T¨² no eres eso que t¨² te imaginas
Gran parte de nuestra cognici¨®n ocurre fuera de nuestra consciencia
Jacques Hadamard (1865-1963) fue un metagenio, un genio que investigaba a otros como ¨¦l. El matem¨¢tico franc¨¦s demostr¨® un teorema sobre los n¨²meros primos que se le hab¨ªa resistido al mism¨ªsimo Gauss un siglo antes. Lo primero que hizo tras recibir por ello el Grand Prix des Sciences Math¨¦matiques fue casarse con su novieta de la ni?ez, lo que resulta tan dif¨ªcil de interpretar que mejor se lo dejo al desocupado lector para el chiringuito. Poca gente sabe que fue justo Hadamard quien descubri¨® que los documentos para acusar de traici¨®n al oficial jud¨ªo Alfred Dreyfus hab¨ªan sido falsificados, y tambi¨¦n quien insisti¨® hasta el final del caso en que el nombre del militar fuera despejado de toda culpa. Con ¨¦xito. Olviden el mito urbano del cient¨ªfico abstra¨ªdo y ausente del mundo, que seguramente fue una invenci¨®n del guionista m¨¢s tonto del Hollywood de hace un siglo.
Los genios suelen estar obsesionados consigo mismos y con los de su clase, porque desean conocer el origen de las ideas innovadoras. Hadamard tambi¨¦n se ech¨® sobre los hombros esa misi¨®n m¨¢s propia de un psic¨®logo que de un matem¨¢tico. Pregunt¨® a los cient¨ªficos m¨¢s notables de su ¨¦poca sobre el origen de sus ideas rompedoras, y public¨® su an¨¢lisis en The Psychology of Invention in the Mathematical Field, la psicolog¨ªa de la invenci¨®n en el sector matem¨¢tico, de 1945. La conclusi¨®n de esa investigaci¨®n fue n¨ªtida, y sigue vigente. Las mentes m¨¢s creativas de nuestro mundo abordan las cuestiones cruciales descomponi¨¦ndolas en unas pocas subrutinas y analizando cada una de esas partes hasta su misma m¨¦dula. Luego se van al cine o a tomar unas ca?as y se olvidan del asunto por completo y, entonces, justo al poner el pie en el pelda?o del autob¨²s, la idea les llega de repente, como ca¨ªda del cielo y sin estar pensando en el tema en absoluto.
Un peque?o inciso. Estos prodigios solo ocurren en las mejores mentes. La inmensa mayor¨ªa de nosotros no podemos ni so?ar con un logro semejante. Ni el lector, ni su hijo ni el redactor de esta nota estamos a esa altura, probablemente. Un genio es una persona muy poco normal ¡ªun anormal, prefer¨ªa decir el fil¨®sofo Jes¨²s Moster¨ªn¡ª y la inmensa mayor¨ªa de los padres que creen tener uno en casa est¨¢n equivocados de forma garrafal. La mayor¨ªa de las personas tenemos unas mentes vulgares y la creatividad no est¨¢ al alcance de casi nadie. Salid de vuestro mundo de fantas¨ªa y volved a este lado del espejo donde nos movemos la biomasa.
La neurociencia, si hemos de ser francos, nos pinta un panorama peor a¨²n. Gran parte de la cognici¨®n ocurre fuera del foco de nuestra consciencia. La creatividad, la inteligencia y la visi¨®n de futuro son en gran parte obra de un hom¨²nculo inconsciente del que nosotros no tenemos la menor noci¨®n. El automatismo de la visi¨®n, por el que abrimos los ojos y simplemente vemos lo que est¨¢ ah¨ª fuera, nos enga?a porque es el producto de unas computaciones neuronales totalmente inconscientes que ni siquiera somos capaces de entender un siglo y pico despu¨¦s de Cajal. T¨² (tu consciencia) no eres eso que t¨² te imaginas. Eres tan solo el pasajero de un Titanic al que no conoces ni de vista.
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