¢s vendido y comprado son los aparatos electr¨®nicos, no las joyas. ¡°No todo el mundo tiene joyas que empe?ar¡±, aclara.
Acto seguido es la cita con el saxofonista Coleman Garrett II para hablar con m¨¢s calma y tomarle fotos a la luz del d¨ªa. La camarera que atiende en el restaurante lo conoce y le hace un comentario al o¨ªdo. ¡°Yo no soy siempre este tipo¡±, le responde ¨¦l.
A la calle han llegado ya algunos turistas, pero no parece que vaya a ser tampoco una gran noche de recaudaci¨®n. Como comprobar¨ªa ese mismo d¨ªa, la mayor¨ªa ese fin de semana prefiere acudir a Graceland, que, de alg¨²n modo, es otro Beale Street y otra nostalgia de otra Am¨¦rica que, al igual que ocurre con Beale, da igual si est¨¢ en Tennessee o Luisiana. Junto a la l¨¢pida de Elvis, en el jard¨ªn de la mansi¨®n, reposaba un ramillete de flores violetas en memoria de su nieto, Benjamin Keough, que acaba de morir en un aparente suicidio con escopeta.
En el vest¨ªbulo de la mansi¨®n de Elvis vibr¨® mi tel¨¦fono m¨®vil. Era Patricia McCloskey, abogada y esposa del tambi¨¦n abogado Mark McCloskey. El matrimonio se hizo famoso a finales de junio por apuntar con armas hacia una manifestaci¨®n contra el racismo que pas¨® por su propiedad en San Luis (Misuri). La ciudad fue la cuna de Miles Davis y el semillero del movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos. Patricia McCloskey dec¨ªa que aceptaban un encuentro el lunes a las 11.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.